Bueno, yo creo que no solo es cosa del cristianismo, sino también del hinduismo y otras religiones orientales. El hinduismo específicamente habla del sueño de Brahma y de que la realidad de las formas es Maya, una ilusión. Y todas en sí buscan una trascendencia del ser, un regreso hacia una esencia espiritual más pura.
Entiendo perfectamente el punto de vista de reconciliar lo material y lo espiritual. Pero me cuesta comprender por qué cuando uno dice que la realidad es una ilusión, una proyección mental, se interpreta que entonces se desprecia lo terrenal. Supongo que es una especie de mecanismo de defensa. Yo no veo problema en ello, es más, cuando se entiende, resulta bastante liberador, porque a fin de cuentas no somos este muñequito parlante.
Lo que aquí tenemos, y para lo que encarnamos, bajo mi punto de vista son experiencias para extraer conocimiento de ellas y evolucionar a nivel de consciencia. Son para aprender determinadas cosas a través de la experiencia, como una especie de realidad virtual interactiva.
Y en este estado de separación, de olvido de quiénes somos y dónde estamos, en esta realidad dual, estamos para tomar conciencia de lo que es y lo que no es, para aprender a reconocer la diferencia. El Bien y el Mal. La LUZ y la Oscuridad. A través del contraste y en carne propia. Y es bastante duro porque uno cree ser el personaje, que está atado al tiempo, y que teme la fin. Y que dicha ignorancia alimenta en consecuencia una realidad hostil, en la que ha de aprender que existe una parte depredadora y verdaderamente chunga que procede de la inconsciencia, de los instintos básicos, y que se ha de domar para no desviarse del camino.
Claro que de ahí al puritanismo y la represión va un trecho. Yo siempre hablo de equilibrio. Pero eso es lo difícil, lograr ese equilibrio. Contemplar las dos caras sin perder la perspectiva de la totalidad.
El diablo siempre es representado con cuernos. Y, de hecho, es un gesto que les encanta hacer a nuestros amigos masones. Y es porque representa la dualidad, donde gobierna el Mal. Todo nace de la ilusión de separación. No hay división con el Creador. Pero para reconocerlo en uno, uno ha de alinearse con el ESPÍRITU. Y eso implica, primero, discernimiento para reconocer el Bien y el Mal. Y, segundo, la fuerza de voluntad para elegir lo correcto, sin dejarse desviar por la tentación de hacer lo incorrecto.
Y cuando explicas esto y ves cómo te miran, entiendes que en realidad, en el fondo de sí mismos, la mayoría no desean asumir esa responsabilidad por lo que implica. En realidad quieren una Matrix que les diga lo que tienen que hacer. Y eso también es duro. Porque, por otro lado, entiendes que así sea.
El humano, por lo general, es como alguien agarrándose a la miseria por miedo a perderlo todo, cuando en realidad si soltara esa miseria obtendría TODO a cambio. Eso es el ego, aferrándose a sí mismo, y a la idea de la materia.
Aquí todo es efímero, todo perece. El tiempo devora a sus hijos.