Rusty_Chicken
Adhuc Stantes
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Acabo de encontrar el relato que subí al certamen de relatos atiquenses de 2015. No veo que haya ganado con los años, de hecho me parece aún peor que entonces pero no voy a escribir nada mejor nunca así que aquí lo casco:
-Así que conociste este sitio por un compañero de trabajo.
-Sí.
-Pues es bonito.
-Sí.
La veo juguetear con el portavelas que hay sobre la mesa y me parece que tiene aspecto de cansada, como si no hubiese dormido desde hace días; aún así cada vez que gira la cabeza para curiosear qué nuevo plato están sirviendo en alguna mesa cercana aprovecho para mirarla atentamente pensando en lo guapa que sigue estando después de todo este tiempo. Ni las marcadas ojeras o esas primeras arrugas que le han salido estos últimos años pueden ocultar el brillo en sus dos grandes ojos tonalidad miel ni competir con esa preciosa hilera de dientes perfectos de ortodoncia que aparecen cuando sonríe. Aunque lo cierto es que no ha sonreído mucho esta noche durante el trayecto desde el coche hasta el bistró, restaurante o lo que sea este pequeño local que alguien ha decorado de forma más recargada de lo que sería deseable y en el que llevamos casi veinte minutos sin que nos hayan atendido aún.
Bistró, menuda palabra.
-Perdonad que os haya hecho esperar.
-No importa, ya veo que estáis a tope.
-Ay sí, llevamos todas las fiestas que no paramos.
-Pues eso está bien.
-¿Qué queréis para beber?
-De momento una caña... la tenéis en vaso grande...no sé como se dice...
-Un boc.
-Eso, un boc. Y para ella...
-Agua.
Mala señal cuando invitas a una mujer a un sitio de moda y pide agua.
-Pensaba que ya no bebías –me dice sarcásticamente.
-Y es verdad, si lo dices por esto pues es sólo una caña pero es cierto que he dejado el alcohol casi de todo.
-No bebes pero bebes.
-Es sólo una caña.
-Un boc.
-Porque acabo de salir del gimnasio y una caña normal me la tomo en cuanto me la sirvan y luego tengo que pedir otra enseguida y eso causa muy mal efecto, así que mejor la pido grande.
-Ya veo lo abstemio que eres.
-No creo que haya utilizado esa palabra en concreto, o tal vez sí pero me refería más bien a dejarlo del todo salvo ocasiones especiales y lo cierto es que estuve durante... deja que piense... cuatro meses seguidos sin una gota.
-Creo que fue en abril cuando nos vimos en el cumpleaños de Paula -se ríe dejando ver sus dientes perfectos. Meterse conmigo siempre la pone de buen humor.
-Es posible pero de verdad que ya no bebo, fíjate en todo el calor que vino estos días y no veas lo mucho que me apetece un gin-tonic al salir por la tarde. Pues ni uno sólo me he tomado.
Vuelve a sonreir y sus dientes perfectos iluminan el espacio entre los dos de tal forma que mi corazón se acelera de golpe y pienso que podría coger y besarla ahora mismo. Bueno, está la mesa de por medio pero si yo me levantase y ella...
-¿Para quién es la cerveza?
-Para mí, muchas gracias.
-Y aquí el agua y esto por aquí.
-¿De qué son las croquetas?
-Varios sabores. Es sorpresa.
-También queremos pedir algo de cenar si no es muy tarde.
-No no, en absoluto.
-Lo que pasa es que no tenemos carta.
-Esperad que ahora mismo os traigo una, es que tenemos mucho lío.
-Ya claro, las fiestas...
Hay que ver lo bien que entra la cerveza helada, me da igual haberle dicho a todo el mundo que me he vuelto abstemio. ¿Por qué voy a renunciar a los pequeños placeres de la vida? Ni que fuera alcohólico.
-Aquí tenéis la carta.
Me fijo en el resto de clientes que ocupan todas las mesas del local mientras ella va leyendo la lista de especialidades de la casa. Gente de entre veintitantos y treinta y pocos todos bien vestidos, modernos pero tampoco demasiado, sonrientes, felices de estar donde están, ellos con sus peinados a la moda y ellas con sus boquitas pintadas, todos con el aspecto saludable de amar con frecuencia.
-Podemos pedir las croquetas –dice sin levantar la vista de la carta.
-Me parece bien.
Espera, ¿de verdad quiere pedir croquetas otra vez después de que ya nos las hayan puesto con la bebida? No sé a qué viene hacer eso, como si no hubiese más platos para elegir aunque sinceramente tampoco es que me importe demasiado lo que vayamos a comer esta noche.
Ahora me pedirá que elija yo algo.
-Elige tú algo más.
-A mí me gusta todo, pide lo que quieras.
-Me da igual.
-Si te digo que yo como lo que me pongan, es algo así como una maldición que me echaron de pequeño; además eras tú la que querías venir aquí así que escoge.
-Pues no sé...
-Te agradecería eso sí que no pidieras el coulant.
-No lo iba a pedir.
-Yo como de todo la verdad pero tengo problemas con algunos platos franceses, es decir con la forma que tienen de preparar las cosas. Los ingredientes me gustan pero hay platos que hacen como la kitsch o quiche... no sé pero no me entra, así que mejor preferiría no pedir el coulant.
-...sashimi de merluza...
-Aunque si quieres pídelo, tampoco me parece mal.
-...con cebolla caramelizada...
-Pero preferiría que no.
-Tartar de aguacate y ahumados. ¿Pedimos esto?
-Vale, me parece bien.
¿Qué demonios es un tartar? Debería practicar alguna de las recetas de los libros de cocina que me regalaron cuando me compré el apartamento, o al menos ver de vez en cuando uno de esos programas que echan constantemente por la tele y así de paso saldría de la ensalada y el arroz blanco de todos los días.
-Si quieres pedimos algo más o así ya está bien –le digo.
-Con esto ya llega.
Vuelvo a mirarla y pienso otra vez en lo guapa que está, ha cogido unos kilos pero le sienta bien la cara más redonda. Si uno lo piensa bien resulta casi inverosímil lo fascinante que puede resultarle a un hombre un rostro femenino en concreto, hay algo que te atrae de forma primaria e irremediable que hace que no puedas dejar de mirarla, como una puesta de sol en el mar o un deportivo italiano que pasa a tu lado.
-Pareces cansada, si quieres podemos dejarlo para otro día.
-No, estoy bien.
-¿Mucho trabajo estos días?
-Sí, lo normal.
-A mí también me vendrían bien unas vacaciones.
En mi vida siempre ha sido una constante el enamorarme de una mujer porque su cara me atrae de alguna manera singular. Ni siquiera suelen ser las chicas que todo el mundo considera guapas, aquellas por las que van el resto de los hombres detrás sino un tipo concreto, muy característico, y cuando la encuentro es extraño pero como que la considero incapaz de hacer nada malo, como si el hecho de tener esas facciones le imposibilitara para realizar ninguna mala acción y luego... luego pasan cosas y bueno, no quiero pensar ahora en eso.
-Aquí tienen.
-Ah, las croquetas, ¿y por cierto de qué son?
-Pues de varios sabores, son...
-...sorpresa.
-Exacto, sorpresa.
-Fantástico. Muchas gracias.
-Buen provecho.
Mi compañera de mesa pincha airosamente con el tenedor una croqueta para su plato mientras brindan, cuentan anécdotas y se ríen en la mesa de al lado. La gente es feliz y el vino comienza a hacer efecto incluso en un bistró tan ‘cool’ como éste. Pienso que también debería pedir un vino aunque dudo mucho que ella vaya a acompañarme.
-No están tan buenas como las de antes –dice con cierta decepción.
No, claro. Mientras come miro fijamente el pelo neցro que le cae formando ondas desde lo alto de su cabeza hasta los hombros pensando que una de las cosas que más me gustan de ella desde que la conozco es el arte especial que tiene para colocarse con gracia ese mechón delante de la cara y ha pasado mucho tiempo desde entonces, tanto que ya no puedo imaginarla sin él; supongo que a estas alturas el mechón ya se colocará él mismo en su sitio sin necesidad de tener que hacerle nada.
-No consigo adivinar de qué son las alargadas.
Aunque quien sabe, no tengo ni idea de lo que puede suponer tener un pelo bonito más alla de lo que ví en casa de pequeño con mi progenitora y mis hermanas y las horas y horas que dedicaban las pobres intentando dominarlo. En lo que respecta a mi propio pelo diría que una tercera parte se ha caído, una tercera parte se ha convertido en canas y otra tercera parte aún manteniendo su tonalidad castaño natural ha ido adquiriendo con el tiempo una extraña textura parecida a ese cabello sintético de las muñecas infantiles, conformando en conjunto una maraña imposible de peinar que al final ha resultado suponer un gran ahorro de tiempo para emplear en cosas más importantes.
-Éstas son de jamón y las redondas, vamos a ver...
La idea era ir a tomar algo después de la cena y luego quizás a bailar porque sé que le gusta pero no la veo con mucho ánimo en estos momentos. Además si no bebe va a ser difícil que después se venga a tomar una copa, y ahora que lo pienso yo tampoco bebo.
-...las redondas son de marisco.
Vamos a dejar las cosas claras, no es que espere llevarla a la cama esta misma noche pero sí poner las bases para algo... importante, por decirlo de alguna manera. Al fin y al cabo es la primera vez que salimos los dos solos sin nadie más, nuestra primera cita si es que a estas alturas se puede llamar así, que ya no somos unos niños aunque a veces viendo como nos comportamos, pues ya no sé.
-Tiene buena pinta lo que han pedido esos.
Las mujeres nunca están contentas con lo que tienen. Siempre ven algo mejor en otro lado.
-Yo es que la berenjena no te creas. Lo que sí me extraña es que no pidieras el risotto, lleva las setas esas que te gustan.
-No, está bien así. Además ese ya lo probé la otra vez que vine.
-Ah, ¿entonces ya estuviste aquí más veces?
-Vine con Mario hace un par de meses cuando abrieron.
-...
-Mi antiguo jefe.
Su antiguo jefe.
Lo sabía.
LO SABÍA.
SABÍA QUE SE TIRABA A SU JEFE, jorobaR LO SABÍA LO SABÍA, la progenitora que me parió cómo lo sabía desde aquella primera vez que me habló de él con esa voz de admiración que ponía cada vez que me contaba todas las chorradas que decía y los relatos de sus viajecitos a la nieve o a los viñedos de Napa. Los viñedos de las narices, puñetero jefe con su puñetero coche de puñetero jefe y sus pilinguis historias para amarse a la chica por la que estoy loco. Es un inane, un inane integral y eso era algo de lo que te dabas cuenta únicamente oyendo hablar de él y lo increíble es que ella no parecía querer enterarse, ¿cómo demonios podía no darse cuenta?
¡BAM BAM BAM, te ***o por delante y te ***o por detrás BAM BAM BAM en invierno me voy a la nieve y en verano a los viñedos, ¿te gusta así verdad? Claro que te gusta juca, soy Mario y soy la leche BAM BAM BAM BAM BAM!
Dios ya me está volviendo a pasar lo mismo pero peor porque de aquella era un chaval y ahora ya no, pues sabes lo que te digo es que ni de broma puedo permitirme estar varios meses comiéndome el tarro con la cantidad de trabajo que tengo además de todas las historias en las que me he metido, simplemente no puedo largarme sin más al monte durante todo el verano para olvidarme de todo, imposible, no puedo.
Bueno, calma. Respira. Tranquilo.
Muy bien, lo que tengo que hacer ahora es calmarme e intentar reprimir los celos, y mejor que ponga buena cara y diga algo ya mismo o va a empezar a flipar.
-Así que te gustó.
-¿Cómo?
-El sitio este, digo. Para repetir otra vez hoy.
-No está mal.
-A mí me daba igual, porque me dijiste de venir a este y a mí me da igual pero podíamos haber quedado en otro más lejos del centro que ya se sabe cómo clavan por aquí.
-Este está bien.
Claro, no hay problema cuando paga el lechón de tu jefe antes de quitarte las ropa interior con los dientes o el fulastre de tu amigo mileurista al que casi no has dirigido la palabra en todo lo que va de noche.
-Sí bueno, a mí también me gusta.
Por primera vez me da por fijarme de verdad en la carta y palos, parece que facturan la mano de obra con tarifa de taller oficial viendo lo que cuesta cada plato. Me dispondría a esperar una elaboración exquisita que justificara cobrar el aguacate a precio de heroína si no fuera porque conozco suficientemente bien lo que se estila por estos ambientes. Además que son croquetas, por el amor de Dios.
-Aquí tenéis: Tartar de aguacate y ahumados. Buen provecho.
-Gracias.
Dejan sobre la mesa una fuente rectangular de diseño con lo que parece ser una especie de pequeño círculo compuesto a base de trocitos de varios colores, sobre todo verdes y rosados. En ese preciso momento se desata fuera un estrépito atronador: la orquesta ha comenzado a tocar.
-¿Dónde están los ahumados? –pregunto con fingido interés mientras ella comienza a servirse su parte de la escasa ración.
-Eso rosa es salmón.
-¿Y ya está?
-Sí.
En realidad no tengo derecho a quejarme ya que el plato representa una perfecta analogía de lo que está siendo esta noche, cierto que ahora no soy capaz de disfrutar de la ironía que conlleva la situación porque es el tipo de cosas que las piensas meses después y te hacen gracia pero ahora no, ahora la verdad es que no me hace ninguna.
-Oye, y tu jefe el Marlo ese...
-Mario.
-Mario, sí.
-Mi antiguo jefe.
-Tu antiguo jefe, sí. Pues el Mario ese... ¿por qué lo echaron?
-Que por qué lo echaron...
-Si, lo pillaron robando material de oficina o se lió con algún compañero o qué.
-¿Perdona?
-Si, me dijiste que era lgtb.
-Nunca te dije eso.
-¿Seguro? Me parece recordar que me habías dicho que era lgtb perd..
-¡NOOOOOO! –lo dice tan alto que un par de comensales se vuelven para mirarnos con expresión divertida- yo nunca te dije eso, ¡pero es que no sé de donde sacas semejante disparate!
-Vale bien, tenía en la cabeza que me lo dijeras en algún momento.
-Y no lo echaron, se fue él.
-Venga ya.
-Sí, cuando reorganizaron la delegación de aquí le ofrecieron marcharse a Brasil.
-Entonces ahora está en Brasil.
-No, no aceptó el traslado.
-Entonces lo echaron.
-No lo echaron, le ofrecieron irse fuera pero no aceptó.
-Es lo mismo.
-No es lo mismo, le ofrecieron un traslado pero no quiso.
-Vale vale.
-Pues eso.
-...
-Además si no se marchó fue por su hijo.
-Ajá.
-Vive con la progenitora pero él va a verlo siempre que puede.
-Creo que voy a pedir un vino.
-¿Ahora? si ya estamos acabando.
-Me apetece ahora.
-Mira el abstemio.
-Soy un abstemio que bebe vino y cerveza, ya ves cómo molo.
-Así en todo.
-¿Cómo dices?
-Tienes que centrarte.
-Perdona un momento... hola sí disculpa, me puedes traer una copa de vino tinto... sí, Rioja está bien.
El ambiente es cada vez más ruidoso tanto dentro como fuera, donde por el estruendo pareciera que la orquesta estuviese justo detrás de la puerta y no en el parque cercano a más de doscientos metros de donde nos encontramos. Por lo que oigo la música suena mucho más regatonera de lo que me había esperado, pachanga para adolescentes que no incita precisamente al baile aunque tal como están saliendo las cosas aquí dentro casi me alegro de no tener que afrontar esa posibilidad; además no sé si será debido a este ritmo machacón pero desde hace como media hora que no puedo quitarme de la cabeza la imagen de su ex-jefe a quien no he visto en mi vida y ella juntos, desnudos, sudorosos y bombeando rítmicamente, lo que va a acabar provocando que me siente mal la cena. Bueno cena, las croquetas.
-¿Ha estado todo muy bien, no?
-Sí.
El cabrón de su jefe, no me lo puedo creer.
-¿Te apetece algo de postre?
-No, casi mejor no.
-Un café...
-Sabes que no tomo café.
Es verdad, ella es de té. Pero paso de preguntarle si quiere uno
-¿Vamos luego hasta el parque a ver el ambiente?
El gran Mario con sus trajes caros y sus viajes a Napa. El puñetero padre del año.
-No, mejor me voy para casa que mañana trabajo y estoy agotada. ¿Tú trabajas mañana o hacéis puente?
-Que va, también tengo que trabajar. Además las cosas andan un poco revueltas por el curro.
-¿Qué pasó?
-Líos aquí y allá con esto y lo otro.
-Pero no será muy grave la cosa...
-Podría serlo, ya sabes cómo va esto.
-¿Pero crees que pueden echarte?
-¿Puedo confiarte un secreto?
-Sí.
-Me han ofrecido irme a Brasil pero voy a decirles que no.
-Eres fulastre –sonríe entornando los ojos tonalidad miel. Sus dientes perfectos iluminan todo el bistró mientras fuera sigue sonando la música.
-Así que conociste este sitio por un compañero de trabajo.
-Sí.
-Pues es bonito.
-Sí.
La veo juguetear con el portavelas que hay sobre la mesa y me parece que tiene aspecto de cansada, como si no hubiese dormido desde hace días; aún así cada vez que gira la cabeza para curiosear qué nuevo plato están sirviendo en alguna mesa cercana aprovecho para mirarla atentamente pensando en lo guapa que sigue estando después de todo este tiempo. Ni las marcadas ojeras o esas primeras arrugas que le han salido estos últimos años pueden ocultar el brillo en sus dos grandes ojos tonalidad miel ni competir con esa preciosa hilera de dientes perfectos de ortodoncia que aparecen cuando sonríe. Aunque lo cierto es que no ha sonreído mucho esta noche durante el trayecto desde el coche hasta el bistró, restaurante o lo que sea este pequeño local que alguien ha decorado de forma más recargada de lo que sería deseable y en el que llevamos casi veinte minutos sin que nos hayan atendido aún.
Bistró, menuda palabra.
-Perdonad que os haya hecho esperar.
-No importa, ya veo que estáis a tope.
-Ay sí, llevamos todas las fiestas que no paramos.
-Pues eso está bien.
-¿Qué queréis para beber?
-De momento una caña... la tenéis en vaso grande...no sé como se dice...
-Un boc.
-Eso, un boc. Y para ella...
-Agua.
Mala señal cuando invitas a una mujer a un sitio de moda y pide agua.
-Pensaba que ya no bebías –me dice sarcásticamente.
-Y es verdad, si lo dices por esto pues es sólo una caña pero es cierto que he dejado el alcohol casi de todo.
-No bebes pero bebes.
-Es sólo una caña.
-Un boc.
-Porque acabo de salir del gimnasio y una caña normal me la tomo en cuanto me la sirvan y luego tengo que pedir otra enseguida y eso causa muy mal efecto, así que mejor la pido grande.
-Ya veo lo abstemio que eres.
-No creo que haya utilizado esa palabra en concreto, o tal vez sí pero me refería más bien a dejarlo del todo salvo ocasiones especiales y lo cierto es que estuve durante... deja que piense... cuatro meses seguidos sin una gota.
-Creo que fue en abril cuando nos vimos en el cumpleaños de Paula -se ríe dejando ver sus dientes perfectos. Meterse conmigo siempre la pone de buen humor.
-Es posible pero de verdad que ya no bebo, fíjate en todo el calor que vino estos días y no veas lo mucho que me apetece un gin-tonic al salir por la tarde. Pues ni uno sólo me he tomado.
Vuelve a sonreir y sus dientes perfectos iluminan el espacio entre los dos de tal forma que mi corazón se acelera de golpe y pienso que podría coger y besarla ahora mismo. Bueno, está la mesa de por medio pero si yo me levantase y ella...
-¿Para quién es la cerveza?
-Para mí, muchas gracias.
-Y aquí el agua y esto por aquí.
-¿De qué son las croquetas?
-Varios sabores. Es sorpresa.
-También queremos pedir algo de cenar si no es muy tarde.
-No no, en absoluto.
-Lo que pasa es que no tenemos carta.
-Esperad que ahora mismo os traigo una, es que tenemos mucho lío.
-Ya claro, las fiestas...
Hay que ver lo bien que entra la cerveza helada, me da igual haberle dicho a todo el mundo que me he vuelto abstemio. ¿Por qué voy a renunciar a los pequeños placeres de la vida? Ni que fuera alcohólico.
-Aquí tenéis la carta.
Me fijo en el resto de clientes que ocupan todas las mesas del local mientras ella va leyendo la lista de especialidades de la casa. Gente de entre veintitantos y treinta y pocos todos bien vestidos, modernos pero tampoco demasiado, sonrientes, felices de estar donde están, ellos con sus peinados a la moda y ellas con sus boquitas pintadas, todos con el aspecto saludable de amar con frecuencia.
-Podemos pedir las croquetas –dice sin levantar la vista de la carta.
-Me parece bien.
Espera, ¿de verdad quiere pedir croquetas otra vez después de que ya nos las hayan puesto con la bebida? No sé a qué viene hacer eso, como si no hubiese más platos para elegir aunque sinceramente tampoco es que me importe demasiado lo que vayamos a comer esta noche.
Ahora me pedirá que elija yo algo.
-Elige tú algo más.
-A mí me gusta todo, pide lo que quieras.
-Me da igual.
-Si te digo que yo como lo que me pongan, es algo así como una maldición que me echaron de pequeño; además eras tú la que querías venir aquí así que escoge.
-Pues no sé...
-Te agradecería eso sí que no pidieras el coulant.
-No lo iba a pedir.
-Yo como de todo la verdad pero tengo problemas con algunos platos franceses, es decir con la forma que tienen de preparar las cosas. Los ingredientes me gustan pero hay platos que hacen como la kitsch o quiche... no sé pero no me entra, así que mejor preferiría no pedir el coulant.
-...sashimi de merluza...
-Aunque si quieres pídelo, tampoco me parece mal.
-...con cebolla caramelizada...
-Pero preferiría que no.
-Tartar de aguacate y ahumados. ¿Pedimos esto?
-Vale, me parece bien.
¿Qué demonios es un tartar? Debería practicar alguna de las recetas de los libros de cocina que me regalaron cuando me compré el apartamento, o al menos ver de vez en cuando uno de esos programas que echan constantemente por la tele y así de paso saldría de la ensalada y el arroz blanco de todos los días.
-Si quieres pedimos algo más o así ya está bien –le digo.
-Con esto ya llega.
Vuelvo a mirarla y pienso otra vez en lo guapa que está, ha cogido unos kilos pero le sienta bien la cara más redonda. Si uno lo piensa bien resulta casi inverosímil lo fascinante que puede resultarle a un hombre un rostro femenino en concreto, hay algo que te atrae de forma primaria e irremediable que hace que no puedas dejar de mirarla, como una puesta de sol en el mar o un deportivo italiano que pasa a tu lado.
-Pareces cansada, si quieres podemos dejarlo para otro día.
-No, estoy bien.
-¿Mucho trabajo estos días?
-Sí, lo normal.
-A mí también me vendrían bien unas vacaciones.
En mi vida siempre ha sido una constante el enamorarme de una mujer porque su cara me atrae de alguna manera singular. Ni siquiera suelen ser las chicas que todo el mundo considera guapas, aquellas por las que van el resto de los hombres detrás sino un tipo concreto, muy característico, y cuando la encuentro es extraño pero como que la considero incapaz de hacer nada malo, como si el hecho de tener esas facciones le imposibilitara para realizar ninguna mala acción y luego... luego pasan cosas y bueno, no quiero pensar ahora en eso.
-Aquí tienen.
-Ah, las croquetas, ¿y por cierto de qué son?
-Pues de varios sabores, son...
-...sorpresa.
-Exacto, sorpresa.
-Fantástico. Muchas gracias.
-Buen provecho.
Mi compañera de mesa pincha airosamente con el tenedor una croqueta para su plato mientras brindan, cuentan anécdotas y se ríen en la mesa de al lado. La gente es feliz y el vino comienza a hacer efecto incluso en un bistró tan ‘cool’ como éste. Pienso que también debería pedir un vino aunque dudo mucho que ella vaya a acompañarme.
-No están tan buenas como las de antes –dice con cierta decepción.
No, claro. Mientras come miro fijamente el pelo neցro que le cae formando ondas desde lo alto de su cabeza hasta los hombros pensando que una de las cosas que más me gustan de ella desde que la conozco es el arte especial que tiene para colocarse con gracia ese mechón delante de la cara y ha pasado mucho tiempo desde entonces, tanto que ya no puedo imaginarla sin él; supongo que a estas alturas el mechón ya se colocará él mismo en su sitio sin necesidad de tener que hacerle nada.
-No consigo adivinar de qué son las alargadas.
Aunque quien sabe, no tengo ni idea de lo que puede suponer tener un pelo bonito más alla de lo que ví en casa de pequeño con mi progenitora y mis hermanas y las horas y horas que dedicaban las pobres intentando dominarlo. En lo que respecta a mi propio pelo diría que una tercera parte se ha caído, una tercera parte se ha convertido en canas y otra tercera parte aún manteniendo su tonalidad castaño natural ha ido adquiriendo con el tiempo una extraña textura parecida a ese cabello sintético de las muñecas infantiles, conformando en conjunto una maraña imposible de peinar que al final ha resultado suponer un gran ahorro de tiempo para emplear en cosas más importantes.
-Éstas son de jamón y las redondas, vamos a ver...
La idea era ir a tomar algo después de la cena y luego quizás a bailar porque sé que le gusta pero no la veo con mucho ánimo en estos momentos. Además si no bebe va a ser difícil que después se venga a tomar una copa, y ahora que lo pienso yo tampoco bebo.
-...las redondas son de marisco.
Vamos a dejar las cosas claras, no es que espere llevarla a la cama esta misma noche pero sí poner las bases para algo... importante, por decirlo de alguna manera. Al fin y al cabo es la primera vez que salimos los dos solos sin nadie más, nuestra primera cita si es que a estas alturas se puede llamar así, que ya no somos unos niños aunque a veces viendo como nos comportamos, pues ya no sé.
-Tiene buena pinta lo que han pedido esos.
Las mujeres nunca están contentas con lo que tienen. Siempre ven algo mejor en otro lado.
-Yo es que la berenjena no te creas. Lo que sí me extraña es que no pidieras el risotto, lleva las setas esas que te gustan.
-No, está bien así. Además ese ya lo probé la otra vez que vine.
-Ah, ¿entonces ya estuviste aquí más veces?
-Vine con Mario hace un par de meses cuando abrieron.
-...
-Mi antiguo jefe.
Su antiguo jefe.
Lo sabía.
LO SABÍA.
SABÍA QUE SE TIRABA A SU JEFE, jorobaR LO SABÍA LO SABÍA, la progenitora que me parió cómo lo sabía desde aquella primera vez que me habló de él con esa voz de admiración que ponía cada vez que me contaba todas las chorradas que decía y los relatos de sus viajecitos a la nieve o a los viñedos de Napa. Los viñedos de las narices, puñetero jefe con su puñetero coche de puñetero jefe y sus pilinguis historias para amarse a la chica por la que estoy loco. Es un inane, un inane integral y eso era algo de lo que te dabas cuenta únicamente oyendo hablar de él y lo increíble es que ella no parecía querer enterarse, ¿cómo demonios podía no darse cuenta?
¡BAM BAM BAM, te ***o por delante y te ***o por detrás BAM BAM BAM en invierno me voy a la nieve y en verano a los viñedos, ¿te gusta así verdad? Claro que te gusta juca, soy Mario y soy la leche BAM BAM BAM BAM BAM!
Dios ya me está volviendo a pasar lo mismo pero peor porque de aquella era un chaval y ahora ya no, pues sabes lo que te digo es que ni de broma puedo permitirme estar varios meses comiéndome el tarro con la cantidad de trabajo que tengo además de todas las historias en las que me he metido, simplemente no puedo largarme sin más al monte durante todo el verano para olvidarme de todo, imposible, no puedo.
Bueno, calma. Respira. Tranquilo.
Muy bien, lo que tengo que hacer ahora es calmarme e intentar reprimir los celos, y mejor que ponga buena cara y diga algo ya mismo o va a empezar a flipar.
-Así que te gustó.
-¿Cómo?
-El sitio este, digo. Para repetir otra vez hoy.
-No está mal.
-A mí me daba igual, porque me dijiste de venir a este y a mí me da igual pero podíamos haber quedado en otro más lejos del centro que ya se sabe cómo clavan por aquí.
-Este está bien.
Claro, no hay problema cuando paga el lechón de tu jefe antes de quitarte las ropa interior con los dientes o el fulastre de tu amigo mileurista al que casi no has dirigido la palabra en todo lo que va de noche.
-Sí bueno, a mí también me gusta.
Por primera vez me da por fijarme de verdad en la carta y palos, parece que facturan la mano de obra con tarifa de taller oficial viendo lo que cuesta cada plato. Me dispondría a esperar una elaboración exquisita que justificara cobrar el aguacate a precio de heroína si no fuera porque conozco suficientemente bien lo que se estila por estos ambientes. Además que son croquetas, por el amor de Dios.
-Aquí tenéis: Tartar de aguacate y ahumados. Buen provecho.
-Gracias.
Dejan sobre la mesa una fuente rectangular de diseño con lo que parece ser una especie de pequeño círculo compuesto a base de trocitos de varios colores, sobre todo verdes y rosados. En ese preciso momento se desata fuera un estrépito atronador: la orquesta ha comenzado a tocar.
-¿Dónde están los ahumados? –pregunto con fingido interés mientras ella comienza a servirse su parte de la escasa ración.
-Eso rosa es salmón.
-¿Y ya está?
-Sí.
En realidad no tengo derecho a quejarme ya que el plato representa una perfecta analogía de lo que está siendo esta noche, cierto que ahora no soy capaz de disfrutar de la ironía que conlleva la situación porque es el tipo de cosas que las piensas meses después y te hacen gracia pero ahora no, ahora la verdad es que no me hace ninguna.
-Oye, y tu jefe el Marlo ese...
-Mario.
-Mario, sí.
-Mi antiguo jefe.
-Tu antiguo jefe, sí. Pues el Mario ese... ¿por qué lo echaron?
-Que por qué lo echaron...
-Si, lo pillaron robando material de oficina o se lió con algún compañero o qué.
-¿Perdona?
-Si, me dijiste que era lgtb.
-Nunca te dije eso.
-¿Seguro? Me parece recordar que me habías dicho que era lgtb perd..
-¡NOOOOOO! –lo dice tan alto que un par de comensales se vuelven para mirarnos con expresión divertida- yo nunca te dije eso, ¡pero es que no sé de donde sacas semejante disparate!
-Vale bien, tenía en la cabeza que me lo dijeras en algún momento.
-Y no lo echaron, se fue él.
-Venga ya.
-Sí, cuando reorganizaron la delegación de aquí le ofrecieron marcharse a Brasil.
-Entonces ahora está en Brasil.
-No, no aceptó el traslado.
-Entonces lo echaron.
-No lo echaron, le ofrecieron irse fuera pero no aceptó.
-Es lo mismo.
-No es lo mismo, le ofrecieron un traslado pero no quiso.
-Vale vale.
-Pues eso.
-...
-Además si no se marchó fue por su hijo.
-Ajá.
-Vive con la progenitora pero él va a verlo siempre que puede.
-Creo que voy a pedir un vino.
-¿Ahora? si ya estamos acabando.
-Me apetece ahora.
-Mira el abstemio.
-Soy un abstemio que bebe vino y cerveza, ya ves cómo molo.
-Así en todo.
-¿Cómo dices?
-Tienes que centrarte.
-Perdona un momento... hola sí disculpa, me puedes traer una copa de vino tinto... sí, Rioja está bien.
El ambiente es cada vez más ruidoso tanto dentro como fuera, donde por el estruendo pareciera que la orquesta estuviese justo detrás de la puerta y no en el parque cercano a más de doscientos metros de donde nos encontramos. Por lo que oigo la música suena mucho más regatonera de lo que me había esperado, pachanga para adolescentes que no incita precisamente al baile aunque tal como están saliendo las cosas aquí dentro casi me alegro de no tener que afrontar esa posibilidad; además no sé si será debido a este ritmo machacón pero desde hace como media hora que no puedo quitarme de la cabeza la imagen de su ex-jefe a quien no he visto en mi vida y ella juntos, desnudos, sudorosos y bombeando rítmicamente, lo que va a acabar provocando que me siente mal la cena. Bueno cena, las croquetas.
-¿Ha estado todo muy bien, no?
-Sí.
El cabrón de su jefe, no me lo puedo creer.
-¿Te apetece algo de postre?
-No, casi mejor no.
-Un café...
-Sabes que no tomo café.
Es verdad, ella es de té. Pero paso de preguntarle si quiere uno
-¿Vamos luego hasta el parque a ver el ambiente?
El gran Mario con sus trajes caros y sus viajes a Napa. El puñetero padre del año.
-No, mejor me voy para casa que mañana trabajo y estoy agotada. ¿Tú trabajas mañana o hacéis puente?
-Que va, también tengo que trabajar. Además las cosas andan un poco revueltas por el curro.
-¿Qué pasó?
-Líos aquí y allá con esto y lo otro.
-Pero no será muy grave la cosa...
-Podría serlo, ya sabes cómo va esto.
-¿Pero crees que pueden echarte?
-¿Puedo confiarte un secreto?
-Sí.
-Me han ofrecido irme a Brasil pero voy a decirles que no.
-Eres fulastre –sonríe entornando los ojos tonalidad miel. Sus dientes perfectos iluminan todo el bistró mientras fuera sigue sonando la música.