FERROVIARIO
Madmaxista
Buenos días, hay novedades.
Algunos de ustedes recordarán la precaria situación que padecí hace unos días cuando fui a dar con mis tristes huesos y mis áureos dientes en el lóbrego trastero en el cual fui confinado por mi amantísima esposa.
Arrumbado y aterido en tan claustrofóbica mazmorra como el conde de Montecristo en el castillo de If… ¡Ah! Edmundo Dantés desfacedor de entuertos , vengativo y justiciero . Y digo Edmundo, no Leonardo Dantés que es el que la mayoría conoce por ese inefable baile del pañuelo que causó furor en un tiempo no lejano después de montar un grupo inmarcesible con la zumbada esa de la zodiac en los morros y Doña Margarita Seisdedos la del bolso-nunchako.
Decía , empero , que recordé esas juveniles lecturas y decidí , de motu proprio , ponerme una máscara de hierro roblonada , remachada y apernada que impidiese de este modo el eventual hurto de mis dientes de oro.
Me fui a un sex shop a las diez de la mañana ( estaba lleno de gente normal , como yo) y me agencié el modelo Hanníbal Lecter. Venía con hebillas y correas de modo que , como yo quería algo definitivo, compré dos para rodear mi cabeza , tiré las cinchas , me fui a mi trastero y saqué la autógena para soldármelas.
Ahora que tengo las orejas como Niki Lauda.
Al llegar la noche sentí hambre y caí en la cuenta de mi precipitada decisión. En el trastero de If sólo tengo Cocacolas de dos litros y latas de atún ( ¿quién tiene un abrelatas en su trastero por dios? ) de modo que tuve que improvisar y abrirla a cabezazos . No tarde demasiado, apenas un cuarto de hora. Álvarez Cascos hubiese tardado lo mismo ( pero sin máscara) miré al techo , alcé la lata y la vertí por la exigua ranura y su rejilla hacia mi boca abierta mientras una parte considerable del preciado pescado resbalaba por mis mejillas , mi cuello , mi torso y empezaba a humedecer mis íntimas y castigadas gónadas.
Repetí la operación con la gaseosa bebida y al terminar solté un eructo tan bestial , agrandado por la caja de resonancia de la férrea máscara, que de haber tenido todavía orejas se me hubiesen puesto como patatas bravas.
Me aovillé en un rincón y esperé la alborada.
Al amanecer quise desayunar y cogí las sobras de la cena anterior, la rejilla de la máscara tenía más cosa que el columpio de un loro, así que como el dibujo del escanciador de la Sidra el Gaitero levanté la lata de atún todo lo que pude e intenté sortear la rejilla como si sirviese té moruno.
“ Administrador que administra y enfermo que enjuaga…algo traga” dice el refranero popular.
Y yo tragué.
Y como la cocacola había empezado a oxidar la máscara deglutí junto con el atún podrido el moho y el óxido y el aceitaco vegetal y …vomité.
Mitad dentro y mitad fuera.
Rectificar es de sabios, así que me fui al Sanitas de Salchicharro y les dije que quería que me procurasen nutrición traseril mediante sonda o un embudo o que se yo, no es mi ramo. Al principio se negaron y se llamaban unos a otros para reírse; cuando les dije que tenía oro para pagarles me llamaron de usted , me subieron a planta y me metieron un tubo de plástico por el orto hasta que me hizo cosquillas en el píloro.
Cuando supe lo que iba a costar el tratamiento comprendí que debía huir sin pagar , quitarme la máscara y pedir perdón a mi señora.
Eché a correr desaforado por el pasillo mientras la vaporosa bata abierta por detrás ondeaba flaneando dejando a la vista la sonda que se desenrollaba a la velocidad de mi carrera pues lo había pisado la subida de peso enfermera por el otro extremo.
La alocada huida me hizo arrollar a una vieja que reptaba agarrada a un árbol lleno de botellas de suero de suerte que caí encima de ella en la posición del misionero y contemplé aterrado su cardado pelo azul. Era la misma que me destrozó el escroto en el metro. Pero esta vez no gritó, agarró mis glúteos con sus nervudas manos y empezó a contonearse.
Volví a vomitar.
Salir con vida del hospital me costó dos colmillos , un premolar y un canino de oro.
La vieja se conformó con mi número de teléfono.
Llegué a casa hecho un ecce homo jurando que nunca más volvería a hacer nada semejante y mi mujer , en su infinita paciencia y acogedores senos me acomodó en el sofá por unos días por probar de mi arrepentimiento.
- Quítate ese morrión…
- ¿ lo cualo..?
- El yelmo, el casco…la cacerola esa que te has puesto en la p**a cabeza, calamar.
Al punto de quedarme solo pensé que para defender mi oro necesitaba un arma. Sé por un colega de un colega de un cundero ( los taxis de la dronja ) que en las chabolas de la cañada real venden pipas de extranjis así que sólo tenía que pillar una.
Para relacionarse con esa gente es imprescindible hacerse pasar por uno de ellos pues de otro modo es factible y por añadidura probable salir esquilado, por tanto me quité el suéter de angora, los pantalones de pinzas , los zapatos castellanos tonalidad Burdeos, la corbata de Hermes…y me di un pirulo por la parte outsider de Salchicharro para coger vocabulario : el peluco , los calcos , achanta la mui , la farla , el perico…todo esto sin salir del Caprabo.
Más dificultoso a la par que de pletórico denuedo fue el cambio de aspecto , de look , las pintacas en jerga.
Empecé con el coche ( el buga). Es un citroen con más años que la tos lo cual facilita el mimetismo grupal con la tribu chungalera, de modo que para no excederme con el dispendio tunning le cambie el pomo de la palanca de cambios por una pequeña calavera con rubíes en los ojos y una serpiente que se enroscaba en derredor , una discreta cola de mapache del tamaño de un plumero colgando pendulona del retrovisor y , como colofón , puse en el capó atornillada con los pernos de la máscara una cabeza de cabrito que me dio mi suegro después de comerse la asadura.
Tras blanquearla en agua oxigenada le improvisé unos cuernos artesanos que manufacturé retorciendo el papel albal del bocadillo de la niña y se los pegue a la noble calavera ( que diría Miguel Hernández de Ramón Sijé) con Super Glue.
Impresionante y sobrecogedor son los adjetivos que mejor definen la estampa.
Luego añadí los inexcusables ideogramas chinos , las pegatinas de llamaradas en la carrocería , los conejos fornicando , el puño cerrado con el dedo corazón enhiesto en la zaga, leds azules, lunas tintadas…en fin sólo los clásicos.
Para mi humilde persona me atavié con unas mallas ajustadas negras ,unas zapatillas John Smith rojas y una sudadera de los Scorpions de mi época adolescente cuando en el Barrabás o en el Canci vaporizaba con el sudor de mi melena a la chatis heavies que me rodeaban extasiadas antes mis riffs de air guitar ajenas e ignaras de mi, ya entonces impresa, posterior e ineluctable condición de perroflauta.
Unas gotas de Varon Dandy en el pecho, la toalla del bidé marcando paquete bajo el gayumbo y unas seudo patillas que me pinté con el Kanfort de lustrar zapatos completaron el armónico conjunto.
En la recoleta soledad del cuarto de baño me miré al espejo en posición de tres cuartos agarrándome con la mano izquierda la muñeca del brazo derecho y con la mano de este simulando una pistola con el índice a modo de cañón y el pulgar de percutor, levantando una ceja como Carlos Sobera mientras soplaba displicente sobre el imaginario cañón empecé a trempar ebrio de poder.
Llamé a gritos a mi santa esposa.
- Date prisa que la tengo como un tren expreso.
- Si…rápida y sucia. Vete a poner los garbanzos en remojo para el cocido de mañana.
Tal vez no estuviese de humor todavía. No importaba cogí un cassette de Camela y otro de Los Chichos , me peiné las cejas y tiré pa´la Cañada.
Que espectáculo urbanístico en la fabela, baste decir que las viviendas parecían asequibles.
Aparqué y antes de bajar di en la cuenta de que mi lampiño torso podría delatar mi aristocrática condición de modo que cogí la cola de mapache del retrovisor y la introduje a media asta en mi balcón. Bajé y le pregunté a un rufián de doce o trece años.
- Que passa tron…ando buscando una herramienta..ya sabes.
- Ah..pos pregunta en la keli del Chuta , del Sonao o del Jeringa…
Me decidí por la del Chuta.
Entré y me pidió la pasta, luego me dio un albarán y me dijo que me pasase a por ella el mes que viene, que ahora con la crisis las cadenas de distribución andan poco católicas y sirven más tarde.
Le dejé el número de teléfono al amigo Chuta para que me avisase cuando llegase.
Pero de momento sólo me llama la vieja.
Algunos de ustedes recordarán la precaria situación que padecí hace unos días cuando fui a dar con mis tristes huesos y mis áureos dientes en el lóbrego trastero en el cual fui confinado por mi amantísima esposa.
Arrumbado y aterido en tan claustrofóbica mazmorra como el conde de Montecristo en el castillo de If… ¡Ah! Edmundo Dantés desfacedor de entuertos , vengativo y justiciero . Y digo Edmundo, no Leonardo Dantés que es el que la mayoría conoce por ese inefable baile del pañuelo que causó furor en un tiempo no lejano después de montar un grupo inmarcesible con la zumbada esa de la zodiac en los morros y Doña Margarita Seisdedos la del bolso-nunchako.
Decía , empero , que recordé esas juveniles lecturas y decidí , de motu proprio , ponerme una máscara de hierro roblonada , remachada y apernada que impidiese de este modo el eventual hurto de mis dientes de oro.
Me fui a un sex shop a las diez de la mañana ( estaba lleno de gente normal , como yo) y me agencié el modelo Hanníbal Lecter. Venía con hebillas y correas de modo que , como yo quería algo definitivo, compré dos para rodear mi cabeza , tiré las cinchas , me fui a mi trastero y saqué la autógena para soldármelas.
Ahora que tengo las orejas como Niki Lauda.
Al llegar la noche sentí hambre y caí en la cuenta de mi precipitada decisión. En el trastero de If sólo tengo Cocacolas de dos litros y latas de atún ( ¿quién tiene un abrelatas en su trastero por dios? ) de modo que tuve que improvisar y abrirla a cabezazos . No tarde demasiado, apenas un cuarto de hora. Álvarez Cascos hubiese tardado lo mismo ( pero sin máscara) miré al techo , alcé la lata y la vertí por la exigua ranura y su rejilla hacia mi boca abierta mientras una parte considerable del preciado pescado resbalaba por mis mejillas , mi cuello , mi torso y empezaba a humedecer mis íntimas y castigadas gónadas.
Repetí la operación con la gaseosa bebida y al terminar solté un eructo tan bestial , agrandado por la caja de resonancia de la férrea máscara, que de haber tenido todavía orejas se me hubiesen puesto como patatas bravas.
Me aovillé en un rincón y esperé la alborada.
Al amanecer quise desayunar y cogí las sobras de la cena anterior, la rejilla de la máscara tenía más cosa que el columpio de un loro, así que como el dibujo del escanciador de la Sidra el Gaitero levanté la lata de atún todo lo que pude e intenté sortear la rejilla como si sirviese té moruno.
“ Administrador que administra y enfermo que enjuaga…algo traga” dice el refranero popular.
Y yo tragué.
Y como la cocacola había empezado a oxidar la máscara deglutí junto con el atún podrido el moho y el óxido y el aceitaco vegetal y …vomité.
Mitad dentro y mitad fuera.
Rectificar es de sabios, así que me fui al Sanitas de Salchicharro y les dije que quería que me procurasen nutrición traseril mediante sonda o un embudo o que se yo, no es mi ramo. Al principio se negaron y se llamaban unos a otros para reírse; cuando les dije que tenía oro para pagarles me llamaron de usted , me subieron a planta y me metieron un tubo de plástico por el orto hasta que me hizo cosquillas en el píloro.
Cuando supe lo que iba a costar el tratamiento comprendí que debía huir sin pagar , quitarme la máscara y pedir perdón a mi señora.
Eché a correr desaforado por el pasillo mientras la vaporosa bata abierta por detrás ondeaba flaneando dejando a la vista la sonda que se desenrollaba a la velocidad de mi carrera pues lo había pisado la subida de peso enfermera por el otro extremo.
La alocada huida me hizo arrollar a una vieja que reptaba agarrada a un árbol lleno de botellas de suero de suerte que caí encima de ella en la posición del misionero y contemplé aterrado su cardado pelo azul. Era la misma que me destrozó el escroto en el metro. Pero esta vez no gritó, agarró mis glúteos con sus nervudas manos y empezó a contonearse.
Volví a vomitar.
Salir con vida del hospital me costó dos colmillos , un premolar y un canino de oro.
La vieja se conformó con mi número de teléfono.
Llegué a casa hecho un ecce homo jurando que nunca más volvería a hacer nada semejante y mi mujer , en su infinita paciencia y acogedores senos me acomodó en el sofá por unos días por probar de mi arrepentimiento.
- Quítate ese morrión…
- ¿ lo cualo..?
- El yelmo, el casco…la cacerola esa que te has puesto en la p**a cabeza, calamar.
Al punto de quedarme solo pensé que para defender mi oro necesitaba un arma. Sé por un colega de un colega de un cundero ( los taxis de la dronja ) que en las chabolas de la cañada real venden pipas de extranjis así que sólo tenía que pillar una.
Para relacionarse con esa gente es imprescindible hacerse pasar por uno de ellos pues de otro modo es factible y por añadidura probable salir esquilado, por tanto me quité el suéter de angora, los pantalones de pinzas , los zapatos castellanos tonalidad Burdeos, la corbata de Hermes…y me di un pirulo por la parte outsider de Salchicharro para coger vocabulario : el peluco , los calcos , achanta la mui , la farla , el perico…todo esto sin salir del Caprabo.
Más dificultoso a la par que de pletórico denuedo fue el cambio de aspecto , de look , las pintacas en jerga.
Empecé con el coche ( el buga). Es un citroen con más años que la tos lo cual facilita el mimetismo grupal con la tribu chungalera, de modo que para no excederme con el dispendio tunning le cambie el pomo de la palanca de cambios por una pequeña calavera con rubíes en los ojos y una serpiente que se enroscaba en derredor , una discreta cola de mapache del tamaño de un plumero colgando pendulona del retrovisor y , como colofón , puse en el capó atornillada con los pernos de la máscara una cabeza de cabrito que me dio mi suegro después de comerse la asadura.
Tras blanquearla en agua oxigenada le improvisé unos cuernos artesanos que manufacturé retorciendo el papel albal del bocadillo de la niña y se los pegue a la noble calavera ( que diría Miguel Hernández de Ramón Sijé) con Super Glue.
Impresionante y sobrecogedor son los adjetivos que mejor definen la estampa.
Luego añadí los inexcusables ideogramas chinos , las pegatinas de llamaradas en la carrocería , los conejos fornicando , el puño cerrado con el dedo corazón enhiesto en la zaga, leds azules, lunas tintadas…en fin sólo los clásicos.
Para mi humilde persona me atavié con unas mallas ajustadas negras ,unas zapatillas John Smith rojas y una sudadera de los Scorpions de mi época adolescente cuando en el Barrabás o en el Canci vaporizaba con el sudor de mi melena a la chatis heavies que me rodeaban extasiadas antes mis riffs de air guitar ajenas e ignaras de mi, ya entonces impresa, posterior e ineluctable condición de perroflauta.
Unas gotas de Varon Dandy en el pecho, la toalla del bidé marcando paquete bajo el gayumbo y unas seudo patillas que me pinté con el Kanfort de lustrar zapatos completaron el armónico conjunto.
En la recoleta soledad del cuarto de baño me miré al espejo en posición de tres cuartos agarrándome con la mano izquierda la muñeca del brazo derecho y con la mano de este simulando una pistola con el índice a modo de cañón y el pulgar de percutor, levantando una ceja como Carlos Sobera mientras soplaba displicente sobre el imaginario cañón empecé a trempar ebrio de poder.
Llamé a gritos a mi santa esposa.
- Date prisa que la tengo como un tren expreso.
- Si…rápida y sucia. Vete a poner los garbanzos en remojo para el cocido de mañana.
Tal vez no estuviese de humor todavía. No importaba cogí un cassette de Camela y otro de Los Chichos , me peiné las cejas y tiré pa´la Cañada.
Que espectáculo urbanístico en la fabela, baste decir que las viviendas parecían asequibles.
Aparqué y antes de bajar di en la cuenta de que mi lampiño torso podría delatar mi aristocrática condición de modo que cogí la cola de mapache del retrovisor y la introduje a media asta en mi balcón. Bajé y le pregunté a un rufián de doce o trece años.
- Que passa tron…ando buscando una herramienta..ya sabes.
- Ah..pos pregunta en la keli del Chuta , del Sonao o del Jeringa…
Me decidí por la del Chuta.
Entré y me pidió la pasta, luego me dio un albarán y me dijo que me pasase a por ella el mes que viene, que ahora con la crisis las cadenas de distribución andan poco católicas y sirven más tarde.
Le dejé el número de teléfono al amigo Chuta para que me avisase cuando llegase.
Pero de momento sólo me llama la vieja.
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