No son pocas las ciudades que han adoptado el archiconocido Nissan Leaf como taxi; Nueva York, México DF, Hong Kong, Sao Paulo... por su parte, hace ya dos años que en la ciudad de Osaka también se impulsó esta iniciativa pionera. El caso es que ese tiempo está empezando a ser suficiente para ver qué tal se comporta un eléctrico puro ante la durísima tarea de servicio público de tras*porte, y las cosas no van del todo bien, la verdad.
Lo que debería ser un acto promocional a escala planetaria y un medio de dar a conocer el coche a un público muy numeroso de pasajeros, se está convirtiendo en una especie de pesadilla para sus propietarios. En síntesis, las baterías no están llevando precisamente bien el paso del tiempo, con graves problemas de autonomía, tiempos de recarga elevados y dificultades para sobrellevar los rigores del invierno.
En el caso concreto japonés, la ciudad de Osaka puso a disposición de diferentes compañías de taxi un total de 50 unidades de Nissan Leaf fuertemente subvencionadas por el gobierno municipal y nacional, allá por febrero 2011. El precio final se quedaba en el equivalente a unos 16.000€, es decir, una auténtica ganga. O eso parecía, al menos, en un primer momento.
Todo eran elogios cuando los coches empezaron a rodar, porque el coche es realmente perfecto para la ciudad y extremadamente económico.
Veinte años no es nada, dice la canción, pero los dos años tras*curridos desde entonces están empezando a parecer una eternidad para algunos de los audaces taxistas que se apuntaron al experimento.
Lo primero que sucedió, justo después de la entrega de los vehículos, fue que reventó la central nuclear de Fukushima, tras un maremoto. De repente, la energía eléctrica “limpia” que consumían los Leaf hasta el día anterior empezó a ser el enemigo público número uno, por las connotaciones que tiene desde entonces y por la escasez de electricidad que se vivió durante algún tiempo en la isla.
Con todo, es el comportamiento del pack de baterías después de un bienio de infinitas recargas el que está mostrando su peor cara. Al principio, 100 km de autonomía real eran lo normal, pero ahora mismo los taxistas han de conformarse con la mitad aproximada de aquella cifra. Esto les obliga a rechazar ciertas carreras de larga distancia y a pasar la mitad del día recargando. La calefacción se ha convertido en un lujo y hay quien la ha remplazado por mantas en el asiento trastero.
Por su parte, los tiempos de recarga se han multiplicado por más de tres, con lo que los cargadores disponibles por la ciudad que antes eran suficientes, ahora se pasan el día ocupados. Esto obliga a los taxistas a invertir gran parte de su tiempo en busca de cargadores libres y en el propio proceso de recarga, con lo que la rentabilidad de su negocio (que consiste en llevar a gente a sitios, no en circular de vacío y permanecer enchufados) se les está escapando entre los dedos.
Por si todo esto fuera poco, la condición inicial del subsidio era que la duración del vehículo debía alcanzar los tres años con lo que, en teoría, los 50 “afortunados” taxistas que se hicieron con un Leaf deberán mantenerlo al menos un año más en circulación; al menos, según las condiciones iniciales.
O mucho me equivoco o Nissan va a cambiar esas baterías gratis antes de que la propaganda negativa les salga mucho, mucho más cara. Suponiendo que no sea ya demasiado tarde.