El combate es caos.
Ni tu ni yo estaremos jamás en una batalla de hace 2000 años.
Pero mira que me creo poco que fuera una coreografia. No sabes ni lo que pasa a cinco metros de distancia cuando alguien enfrente tuyo te quiere apiolar.
Aquellas batallas eran simple caos porque cuando el corazón te late a 200 pulsaciones por minuto, ya las ordenes dan igual.
No vamos a estar pero para eso existen las crónicas describiendo los hechos. Las Navas de Tolosa , por ejemplo , fue una batalla campal masiva dónde se utilizaron pocos arqueros para evitar fuego amigo.
En la primera fila por parte del glorioso rey estaba el noble vasallo, su fiel y valeroso Diego López y con él Sancho Fernández, hijo del rey de Aragón y Urraca su hermana, y López Díaz, su hijo, y otros consanguíneos, amigos y vasallos suyos. Por parte del rey de Aragón mandaba la primera haz García Romero, varón noble, valeroso y fiel, y con él estaban otros muchos aragoneses, nobles y poderosos.
Otras filas estaban dispuestas de derecha a izquierda como exige el orden de las batallas. Los reyes dirigían, cada uno la suya separada de la obra, la últimas filas. El rey de Navarra por su parte, tenía una fila con armas y hombres bien instruidos y así todos los que delante de él pasaban no volvían aunque caminaran. Los que estaban en la primera línea de combate encontraron a los jovenlandeses preparados para la batalla.
Se atacan, se lucha por doquier cuerpo a cuerpo con lanzas, espadas y mazas y no hay lugar para los saeteros. Insisten los cristianos, resisten los jovenlandeses, se produce el fragor y ruido de las armas.
Se mantiene la lucha, ni unos ni otros son vencidos, aunque en alguna ocasión unos caigan sobre los enemigos y en otra sean repelidos por ellos. En cierta ocasión se llegó a gritar por algunos cristianos heridos, que retrocedían y huían, que los cristianos habían sucumbido. Al oír el fúnebre clamor, el rey glorioso y noble de Castilla, que estaba dispuesto antes a morir que a ser vencido, ordenó a quien llevaba su bandera ante su persona que picara al caballo con las espuelas y se acercara rápidamente para subir al monte donde estaba el ímpetu de la batalla, lo cual se hizo enseguida. Cuando ascendieron los cristianos, pensando los jovenlandeses que casi nuevas filas les venían, ceden superados por la virtud de nuestro Señor Jesucristo.
La Crónica Latina de los Reyes de Castilla
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