I. de A.
Madmaxista
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Mi experiencia:
Dos amigas, un amigo y yo. Alrededor de los 15 años de edad. No había nadie más en la casa. Para hacer el rollo espiritista encendimos una vela en medio de la mesa y bajamos la persiana de la ventana de la habitación.
Mi amigo estaba invocando de forma patética a no sé quién y, de repente, empezó a menguar la llama de la vela muy despacio; cuando estaba a punto de apagarse, se puso a crecer también muy despacio y se oyó un fuerte ruido en la otra punta de la casa.
Y cundió el pánico.
Antes de que llegaran las chicas, mi amigo y yo cortamos la vela con un cúter hasta seccionar el pábilo, lo que hizo que la llama se fuera apagando; aunque no se apagó del todo como habíamos previsto, al prenderse otra vez a la mecha y espabilarse lentamente; pero el efecto también fue bueno.
Asimismo, atamos una cuerda a la pata de una silla en la otra punta de la casa, extendimos la cuerda en el suelo, pegada a la pared, por el pasillo hasta la habitación y la mesa donde estábamos; un tirón y ¡cataplum!