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El rotundo fracaso sovitico ante la eficacia de los finlandeses, 05-12-1939 - ABC.es
El 30 de noviembre, después del fracaso de las negociaciones entre finlandeses y soviéticos, la URSS, escudándose en ciertos incidentes fronterizos autoprovocados como casus belli, y sin previa declaración de guerra, lanzaba cuatro ejércitos contra las supuestamente débiles fuerzas armadas finlandesas. El VII Ejército, debía fijar las defensas de la Línea Mannerheim (llamada así por el jefe del Ejército Finlandés, mariscal Carl Gustaf Mannerheim) permitiendo así una maniobra de flanqueo del VIII Ejército a lo largo del Lago Ladoga que cogiese a las defensas finlandesas por la espalda; unidos estos dos ejércitos, convergirían sobre Helsinki tras ocupar el Istmo de Carelia, el principal objetivo territorial de Moscú.
Al mismo tiempo, el XIV ocuparía Petsamo, la ciudad más septentrional de Finlandia y estratégico puerto, ya que permanecía abierto al tráfico marítimo durante la estación de los hielos, mientras el IX Ejército debía avanzar hacia el golfo de Botnia, partiendo en dos Finlandia. Sobre el papel, la diferencia en medios humanos y materiales era tan abrumadora que debían garantizar el éxito del plan soviético sin apenas sorpresas. El Ejército Rojo tenía una superioridad de 4:1 en tropas y de 30:1 en vehículos blindados. La aviación finlandesa era reducida y obsoleta y la carencia de armas pesadas y anticarro del ejército, casi total.
Sin embargo, el Ejército Rojo no logró conseguir en su ofensiva ninguno de los objetivos propuestos. En el istmo de Carelia, una de las pocas zonas con infraestructuras hábiles para el amplio tránsito de tropas y unidades mecanizadas, los finlandeses desplegaron una defensa en profundidad apoyados en las fortificaciones de la Línea Mannerheim, hacia donde se habían retirado en perfecto orden y donde resistieron todos los desorganizados embates soviéticos (Batalla de Summa), mientras, obligados por su carencia de efectivos, libraban una peculiar lucha de guerrillas a lo largo de la amplia e inhóspita frontera que discurría desde el Lago Ladoga hasta el Círculo Polar Ártico, que convirtió el avance soviético en una pesadilla.
La flexible táctica denominada motti, o «envolvimiento», desarrollada por los finlandeses contra las columnas motorizadas y mecanizadas del Ejército Rojo, se probó de gran eficacia frente al rígido sistema soviético y así, una y otra vez, unidades enteras enemigas eran emboscadas, cercadas y aniquiladas, como fue el caso de la Batalla de Suomussalmi.
Supliendo la escasez de medios con ingenio y el uso del material capturado al Ejército Rojo, venciendo a las unidades blindadas soviéticas aisladas de su infantería mediante el uso de los cócteles Molotov y haciendo del conocimiento del terreno la mejor de sus armas, el arrojo de los finlandeses detuvo la gigantesca maquinaria militar enemiga.
Pero el fracaso de la ofensiva soviética fue tanto mérito finlandés como demérito del Ejército Rojo. Las tropas soviéticas se habían lanzado a la lucha mal preparadas para combatir en la nieve y soportar el invierno más riguroso en 50 años. Pocas unidades habían sido dotadas de camuflaje nival y la jovenlandesal decayó pronto ante los fracasos y las numerosas bajas iniciales, tanto por combate como por enfermedad y congelación. A ello se unía a escasa calidad de la oficialidad provocada por las purgas estalinistas que habían provocado un colapso a todos los niveles en el cuadro de oficiales, al haber sobrevivido no los más aptos, sino aquellos más fiables políticamente.
El primer mes de la conocida como Guerra Ruso-Finesa, Guerra de Invierno o Talvisota (su término finés) resultó una humillación para Stalin y su ejército. El 28 de dicembre, el dictador soviético ordenaba una pausa en las operaciones ofensivas. Era necesario reorganizarse, reestructurar el ejército a todos los niveles y prepararse para una nueva ofensiva que debía ser definitiva.
El 30 de noviembre, después del fracaso de las negociaciones entre finlandeses y soviéticos, la URSS, escudándose en ciertos incidentes fronterizos autoprovocados como casus belli, y sin previa declaración de guerra, lanzaba cuatro ejércitos contra las supuestamente débiles fuerzas armadas finlandesas. El VII Ejército, debía fijar las defensas de la Línea Mannerheim (llamada así por el jefe del Ejército Finlandés, mariscal Carl Gustaf Mannerheim) permitiendo así una maniobra de flanqueo del VIII Ejército a lo largo del Lago Ladoga que cogiese a las defensas finlandesas por la espalda; unidos estos dos ejércitos, convergirían sobre Helsinki tras ocupar el Istmo de Carelia, el principal objetivo territorial de Moscú.
Al mismo tiempo, el XIV ocuparía Petsamo, la ciudad más septentrional de Finlandia y estratégico puerto, ya que permanecía abierto al tráfico marítimo durante la estación de los hielos, mientras el IX Ejército debía avanzar hacia el golfo de Botnia, partiendo en dos Finlandia. Sobre el papel, la diferencia en medios humanos y materiales era tan abrumadora que debían garantizar el éxito del plan soviético sin apenas sorpresas. El Ejército Rojo tenía una superioridad de 4:1 en tropas y de 30:1 en vehículos blindados. La aviación finlandesa era reducida y obsoleta y la carencia de armas pesadas y anticarro del ejército, casi total.
Sin embargo, el Ejército Rojo no logró conseguir en su ofensiva ninguno de los objetivos propuestos. En el istmo de Carelia, una de las pocas zonas con infraestructuras hábiles para el amplio tránsito de tropas y unidades mecanizadas, los finlandeses desplegaron una defensa en profundidad apoyados en las fortificaciones de la Línea Mannerheim, hacia donde se habían retirado en perfecto orden y donde resistieron todos los desorganizados embates soviéticos (Batalla de Summa), mientras, obligados por su carencia de efectivos, libraban una peculiar lucha de guerrillas a lo largo de la amplia e inhóspita frontera que discurría desde el Lago Ladoga hasta el Círculo Polar Ártico, que convirtió el avance soviético en una pesadilla.
La flexible táctica denominada motti, o «envolvimiento», desarrollada por los finlandeses contra las columnas motorizadas y mecanizadas del Ejército Rojo, se probó de gran eficacia frente al rígido sistema soviético y así, una y otra vez, unidades enteras enemigas eran emboscadas, cercadas y aniquiladas, como fue el caso de la Batalla de Suomussalmi.
Supliendo la escasez de medios con ingenio y el uso del material capturado al Ejército Rojo, venciendo a las unidades blindadas soviéticas aisladas de su infantería mediante el uso de los cócteles Molotov y haciendo del conocimiento del terreno la mejor de sus armas, el arrojo de los finlandeses detuvo la gigantesca maquinaria militar enemiga.
Pero el fracaso de la ofensiva soviética fue tanto mérito finlandés como demérito del Ejército Rojo. Las tropas soviéticas se habían lanzado a la lucha mal preparadas para combatir en la nieve y soportar el invierno más riguroso en 50 años. Pocas unidades habían sido dotadas de camuflaje nival y la jovenlandesal decayó pronto ante los fracasos y las numerosas bajas iniciales, tanto por combate como por enfermedad y congelación. A ello se unía a escasa calidad de la oficialidad provocada por las purgas estalinistas que habían provocado un colapso a todos los niveles en el cuadro de oficiales, al haber sobrevivido no los más aptos, sino aquellos más fiables políticamente.
El primer mes de la conocida como Guerra Ruso-Finesa, Guerra de Invierno o Talvisota (su término finés) resultó una humillación para Stalin y su ejército. El 28 de dicembre, el dictador soviético ordenaba una pausa en las operaciones ofensivas. Era necesario reorganizarse, reestructurar el ejército a todos los niveles y prepararse para una nueva ofensiva que debía ser definitiva.