11 puntos para entender el "pensamiento alicia" detrás del psoe

MAESE PELMA

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Número 1:

El primer tropo del pensamiento Alicia es la famosa alianza de civilizaciones. Ocurre que no se sabe muy bien en qué consiste semejante alianza de civilizaciones.

Número 2:

El segundo tropo del pensamiento Alicia es la afirmación de ZP de que como mujer él no tiene patria. Aquí ZP se convierte en un feminista radical, incluso en un feminista lesbiano. Ya la ilustre feminista Lidia Falcón afirmaba la necesidad de la dictadura del matriarcado: «Porque si Lenin afirmaba que marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado --decía Alicia hablando ahora por boca de Lidia Falcón, en su Discurso sobre el poder feminista--, debemos decir de una vez por todas que feminista revolucionaria sólo es la que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases entre el hombre y la mujer al reconocimiento de la dictadura de la mujer, y en esto estriba la diferencia entre una feminista revolucionaria y una feminista reformista» (pág. 41). ZP asumía como propio tal discurso feminista de la diferencia. Se trata de interpretar la diferencia de clases como diferencia sensual y de considerar la lucha de clases como lucha de sexos. «Este pensamiento Alicia podría ahora traducirse de este modo (si Alicia asumiera el oficio de cortesana): 'Como mujer no tengo patria, mi patria es el mundo'. Este pensamiento Alicia equivale ahora al inicio de un proyecto que podría concebir como objetivo ventajoso para la clase femenina una asociación de 'cortesanas sin fronteras'. Lo que queda muy lejos, aunque no sea contradictorio en el fondo, de la idea de humanidad. Pues se trataría sólo del ideal de un sindicato de cortesanas que quiere solidarizarse con otros sindicatos homólogos en otros países.» (pág. 51.)

Este pensamiento es confuso y simple. ZP no sabía lo que decía, igual que con la alianza de civilizaciones tampoco sabía muy bien lo que decía. No se puede decir que ZP siquiera hubiera ejercitado la operación de pensar. Es más, es un pensamiento contradictorio entre la proposición «No tengo patria» y la proposición «Mi patria es el Mundo». Entonces, «Alicia, una vez que la rosa hubiera aclarado su pensamiento, debiera reformularlo de este otro modo: «Como mujer, salvo que sea miembro de un sindicato de cortesanas sin fronteras, tengo, hoy por hoy, una Patria.» (pág. 53.)

Número 3:

El tercer tropo progresista o pensamiento Alicia consiste en afirmar simplonamente que «hablando se entiende la gente». Esta vez fue un miembro de la ilustre dinastía de los Borbones quien afirmó tal expresión lingüística en presencia de un antimonárquico, antisistema, antiespaña y separatista, un tal Benach. Claro, que como el rey de España no se opone al separatismo, no es de extrañar tal actitud.

No siempre hablando se entiende la gente. Hay cosas de las que conviene no hablar por el bien público, por la tranquilidad pública, por la eutaxia del régimen. «El aforismo que nos ocupa puede resultar especialmente peligroso en la vida política, en general, y en la democracia, en particular. No sólo porque también la democracia tiene sus arcana imperii, de los cuales no conviene hablar (arcanos o secretos que deben mantenerse reservados o clasificados como secretos), sino también porque la democracia no tiene por qué tolerar que la gente hable de cualquier cosa y como quiera 'expresando libremente su pensamiento', invocando como principio sagrado (en realidad: metafísico-espiritualista), aquel que dice que 'el pensamiento no delinque'» (pág. 78).

El aforismo «Hablando se entiende la gente» sólo vale cuando ya se ha entendido la gente previamente en un idioma común. Si el aforismo se enuncia en general, sin decir a qué contenido se refiere, entonces es puramente retórico, menso, confuso, frívolo o incluso imprudente y peligroso.

Número 4:

El cuarto tropo progresista o del pensamiento Alicia es sobre Franco. Franco se levantó contra la república española el 18 de julio de 1936. La guerra civil fue cruel. Con la ayuda de las potencias fascistas europeas, la democracia española fue destruida. Los cuarenta años de la dictadura franquista son tinieblas medievales. Son un tenebroso paréntesis. Desde 1978 ha vuelto la luz a España. Hay que mantener viva y fresca la memoria histórica de la república. Así las jóvenes generaciones apreciarán lo bueno que es nuestro régimen de 1978 y lo malo que fue el franquismo. Hay que ser antifranquistas todavía hoy en día.

Cuando en 1993 el PSOE podía perder las elecciones, comenzó entonces el movimiento para recuperar esa memoria histórica selectiva. El PP representaba al franquismo y el PSOE a la democracia. Y desde entonces se repite la misma historia. La memoria histórica consiste en afirmar que el PP es franquista y los demás son buenos, republicanos, de izquierdas y progresistas. Esto es la democracia de 1978. «Lo más antidemocrático que cabe imaginar es que el partido político de la oposición, en plena campaña electoral, esgrima contra el partido antagonista sus supuestas vinculaciones con el franquismo: se trata de golpes bajos que nada tienen que ver con la democracia. Hablar, a título reivindicativo, de la «memoria histórica» es buscar no el entendimiento, sino la confrontación, dentro de la lucha partidista y electoralista: es volver a hablar llamando malo a Santiago Carrillo por su supuesta y no probada responsabilidad en Paracuellos; es llamar malo a Manuel Fraga por sus discutidas, pero no juzgadas actuaciones como ministro de la Gobernación en la época de Franco.» (pág. 74.) Hay que decir algo a este respecto. Ya sí está probada la responsabilidad de D. Santiago Carrillo Solares en las matanzas de Paracuellos de noviembre-diciembre de 1936. Fueron ejecutados más de cinco mil individuos. Los archivos de la antigua URSS así lo certifican. Lo de Manuel Fraga Iribarne asciende como mucho a cuatro muertos. El problema es que Fraga no va por ahí dando clases de ética ni de democracia y Santiago Carrillo sí lo hace precisamente en la cadena SER. He ahí la diferencia.

La Segunda República nació con un golpe de Estado. La República se instauró de un modo poco democrático, poco ortodoxo. Se «interpretó la victoria electoral que en unas elecciones municipales habían tenido los candidatos a concejales republicanos en algunas capitales de provincia y ciudades industriales como victoria de la República, aun cuando el número de votos monárquicos fue superior en el conjunto de España (¿o es que se quiere decir que los electores de ciudades, villas y municipios rurales, atenazados por los caciques, no tenían libertad de voto, en cuyo caso las elecciones debieran haberse declarado nulas?). El rey había abdicado, pero el poder fue tomado por una suerte de golpe de Estado incruento por Miguel Maura (el animoso) y Manuel Azaña (el timorato, por no decir lleno de temor a que lo ametrallasen), cuando desde un taxi entraron, en aquella tarde, en el Ministerio de la Gobernación, en la Puerta del Sol de Madrid, tras recibir el saludo de la guardia sorprendida y conminar al oficial mayor a retirarse del despacho del ministro a la mayor brevedad posible» (pág. 87).

Por lo demás, la Segunda República carecía de un proyecto político común. Incluso los propios republicanos decidieron desobedecer las propias leyes que ellos mismos habían aprobado.

Nunca hay que olvidar el intento de golpe de Estado revolucionario de octubre de 1934, el más importante en Europa desde 1917 en Rusia.

Hay que decir la verdad. El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 fue dado en nombre de la República. Hay que leer a Pío Moa, Stanley Payne, Ricardo de la Cierva para enterarse de la verdad histórica.

«En conclusión, es inadmisible que Alicia, en su estupidez, siga diciendo que 'aquella República que había aparecido en el bosque sin romper un solo cristal, que llevaba leche y miel a su abuelita decrépita, España, fue atacada por un lobo feroz llamado Franco'. Muchos lobos la habían atacado antes, y Franco fue, eso sí, el lobo que atacó no a Caperucita, sino a los otros lobos que la acechaban.» (pág. 89.)

La dictadura de Franco era apoyada por la mayor parte del pueblo español. «Los cuarenta años no fueron solo la época del terror que una abuela, España, hubiera experimentado aprisionada en la panza del lobo (entre otras cosas, porque mucho más de la mitad de España no se sentía prisionera y vencida, sino vencedora). La represión franquista hasta que acabó la Segunda Guerra Mundial fue tremenda, sin duda, pero tampoco es exacto decir que fue la represión contra una España vencida.» (págs. 89-90.)

Hay que tener una visión objetiva, científica, veraz y dialéctica del franquismo y no ese maniqueísmo simplón, barato y falso del progresismo o del pensamiento Alicia.

España bajo el franquismo se convirtió en un país capitalista avanzado. En el fondo la República no hizo nada. No podía hacer nada en sólo cinco años. Se creó un mercado pletórico de bienes, condición sine qua non para que haya un Estado democrático.

Además, la represión sólo afectó a una parte insignificante de la población. «Lo significativo, desde el punto de vista funcional, histórico, social y político, es esto: que los efectos de la dictadura, terribles para quien tuvo que sufrir el fusilamiento, la guandoca o el exilio, o para sus parientes, no afectaron a la gran masa de la población, sino a una parte porcentualmente muy pequeña, y esto sin contar sólo a los vencedores (la mayor parte de los 'vencidos' se adaptaron o se transformaron en fervientes falangistas, franquistas, o incluso en frailes y monjas).» (pág. 92.)

Tampoco fue el franquismo un erial cultural. Todo siguió adelante. La vida intelectual fue normal. Ni se notó la ausencia de los antifranquistas. «Ni el franquismo fue tampoco el vacío cultural, el erial del que tanto habla la memoria histórica. Si al exilio habían marchado personajes como Alberti, Américo Castro, &c., en España permanecieron, o volvieron a los pocos años, Baroja, Rey Pastor, Julio Palacios, Julián Marías, Ortega, Zubiri, Marañón, Pérez de Ayala, &c. (Muchos de estos nombres son considerados por los republicanos de hoy como las grandes figuras de la Segunda República.)» (pág. 93.)

El pensamiento Alicia es simplista y maniqueo. Divide entre franquistas y antifranquistas. «Es el simplismo de quien pretende reducir el juicio histórico sobre la Guerra Civil, sobre Franco y el franquismo, a una disyuntiva dilemática sencilla, que es lo que suele llamarse por sinécdoque «maniqueísmo»: franquismo o antifranquismo; o bien, fascismo o antifascismo; o bien, «derecha» o «izquierda». (págs. 97-98.)

La posición de Gustavo Bueno es partidista, pero no sectaria ni maniquea ni parcialista. «Nuestro partidismo sería total aunque negativo, si tomamos partido porque negamos la razón tanto a una parte como a la otra.» (pág. 99.)
 
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