Primero, el petróleo no era un factor. Los pozos de Sajalín estaban por debajo del nivel de anecdóticos. Ignoro la calidad relativa del crudo local, aunque apostaría a que no era precisamente muy alta -el crudo de las Indias Holandesas podía echárse directamente a las calderas de los barcos de guerra, por ejemplo, y aunque el rendimiento era aceptable, el castigo para la máquina era considerable-, pero la cantidad era irrisoria.
Hoy día, con todos los adelantos en técnica extractiva y habiendo tenido que abrir pozos off-shore (tecnología en mantillas en los 40), el campo de Sajalín produce 40.2 millones de barriles al año. Arabia Saudita, ahora mismo, que no está precisamente forzando la máquina, produce unos 10 millones al día. Según se puede ver por internet, desde 1925 hasta el inicio de la explotación en los 90, los campos de Sajalín produjeron unos 25 millones de toneladas... en toda su historia.
Sajalín no solucionaba más problemas al Japón que otros pozos marginales que ya tenía en sus territorios, como los de Manchuria.
Segundo, la única vez que los japoneses se habían enfrentado a los rusos por tierra y vencido había sido en 1905. Fue una fiesta memorable, pero había sido 35 años antes. Cuando intentaron distraerse un cachito de Siberia aprovechando la guerra civil rusa, con el país devastado y en caos total, fueron expulsados de más o menos malos modos. En 1937, 38 y 39 lo habían vuelto a intentar y el resultado -especialmente en la edición de 1939- había sido siempre el mismo: el Ejército Rojo, incluso con una mano, un pie y dos ojos en otro lado podía hacerlos picadillo sin siquiera arremangarse.
Purgado y todo lo que se quiera, el ejército soviético jugaba ya en primera división. El japonés, salvo muy contadas excepciones, estaba por táctica, organización y equipamiento a un nivel, siendo generosos, 1918+.
Tercero, Japón ya tenía una guerra de conquista en Asia abierta y en marcha. Y no iba bien. Si China, un país con las capacidades militares de una república bananera, los tenía en tablas con poco menos de unas 50 divisiones de Chiang (de las que no más de 10 merecerían el nombre de tales por número, equipo y eficacia), y como un cuarto de millón de guerrilleros comunistas (de calidad también más que variable)... intentarlo contra la URSS era, cuanto menos, arriesgado.
El principal problema japonés es que no tenía suficiente gente para ocupar semejante extensión de terreno como era China, añadir varios millones más de algunos de los territorios peor comunicados del mundo no iba a mejorar su posición.
Japón tampoco buscaba una anexión total de China, a pesar de lo que algunos creen. Hasta el más despendolado militarista japonés de la época sabía que era imposible. Sólo buscaban arrancarle un buen mordisco. Cuando lo digiriesen -como habían hecho con Manchuria y Jehol- ya se vería. El problema es que China jugaba a la estrategia fabiana. Cedia terreno, que Japón debía ocupar. Así, la concentración de fuerzas que necesitaba para batir decisivamente al ejército chino se iba disipando con cada nuevo avance triunfal. Sin destruir al ejército chino, Chiang no se iba a sentar a firmar nada (en realidad Chiang no se iba a sentar a firmar una cosa, no matter what, pero eso ellos no lo sabían), ni ningún otro chino iba a derrocar a Chiang para firmar nada, así que vuelta a avanzar y ocupar... y no conseguir nada más que bajas por enfermedades y guerrilleros.
Para el otoño del 38, apenas un año de guerra, China ya había sido capaz de plantarse y pelear gracias al éxito de esa estrategia. En las batallas de Wuhan, aunque los japoneses acabaran ocupando el terreno en disputa, sus bajas habían sido tales que hasta los militaristas japoneses habían admitido que había que cambiar de táctica y que lo de China tenía mal arreglo. Las bajas chinas también habían sido atroces, especialmente entre cuadros y técnicos que dificilmente podría reemplazar, pero el ejército chino seguía en pie, con los dos ojos jovenlandesados, pero aún vivo y el pueblo chino seguía dispuesto a soportar en lugar de ceder.
Atacar Rusia hubiera sido jugar a eso mismo, contra el campeón mundial imbatido de estrategia fabiana.
Cuarto. No iba a ser un paseo. Más bien lo contrario.
La URSS empleó extensivamente las reservas de su lejano oriente contra Alemania durante 1941 y 42, pero no eran orates, los niveles de fuerza nunca descendieron por debajo de un más que respetable nivel. Puede que el equipo fuera de segunda, y los mandos y técnicos más competentes estuvieran peleando en Stalingrado, pero el Lejano Oriente soviético jamás estuvo desguarnecido y el equipo de segunda soviético de 1942 todavía era dos paradigmas mejor que mucho del equipo japonés equivalente.
Además, atacar a la URSS significaba una declaración de guerra inmediata de Mongolia (10 divisiones de la mejor caballería del mundo... desplegadas sobre uno de los pocos terrenos donde eso todavía significaba algo), y un misterioso aumento de la ayuda militar en material a los chinos que, muy probablemente, hubiera puesto a los japoneses -que ya estaban rascando el fondo del barril en materia de personal- en serios aprietos en China, Manchuria y hasta Corea. La industria soviética estaría totalmente movilizada y tras*plantada para finales del 42. La japonesa seguría en pie de paz hasta finales del 43, y eso peleando contra los EE.UU.
¿Hubiera la URSS sobrevivido a 1942 con dos frentes abiertos? Salvo cagada subida de peso, sí. Por dos razones. Primera, la Alemania de 1942 también estaba perdiendo el resuello. Las pérdidas alemanas en el invierno de 1941-42 fueron atroces en dos campos fundamentales: infantería y artillería. En 1942 Alemania estaba tan debilitada que sólo puedo atacar en un sector, en lugar de en 3. Su profundidad defensiva -en lo que es determinante tener mucha y buena infantería- era mínima en muchos sectores, excepto aquellos en los que elegía concentrarse. Un contragolpe soviético abría brecha casi siempre, obligando a los alemanes a reaccionar debilitando sus ejes de avance. Los soviéticos perdían hombres y la batalla, generalmente, pero los alemanes perdían el tren. Y cada vez pasaban menos hacia la victoria.
La capacidad alemana de abrir brecha, en cambio, factor donde la artillería es crucial, se volvía anémica. En su lugar usaron a la Luftwaffe, pero esta, gracias a una serie de brillantes decisiones industriales, se desangraría en Rusia haciendo el trabajo de la artillería cuando tendría que haber estado preparando la guerra estratégica con GB y la misma URSS, no digamos los EEUU.
Cuando a la Luftwafffe se le acabó la cuerda, a finales del verano del 42, y sin cañones para reemplazar los perdidos en el invierno del 41, los alemanes perdieron la capacidad de atacar, y mucha de la de defenderse. Entonces llegó Urano. Alemania ya no tenía capacidad de conseguir el KO en 1942.
Segunda: porque Japón carecía de la pegada para alcanzar ningún órgano vital soviético. Con China aún abierta, y más animada que nunca gracias a la ayuda Soviética, Japón ni siquiera podía dedicar el grueso de sus fuerzas de tierra a una hipotética conquista de Siberia. Digamos que hubieran podido reunir las 25-30 divisiones que usaron para su empuje hacia el Sur contra los anglosajones y otras 5-10 del Ejército títere de Manchukuo (una fuerza de más que cuestionable capacidad operativa, por cierto, a pesar de lo que se suele leer por ahí).
Hitler uso unas 150 divisiones para atacar a la URSS en un frente de unos 2900 kms. Sólo la actual frontera entre China y Rusia cubre más de 4000. La densidad de fuerzas con la que los japoneses hubiera podido acometer su oleada turística daba risa, y Hitler tampoco triunfó con la suya. ¿Quieres mandar más? Adelante... el Ejército Imperial tenía 51 divisiones en 1941. Llegaría a rozar las 150 en 1945... reclutando desde los exentos por pies planos hasta desertores chinos y mendigos coreanos -a estos había que llevarlos a punta de pistola.
Vale, Stalin peleaba de espaldas a la pared, lo del fusil para cada tres, los niños soldados y los malvados comisarios ametrallando al que retrocedia... Sigue siendo una densidad de fuerzas patética.
Incluso si Stalin no tenía ni un guardia postal con un Berdán de tiempos de Sebastopol en todo el Extremo Oriente (y el preceptivo comisario NKVD para obligarlo a combatir), le bastaba dar orden de retirada y tierra quemada. La única arteria de comunicación que vertebra el Lejano Oriente ruso, hoy como entonces, era el tras*iberiano. Te basta llevarte los railes y traviesas mientras te retiras y tienes a los japoneses ante miles, y digo miles, de kilómetros de absoluta nada. Nada. Ni comida, ni combustible, ni donde refugiarse del invierno.
Hablamos, no se olvide, de una fuerza -la japonesa- fundamentalmente hipomovil. O sea, que avanza a pie -inténtalo en pleno invierno siberiano, si entras en guerra en diciembre del 41 cuando Stalin parece contra las cuerdas- y sus suministros y tren de artillería e ingenieros -no sabes la de ríos que hay que cruzar en Siberia- a sangre; prueba a mantener alimentados y en forma a varios miles de equinos con la cebada y avena que produce Siberia en invierno.
Para cuando alcanzasen, si es que lo hacían, las zonas con alguna densidad de población en el Asia Central Soviética, lo que quedara de 30 divisiones japonesas tendrían que enfrentarse a fuerzas soviéticas, una parte de las mismas completamente motorizadas, a un tiro de piedra de sus bases logísticas y centros fabriles de los Urales conectadas mediante ferrocarriles eficientes y movilizados al frente, mientras ellos estarían peleando al final de una línea de abastecimiento de varios miles de kilómetros al nivel de la logística de Alejandro.
La logística nunca fue el fuerte de los japoneses. Estaban empezando una guerra que no podían ganar para cubrir el consumo de una guerra que no podían ganar... Dudo, y mucho, que si no habían podido controlar el territorio siberiano en 1920, ni abastecer a sus tropas debidamente en sus penetraciones de los 30 (que fueron de unas docenas de kilómetros y siempre con la idea de volverse), fueran a hacerlo mejor ahora.
En el mejor de los casos, hubieran podido ocupar con relativa facilidad Vladivostok y algunas otras zonas apetecibles ribereñas del Amur. Algunas minas y poco más. Stalin podía perfectamente permitirse dejar Vladivostok (su principal uso en la línea temporal original fue servir de entrada del Lend Lease americano) en manos japonesas mientras llegaba a Berlín. Luego ya ajustaría cuentas.
El desprestigio de la facción militarista del ejército, que había metido al país en el cenagal chino y ahora no ofrecía solución (la necesidad de materias primas derivaba de las sanciones impuestas por esa aventura china, que a su vez hacía imperativo acceder a ellas para no ser derrotados y humillados en China, formando un círculo vicioso que llevaría a Japón a tratar de curarse una jaqueca pegándose un tiro en la sien), pero que sobre todo había ya probado el agua con los rusos y salido muy magullada como para contemplar la posibilidad, contribuyó a que el gobierno tuviera que abrirse a considerar otras opciones.
Aquí fue donde la facción más belicista -y minoritaria- de la Marina, siempre relegada a un segundo plano por el protagonismo del Ejército en China, vio su oportunidad de compartir algo de la diversión. Por desgracia, la única opción que la Marina podía ofrecer era atacar las posesiones coloniales occidentales. Para acabar de sojuzgar a un país atrasado y casi desarmado había que atacar a las 2 mayores potencias económicas y militares de su tiempo. Sounds like a plan.
Curiosamente, a los imperialistas del ejército les pareció morrocotudo. Por algún extraño proceso lógico se convencieron de que sería fácil y divertido. Los mismos catetos racistas que se creían la sal de la tierra no veían problema en patearle el ojo ciego a los amariconados blanquitos (que parecían llevarlo bastante más crudo que los rusos por esos años a manos de los alemanes, eso es cierto). La superioridad racial del soldado japonés haría el resto... sí, el mismo soldado japonés que no había sido capaz de derrotar a un chino descalzo y mal armado. Pero ya se sabe que los nancys de todo tiempo y lugar rara vez destacan por su agudo entendimiento. Jamás dejan que la realidad les chafe la diversión, o una buena teoría racial.
La Marina, como corporación, en buena medida era reacia a la aventura (los famosos comentarios de Yamamoto sobre el gigante dormido eran una opinión bastante extendida entre la oficialidad naval, mucha de ella formada o con contactos en el extranjero, y cualquiera con dos dedos de frente) pero, virtudes de la obediciencia ciega, cuando el gobierno les pidió opciones, se tragaron anzuelo, sedal y caña y dieron la única disponible: robar el petróleo a los blanquitos mientras estaban distraídos.
También intentaron decir que eso llevaría al desastre, pero esa parte ya no la quiso oír nadie.