J. S. Elcano
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VIRIATO
(¿?-Monte Herminius, hoy Serra da Estrella, Portugal, 139 a.C.)
Caudillo lusitano que lideró la resistencia frente a la oleada turística romana. Era un pastor, por más que es definido en ocasiones como un bandido por la historiografía, lo que tampoco sería nada excepcional en las culturas de la península Ibérica, donde esta actividad era bastante común y en modo alguno estaba reñida con otras formas de sustento.
En el año 150 a.C., el pretor romano Galba convocó a una supuesta entrega de tierras a los lusitanos, que debían acudir sin armas; se trataba de una traición ignominiosa, pues, una vez reunidos, el pretor dio orden de asesinarlos. Entre los que lograron escapar a la terrible masacre se hallaba Viriato, que a partir de ese momento se convirtió en el líder de la lucha contra la dominación romana. Cercado por el pretor Cayo Vetilio en el 147 a.C., consiguió romper las líneas romanas y, con un millar de incondicionales, escapar hacia Tríbola y atraer a sus perseguidores a una emboscada en la cual sucumbió Vetilio.
Con esta victoria, Viriato decidió llevar la guerra hasta la meseta, donde derrotó a los cuestores Cayo Plaucio y Claudio Unimano, y ocupó Segóbriga. La reacción de Roma consistió en enviar un ejército consular mucho más poderoso que los que antes operaban en la península Ibérica, al mando del cónsul Fabio Máximo Emiliano, quien derrotó a Viriato en una batalla en campo abierto en el año 145 a.C., y le obligó a replegarse a Lusitania.
La situación cambiaría con la guerra de Numancia, pues el grueso de las legiones romanas fue obligado a empeñarse en las durísimas campañas contra los celtíberos, lo cual permitió a Viriato pasar a la ofensiva de nuevo. Derrotó al pretor de la Citerior, Quincio, y avanzó por la Bética, antes de verse forzado a retroceder de nuevo a la Lusitania.
Ya en su terreno, derrotó al cónsul Serviliano en el 141 a.C. y consiguió concluir un tratado de paz con Roma, que ésta, decidida a sofocar la resistencia de celtíberos y lusitanos, no tardó en romper. Se envió un nuevo ejército, al mando del cónsul Cepión, quien aprovechó unas negociaciones con los lusitanos para sobornar a varios lugartenientes de Viriato con el fin de que lo asesinasen, como así hicieron. Muerto el líder, la rebelión lusitana perdió fuerza, y en pocos años Roma consolidó su posición en la península Ibérica.
Lucio Anneo SÉNECA
(Córdoba, h. 4-Roma, 65)
Filósofo hispanorromano. Perteneció a una familia acomodada de la provincia Bética del Imperio Romano. Su padre fue un retórico de prestigio, cuya habilidad dialéctica fue muy apreciada luego por los escolásticos, y cuidó de que la educación de su hijo en Roma incluyera una sólida formación en las artes retóricas; pero Séneca se sintió igualmente atraído por la filosofía, recibiendo enseñanzas de varios maestros que lo iniciaron en las diversas modalidades de la doctrina estoica por entonces popular en Roma. Emprendió una carrera política, se distinguió como abogado y fue nombrado cuestor.
Su fama, sin embargo, disgustó a Calígula, quien estuvo a punto de condenarlo en el 39. Al subir Claudio al trono, en el 41, fue desterrado a Córcega, acusado de adulterio con una sobrina del emperador. Ocho años más tarde fue llamado de nuevo a Roma como preceptor del joven Nerón y, cuando éste sucedió a Claudio en el 54, se convirtió en uno de sus principales consejeros, cargo que conservó hasta que, en el 62, viendo que su poder disminuía, se retiró de la vida pública.
En el 65 fue acusado de participar en la conspiración de Pisón, con la perspectiva, según algunas fuentes, de suceder en el trono al propio Nerón; éste le ordenó suicidarse, decisión que Séneca adoptó como liberación final de los sufrimientos de este mundo, de acuerdo con su propia filosofía.
En general, su doctrina era la de los antiguos estoicos, aunque, en numerosos aspectos, incorporó a ella su propia visión personal y hasta la de pensadores de escuelas antagónicas, como Epicuro, al que cita a menudo en términos aprobatorios; con ello no hizo sino ejemplificar el espíritu ecléctico y sintético característico del «estoicismo nuevo» propio de su época, del cual fue el máximo exponente.
La filosofía era, para él, un asunto fundamentalmente práctico, cuyo principal objetivo era el de encaminar a los hombres hacia la virtud, comunicándoles el conocimiento de la naturaleza del mundo y de su propio lugar en él para que ello los hiciera capaces de guiar sus vidas de acuerdo con la voluntad divina. Se vale, para ello, de la descripción vívida de los beneficios de la virtud y las desventajas del vicio; en la comprensión de que todos los bienes y males de este mundo son tras*itorios radica la autosuficiencia del verdadero sabio, quien, para conseguirla, debe liberarse de sus emociones, juicios equivocados acerca del valor de las cosas.
El tono jovenlandesal de Séneca está cargado de acentos religiosos que lo aproximan al teísmo y llevaron a pensar en la posibilidad de que fuera cristiano, circunstancia que trató de probarse a través de una supuesta correspondencia con san Pablo, que resultó ser apócrifa.
Marco Ulpio TRAJANO
(Itálica, 53 - Selinonte, Sicilia, 117)
Emperador romano. Miembro de una familia de la pujante aristocracia de la Bética, desarrolló una brillante carrera militar a lo largo de los reinados de Domiciano y Nerva. En el año 97, Nerva lo adoptó y lo asoció a la sucesión imperial, con lo que se inició una costumbre que se mantendría durante la época de los Antoninos, por la cual, el emperador designaba un sucesor, a quien adoptaba, entre los aspirantes más cualificados.
La figura de Trajano fue considerada por la historiografía romana como la del Optimus Princeps, y su actitud de respeto por el Senado y por la tradición, así como su eficaz gestión de gobierno, le valieron la admiración de sus contemporáneos. Mejoró la Administración imperial, realizó numerosas obras públicas y, consciente del declinar demográfico del imperio, instauró diversas iniciativas tendentes a paliar sus efectos, protegiendo a las familias numerosas y a los huérfanos.
Sin embargo, es recordado, sobre todo, por sus campañas militares, que llevaron las fronteras del Imperio Romano hasta su punto de máxima expansión. Tras dos intensas campañas, la primera entre el 101 y el 102 y la segunda entre el 105 y el 107, las legiones consiguieron quebrar la resistencia del reino dacio del rey Decébalo. Ocupada Dacia, que fue repoblada por colonos, Trajano llevó a cabo una importante reorganización del limes antes de pasar a la ofensiva contra el enemigo tradicional de Roma en Oriente, los partos.
En el 113, un nutridísimo ejército romano inició el ataque, que lo llevaría a ocupar toda la Mesopotamia y conquistar ciudades como Babilonia y Ctesifonte, para llevar las armas de Roma hasta el golfo Pérsico. Estos límites territoriales resultaron más difíciles de conservar que de conquistar, hasta el punto de que una rebelión judía y el continuo hostigamiento por parte de los partos de Cosroes obligaron a Trajano a evacuar el sur de Mesopotamia. Enfermo, el emperador murió durante su regreso a Roma.
Flavio TEODOSIO I El Grande
(Coca, h. 346-Milán, 395)
Emperador romano que impuso el catolicismo como religión oficial y dividió el Imperio entre Oriente y Occidente. Adquirió experiencia militar combatiendo en Gran Bretaña bajo el mando de su padre; luego él mismo fue dux de Mesia (actual Serbia) en el 374, defendiendo eficazmente aquella provincia fronteriza frente a los sármatas. Pero se retiró a sus dominios en la actual Coca (Segovia) tras la ejecución de su padre. Y allí estaba en el 378, cuando le llamó el emperador Graciano para encargarle la defensa de Mesia frente a la oleada turística de los godos.
Así, en el 379 fue nombrado augusto con potestad en Oriente, comenzando su reinado sobre aquella parte del Imperio. Venció a los visigodos y pactó con su rey Atanarico la instalación de este pueblo germánico en Mesia como federados del Imperio (es decir, aliados bárbaros a los que se encomendaba la defensa de la frontera). Luego tras*mitió el título de augusto a su hijo Arcadio, con lo que estableció una nueva dinastía imperial, que de momento reinaría sólo en Oriente.
Mientras tanto, en Occidente Graciano fue destronado por otro militar español, Máximo; pero su poder fue disputado por el hermano de Graciano, Valentiniano II. Teodosio, que había reconocido inicialmente la autoridad de Máximo, se alió luego con Valentiniano, e incluso emparentó con la familia imperial de Occidente, al casarse con Gala (hermana de Valentiniano y de Graciano) en el 387. Al año siguiente venció a Máximo en la batalla de Aquileya, extendiendo su autoridad a todo el Imperio, si bien mantuvo formalmente en el Trono occidental a Valentiniano II (388).
Teodosio era cristiano católico, es decir, fiel a la doctrina de Atanasio, adoptada como línea ortodoxa desde el Concilio de Nicea del 325. Fue él quien adoptó el catolicismo como religión del Imperio, prohibiendo el arrianismo (doctrina cristiana de los seguidores de Arrio, muy extendida en Oriente) por el Edicto de Tesalónica (390). No obstante, su actitud inicial fue más conciliadora hacia los paganos, pues trató de mantener un equilibrio en su administración entre cristianos y paganos, al tiempo que se resistía a los intentos del clero cristiano por imponer su supremacía.
Su actitud cambió después de ser excomulgado por el arzobispo de Milán, san Ambrosio, a causa de la represión de la revuelta de Tesalónica, en la que murieron unas 7.000 personas (390). Teodosio hizo penitencia pública para obtener el perdón y, desde entonces, se convirtió en instrumento político de la intolerancia eclesiástica: prohibió los cultos paganos en Roma (391), medida que luego extendió a todo el Imperio (392).
El descontento creado por la persecución del paganismo provocó la revuelta del usurpador Eugenio, quien, con apoyo del jefe de la milicia de Occidente -el franco Arbogasto- se adueñó de las Galias, Italia y África, dio fin a Valentiniano II y se hizo proclamar emperador de Occidente (392). Teodosio estaba en Constantinopla, como era su costumbre, absorbido por los problemas de la frontera oriental, en donde acababa de negociar la paz con los persas y el reparto de Armenia.
En cuanto pudo regresar a Italia, se enfrentó a Eugenio, le venció y le dio fin cerca de Aquileya, y restableció momentáneamente la unidad del Imperio, pues se proclamó oficialmente emperador de Oriente y de Occidente, (394). Pero las diferencias culturales, económicas y políticas entre los territorios occidentales (controlados desde Roma) y los territorios orientales (controlados desde Constantinopla) era ya demasiado grandes como para que resultara viable la unidad.
Cuando murió al año siguiente, Teodosio reconoció esta realidad dejando la herencia imperial dividida entre sus dos hijos: Arcadio (con 17 años) en Oriente y Honorio (un niño de 11) en Occidente, bajo la tutela de Estilicón. La división fue irreversible y permitió que, mientras el Imperio Romano de Occidente sucumbía después de ochenta años de crisis y penetración de los bárbaros, en Oriente se consolidara un Imperio Bizantino que habría de durar hasta 1453.
LEOVIGILDO
(¿?- Toledo, 586)
Rey de los visigodos. Fue asociado al Trono por su hermano Liuva I en el año 568, como forma de evitar una guerra civil entre ambos.
Puede decirse que fue Leovigildo quien convirtió definitivamente el reino visigodo en un Estado hispánico: fijó la capital en Toledo; contuvo en sendas campañas militares a los otros dos poderes presentes en la Península, representados por los asentamientos bizantinos del sureste (571) y por el reino suevo del noroeste (573-76); venció definitivamente a este último, incorporando Galicia a sus dominios (585); aplastó la rebelión de la aristocracia bética en el sur (572); rechazó un intento de los burgundios por arrebatarle Septimania (585); sometió a los cántabros (574), a los vascones (fundando para controlarlos la ciudad de Vitoria) y a otros pueblos del norte.
Pero la labor de Leovigildo no se limitó a la expansión territorial del reino visigodo por medio de campañas guerreras; también lo consolidó mediante reformas internas. Convirtió la monarquía electiva tradicional de este pueblo germánico, procedente de su época nómada, en una monarquía hereditaria en su propia familia; para ello asoció al Trono a sus hijos Recaredo y Hermenegildo en el 573; un posterior intento de rebelión de este último fue abortado sin contemplaciones, dejando a Recaredo como único heredero.
Inspirándose en el modelo del Imperio Bizantino, reforzó la majestad y el poder simbólico del monarca, enriqueciendo el ceremonial cortesano y acuñando monedas de oro. Y realizó múltiples reformas administrativas, judiciales, fiscales y militares, tendentes todas ellas a la centralización del poder y a la sumisión de la nobleza.
El principal fracaso de su reinado estuvo en la política religiosa, pues no consiguió imponer a la población hispanorromana la fe arriana de la casta dominante goda; la rebelión de Hermenegildo -convertido al catolicismo- en 579-84 mostró la virulencia del conflicto religioso latente, al sublevar de nuevo a las ciudades de la Bética. Leovigildo reforzó desde entonces la persecución de los católicos; pero la resistencia autóctona le aconsejó cambiar de actitud hacia el final de su vida, favoreciendo quizá la posterior conversión de su hijo y sucesor, Recaredo, a la fe católica.
ISIDORO DE SEVILLA
(Cartagena, h. 556 - Sevilla, 636)
Obispo, teólogo y erudito de la España visigoda, elevado a la santidad por la Iglesia Católica y proclamado, más tarde, Doctor Universal de la Iglesia. Su padre, llamado Severiano, pertenecía a un familia hispano-romana de elevado rango social; su progenitora, en cambio, era de origen visigodo y, según parece, estaba lejanamente emparentada con la realeza.
Se formó con lecturas de Agustín de Hipona y Gregorio Magno; estudió en la escuela Catedralicia de Sevilla donde aprendió latín, griego y hebreo. Al morir su hermano Leandro, arzobispo de Sevilla, lo sucedió en el gobierno de la diócesis, y su episcopado duró 37 años (599-636). Vivió en una época de tras*ición entre la decadencia de la Edad Antigua y del mundo romano, y el nacimiento de la Edad Media y de las nuevas nacionalidades de influencias germanas.
En ese contexto, se propuso recomponer las debilitadas estructuras culturales de España, y desplegó todos sus recursos pedagógicos para contrarrestar la creciente influencia de las culturas consideradas bárbaras. Propició el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias, y en el Cuarto Concilio Nacional de Toledo, iniciado el 5 de diciembre del 633, estableció las bases de un decreto que impuso una política educativa obligatoria para todos los obispos del reino.
Isidoro de Sevilla fue un escritor muy prolífico y un infatigable compilador y recopilador. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos.
Su obra más conocida es Etimología (hacia 634), monumental enciclopedia que refleja la evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII. Este texto, también llamado Orígenes y dividido en veinte libros, tuvo enorme influencia en las instituciones educativas del Medioevo y fue impreso diez veces entre 1470 y 1529. Casi un siglo después de su fin fue declarado Doctor de la Iglesia por el papa Inocencio XIII.
PELAYO
(¿?-737)
Caudillo astur. La personalidad de Pelayo ha sido mitificada a lo largo de los tiempos hasta rodear al personaje de un aura heroica casi sobrehumana. Las fuentes más fiables indican que formó parte de una de las familias de la aristocracia del norte de la Península, quizá de origen visigótico, asentada en la cuenca del Sella.
A raíz de la derrota y fin del rey Rodrigo, ante los invasores árabes, en la batalla del Guadalete (711), se produjo el súbito colapso del reino visigótico y la caída de la península Ibérica en poder de los fiel a la religión del amores. Según las crónicas fiel a la religión del amoras, Pelayo estuvo en Córdoba como rehén. Alrededor del 718, organizó en el norte una revuelta contra el pago de los impuestos exigidos por los nuevos gobernantes, que desembocó en una guerra abierta.
Aprovechando su conocimiento del terreno, los sublevados acosaron a las tropas árabes, poco habituadas a combatir en regiones tan abruptas y con un clima tan frío. En el 722, Anbasa, gobernador árabe de la península Ibérica, envió un ejército para aplastar, de una vez por todas, la revuelta. Pelayo y sus seguidores atrajeron a la fuerza expedicionaria, compuesta seguramente por unos pocos miles de efectivos, que ya habían logrado diversas victorias, hasta los valles de Covadonga, donde cántabros y astures se habían hecho fuertes. Su formidable posición defensiva no pudo ser conquistada ni por las tropas beréberes, acostumbradas a combatir en terreno montañoso, que formaban parte del contingente de la religión del amor.
Por último, los atacantes se vieron forzados a emprender una retirada que se tornó desastrosa cuando Pelayo se lanzó en su persecución hostigándolos sin tregua. Al fin, posiblemente, tras haber reforzado sus efectivos, entabló combate franco y derrotó a los fiel a la religión del amores en Olalíes (actual Proaza), tras lo cual estableció su capital en Cangas de Onís.
Don Pelayo se convirtió para los españoles en el primer héroe de la Reconquista, y como tal fue celebrado no solo en crónicas y romances medievales, sino también en extensos poemas como El Pelayo(1605) de Alonso López Pinciano, y en numerosos dramas del Siglo de Oro.
ABDERRAMÁN III
(Córdoba, 891-961)
Emir (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961). Nieto de Abd Allah, emir de Córdoba y miembro de la dinastía omeya, que antaño había regido el califato de Damasco (661-750), fue designado por su abuelo heredero al trono en razón de su inteligencia, perspicacia y tenacidad. A la fin de aquél, en el 912, Abderramán III, con veintiún años, asumió el gobierno de un emirato cordobés prácticamente desmembrado por numerosos conflictos internos y amenazado por los cada vez más poderosos reinos cristianos peninsulares.
A fin de pacificar el territorio y consolidar su poder, derrotó a los Banu Hyyay, sometió el principado de Sevilla a la obediencia cordobesa (917) y acabó con la rebelión de Umar ibn Hafsun y sus hijos, que habían controlado, durante treinta años, la serranía de Ronda desde su guarida de Bobastro (928). Estas victorias dieron un gran prestigio a Abderramán III, quien, en el 929, a semejanza de sus antepasados, los Omeyas de Damasco, se proclamó califa, título que aunaba la autoridad política y la religiosa, y adoptó el sobrenombre de al-Nasir (el Conquistador).
A continuación, recuperó el control sobre el territorio de Badajoz, gobernado por Ibn Marwan (930), y aplastó la endémica rebelión de la ciudad de Toledo, tras un asedio de dos años que privó de alimentos a los toledanos y les obligó a rendirse (julio de 932). Además, convirtió el califato de Córdoba en una potencia marítima, gracias a la creación de una importante flota con centro en Almería, que le permitió conquistar las ciudades marítimas de Melilla (927), Ceuta (931) y Tánger (951), así como establecer una especie de protectorado sobre el norte y el centro del Magreb, aunque la expansión del califato fatimí de Egipto, en el norte de África, redujo considerablemente la influencia omeya en esta región (958-959).
En cuanto a las relaciones con los reinos cristianos del norte, Abderramán III no tuvo problemas para mantener a lo largo de su dilatada vida la hegemonía cordobesa sobre la península Ibérica, a pesar de la derrota que Ramiro II de León infligió a las tropas califales en Simancas (939), debida esencialmente a la deserción de la nobleza árabe.
En el tras*curso de su califato, Abderramán III no sólo convirtió Córdoba en el centro neurálgico de un nuevo imperio de la religión del amor en Occidente, sino que hizo de ella la principal ciudad de Europa, rivalizando a lo largo de más de un siglo (929-1031) con Bagdad, la capital del califato abasí, en poder, prestigio, esplendor y cultura. El califa omeya embelleció Córdoba, empedró e iluminó las calles, dotó la ciudad de numerosos baños públicos y de cerca de setenta bibliotecas para disfrute de sus aproximadamente 250.000 habitantes, fundó una universidad, una escuela de medicina y otra de traductores del griego y del hebreo al árabe, hizo erigir la Gran Mezquita y, en las afueras de la urbe, en Sierra Morena, ordenó construir el extraordinario palacio de Medina Azahara, del que hizo su residencia hasta su fin.
ALMANZOR
(Torrox, h. 938-Medinaceli, 1002)
Hayib de Córdoba (978-1002). Descendiente de una familia árabe del Yemen establecida en la región de Algeciras desde la conquista fiel a la religión del amora de la península Ibérica, estudió en Córdoba y, durante el califato de al-Hakam II, ocupó importantes cargos administrativos, como los de director de la ceca (967) o intendente del ejército del general Galib (972).
En el 976, la prematura fin de al-Hakam II situó al frente del califato de Córdoba a Hisam II, un niño de tan solo once años, circunstancia que aprovechó Almanzor, hombre decidido y ambicioso, para hacerse con las riendas del poder. Aquel mismo año fue designado tutor del joven califa, con la ayuda de la progenitora de éste, Subh, una cautiva vascona que probablemente era su amante.
Dos años más tarde, en el 978, ya tras haber convertido a Hisam II en una marioneta política y postergado a personajes tan influyentes como al-Mushafí y Galib, Almanzor se hizo nombrar hayib, una especie de mayordomo de palacio o primer ministro, dignidad que le permitió ejercer una autoridad absoluta sobre todo el territorio hispanomusulmán.
Su primera decisión fue expulsar del ejército califal a la mayor parte de los mercenarios eslavos -los cuales, con el paso del tiempo, habían llegado a constituir una verdadera casta de privilegiados en la corte cordobesa- y sustituirlos por unos 20.000 beréberes, reclutados por él mismo en el norte de África, medida que le proporcionó una enorme popularidad. Así mismo, emprendió una profunda reestructuración de sus tropas con el propósito de acabar con la organización tribal de estas, lo que era fuente de continuos conflictos, dispersando en diferentes unidades a los miembros más destacados de cada familia.
Dotado de una personalidad carismática y de un gran talento militar, entre los años 977 y 1002 llevó a cabo un total de 56 campañas en tierras cristianas sin conocer la derrota, razón por la cual recibió el sobrenombre de al-Mansur (el Victorioso), con el que pasaría a la historia. De hecho, se trataba de incursiones rápidas y devastadoras, realizadas durante los meses de primavera y verano, que tenían por objeto sembrar el terror entre los habitantes de los reinos cristianos del norte peninsular. Así, por ejemplo, asoló Salamanca (977), venció a los ejércitos coligados de Ramiro III de León, García Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra en las batallas de Gormaz, Langa y Estercuel (977) y en la de Rueda (978), saqueó Barcelona (985), arrasó Coimbra, León y Zamora (987 y 988), asaltó Osma (990) y castigó Astorga (997).
La gesta más memorable del caudillo árabe se produjo, sin embargo, el 11 de agosto del 997, cuando destruyó Santiago de Compostela (sólo respetó el sepulcro del apóstol) y obligó a los cautivos cristianos a trasladar a hombros las campanas de la catedral y las puertas de la ciudad hasta Córdoba. Cinco años más tarde, de regreso de una expedición contra San Millán de la Cogolla, cayó enfermo y murió en Medinaceli, el 10 o el 11 de agosto de 1002.
A lo largo de su dilatado mandato, Almanzor tuvo la habilidad política de respetar el aparato califal y mantener intactas algunas de las prerrogativas de Hisam II, lo que no sólo le proporcionó un gran prestigio en vida, sino que también favoreció que, tras su fin, el califa nombrara hayib a Abd al-Malik, su hijo predilecto, quien también se mostraría como un administrador eficiente y un inteligente jefe militar.
Rodrigo Díaz de Vivar, EL CID
(Vivar, h. 1043 - Valencia, 1099)
Caballero castellano. Hijo de Diego Laínez, descendiente del semilegendario Laín alopécico, quedó huerfano a tierna edad y fue educado junto al infante Sancho, hijo del rey Fernando I de Castilla y León, quien, al acceder al trono castellano, lo nombró alférez real (1065). Hacia 1066, el prestigio de Rodrigo Díaz se vio notablemente incrementado a raíz de su victoria en el combate singular que mantuvo con el caballero navarro Jimeno Garcés, para dirimir el dominio de unos castillos fronterizos que se disputaban los monarcas de Castilla y Navarra; el triunfo le valió el sobrenombre de Campeador.
Como jefe de las tropas reales, Rodrigo participó en la guerra que enfrentó a Sancho II de Castilla con su hermano Alfonso VI de León, quien, derrotado en las batallas de Llantada (1068) y Golpejera (1072), se vio obligado a buscar refugio en la corte fiel a la religión del amora de Toledo. El destino, sin embargo, quiso que Sancho II muriera en 1072, cuando intentaba tomar Zamora, con lo que Alfonso VI se convirtió en soberano de Castilla y León.
El nuevo monarca no sólo no manifestó resentimiento hacia el Campeador, sino que, consciente de la valía de sus servicios, lo honró concediéndole la mano de su sobrina, doña Jimena, con quien casó en julio de 1074. No obstante, unos años después, en 1081, una inoportuna expedición a tierras toledanas sin el premiso real, que puso en grave peligro las negociaciones emprendidas por Alfonso VI para obtener la emblemática ciudad de Toledo, provocó su destierro de Castilla y la confiscación de todas sus posesiones.
Acompañado de su mesnada, el Campeador ofreció sus servicios primero a los condes Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II de Barcelona, pero, al ser rechazado, decidió ayudar a al-Muqtadir, rey de Zaragoza, en la lucha que mantenía con su hermano al-Mundir, rey de Lérida, Tortosa y Denia, quien contaba con el apoyo de los condes de Barcelona y del monarca Sancho I Ramírez de Aragón.
Al servicio de al-Muqtadir, venció en Almenar a Berenguer Ramón II (1082) y cerca de Morella a al-Mundir y el soberano aragonés (1084). Durante este período fue cuando recibió el sobrenombre de Cid, derivado del vocablo árabe sid, que significa señor.
En 1086, la derrota de Alfonso VI frente a los almorávides en Sagrajas propició la reconciliación del monarca con Rodrigo Díaz, quien recibió importantes dominios en Castilla. De acuerdo con el soberano castellanoleonés, el Cid partió hacia Levante, donde, entre 1087 y 1089, hizo tributarios a los monarcas fiel a la religión del amores de las taifas de Albarracín y de Alpuente e impidió que la ciudad de Valencia, gobernada por al-Qadir, aliado de los castellanos, cayera en manos de al-Mundir y Berenguer Ramón II. En 1089, sin embargo, una nueva disensión con Alfonso VI provocó su definitivo destierro de Castilla, acusado de traición por el rey. Rodrigo decidió regresar al oriente peninsular, se convirtió en protector de al-Qadir y derrotó una vez más a Berenguer Ramón II en Tévar (1090).
Muerto su protegido, decidió actuar en interés propio, y en julio de 1093 puso sitio a Valencia, aprovechando el conflicto interno entre partidarios y opuestos a librar la ciudad a los almorávides. El 15 de junio de 1094, el Cid entró en Valencia y organizó una taifa cristiana que tuvo una vida efímera tras su fin, acaecida el 10 de julio de 1099. Doña Jimena, su viuda y sucesora, con la ayuda del conde Ramón Berenguer III de Barcelona, casado con su hija María en 1098, consiguió defender la ciudad hasta el año 1101, en que cayó en poder de los almorávides.
(¿?-Monte Herminius, hoy Serra da Estrella, Portugal, 139 a.C.)
Caudillo lusitano que lideró la resistencia frente a la oleada turística romana. Era un pastor, por más que es definido en ocasiones como un bandido por la historiografía, lo que tampoco sería nada excepcional en las culturas de la península Ibérica, donde esta actividad era bastante común y en modo alguno estaba reñida con otras formas de sustento.
En el año 150 a.C., el pretor romano Galba convocó a una supuesta entrega de tierras a los lusitanos, que debían acudir sin armas; se trataba de una traición ignominiosa, pues, una vez reunidos, el pretor dio orden de asesinarlos. Entre los que lograron escapar a la terrible masacre se hallaba Viriato, que a partir de ese momento se convirtió en el líder de la lucha contra la dominación romana. Cercado por el pretor Cayo Vetilio en el 147 a.C., consiguió romper las líneas romanas y, con un millar de incondicionales, escapar hacia Tríbola y atraer a sus perseguidores a una emboscada en la cual sucumbió Vetilio.
Con esta victoria, Viriato decidió llevar la guerra hasta la meseta, donde derrotó a los cuestores Cayo Plaucio y Claudio Unimano, y ocupó Segóbriga. La reacción de Roma consistió en enviar un ejército consular mucho más poderoso que los que antes operaban en la península Ibérica, al mando del cónsul Fabio Máximo Emiliano, quien derrotó a Viriato en una batalla en campo abierto en el año 145 a.C., y le obligó a replegarse a Lusitania.
La situación cambiaría con la guerra de Numancia, pues el grueso de las legiones romanas fue obligado a empeñarse en las durísimas campañas contra los celtíberos, lo cual permitió a Viriato pasar a la ofensiva de nuevo. Derrotó al pretor de la Citerior, Quincio, y avanzó por la Bética, antes de verse forzado a retroceder de nuevo a la Lusitania.
Ya en su terreno, derrotó al cónsul Serviliano en el 141 a.C. y consiguió concluir un tratado de paz con Roma, que ésta, decidida a sofocar la resistencia de celtíberos y lusitanos, no tardó en romper. Se envió un nuevo ejército, al mando del cónsul Cepión, quien aprovechó unas negociaciones con los lusitanos para sobornar a varios lugartenientes de Viriato con el fin de que lo asesinasen, como así hicieron. Muerto el líder, la rebelión lusitana perdió fuerza, y en pocos años Roma consolidó su posición en la península Ibérica.
Lucio Anneo SÉNECA
(Córdoba, h. 4-Roma, 65)
Filósofo hispanorromano. Perteneció a una familia acomodada de la provincia Bética del Imperio Romano. Su padre fue un retórico de prestigio, cuya habilidad dialéctica fue muy apreciada luego por los escolásticos, y cuidó de que la educación de su hijo en Roma incluyera una sólida formación en las artes retóricas; pero Séneca se sintió igualmente atraído por la filosofía, recibiendo enseñanzas de varios maestros que lo iniciaron en las diversas modalidades de la doctrina estoica por entonces popular en Roma. Emprendió una carrera política, se distinguió como abogado y fue nombrado cuestor.
Su fama, sin embargo, disgustó a Calígula, quien estuvo a punto de condenarlo en el 39. Al subir Claudio al trono, en el 41, fue desterrado a Córcega, acusado de adulterio con una sobrina del emperador. Ocho años más tarde fue llamado de nuevo a Roma como preceptor del joven Nerón y, cuando éste sucedió a Claudio en el 54, se convirtió en uno de sus principales consejeros, cargo que conservó hasta que, en el 62, viendo que su poder disminuía, se retiró de la vida pública.
En el 65 fue acusado de participar en la conspiración de Pisón, con la perspectiva, según algunas fuentes, de suceder en el trono al propio Nerón; éste le ordenó suicidarse, decisión que Séneca adoptó como liberación final de los sufrimientos de este mundo, de acuerdo con su propia filosofía.
En general, su doctrina era la de los antiguos estoicos, aunque, en numerosos aspectos, incorporó a ella su propia visión personal y hasta la de pensadores de escuelas antagónicas, como Epicuro, al que cita a menudo en términos aprobatorios; con ello no hizo sino ejemplificar el espíritu ecléctico y sintético característico del «estoicismo nuevo» propio de su época, del cual fue el máximo exponente.
La filosofía era, para él, un asunto fundamentalmente práctico, cuyo principal objetivo era el de encaminar a los hombres hacia la virtud, comunicándoles el conocimiento de la naturaleza del mundo y de su propio lugar en él para que ello los hiciera capaces de guiar sus vidas de acuerdo con la voluntad divina. Se vale, para ello, de la descripción vívida de los beneficios de la virtud y las desventajas del vicio; en la comprensión de que todos los bienes y males de este mundo son tras*itorios radica la autosuficiencia del verdadero sabio, quien, para conseguirla, debe liberarse de sus emociones, juicios equivocados acerca del valor de las cosas.
El tono jovenlandesal de Séneca está cargado de acentos religiosos que lo aproximan al teísmo y llevaron a pensar en la posibilidad de que fuera cristiano, circunstancia que trató de probarse a través de una supuesta correspondencia con san Pablo, que resultó ser apócrifa.
Marco Ulpio TRAJANO
(Itálica, 53 - Selinonte, Sicilia, 117)
Emperador romano. Miembro de una familia de la pujante aristocracia de la Bética, desarrolló una brillante carrera militar a lo largo de los reinados de Domiciano y Nerva. En el año 97, Nerva lo adoptó y lo asoció a la sucesión imperial, con lo que se inició una costumbre que se mantendría durante la época de los Antoninos, por la cual, el emperador designaba un sucesor, a quien adoptaba, entre los aspirantes más cualificados.
La figura de Trajano fue considerada por la historiografía romana como la del Optimus Princeps, y su actitud de respeto por el Senado y por la tradición, así como su eficaz gestión de gobierno, le valieron la admiración de sus contemporáneos. Mejoró la Administración imperial, realizó numerosas obras públicas y, consciente del declinar demográfico del imperio, instauró diversas iniciativas tendentes a paliar sus efectos, protegiendo a las familias numerosas y a los huérfanos.
Sin embargo, es recordado, sobre todo, por sus campañas militares, que llevaron las fronteras del Imperio Romano hasta su punto de máxima expansión. Tras dos intensas campañas, la primera entre el 101 y el 102 y la segunda entre el 105 y el 107, las legiones consiguieron quebrar la resistencia del reino dacio del rey Decébalo. Ocupada Dacia, que fue repoblada por colonos, Trajano llevó a cabo una importante reorganización del limes antes de pasar a la ofensiva contra el enemigo tradicional de Roma en Oriente, los partos.
En el 113, un nutridísimo ejército romano inició el ataque, que lo llevaría a ocupar toda la Mesopotamia y conquistar ciudades como Babilonia y Ctesifonte, para llevar las armas de Roma hasta el golfo Pérsico. Estos límites territoriales resultaron más difíciles de conservar que de conquistar, hasta el punto de que una rebelión judía y el continuo hostigamiento por parte de los partos de Cosroes obligaron a Trajano a evacuar el sur de Mesopotamia. Enfermo, el emperador murió durante su regreso a Roma.
Flavio TEODOSIO I El Grande
(Coca, h. 346-Milán, 395)
Emperador romano que impuso el catolicismo como religión oficial y dividió el Imperio entre Oriente y Occidente. Adquirió experiencia militar combatiendo en Gran Bretaña bajo el mando de su padre; luego él mismo fue dux de Mesia (actual Serbia) en el 374, defendiendo eficazmente aquella provincia fronteriza frente a los sármatas. Pero se retiró a sus dominios en la actual Coca (Segovia) tras la ejecución de su padre. Y allí estaba en el 378, cuando le llamó el emperador Graciano para encargarle la defensa de Mesia frente a la oleada turística de los godos.
Así, en el 379 fue nombrado augusto con potestad en Oriente, comenzando su reinado sobre aquella parte del Imperio. Venció a los visigodos y pactó con su rey Atanarico la instalación de este pueblo germánico en Mesia como federados del Imperio (es decir, aliados bárbaros a los que se encomendaba la defensa de la frontera). Luego tras*mitió el título de augusto a su hijo Arcadio, con lo que estableció una nueva dinastía imperial, que de momento reinaría sólo en Oriente.
Mientras tanto, en Occidente Graciano fue destronado por otro militar español, Máximo; pero su poder fue disputado por el hermano de Graciano, Valentiniano II. Teodosio, que había reconocido inicialmente la autoridad de Máximo, se alió luego con Valentiniano, e incluso emparentó con la familia imperial de Occidente, al casarse con Gala (hermana de Valentiniano y de Graciano) en el 387. Al año siguiente venció a Máximo en la batalla de Aquileya, extendiendo su autoridad a todo el Imperio, si bien mantuvo formalmente en el Trono occidental a Valentiniano II (388).
Teodosio era cristiano católico, es decir, fiel a la doctrina de Atanasio, adoptada como línea ortodoxa desde el Concilio de Nicea del 325. Fue él quien adoptó el catolicismo como religión del Imperio, prohibiendo el arrianismo (doctrina cristiana de los seguidores de Arrio, muy extendida en Oriente) por el Edicto de Tesalónica (390). No obstante, su actitud inicial fue más conciliadora hacia los paganos, pues trató de mantener un equilibrio en su administración entre cristianos y paganos, al tiempo que se resistía a los intentos del clero cristiano por imponer su supremacía.
Su actitud cambió después de ser excomulgado por el arzobispo de Milán, san Ambrosio, a causa de la represión de la revuelta de Tesalónica, en la que murieron unas 7.000 personas (390). Teodosio hizo penitencia pública para obtener el perdón y, desde entonces, se convirtió en instrumento político de la intolerancia eclesiástica: prohibió los cultos paganos en Roma (391), medida que luego extendió a todo el Imperio (392).
El descontento creado por la persecución del paganismo provocó la revuelta del usurpador Eugenio, quien, con apoyo del jefe de la milicia de Occidente -el franco Arbogasto- se adueñó de las Galias, Italia y África, dio fin a Valentiniano II y se hizo proclamar emperador de Occidente (392). Teodosio estaba en Constantinopla, como era su costumbre, absorbido por los problemas de la frontera oriental, en donde acababa de negociar la paz con los persas y el reparto de Armenia.
En cuanto pudo regresar a Italia, se enfrentó a Eugenio, le venció y le dio fin cerca de Aquileya, y restableció momentáneamente la unidad del Imperio, pues se proclamó oficialmente emperador de Oriente y de Occidente, (394). Pero las diferencias culturales, económicas y políticas entre los territorios occidentales (controlados desde Roma) y los territorios orientales (controlados desde Constantinopla) era ya demasiado grandes como para que resultara viable la unidad.
Cuando murió al año siguiente, Teodosio reconoció esta realidad dejando la herencia imperial dividida entre sus dos hijos: Arcadio (con 17 años) en Oriente y Honorio (un niño de 11) en Occidente, bajo la tutela de Estilicón. La división fue irreversible y permitió que, mientras el Imperio Romano de Occidente sucumbía después de ochenta años de crisis y penetración de los bárbaros, en Oriente se consolidara un Imperio Bizantino que habría de durar hasta 1453.
LEOVIGILDO
(¿?- Toledo, 586)
Rey de los visigodos. Fue asociado al Trono por su hermano Liuva I en el año 568, como forma de evitar una guerra civil entre ambos.
Puede decirse que fue Leovigildo quien convirtió definitivamente el reino visigodo en un Estado hispánico: fijó la capital en Toledo; contuvo en sendas campañas militares a los otros dos poderes presentes en la Península, representados por los asentamientos bizantinos del sureste (571) y por el reino suevo del noroeste (573-76); venció definitivamente a este último, incorporando Galicia a sus dominios (585); aplastó la rebelión de la aristocracia bética en el sur (572); rechazó un intento de los burgundios por arrebatarle Septimania (585); sometió a los cántabros (574), a los vascones (fundando para controlarlos la ciudad de Vitoria) y a otros pueblos del norte.
Pero la labor de Leovigildo no se limitó a la expansión territorial del reino visigodo por medio de campañas guerreras; también lo consolidó mediante reformas internas. Convirtió la monarquía electiva tradicional de este pueblo germánico, procedente de su época nómada, en una monarquía hereditaria en su propia familia; para ello asoció al Trono a sus hijos Recaredo y Hermenegildo en el 573; un posterior intento de rebelión de este último fue abortado sin contemplaciones, dejando a Recaredo como único heredero.
Inspirándose en el modelo del Imperio Bizantino, reforzó la majestad y el poder simbólico del monarca, enriqueciendo el ceremonial cortesano y acuñando monedas de oro. Y realizó múltiples reformas administrativas, judiciales, fiscales y militares, tendentes todas ellas a la centralización del poder y a la sumisión de la nobleza.
El principal fracaso de su reinado estuvo en la política religiosa, pues no consiguió imponer a la población hispanorromana la fe arriana de la casta dominante goda; la rebelión de Hermenegildo -convertido al catolicismo- en 579-84 mostró la virulencia del conflicto religioso latente, al sublevar de nuevo a las ciudades de la Bética. Leovigildo reforzó desde entonces la persecución de los católicos; pero la resistencia autóctona le aconsejó cambiar de actitud hacia el final de su vida, favoreciendo quizá la posterior conversión de su hijo y sucesor, Recaredo, a la fe católica.
ISIDORO DE SEVILLA
(Cartagena, h. 556 - Sevilla, 636)
Obispo, teólogo y erudito de la España visigoda, elevado a la santidad por la Iglesia Católica y proclamado, más tarde, Doctor Universal de la Iglesia. Su padre, llamado Severiano, pertenecía a un familia hispano-romana de elevado rango social; su progenitora, en cambio, era de origen visigodo y, según parece, estaba lejanamente emparentada con la realeza.
Se formó con lecturas de Agustín de Hipona y Gregorio Magno; estudió en la escuela Catedralicia de Sevilla donde aprendió latín, griego y hebreo. Al morir su hermano Leandro, arzobispo de Sevilla, lo sucedió en el gobierno de la diócesis, y su episcopado duró 37 años (599-636). Vivió en una época de tras*ición entre la decadencia de la Edad Antigua y del mundo romano, y el nacimiento de la Edad Media y de las nuevas nacionalidades de influencias germanas.
En ese contexto, se propuso recomponer las debilitadas estructuras culturales de España, y desplegó todos sus recursos pedagógicos para contrarrestar la creciente influencia de las culturas consideradas bárbaras. Propició el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias, y en el Cuarto Concilio Nacional de Toledo, iniciado el 5 de diciembre del 633, estableció las bases de un decreto que impuso una política educativa obligatoria para todos los obispos del reino.
Isidoro de Sevilla fue un escritor muy prolífico y un infatigable compilador y recopilador. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos.
Su obra más conocida es Etimología (hacia 634), monumental enciclopedia que refleja la evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII. Este texto, también llamado Orígenes y dividido en veinte libros, tuvo enorme influencia en las instituciones educativas del Medioevo y fue impreso diez veces entre 1470 y 1529. Casi un siglo después de su fin fue declarado Doctor de la Iglesia por el papa Inocencio XIII.
PELAYO
(¿?-737)
Caudillo astur. La personalidad de Pelayo ha sido mitificada a lo largo de los tiempos hasta rodear al personaje de un aura heroica casi sobrehumana. Las fuentes más fiables indican que formó parte de una de las familias de la aristocracia del norte de la Península, quizá de origen visigótico, asentada en la cuenca del Sella.
A raíz de la derrota y fin del rey Rodrigo, ante los invasores árabes, en la batalla del Guadalete (711), se produjo el súbito colapso del reino visigótico y la caída de la península Ibérica en poder de los fiel a la religión del amores. Según las crónicas fiel a la religión del amoras, Pelayo estuvo en Córdoba como rehén. Alrededor del 718, organizó en el norte una revuelta contra el pago de los impuestos exigidos por los nuevos gobernantes, que desembocó en una guerra abierta.
Aprovechando su conocimiento del terreno, los sublevados acosaron a las tropas árabes, poco habituadas a combatir en regiones tan abruptas y con un clima tan frío. En el 722, Anbasa, gobernador árabe de la península Ibérica, envió un ejército para aplastar, de una vez por todas, la revuelta. Pelayo y sus seguidores atrajeron a la fuerza expedicionaria, compuesta seguramente por unos pocos miles de efectivos, que ya habían logrado diversas victorias, hasta los valles de Covadonga, donde cántabros y astures se habían hecho fuertes. Su formidable posición defensiva no pudo ser conquistada ni por las tropas beréberes, acostumbradas a combatir en terreno montañoso, que formaban parte del contingente de la religión del amor.
Por último, los atacantes se vieron forzados a emprender una retirada que se tornó desastrosa cuando Pelayo se lanzó en su persecución hostigándolos sin tregua. Al fin, posiblemente, tras haber reforzado sus efectivos, entabló combate franco y derrotó a los fiel a la religión del amores en Olalíes (actual Proaza), tras lo cual estableció su capital en Cangas de Onís.
Don Pelayo se convirtió para los españoles en el primer héroe de la Reconquista, y como tal fue celebrado no solo en crónicas y romances medievales, sino también en extensos poemas como El Pelayo(1605) de Alonso López Pinciano, y en numerosos dramas del Siglo de Oro.
ABDERRAMÁN III
(Córdoba, 891-961)
Emir (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961). Nieto de Abd Allah, emir de Córdoba y miembro de la dinastía omeya, que antaño había regido el califato de Damasco (661-750), fue designado por su abuelo heredero al trono en razón de su inteligencia, perspicacia y tenacidad. A la fin de aquél, en el 912, Abderramán III, con veintiún años, asumió el gobierno de un emirato cordobés prácticamente desmembrado por numerosos conflictos internos y amenazado por los cada vez más poderosos reinos cristianos peninsulares.
A fin de pacificar el territorio y consolidar su poder, derrotó a los Banu Hyyay, sometió el principado de Sevilla a la obediencia cordobesa (917) y acabó con la rebelión de Umar ibn Hafsun y sus hijos, que habían controlado, durante treinta años, la serranía de Ronda desde su guarida de Bobastro (928). Estas victorias dieron un gran prestigio a Abderramán III, quien, en el 929, a semejanza de sus antepasados, los Omeyas de Damasco, se proclamó califa, título que aunaba la autoridad política y la religiosa, y adoptó el sobrenombre de al-Nasir (el Conquistador).
A continuación, recuperó el control sobre el territorio de Badajoz, gobernado por Ibn Marwan (930), y aplastó la endémica rebelión de la ciudad de Toledo, tras un asedio de dos años que privó de alimentos a los toledanos y les obligó a rendirse (julio de 932). Además, convirtió el califato de Córdoba en una potencia marítima, gracias a la creación de una importante flota con centro en Almería, que le permitió conquistar las ciudades marítimas de Melilla (927), Ceuta (931) y Tánger (951), así como establecer una especie de protectorado sobre el norte y el centro del Magreb, aunque la expansión del califato fatimí de Egipto, en el norte de África, redujo considerablemente la influencia omeya en esta región (958-959).
En cuanto a las relaciones con los reinos cristianos del norte, Abderramán III no tuvo problemas para mantener a lo largo de su dilatada vida la hegemonía cordobesa sobre la península Ibérica, a pesar de la derrota que Ramiro II de León infligió a las tropas califales en Simancas (939), debida esencialmente a la deserción de la nobleza árabe.
En el tras*curso de su califato, Abderramán III no sólo convirtió Córdoba en el centro neurálgico de un nuevo imperio de la religión del amor en Occidente, sino que hizo de ella la principal ciudad de Europa, rivalizando a lo largo de más de un siglo (929-1031) con Bagdad, la capital del califato abasí, en poder, prestigio, esplendor y cultura. El califa omeya embelleció Córdoba, empedró e iluminó las calles, dotó la ciudad de numerosos baños públicos y de cerca de setenta bibliotecas para disfrute de sus aproximadamente 250.000 habitantes, fundó una universidad, una escuela de medicina y otra de traductores del griego y del hebreo al árabe, hizo erigir la Gran Mezquita y, en las afueras de la urbe, en Sierra Morena, ordenó construir el extraordinario palacio de Medina Azahara, del que hizo su residencia hasta su fin.
ALMANZOR
(Torrox, h. 938-Medinaceli, 1002)
Hayib de Córdoba (978-1002). Descendiente de una familia árabe del Yemen establecida en la región de Algeciras desde la conquista fiel a la religión del amora de la península Ibérica, estudió en Córdoba y, durante el califato de al-Hakam II, ocupó importantes cargos administrativos, como los de director de la ceca (967) o intendente del ejército del general Galib (972).
En el 976, la prematura fin de al-Hakam II situó al frente del califato de Córdoba a Hisam II, un niño de tan solo once años, circunstancia que aprovechó Almanzor, hombre decidido y ambicioso, para hacerse con las riendas del poder. Aquel mismo año fue designado tutor del joven califa, con la ayuda de la progenitora de éste, Subh, una cautiva vascona que probablemente era su amante.
Dos años más tarde, en el 978, ya tras haber convertido a Hisam II en una marioneta política y postergado a personajes tan influyentes como al-Mushafí y Galib, Almanzor se hizo nombrar hayib, una especie de mayordomo de palacio o primer ministro, dignidad que le permitió ejercer una autoridad absoluta sobre todo el territorio hispanomusulmán.
Su primera decisión fue expulsar del ejército califal a la mayor parte de los mercenarios eslavos -los cuales, con el paso del tiempo, habían llegado a constituir una verdadera casta de privilegiados en la corte cordobesa- y sustituirlos por unos 20.000 beréberes, reclutados por él mismo en el norte de África, medida que le proporcionó una enorme popularidad. Así mismo, emprendió una profunda reestructuración de sus tropas con el propósito de acabar con la organización tribal de estas, lo que era fuente de continuos conflictos, dispersando en diferentes unidades a los miembros más destacados de cada familia.
Dotado de una personalidad carismática y de un gran talento militar, entre los años 977 y 1002 llevó a cabo un total de 56 campañas en tierras cristianas sin conocer la derrota, razón por la cual recibió el sobrenombre de al-Mansur (el Victorioso), con el que pasaría a la historia. De hecho, se trataba de incursiones rápidas y devastadoras, realizadas durante los meses de primavera y verano, que tenían por objeto sembrar el terror entre los habitantes de los reinos cristianos del norte peninsular. Así, por ejemplo, asoló Salamanca (977), venció a los ejércitos coligados de Ramiro III de León, García Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra en las batallas de Gormaz, Langa y Estercuel (977) y en la de Rueda (978), saqueó Barcelona (985), arrasó Coimbra, León y Zamora (987 y 988), asaltó Osma (990) y castigó Astorga (997).
La gesta más memorable del caudillo árabe se produjo, sin embargo, el 11 de agosto del 997, cuando destruyó Santiago de Compostela (sólo respetó el sepulcro del apóstol) y obligó a los cautivos cristianos a trasladar a hombros las campanas de la catedral y las puertas de la ciudad hasta Córdoba. Cinco años más tarde, de regreso de una expedición contra San Millán de la Cogolla, cayó enfermo y murió en Medinaceli, el 10 o el 11 de agosto de 1002.
A lo largo de su dilatado mandato, Almanzor tuvo la habilidad política de respetar el aparato califal y mantener intactas algunas de las prerrogativas de Hisam II, lo que no sólo le proporcionó un gran prestigio en vida, sino que también favoreció que, tras su fin, el califa nombrara hayib a Abd al-Malik, su hijo predilecto, quien también se mostraría como un administrador eficiente y un inteligente jefe militar.
Rodrigo Díaz de Vivar, EL CID
(Vivar, h. 1043 - Valencia, 1099)
Caballero castellano. Hijo de Diego Laínez, descendiente del semilegendario Laín alopécico, quedó huerfano a tierna edad y fue educado junto al infante Sancho, hijo del rey Fernando I de Castilla y León, quien, al acceder al trono castellano, lo nombró alférez real (1065). Hacia 1066, el prestigio de Rodrigo Díaz se vio notablemente incrementado a raíz de su victoria en el combate singular que mantuvo con el caballero navarro Jimeno Garcés, para dirimir el dominio de unos castillos fronterizos que se disputaban los monarcas de Castilla y Navarra; el triunfo le valió el sobrenombre de Campeador.
Como jefe de las tropas reales, Rodrigo participó en la guerra que enfrentó a Sancho II de Castilla con su hermano Alfonso VI de León, quien, derrotado en las batallas de Llantada (1068) y Golpejera (1072), se vio obligado a buscar refugio en la corte fiel a la religión del amora de Toledo. El destino, sin embargo, quiso que Sancho II muriera en 1072, cuando intentaba tomar Zamora, con lo que Alfonso VI se convirtió en soberano de Castilla y León.
El nuevo monarca no sólo no manifestó resentimiento hacia el Campeador, sino que, consciente de la valía de sus servicios, lo honró concediéndole la mano de su sobrina, doña Jimena, con quien casó en julio de 1074. No obstante, unos años después, en 1081, una inoportuna expedición a tierras toledanas sin el premiso real, que puso en grave peligro las negociaciones emprendidas por Alfonso VI para obtener la emblemática ciudad de Toledo, provocó su destierro de Castilla y la confiscación de todas sus posesiones.
Acompañado de su mesnada, el Campeador ofreció sus servicios primero a los condes Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II de Barcelona, pero, al ser rechazado, decidió ayudar a al-Muqtadir, rey de Zaragoza, en la lucha que mantenía con su hermano al-Mundir, rey de Lérida, Tortosa y Denia, quien contaba con el apoyo de los condes de Barcelona y del monarca Sancho I Ramírez de Aragón.
Al servicio de al-Muqtadir, venció en Almenar a Berenguer Ramón II (1082) y cerca de Morella a al-Mundir y el soberano aragonés (1084). Durante este período fue cuando recibió el sobrenombre de Cid, derivado del vocablo árabe sid, que significa señor.
En 1086, la derrota de Alfonso VI frente a los almorávides en Sagrajas propició la reconciliación del monarca con Rodrigo Díaz, quien recibió importantes dominios en Castilla. De acuerdo con el soberano castellanoleonés, el Cid partió hacia Levante, donde, entre 1087 y 1089, hizo tributarios a los monarcas fiel a la religión del amores de las taifas de Albarracín y de Alpuente e impidió que la ciudad de Valencia, gobernada por al-Qadir, aliado de los castellanos, cayera en manos de al-Mundir y Berenguer Ramón II. En 1089, sin embargo, una nueva disensión con Alfonso VI provocó su definitivo destierro de Castilla, acusado de traición por el rey. Rodrigo decidió regresar al oriente peninsular, se convirtió en protector de al-Qadir y derrotó una vez más a Berenguer Ramón II en Tévar (1090).
Muerto su protegido, decidió actuar en interés propio, y en julio de 1093 puso sitio a Valencia, aprovechando el conflicto interno entre partidarios y opuestos a librar la ciudad a los almorávides. El 15 de junio de 1094, el Cid entró en Valencia y organizó una taifa cristiana que tuvo una vida efímera tras su fin, acaecida el 10 de julio de 1099. Doña Jimena, su viuda y sucesora, con la ayuda del conde Ramón Berenguer III de Barcelona, casado con su hija María en 1098, consiguió defender la ciudad hasta el año 1101, en que cayó en poder de los almorávides.
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