Nosotros en el regimiento solíamos endurecer los pies a base de limón, baños con agua y sal antes de las maniobras o marchas largas. Cuando aparecía el mínimo roce o dolor, tirábamos de condones para evitar males mayores en la zona.
En zona, llegamos a hacer patrullas varios días seguidos a pie.
Lo único que me queda de esa época, es que a día de hoy cuido mis pies y rodillas más que las mujeres. Cuidarse los pies es casi más importante que cuidarse la dentadura.