El futuro de los eléctricos pasa por cualquier posibilidad menos el absurdo de desplazar 500 kilos de caras y delicadas baterías para obtener 400 kilómetros de autonomía. Esto es, hibridación o pila de combustible.
Los PHEV se van a comer el mercado los próximos 20 años. Con una pequeña batería (menos coste, menos peso, menos volumen, menos tiempo de recarga), recargable en marcha o por enchufe, se van a ir a 80-100 kms de autonomía, suficientes para trayectos diarios periurbanos y para obtener la etiqueta cero emisiones que permita entrar en centros de ciudades de tráfico restringido.
Esa pequeña autonomía es suficiente desde el momento en que tienes un motor de gasolina que soluciona la papeleta cuando se agota la carga, en un proceso tras*parente para el usuario que le permite enchufarse a la red cuando le salga de los huevones.
Encima, esa posibilidad lleva a que la creación de una extensa y cara red de puntos de recarga, aun en pañales en paises como el nuestro, deje de ser una exigencia de carácter previo a la popularización de los eléctricos: pudiendo hacer viajes largos con el motor de combustión y recargar en casa o en destino por cuatro duros, esos usuarios no necesitarán planificar sus viajes de acuerdo con existencia y disponibilidad de cargadores, con lo que no van a hacer falta puntos de recarga en medio de ninguna parte.
Para los compradores el tránsito también será casi tras*parente: por normativa de emisión de CO2, poco a poco todos los coches serán híbridos, y de aquí a 10 años (emisión media máxima por fabricante 60 gr CO2/ km para 2025-2030) tendrán que ser por huevones PHEV, pues no hay otro modo de homologar consumos de menos de 2,5 litros a los 100.
Dentro de 20 años veremos los actuales eléctricos con baterías caras y enormes como hoy recordamos los primeros teléfonos móviles de los 80, con su maletín de 15 kilos. Un recuerdo gracioso.