En una pequeña ciudad, que no quiero decir que sea León, el precio del suelo estaba por los aires. Al alcalde se le ocurrió una brillante idea para que el tras*porte público estuviera en consonancia. Una idea que fue votada por el concejal de urbanismo y de tras*porte, así como el partido que se llama “quiero a mi ciudad”. La unión de los barrios con teleféricos y las plazas de la ciudad, que no quiero decir que sea León, con helicópteros. A todos los vecinos aquello les pareció un atropello, una auténtica barbaridad, pero el regidor dijo que la plebe no entiende a los genios, pues es una idea de progreso y desarrollo. ¡Vamos ciudad mía!, dijo a sus concejales y a los que aman a la ciudad y se gastaron todo el presupuesto en este proyecto de futuro. ¿Y lo que se van a ahorrar en no arreglar baches, qué?. Porque el tras*porte público ya no lo necesitará. Y los coches dejarán de circular por las calles, de manera que la contaminación disminuirá. Los peatones al no tener que estar atentos a los coches, podrán mirar los baches para sortearlos. Una gran idea del alcalde, que además logró que bajase el precio del suelo, porque los vecinos se acabaron marchando de la ciudad ante tanto ruido de las hélices y el jaleo de aquel tras*porte aéreo. ¡Es el precio del progreso y de la genialidad alcaucil !, dijo el concejal de urbanismo. Y como el precio del suelo dejó de estar por los aires, también los helicópteros y teleféricos que nadie usaba. La ciudad acabó por los suelos, y no quiero decir que provincia es ni nada que ver con su genial tranvia, como lo llamaba el alcalde.