Txell_borrado
Guest
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Pues hala, yo traigo otra historia, y además tiene que ver con la crisis... dos por una...
Hoy he ido a reservar los libros a la librería de siempre del pueblo, a donde los compro desde que mis hijos empezaron a ir al cole. Seguro que podría sacarlos con mejores condiciones en otro sitio (una gran superficie o algo), pero qué quereis... son mis vecinos, me hacen descuento todo el año de materiales, no protestan cuando los profesores deciden cambiar un libro sobre la marcha y son bellisimas personas. El negocio lo lleva, desde hace muchos más años de los que yo llevo en el pueblo un hombre que es un bendito: viudo desde hace un montón de años (en un pueblo pequeño se saben todas estas cosas) y con un hijo casi adolescente que ha subido él solito, sin ayuda de abuelas, tias ni nadie más. Aparte tiene una empleada, una mujer de esas que te imaginas en una librería inglesa metida la nariz en un libro mientras sirve cafés, la persona que yo haya conocido que más sabe sobre libros, ediciones, imprentas y todo lo demás. Vaya, que lo vive.
Como decía he entrado en la librería y mi hija se ha ido directa a donde estaban los libros de vacaciones: primera sorpresa: en lugar del montón bien surtido de todos los años, había como cinco o seis (no más) en una estantería un poco despoblada. "Pues eso será que ya los han vendidos todos" me digo yo a mí misma. Como no se ve a mi amiga la forofa de los libros -ella suele estar al mostrador, mientras el jefe está en la trastienda- me entretengo curioseando las novedades. Pocas, también, y todo como con muchos huecos, como si estuvieran de limpieza.
Al fin aparece el dueño y casi me caigo de espaldas: tengo que decir que como mis hijos ya van solos al cole y eso incluye comprar el material escolar que pudieran necesitar a lo largo del curso, hace meses que no iba por allí. Hago un cálculo rápido y pienso que desde diciembre, pero a este hombre no lo habré visto desde octubre del año pasado, cuando los libros. Está fatal. Pero fatal. Habrá perdido quince kilos, tiene ojeras y está supersudoroso y agitado (coñe, que no está puesto el aire tampoco y hace un calor malo). Muy desmejorado, hasta el punto que tengo que reprimir mis ansias porteriles para no preguntarle que si se encuentra bien. Le pido el cuaderno de vacaciones y me dice que si no está ahí que lo tiene que pedir, porque ahora sólo sirve bajo pedido. Muy raro, pero bueno. Nos ponemos las dos a buscar, porque él parece bastante perdido (estar detrás del mostrador no es lo suyo). Cuando vuelvo a encargarle el libro, le digo que quiero encargar tambien los libros del año que viene. Me dice que las condiciones han cambiado, que ahora hay que dar diez euros como adelanto, y que hace un diez por ciento de descuento en el precio total, más el diez por ciento en material pero "que no admite el bono libro, aunque de todas formas no cree que lo den este año" (por si alguuno no lo sabe, el bonolibro es un cheque que da la generalitat para los libros escoleares de primaria, independientemente del nivel adquisitivo de las familias). Me extraño y le pregunto que por qué no y me dice "Porque aún estoy esperando, yo y todos los libreros, que nos paguen el de este curso pasado. Los de septiembre ya nos los están pagando, pero quedan los de octubre... en mi caso más de diez mil euros que he tenido que adelantar y que ya veremos cuando nos pagan... yo así ni cheque ni nada... he tenido que despedir a Lluisa de momento, a ver si la cosa mejora... y ya ves cómo tengo todo... ni libros ni cuadernos ni nada. Y las editoriales están como nosotros o peor, porque yo aún he podido pagar, pero hay muchos que se han quedado a mitad" Se le veía al hombre tan hecho polvo, tan hundido... he dicho algo como que qué poca vergüenza, y que todo esta cada vez peor y me ha contestado: "si fijate cómo estoy yo... que me han hundido en un año lo que llevo veinte trabajando... que no se extrañen de que cualquier día a alguien se le crucen los cables y haga como los de Grecia, pero llevándose a bastantes sinvergüenzas por delante"...
Estoy todo el día con un mal cuerpo que pa qué, pobre hombre... y pobres de todos nosotros...
Hoy he ido a reservar los libros a la librería de siempre del pueblo, a donde los compro desde que mis hijos empezaron a ir al cole. Seguro que podría sacarlos con mejores condiciones en otro sitio (una gran superficie o algo), pero qué quereis... son mis vecinos, me hacen descuento todo el año de materiales, no protestan cuando los profesores deciden cambiar un libro sobre la marcha y son bellisimas personas. El negocio lo lleva, desde hace muchos más años de los que yo llevo en el pueblo un hombre que es un bendito: viudo desde hace un montón de años (en un pueblo pequeño se saben todas estas cosas) y con un hijo casi adolescente que ha subido él solito, sin ayuda de abuelas, tias ni nadie más. Aparte tiene una empleada, una mujer de esas que te imaginas en una librería inglesa metida la nariz en un libro mientras sirve cafés, la persona que yo haya conocido que más sabe sobre libros, ediciones, imprentas y todo lo demás. Vaya, que lo vive.
Como decía he entrado en la librería y mi hija se ha ido directa a donde estaban los libros de vacaciones: primera sorpresa: en lugar del montón bien surtido de todos los años, había como cinco o seis (no más) en una estantería un poco despoblada. "Pues eso será que ya los han vendidos todos" me digo yo a mí misma. Como no se ve a mi amiga la forofa de los libros -ella suele estar al mostrador, mientras el jefe está en la trastienda- me entretengo curioseando las novedades. Pocas, también, y todo como con muchos huecos, como si estuvieran de limpieza.
Al fin aparece el dueño y casi me caigo de espaldas: tengo que decir que como mis hijos ya van solos al cole y eso incluye comprar el material escolar que pudieran necesitar a lo largo del curso, hace meses que no iba por allí. Hago un cálculo rápido y pienso que desde diciembre, pero a este hombre no lo habré visto desde octubre del año pasado, cuando los libros. Está fatal. Pero fatal. Habrá perdido quince kilos, tiene ojeras y está supersudoroso y agitado (coñe, que no está puesto el aire tampoco y hace un calor malo). Muy desmejorado, hasta el punto que tengo que reprimir mis ansias porteriles para no preguntarle que si se encuentra bien. Le pido el cuaderno de vacaciones y me dice que si no está ahí que lo tiene que pedir, porque ahora sólo sirve bajo pedido. Muy raro, pero bueno. Nos ponemos las dos a buscar, porque él parece bastante perdido (estar detrás del mostrador no es lo suyo). Cuando vuelvo a encargarle el libro, le digo que quiero encargar tambien los libros del año que viene. Me dice que las condiciones han cambiado, que ahora hay que dar diez euros como adelanto, y que hace un diez por ciento de descuento en el precio total, más el diez por ciento en material pero "que no admite el bono libro, aunque de todas formas no cree que lo den este año" (por si alguuno no lo sabe, el bonolibro es un cheque que da la generalitat para los libros escoleares de primaria, independientemente del nivel adquisitivo de las familias). Me extraño y le pregunto que por qué no y me dice "Porque aún estoy esperando, yo y todos los libreros, que nos paguen el de este curso pasado. Los de septiembre ya nos los están pagando, pero quedan los de octubre... en mi caso más de diez mil euros que he tenido que adelantar y que ya veremos cuando nos pagan... yo así ni cheque ni nada... he tenido que despedir a Lluisa de momento, a ver si la cosa mejora... y ya ves cómo tengo todo... ni libros ni cuadernos ni nada. Y las editoriales están como nosotros o peor, porque yo aún he podido pagar, pero hay muchos que se han quedado a mitad" Se le veía al hombre tan hecho polvo, tan hundido... he dicho algo como que qué poca vergüenza, y que todo esta cada vez peor y me ha contestado: "si fijate cómo estoy yo... que me han hundido en un año lo que llevo veinte trabajando... que no se extrañen de que cualquier día a alguien se le crucen los cables y haga como los de Grecia, pero llevándose a bastantes sinvergüenzas por delante"...
Estoy todo el día con un mal cuerpo que pa qué, pobre hombre... y pobres de todos nosotros...