100 grandes hombres y mujeres de España

J. S. Elcano

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VIRIATO

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(¿?-Monte Herminius, hoy Serra da Estrella, Portugal, 139 a.C.)

Caudillo lusitano que lideró la resistencia frente a la oleada turística romana. Era un pastor, por más que es definido en ocasiones como un bandido por la historiografía, lo que tampoco sería nada excepcional en las culturas de la península Ibérica, donde esta actividad era bastante común y en modo alguno estaba reñida con otras formas de sustento.

En el año 150 a.C., el pretor romano Galba convocó a una supuesta entrega de tierras a los lusitanos, que debían acudir sin armas; se trataba de una traición ignominiosa, pues, una vez reunidos, el pretor dio orden de asesinarlos. Entre los que lograron escapar a la terrible masacre se hallaba Viriato, que a partir de ese momento se convirtió en el líder de la lucha contra la dominación romana. Cercado por el pretor Cayo Vetilio en el 147 a.C., consiguió romper las líneas romanas y, con un millar de incondicionales, escapar hacia Tríbola y atraer a sus perseguidores a una emboscada en la cual sucumbió Vetilio.

Con esta victoria, Viriato decidió llevar la guerra hasta la meseta, donde derrotó a los cuestores Cayo Plaucio y Claudio Unimano, y ocupó Segóbriga. La reacción de Roma consistió en enviar un ejército consular mucho más poderoso que los que antes operaban en la península Ibérica, al mando del cónsul Fabio Máximo Emiliano, quien derrotó a Viriato en una batalla en campo abierto en el año 145 a.C., y le obligó a replegarse a Lusitania.

La situación cambiaría con la guerra de Numancia, pues el grueso de las legiones romanas fue obligado a empeñarse en las durísimas campañas contra los celtíberos, lo cual permitió a Viriato pasar a la ofensiva de nuevo. Derrotó al pretor de la Citerior, Quincio, y avanzó por la Bética, antes de verse forzado a retroceder de nuevo a la Lusitania.

Ya en su terreno, derrotó al cónsul Serviliano en el 141 a.C. y consiguió concluir un tratado de paz con Roma, que ésta, decidida a sofocar la resistencia de celtíberos y lusitanos, no tardó en romper. Se envió un nuevo ejército, al mando del cónsul Cepión, quien aprovechó unas negociaciones con los lusitanos para sobornar a varios lugartenientes de Viriato con el fin de que lo asesinasen, como así hicieron. Muerto el líder, la rebelión lusitana perdió fuerza, y en pocos años Roma consolidó su posición en la península Ibérica.


Lucio Anneo SÉNECA

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(Córdoba, h. 4-Roma, 65)

Filósofo hispanorromano. Perteneció a una familia acomodada de la provincia Bética del Imperio Romano. Su padre fue un retórico de prestigio, cuya habilidad dialéctica fue muy apreciada luego por los escolásticos, y cuidó de que la educación de su hijo en Roma incluyera una sólida formación en las artes retóricas; pero Séneca se sintió igualmente atraído por la filosofía, recibiendo enseñanzas de varios maestros que lo iniciaron en las diversas modalidades de la doctrina estoica por entonces popular en Roma. Emprendió una carrera política, se distinguió como abogado y fue nombrado cuestor.

Su fama, sin embargo, disgustó a Calígula, quien estuvo a punto de condenarlo en el 39. Al subir Claudio al trono, en el 41, fue desterrado a Córcega, acusado de adulterio con una sobrina del emperador. Ocho años más tarde fue llamado de nuevo a Roma como preceptor del joven Nerón y, cuando éste sucedió a Claudio en el 54, se convirtió en uno de sus principales consejeros, cargo que conservó hasta que, en el 62, viendo que su poder disminuía, se retiró de la vida pública.

En el 65 fue acusado de participar en la conspiración de Pisón, con la perspectiva, según algunas fuentes, de suceder en el trono al propio Nerón; éste le ordenó suicidarse, decisión que Séneca adoptó como liberación final de los sufrimientos de este mundo, de acuerdo con su propia filosofía.

En general, su doctrina era la de los antiguos estoicos, aunque, en numerosos aspectos, incorporó a ella su propia visión personal y hasta la de pensadores de escuelas antagónicas, como Epicuro, al que cita a menudo en términos aprobatorios; con ello no hizo sino ejemplificar el espíritu ecléctico y sintético característico del «estoicismo nuevo» propio de su época, del cual fue el máximo exponente.

La filosofía era, para él, un asunto fundamentalmente práctico, cuyo principal objetivo era el de encaminar a los hombres hacia la virtud, comunicándoles el conocimiento de la naturaleza del mundo y de su propio lugar en él para que ello los hiciera capaces de guiar sus vidas de acuerdo con la voluntad divina. Se vale, para ello, de la descripción vívida de los beneficios de la virtud y las desventajas del vicio; en la comprensión de que todos los bienes y males de este mundo son tras*itorios radica la autosuficiencia del verdadero sabio, quien, para conseguirla, debe liberarse de sus emociones, juicios equivocados acerca del valor de las cosas.

El tono jovenlandesal de Séneca está cargado de acentos religiosos que lo aproximan al teísmo y llevaron a pensar en la posibilidad de que fuera cristiano, circunstancia que trató de probarse a través de una supuesta correspondencia con san Pablo, que resultó ser apócrifa.


Marco Ulpio TRAJANO

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(Itálica, 53 - Selinonte, Sicilia, 117)

Emperador romano. Miembro de una familia de la pujante aristocracia de la Bética, desarrolló una brillante carrera militar a lo largo de los reinados de Domiciano y Nerva. En el año 97, Nerva lo adoptó y lo asoció a la sucesión imperial, con lo que se inició una costumbre que se mantendría durante la época de los Antoninos, por la cual, el emperador designaba un sucesor, a quien adoptaba, entre los aspirantes más cualificados.

La figura de Trajano fue considerada por la historiografía romana como la del Optimus Princeps, y su actitud de respeto por el Senado y por la tradición, así como su eficaz gestión de gobierno, le valieron la admiración de sus contemporáneos. Mejoró la Administración imperial, realizó numerosas obras públicas y, consciente del declinar demográfico del imperio, instauró diversas iniciativas tendentes a paliar sus efectos, protegiendo a las familias numerosas y a los huérfanos.

Sin embargo, es recordado, sobre todo, por sus campañas militares, que llevaron las fronteras del Imperio Romano hasta su punto de máxima expansión. Tras dos intensas campañas, la primera entre el 101 y el 102 y la segunda entre el 105 y el 107, las legiones consiguieron quebrar la resistencia del reino dacio del rey Decébalo. Ocupada Dacia, que fue repoblada por colonos, Trajano llevó a cabo una importante reorganización del limes antes de pasar a la ofensiva contra el enemigo tradicional de Roma en Oriente, los partos.

En el 113, un nutridísimo ejército romano inició el ataque, que lo llevaría a ocupar toda la Mesopotamia y conquistar ciudades como Babilonia y Ctesifonte, para llevar las armas de Roma hasta el golfo Pérsico. Estos límites territoriales resultaron más difíciles de conservar que de conquistar, hasta el punto de que una rebelión judía y el continuo hostigamiento por parte de los partos de Cosroes obligaron a Trajano a evacuar el sur de Mesopotamia. Enfermo, el emperador murió durante su regreso a Roma.



Flavio TEODOSIO I El Grande

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(Coca, h. 346-Milán, 395)

Emperador romano que impuso el catolicismo como religión oficial y dividió el Imperio entre Oriente y Occidente. Adquirió experiencia militar combatiendo en Gran Bretaña bajo el mando de su padre; luego él mismo fue dux de Mesia (actual Serbia) en el 374, defendiendo eficazmente aquella provincia fronteriza frente a los sármatas. Pero se retiró a sus dominios en la actual Coca (Segovia) tras la ejecución de su padre. Y allí estaba en el 378, cuando le llamó el emperador Graciano para encargarle la defensa de Mesia frente a la oleada turística de los godos.

Así, en el 379 fue nombrado augusto con potestad en Oriente, comenzando su reinado sobre aquella parte del Imperio. Venció a los visigodos y pactó con su rey Atanarico la instalación de este pueblo germánico en Mesia como federados del Imperio (es decir, aliados bárbaros a los que se encomendaba la defensa de la frontera). Luego tras*mitió el título de augusto a su hijo Arcadio, con lo que estableció una nueva dinastía imperial, que de momento reinaría sólo en Oriente.

Mientras tanto, en Occidente Graciano fue destronado por otro militar español, Máximo; pero su poder fue disputado por el hermano de Graciano, Valentiniano II. Teodosio, que había reconocido inicialmente la autoridad de Máximo, se alió luego con Valentiniano, e incluso emparentó con la familia imperial de Occidente, al casarse con Gala (hermana de Valentiniano y de Graciano) en el 387. Al año siguiente venció a Máximo en la batalla de Aquileya, extendiendo su autoridad a todo el Imperio, si bien mantuvo formalmente en el Trono occidental a Valentiniano II (388).

Teodosio era cristiano católico, es decir, fiel a la doctrina de Atanasio, adoptada como línea ortodoxa desde el Concilio de Nicea del 325. Fue él quien adoptó el catolicismo como religión del Imperio, prohibiendo el arrianismo (doctrina cristiana de los seguidores de Arrio, muy extendida en Oriente) por el Edicto de Tesalónica (390). No obstante, su actitud inicial fue más conciliadora hacia los paganos, pues trató de mantener un equilibrio en su administración entre cristianos y paganos, al tiempo que se resistía a los intentos del clero cristiano por imponer su supremacía.

Su actitud cambió después de ser excomulgado por el arzobispo de Milán, san Ambrosio, a causa de la represión de la revuelta de Tesalónica, en la que murieron unas 7.000 personas (390). Teodosio hizo penitencia pública para obtener el perdón y, desde entonces, se convirtió en instrumento político de la intolerancia eclesiástica: prohibió los cultos paganos en Roma (391), medida que luego extendió a todo el Imperio (392).

El descontento creado por la persecución del paganismo provocó la revuelta del usurpador Eugenio, quien, con apoyo del jefe de la milicia de Occidente -el franco Arbogasto- se adueñó de las Galias, Italia y África, dio fin a Valentiniano II y se hizo proclamar emperador de Occidente (392). Teodosio estaba en Constantinopla, como era su costumbre, absorbido por los problemas de la frontera oriental, en donde acababa de negociar la paz con los persas y el reparto de Armenia.

En cuanto pudo regresar a Italia, se enfrentó a Eugenio, le venció y le dio fin cerca de Aquileya, y restableció momentáneamente la unidad del Imperio, pues se proclamó oficialmente emperador de Oriente y de Occidente, (394). Pero las diferencias culturales, económicas y políticas entre los territorios occidentales (controlados desde Roma) y los territorios orientales (controlados desde Constantinopla) era ya demasiado grandes como para que resultara viable la unidad.

Cuando murió al año siguiente, Teodosio reconoció esta realidad dejando la herencia imperial dividida entre sus dos hijos: Arcadio (con 17 años) en Oriente y Honorio (un niño de 11) en Occidente, bajo la tutela de Estilicón. La división fue irreversible y permitió que, mientras el Imperio Romano de Occidente sucumbía después de ochenta años de crisis y penetración de los bárbaros, en Oriente se consolidara un Imperio Bizantino que habría de durar hasta 1453.


LEOVIGILDO

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(¿?- Toledo, 586)

Rey de los visigodos. Fue asociado al Trono por su hermano Liuva I en el año 568, como forma de evitar una guerra civil entre ambos.

Puede decirse que fue Leovigildo quien convirtió definitivamente el reino visigodo en un Estado hispánico: fijó la capital en Toledo; contuvo en sendas campañas militares a los otros dos poderes presentes en la Península, representados por los asentamientos bizantinos del sureste (571) y por el reino suevo del noroeste (573-76); venció definitivamente a este último, incorporando Galicia a sus dominios (585); aplastó la rebelión de la aristocracia bética en el sur (572); rechazó un intento de los burgundios por arrebatarle Septimania (585); sometió a los cántabros (574), a los vascones (fundando para controlarlos la ciudad de Vitoria) y a otros pueblos del norte.

Pero la labor de Leovigildo no se limitó a la expansión territorial del reino visigodo por medio de campañas guerreras; también lo consolidó mediante reformas internas. Convirtió la monarquía electiva tradicional de este pueblo germánico, procedente de su época nómada, en una monarquía hereditaria en su propia familia; para ello asoció al Trono a sus hijos Recaredo y Hermenegildo en el 573; un posterior intento de rebelión de este último fue abortado sin contemplaciones, dejando a Recaredo como único heredero.

Inspirándose en el modelo del Imperio Bizantino, reforzó la majestad y el poder simbólico del monarca, enriqueciendo el ceremonial cortesano y acuñando monedas de oro. Y realizó múltiples reformas administrativas, judiciales, fiscales y militares, tendentes todas ellas a la centralización del poder y a la sumisión de la nobleza.

El principal fracaso de su reinado estuvo en la política religiosa, pues no consiguió imponer a la población hispanorromana la fe arriana de la casta dominante goda; la rebelión de Hermenegildo -convertido al catolicismo- en 579-84 mostró la virulencia del conflicto religioso latente, al sublevar de nuevo a las ciudades de la Bética. Leovigildo reforzó desde entonces la persecución de los católicos; pero la resistencia autóctona le aconsejó cambiar de actitud hacia el final de su vida, favoreciendo quizá la posterior conversión de su hijo y sucesor, Recaredo, a la fe católica.


ISIDORO DE SEVILLA

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(Cartagena, h. 556 - Sevilla, 636)

Obispo, teólogo y erudito de la España visigoda, elevado a la santidad por la Iglesia Católica y proclamado, más tarde, Doctor Universal de la Iglesia. Su padre, llamado Severiano, pertenecía a un familia hispano-romana de elevado rango social; su progenitora, en cambio, era de origen visigodo y, según parece, estaba lejanamente emparentada con la realeza.

Se formó con lecturas de Agustín de Hipona y Gregorio Magno; estudió en la escuela Catedralicia de Sevilla donde aprendió latín, griego y hebreo. Al morir su hermano Leandro, arzobispo de Sevilla, lo sucedió en el gobierno de la diócesis, y su episcopado duró 37 años (599-636). Vivió en una época de tras*ición entre la decadencia de la Edad Antigua y del mundo romano, y el nacimiento de la Edad Media y de las nuevas nacionalidades de influencias germanas.

En ese contexto, se propuso recomponer las debilitadas estructuras culturales de España, y desplegó todos sus recursos pedagógicos para contrarrestar la creciente influencia de las culturas consideradas bárbaras. Propició el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias, y en el Cuarto Concilio Nacional de Toledo, iniciado el 5 de diciembre del 633, estableció las bases de un decreto que impuso una política educativa obligatoria para todos los obispos del reino.

Isidoro de Sevilla fue un escritor muy prolífico y un infatigable compilador y recopilador. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos.

Su obra más conocida es Etimología (hacia 634), monumental enciclopedia que refleja la evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII. Este texto, también llamado Orígenes y dividido en veinte libros, tuvo enorme influencia en las instituciones educativas del Medioevo y fue impreso diez veces entre 1470 y 1529. Casi un siglo después de su fin fue declarado Doctor de la Iglesia por el papa Inocencio XIII.


PELAYO

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(¿?-737)

Caudillo astur. La personalidad de Pelayo ha sido mitificada a lo largo de los tiempos hasta rodear al personaje de un aura heroica casi sobrehumana. Las fuentes más fiables indican que formó parte de una de las familias de la aristocracia del norte de la Península, quizá de origen visigótico, asentada en la cuenca del Sella.

A raíz de la derrota y fin del rey Rodrigo, ante los invasores árabes, en la batalla del Guadalete (711), se produjo el súbito colapso del reino visigótico y la caída de la península Ibérica en poder de los fiel a la religión del amores. Según las crónicas fiel a la religión del amoras, Pelayo estuvo en Córdoba como rehén. Alrededor del 718, organizó en el norte una revuelta contra el pago de los impuestos exigidos por los nuevos gobernantes, que desembocó en una guerra abierta.

Aprovechando su conocimiento del terreno, los sublevados acosaron a las tropas árabes, poco habituadas a combatir en regiones tan abruptas y con un clima tan frío. En el 722, Anbasa, gobernador árabe de la península Ibérica, envió un ejército para aplastar, de una vez por todas, la revuelta. Pelayo y sus seguidores atrajeron a la fuerza expedicionaria, compuesta seguramente por unos pocos miles de efectivos, que ya habían logrado diversas victorias, hasta los valles de Covadonga, donde cántabros y astures se habían hecho fuertes. Su formidable posición defensiva no pudo ser conquistada ni por las tropas beréberes, acostumbradas a combatir en terreno montañoso, que formaban parte del contingente de la religión del amor.

Por último, los atacantes se vieron forzados a emprender una retirada que se tornó desastrosa cuando Pelayo se lanzó en su persecución hostigándolos sin tregua. Al fin, posiblemente, tras haber reforzado sus efectivos, entabló combate franco y derrotó a los fiel a la religión del amores en Olalíes (actual Proaza), tras lo cual estableció su capital en Cangas de Onís.

Don Pelayo se convirtió para los españoles en el primer héroe de la Reconquista, y como tal fue celebrado no solo en crónicas y romances medievales, sino también en extensos poemas como El Pelayo(1605) de Alonso López Pinciano, y en numerosos dramas del Siglo de Oro.


ABDERRAMÁN III


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(Córdoba, 891-961)

Emir (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961). Nieto de Abd Allah, emir de Córdoba y miembro de la dinastía omeya, que antaño había regido el califato de Damasco (661-750), fue designado por su abuelo heredero al trono en razón de su inteligencia, perspicacia y tenacidad. A la fin de aquél, en el 912, Abderramán III, con veintiún años, asumió el gobierno de un emirato cordobés prácticamente desmembrado por numerosos conflictos internos y amenazado por los cada vez más poderosos reinos cristianos peninsulares.

A fin de pacificar el territorio y consolidar su poder, derrotó a los Banu Hyyay, sometió el principado de Sevilla a la obediencia cordobesa (917) y acabó con la rebelión de Umar ibn Hafsun y sus hijos, que habían controlado, durante treinta años, la serranía de Ronda desde su guarida de Bobastro (928). Estas victorias dieron un gran prestigio a Abderramán III, quien, en el 929, a semejanza de sus antepasados, los Omeyas de Damasco, se proclamó califa, título que aunaba la autoridad política y la religiosa, y adoptó el sobrenombre de al-Nasir (el Conquistador).

A continuación, recuperó el control sobre el territorio de Badajoz, gobernado por Ibn Marwan (930), y aplastó la endémica rebelión de la ciudad de Toledo, tras un asedio de dos años que privó de alimentos a los toledanos y les obligó a rendirse (julio de 932). Además, convirtió el califato de Córdoba en una potencia marítima, gracias a la creación de una importante flota con centro en Almería, que le permitió conquistar las ciudades marítimas de Melilla (927), Ceuta (931) y Tánger (951), así como establecer una especie de protectorado sobre el norte y el centro del Magreb, aunque la expansión del califato fatimí de Egipto, en el norte de África, redujo considerablemente la influencia omeya en esta región (958-959).

En cuanto a las relaciones con los reinos cristianos del norte, Abderramán III no tuvo problemas para mantener a lo largo de su dilatada vida la hegemonía cordobesa sobre la península Ibérica, a pesar de la derrota que Ramiro II de León infligió a las tropas califales en Simancas (939), debida esencialmente a la deserción de la nobleza árabe.

En el tras*curso de su califato, Abderramán III no sólo convirtió Córdoba en el centro neurálgico de un nuevo imperio de la religión del amor en Occidente, sino que hizo de ella la principal ciudad de Europa, rivalizando a lo largo de más de un siglo (929-1031) con Bagdad, la capital del califato abasí, en poder, prestigio, esplendor y cultura. El califa omeya embelleció Córdoba, empedró e iluminó las calles, dotó la ciudad de numerosos baños públicos y de cerca de setenta bibliotecas para disfrute de sus aproximadamente 250.000 habitantes, fundó una universidad, una escuela de medicina y otra de traductores del griego y del hebreo al árabe, hizo erigir la Gran Mezquita y, en las afueras de la urbe, en Sierra Morena, ordenó construir el extraordinario palacio de Medina Azahara, del que hizo su residencia hasta su fin.


ALMANZOR

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(Torrox, h. 938-Medinaceli, 1002)

Hayib de Córdoba (978-1002). Descendiente de una familia árabe del Yemen establecida en la región de Algeciras desde la conquista fiel a la religión del amora de la península Ibérica, estudió en Córdoba y, durante el califato de al-Hakam II, ocupó importantes cargos administrativos, como los de director de la ceca (967) o intendente del ejército del general Galib (972).

En el 976, la prematura fin de al-Hakam II situó al frente del califato de Córdoba a Hisam II, un niño de tan solo once años, circunstancia que aprovechó Almanzor, hombre decidido y ambicioso, para hacerse con las riendas del poder. Aquel mismo año fue designado tutor del joven califa, con la ayuda de la progenitora de éste, Subh, una cautiva vascona que probablemente era su amante.

Dos años más tarde, en el 978, ya tras haber convertido a Hisam II en una marioneta política y postergado a personajes tan influyentes como al-Mushafí y Galib, Almanzor se hizo nombrar hayib, una especie de mayordomo de palacio o primer ministro, dignidad que le permitió ejercer una autoridad absoluta sobre todo el territorio hispanomusulmán.

Su primera decisión fue expulsar del ejército califal a la mayor parte de los mercenarios eslavos -los cuales, con el paso del tiempo, habían llegado a constituir una verdadera casta de privilegiados en la corte cordobesa- y sustituirlos por unos 20.000 beréberes, reclutados por él mismo en el norte de África, medida que le proporcionó una enorme popularidad. Así mismo, emprendió una profunda reestructuración de sus tropas con el propósito de acabar con la organización tribal de estas, lo que era fuente de continuos conflictos, dispersando en diferentes unidades a los miembros más destacados de cada familia.

Dotado de una personalidad carismática y de un gran talento militar, entre los años 977 y 1002 llevó a cabo un total de 56 campañas en tierras cristianas sin conocer la derrota, razón por la cual recibió el sobrenombre de al-Mansur (el Victorioso), con el que pasaría a la historia. De hecho, se trataba de incursiones rápidas y devastadoras, realizadas durante los meses de primavera y verano, que tenían por objeto sembrar el terror entre los habitantes de los reinos cristianos del norte peninsular. Así, por ejemplo, asoló Salamanca (977), venció a los ejércitos coligados de Ramiro III de León, García Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra en las batallas de Gormaz, Langa y Estercuel (977) y en la de Rueda (978), saqueó Barcelona (985), arrasó Coimbra, León y Zamora (987 y 988), asaltó Osma (990) y castigó Astorga (997).

La gesta más memorable del caudillo árabe se produjo, sin embargo, el 11 de agosto del 997, cuando destruyó Santiago de Compostela (sólo respetó el sepulcro del apóstol) y obligó a los cautivos cristianos a trasladar a hombros las campanas de la catedral y las puertas de la ciudad hasta Córdoba. Cinco años más tarde, de regreso de una expedición contra San Millán de la Cogolla, cayó enfermo y murió en Medinaceli, el 10 o el 11 de agosto de 1002.

A lo largo de su dilatado mandato, Almanzor tuvo la habilidad política de respetar el aparato califal y mantener intactas algunas de las prerrogativas de Hisam II, lo que no sólo le proporcionó un gran prestigio en vida, sino que también favoreció que, tras su fin, el califa nombrara hayib a Abd al-Malik, su hijo predilecto, quien también se mostraría como un administrador eficiente y un inteligente jefe militar.


Rodrigo Díaz de Vivar, EL CID

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(Vivar, h. 1043 - Valencia, 1099)

Caballero castellano. Hijo de Diego Laínez, descendiente del semilegendario Laín alopécico, quedó huerfano a tierna edad y fue educado junto al infante Sancho, hijo del rey Fernando I de Castilla y León, quien, al acceder al trono castellano, lo nombró alférez real (1065). Hacia 1066, el prestigio de Rodrigo Díaz se vio notablemente incrementado a raíz de su victoria en el combate singular que mantuvo con el caballero navarro Jimeno Garcés, para dirimir el dominio de unos castillos fronterizos que se disputaban los monarcas de Castilla y Navarra; el triunfo le valió el sobrenombre de Campeador.

Como jefe de las tropas reales, Rodrigo participó en la guerra que enfrentó a Sancho II de Castilla con su hermano Alfonso VI de León, quien, derrotado en las batallas de Llantada (1068) y Golpejera (1072), se vio obligado a buscar refugio en la corte fiel a la religión del amora de Toledo. El destino, sin embargo, quiso que Sancho II muriera en 1072, cuando intentaba tomar Zamora, con lo que Alfonso VI se convirtió en soberano de Castilla y León.

El nuevo monarca no sólo no manifestó resentimiento hacia el Campeador, sino que, consciente de la valía de sus servicios, lo honró concediéndole la mano de su sobrina, doña Jimena, con quien casó en julio de 1074. No obstante, unos años después, en 1081, una inoportuna expedición a tierras toledanas sin el premiso real, que puso en grave peligro las negociaciones emprendidas por Alfonso VI para obtener la emblemática ciudad de Toledo, provocó su destierro de Castilla y la confiscación de todas sus posesiones.

Acompañado de su mesnada, el Campeador ofreció sus servicios primero a los condes Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II de Barcelona, pero, al ser rechazado, decidió ayudar a al-Muqtadir, rey de Zaragoza, en la lucha que mantenía con su hermano al-Mundir, rey de Lérida, Tortosa y Denia, quien contaba con el apoyo de los condes de Barcelona y del monarca Sancho I Ramírez de Aragón.

Al servicio de al-Muqtadir, venció en Almenar a Berenguer Ramón II (1082) y cerca de Morella a al-Mundir y el soberano aragonés (1084). Durante este período fue cuando recibió el sobrenombre de Cid, derivado del vocablo árabe sid, que significa señor.

En 1086, la derrota de Alfonso VI frente a los almorávides en Sagrajas propició la reconciliación del monarca con Rodrigo Díaz, quien recibió importantes dominios en Castilla. De acuerdo con el soberano castellanoleonés, el Cid partió hacia Levante, donde, entre 1087 y 1089, hizo tributarios a los monarcas fiel a la religión del amores de las taifas de Albarracín y de Alpuente e impidió que la ciudad de Valencia, gobernada por al-Qadir, aliado de los castellanos, cayera en manos de al-Mundir y Berenguer Ramón II. En 1089, sin embargo, una nueva disensión con Alfonso VI provocó su definitivo destierro de Castilla, acusado de traición por el rey. Rodrigo decidió regresar al oriente peninsular, se convirtió en protector de al-Qadir y derrotó una vez más a Berenguer Ramón II en Tévar (1090).

Muerto su protegido, decidió actuar en interés propio, y en julio de 1093 puso sitio a Valencia, aprovechando el conflicto interno entre partidarios y opuestos a librar la ciudad a los almorávides. El 15 de junio de 1094, el Cid entró en Valencia y organizó una taifa cristiana que tuvo una vida efímera tras su fin, acaecida el 10 de julio de 1099. Doña Jimena, su viuda y sucesora, con la ayuda del conde Ramón Berenguer III de Barcelona, casado con su hija María en 1098, consiguió defender la ciudad hasta el año 1101, en que cayó en poder de los almorávides.
 
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HERNÁN CORTÉS, Pizarro , Don BLAS DE LEZO Y OLAVARRIETA ,Ramón y Cajal , Juan De la Cierva , Severo Ochoa , Ortega y Gasset , Goya , Velázquez , Miguel De Cervantes Saavedra , Reyes Católicos, Francisco Franco , Rafael Nadal , Francisco Quevedo y Villegas , Félix Rodríguez de la Fuente , Pau Gasol , Mireia Belmonte ect ect
 
AVERROES

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(Córdoba, 1129-Marrakech,1198)

Filósofo hispanoárabe. De familia muy distinguida, su padre había sido cadí de Córdoba durante cierto tiempo; su abuelo, que llevaba el mismo nombre que él, Abu l-Walid Muhammad, había desempeñado este cargo durante largo tiempo y había sido luego una autoridad en derecho malikita, consejero de varios soberanos y príncipes. Averroes continuó la tradición jurídica de la familia y alcanzó, siendo muy joven, fama de gran jurisconsulto, apoyada en el libro Punto de partida del jurista supremo y de llegada del jurista medio.

Estudió al mismo tiempo teología y materias literarias. Hasta este momento no había salido de los programas ordinarios escolares de su tiempo; pero no paró aquí y se dio a conocer al mismo tiempo como médico de gran valor. Además de medicina, estudió astronomía en el Almagesto del que hizo un compendio, y filosofía, en la que le iniciaron, sobre todo, las obras de Ibn Bayya, el filósofo hispanoárabe muerto en 1139, conocido en Europa con el nombre de Avempace. Conoció, pues, todo lo conocido en su tiempo y en su ambiente, y a lo largo de su vida no dejó de profundizar, no sólo con nuevas lecturas, sino también con reflexiones y observaciones directas; tanto, que uno de sus biógrafos dice de él que desde la edad de la razón hasta su fin no cesó de estudiar, salvo el día de su boda y el de la fin de su padre.

El primer califa almohade 'Abd al-Mumin (1130-1163) le confió varias misiones; su sucesor Yusuf (1163-1184) lo tuvo en gran estima. El soberano era entendido en filosofía y planteó problemas de esta disciplina a Averroes cuando le fue presentado por el médico de la corte Ibn Tufayl. Lo nombró además médico de corte y le confió, en España y en jovenlandia, una serie de misiones que culminaron en 1182 con el nombramiento de cadí de los cadíes de Córdoba.

Averroes fue conocido en Occidente como "el Comentador" por haber traducido y divulgado las obras de Aristóteles. De entre sus numerosas obras, destacan precisamente los Comentarios a Aristóteles, de los cuales existen el Comentario mayor (1180), en el que explica frase por frase el corpus aristotélico; el Medio, en el que explica el conjunto de los textos, y el Pequeño comentario o paráfrasis (1169-78), que resumía su significado general. También comentó La república de Platón.

Entre las grandes inquietudes de Averroes destacó la de delimitar las relaciones entre filosofía y religión. Para Averroes, la religión verdadera se encuentra en la revelación contenida en los libros sagrados hebreos, cristianos y fiel a la religión del amores. Pero libros como el Corán, aun siendo base de la religión verdadera, están dirigidos a todos los hombres, y no todos tienen la misma capacidad de comprensión. La verdad auténtica sólo la alcanzan los filósofos, que basan sus conocimientos en demostraciones rigurosas y absolutamente lógicas. Es obligación de los filósofos descubrir, más allá del sentido literal del libro sagrado, la idea oculta bajo las imágenes y los símbolos.

El eje de la filosofía de Averroes es la diferenciación entre el conocimiento humano y el divino. El conocimiento humano, basado en las cosas sensibles, es de los sentidos y de la imaginación; no es un conocimiento objetivo, el cual se define como "unidad e identidad perfecta bajo todo aspecto entre el sujeto y el objeto". El conocimiento humano mantiene necesariamente una inevitable pluralidad al no estar nunca los inteligibles totalmente desligados de las formas imaginativas. Además es incompleto, porque no capta la esencia de las cosas, sino sólo los "accidentes" de las sustancias.

El conocimiento divino intuitivo, por el contrario, no depende de las cosas exteriores a la mente, sino que las cosas dependen de su conocimiento, que es la causa y razón de la existencia de ellas, y abarca la infinidad de todas juntas. No se basa en la multiplicidad debida a la clasificación de los seres, sino en la unidad orgánica de la esencia de los seres, en cada uno de los cuales se manifiesta la sabiduría divina, unidos entre sí según un orden y coherencia. Dios, conociéndose a sí mismo, produce las cosas, y ese conocimiento es en sí la concreta realidad objetiva del mundo.

Al doble conocimiento corresponden dos modos en la realidad. La realidad nouménica del universo es el objeto del conocimiento intuitivo divino. Ese conocimiento divino es a la vez idéntico a Dios, porque la actividad cognoscitiva de Dios es la misma actividad productora del mundo. En esta realidad nouménica el mundo es una creación continua de la fuerza inmanente en él.


MAIMÓNIDES

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(Córdoba, 1135-El Cairo, 1204)

Filósofo y teólogo judío español. Hijo de un juez, se educó en colegios fiel a la religión del amores y judíos de Córdoba. Tras la oleada turística almohade, que instaló la intolerancia en al-Ándalus, sufrió persecución por motivos religiosos y se vio obligado a huir a Fez (1158), antes de emigrar a Oriente: Palestina, Alejandría y, finalmente, El Cairo (1165). Allí llegó a ser médico del último rey fatimí, al-'Adid, y nagid o guía espiritual de la comunidad judía de Egipto. Su principal labor consistió en asentar la teología judaica sobre los principios de la razón según la filosofía aristotélica, papel comparable al que cumplieron Averroes en el Islam y santo Tomás en el cristianismo. La Guía de los perplejos (1190) es su obra más relevante en ese terreno. También realizó aportaciones notables a la medicina y a la jurisprudencia talmúdica. Sufrió continuas dificultades y persecuciones, tanto por parte de los fiel a la religión del amores (denunciado como apóstata del islamismo, solo la protección personal del visir de Saladino, al-Fádil, le salvó de la fin), como de los judíos tradicionalistas que recelaban de su tendencia racionalista (llegando incluso a recurrir a la Inquisición para que condenara sus obras).

De Maimónides surge el movimiento intelectual judaico de los siglos XIII y XIV que se extendió por España y el sur de Francia. Partidario del realismo teológico ha llegado a ser considerado precursor de las ideas de Spinoza, pero filosóficamente no se le considera muy original por seguir básicamente a Aristóteles, apartándose de él en puntos que parecen contradictorios a las creencias y tradiciones judías. Por lo tanto, su carácter es conciliador.

Sus obras mayores de tema rabínico son dos: un comentario en árabe de la Mishná, El Luminar (1168), también titulado Libro de la elucidación, y la Segunda ley o Repetición de la ley del año 1180, que constituye su obra magna y consiste en una amplia y minuciosa recopilación por materias de todas las leyes y normas religiosas y jurídicas de la vida judía (es decir, del Talmud).


DOMINGO DE GUZMÁN

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(Caleruega, 1170-Bolonia, 1221)

Religioso español fundador de la orden de los predicadores, también conocida como orden dominicana o de los dominicos. Canónigo regular de Osma, en 1203 tuvo que acompañar a su obispo en una embajada a Dinamarca. Impresionado por el adelanto de la herejía albigense, no quiso tomar parte en la cruzada guerrera decidida por el papa e insistió en su predicación pacífica entre los albigenses. El monasterio de religiosas fundado por él en Prouille (1206) se convirtió en el centro espiritual y material de su acción. Tras rechazar varios obispados, en 1215 reunió algunos compañeros y obtuvo del papa Honorio III la confirmación de su fundación (22 de diciembre de 1216) y de su título propio de «predicadores» (21 de enero de 1217). El 15 de agosto de 1218 dispersó a sus dieciséis religiosos por París, Madrid, Bolonia y Roma y se dedicó a la predicación y a la organización de su orden, que tomó su forma definitiva en el primer capítulo general de Bolonia (1220), que le dio un estatuto original de pobreza mendicante, independiente de la franciscana. En 1221 Domingo dividió su orden en ocho provincias. Fue canonizado en 1234 por Gregorio IX.

Domingo de Guzmán realizó estudios de teología y filosofía en Palencia entre 1184 y 1194, y antes de concluirlos fue nombrado subprior del capítulo de los canónigos regulares de Osma (Soria). En 1203 acompañó al obispo Diego de Acevedo en un viaje diplomático a Dinamarca para concertar la boda del infante Fernando, hijo de Alfonso VIII de Castilla, con una princesa danesa. En el tras*curso del viaje fue testigo de la propagación de la herejía albigense en el Languedoc (sur de Francia), por lo que de vuelta a España se unió a los legados del papa Inocencio III enviados para convertir a los herejes.

En 1206 fundó el monasterio para conversas albigenses de Prouille (cerca de Franjeaux, Francia), a las que puso bajo la regla agustiniana. Tas el asesinato de su legado Pedro de Castelnau en 1208, el papa organizó una cruzada contra los albigenses (1209-1213); Domingo de Guzmán se negó a participar en ella e insistió en la predicación como único medio para erradicar la herejía. Para ello organizó su actividad a partir del monasterio de Prouille, que fue reconocido posteriormente por el papa. En 1215, y con la participación de Foulques, obispo de Toulouse, organizó un grupo con varios compañeros con el propósito de formar una congregación que se dedicase a la predicación y a la enseñanza.

Ese mismo año, tras fundar una casa en Toulouse que había sido cedida por Pedro de Seila, marchó a Roma durante la celebración del III Concilio de Letrán para obtener del papa Honorio III la confirmación de su fundación. Además de ésta, que le fue otorgada en diciembre de 1216, Domingo consiguió para la congregación el título de “predicadores” en enero del año siguiente. Una vez instruidos los dieciséis integrantes de la orden, en 1218 los distribuyó entre las ciudades de París, Madrid, Bolonia y Roma con el fin de que continuasen la obra. En la capital italiana la orden se estableció inicialmente en San Sixto y posteriormente fue trasladada a Santa Sabina (1219).

Domingo, mientras tanto, se dedicó a la organización de la congregación, que celebró su primer capítulo general en 1220 en Bolonia, y en el tras*curso del cual le otorgó un estatuto original de pobreza mendicante basado en la legislación de la Orden de Grandmont. Al año siguiente, motivado por el crecimiento de la congregación, convocó el segundo capítulo general de la orden, durante el cual la dividió en ocho provincias y organizó una campaña de predicación en Lombardía (Italia). Falleció en Bolonia de regreso de un viaje a Venecia; sus restos yacen en una capilla de la iglesia del convento dominico de Bolonia. Fue canonizado por Gregorio IX por medio de la bula Fons sapientiae el 3 de julio de 1234. Su fiesta se celebra el 8 de agosto.

FERNANDO III EL SANTO


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(Valparaíso, Zamora, 1199/1201 - Sevilla, 1252)

Rey de Castilla y de León. Con él volvieron a unirse ambas Coronas, al heredar el reino de Castilla por la fin de su tío Enrique I (1217) y el de León por la fin de su padre Alfonso IX (1230). Las dos herencias plantearon problemas y resistencias, salvadas gracias a la habilidad diplomática de la reina progenitora Berenguela.

Una vez sometidos los nobles díscolos y unificados los dos reinos, Fernando dio un fuerte impulso a la Reconquista, aprovechando la superioridad militar obtenida sobre el Islam desde la victoria de su abuelo Alfonso VIII en la batalla de Las Navas (1212). Dicha empresa habría de conducir a la reconquista del valle del Guadalquivir, que convirtió al reino castellano-leonés en un territorio mucho más extenso que cualquiera de sus vecinos y el único que conservaba frontera terrestre con el Islam (por la supervivencia del reino de Granada hasta el siglo XV). El inicio de esa gran campaña guerrera fue aprobado en la Curia de Carrión de 1224, coincidiendo con las luchas por el poder que se abrieron entre los fiel a la religión del amores al morir el sultán almohade Abú Yacub Yusuf.

Una tras otra fueron cayendo en manos cristianas ciudades fiel a la religión del amoras tan significativas como Córdoba (1236) o Jaén (1246). Sevilla, en cambio, resistió duramente, exigiendo añadir al esfuerzo militar en tierra la actuación de la flota castellana del Cantábrico bajo el mando de Ramón Bonifaz, que asedió la ciudad por el río y bloqueó el Atlántico para impedir que llegaran refuerzos. Finalmente, Sevilla se rindió al rey Fernando en 1248.

En cambio, no consiguió completar el dominio de la Baja Andalucía con la toma de Cádiz -aunque lo intentó varias veces-, objetivo que cumpliría su hijo Alfonso X. A la reconquista siguió la repoblación de las tierras recién incorporadas mediante repartimientos a caballeros y peones cristianos. Murió en 1252, cuando preparaba una campaña para continuar la Reconquista hacia el norte de África; fue enterrado en la catedral de Sevilla. La Iglesia católica le canonizó en 1671.

En el ámbito cultural y religioso, mandó levantar las catedrales de Burgos y León. En su tiempo, el arzobispo Rodrigo inició las obras de la catedral de Toledo. El canciller del rey, Juan, fundó la catedral de Valladolid y, posteriormente, siendo obispo de Osuna, edificó esa catedral. Nuño, obispo de Astorga, hizo la torre y el claustro de su catedral. Lorenzo, obispo de Orense, levantó la torre que le faltaba a su templo. Mandó edificar el rey innumerables iglesias, conventos y hospitales y tanto él como su progenitora efectuaban importantes donaciones.

En 1240 Fernando clausuró la Universidad de Palencia, fundada en 1212 por Alfonso VIII de Castilla, y la trasladó a Salamanca, que fue fundada en 1215 por Alfonso IX de León, ya que no parecía funcionar al nivel que se quería por los escasos recursos que poseía. Desde este momento Fernando dedicó mucha atención y recursos a la Universidad de Salamanca para que se convirtiera en una de las mejores de Europa


JAIME I EL CONQUISTADOR

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(Montpellier, actual Francia, 1208-Valencia, 1276)

Rey de Aragón, conde de Barcelona y señor de Montpellier (1213-1276), rey de Mallorca (1229-1276) y de Valencia (1239-1276).

Hijo del rey Pedro II el Católico y de María de Montpellier, Jaime I el Conquistador se convirtió en soberano de la Corona de Aragón con tan sólo cinco años, al morir su padre en la batalla de Muret, frente a los cruzados de Simón de Montfort en defensa de sus vasallos languedocianos (1213).

Tras una larga y turbulenta minoría de edad, en que los regentes del joven monarca, sus tíos el conde Sancho I de Rosellón y el infante Fernando de Aragón, sucesivamente, tuvieron que sofocar las continuas rebeliones de la nobleza aragonesa, Jaime I asumió la dirección de sus Estados en 1225 e intentó sin éxito conquistar Peñíscola.

Dos años después, la paz de Alcalá rubricó el definitivo triunfo de la monarquía sobre los nobles de Aragón y proporcionó al rey la estabilidad necesaria para permitirle iniciar sus campañas militares dirigidas contra los fiel a la religión del amores del levante peninsular. Ante el perjuicio que la competencia comercial y la piratería de los sarracenos de las Baleares ocasionaban a los mercaderes catalanes, Jaime I emprendió en 1229 la conquista de Mallorca con la victoriosa batalla de Portopí. Tras la toma de Ciudad de Mallorca (diciembre de 1229), se apoderó de la isla en pocos meses, salvo un pequeño núcleo de resistencia fiel a la religión del amora, que logró mantenerse en la sierra de Tramontana hasta 1232.

Entretanto, el monarca estableció un protectorado sobre Menorca, rubricado por el tratado de Capdepera, por el cual los sarracenos menorquines aceptaron su soberanía (1231). Por último, cedió la sumisión de Ibiza a la alta aristocracia catalana, que la hizo efectiva en 1235.

Dominadas las Baleares, Jaime I asumió en 1232 la dirección de la conquista de Valencia. Tanto en Mallorca como en Valencia, Jaime I decidió crear reinos autónomos, pero integrados en la Corona de Aragón. Los últimos años de vida de Jaime I fueron amargos, ya que, por una parte, asistió al fracaso de sus dos tentativas de realizar una cruzada en Tierra Santa (1269 y 1274) y, por otra, tuvo que hacer frente a la rebelión de su primogénito, el infante Pedro, y a los desórdenes feudales acaudillados por su hijo poco agraciado Fernando Sanchís de Castro.

Hombre culto e inteligente, Jaime I impulsó la expansión comercial catalana por el Mediterráneo, protegió a los judíos, organizó el Consell de Cent o gobierno municipal de Barcelona, promovió la redacción del Libro del Consulado de Mar, una compilación de derecho marítimo, y él mismo escribió o dictó una autobiografía conocida como [BI]Llibre dels feyts.[/I] A su fin, acaecida en Valencia el 27 de julio de 1276, dividió sus reinos entre sus hijos Pedro, al que correspondieron Aragón, Cataluña y Valencia, y Jaime, quien recibió las Baleares, el Rosellón y Montpellier.


ALFONSO X EL SABIO

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(Toledo, 1221-Sevilla, 1284)

Rey de Castilla y de León (1252-1284). Era hijo primogénito de Fernando III el Santo, a quien sucedió en 1252. Ya como infante realizó importantes labores, como la conquista del Reino de Murcia (1241) o la paz con Jaime I de Aragón, que conllevó el matrimonio de Alfonso con su hija Violante.

Impulsó la Reconquista tomando plazas como Jerez, Medina-Sidonia, Lebrija, Niebla y Cádiz (1262). Hizo frente a una sublevación de los fiel a la religión del amores de sus reinos, promovida por los reyes de Granada y Túnez (1264). Repobló Murcia y la Baja Andalucía. E incluso continuó el avance frente al Islam pasando al norte de África, al enviar una expedición a Salé (1260). Otra parte de sus esfuerzos hubo de dedicarlos a reprimir rebeliones interiores, como la protagonizada por el infante Enrique y varios nobles (1255), la que se produjo en Vizcaya (1255) o la que encabezó el infante Felipe (1272).

Alfonso era hijo de Beatriz de Suabia, circunstancia que le hizo aspirar a la coronación imperial de Alemania, logrando la elección en 1257 con el apoyo de Sajonia, Brandeburgo, Bohemia y varias ciudades italianas. La oposición del papa hizo fracasar finalmente el empeño (en el que triunfó Rodolfo de Habsburgo), renunciando Alfonso en 1276. Este llamado «fecho del Imperio» fue muy impopular en Castilla, pues exigió dinero y hombres que, unidos a los gastos de la corte y a las continuas guerras, crearon dificultades financieras que obligaron a reducir la ley de la moneda y a crear nuevos impuestos.

Durante una de las ausencias del rey por el asunto del Imperio, los benimerines de jovenlandia desembarcaron en Algeciras (1272); en la lucha contra aquella campaña murió el infante Fernando de la lechona, heredero del trono, antes de que su hermano Sancho consiguiera rechazar a los fiel a la religión del amores. Posteriormente los benimerines derrotaron a una flota castellana en el estrecho de Gibraltar (1278), obligando a Alfonso a pactar una tregua.

Alfonso provocó con sus contradicciones un conflicto sucesorio: había promulgado las Partidas, según las cuales debía sucederle el hijo mayor del difunto Alfonso de la lechona; pero al morir éste prefirió declarar heredero en 1278 a su segundo hijo, Sancho IV, siguiendo la tradición castellana (quizá para evitar un enfrentamiento inmediato con este). Un intento posterior de hacer al infante de la lechona rey de Jaén provocó la rebeldía de Sancho, quien buscó apoyo en Aragón y Portugal (mientras que Francia apoyaba a los de la lechona) y se hizo reconocer por unas Cortes reunidas en Valladolid, que depusieron a Alfonso (1282). Este, confinado en Sevilla, buscó apoyo en el rey benimerín; pero murió antes de haberse enfrentado con Sancho. En su testamento desheredaba a Sancho y reconocía como sucesores a los infantes de la lechona, dando así motivo para nuevas disensiones.

El reinado de Alfonso destacó sobre todo en el orden cultural. A Alfonso X el Sabio se le considera el fundador de la prosa castellana y, de hecho, puede datarse en su época la adopción del castellano como lengua oficial. Sus profundos conocimientos de astronomía, ciencias jurídicas e historia desembocan en la organización de tres grandes centros culturales que giran alrededor de Toledo, Sevilla y Murcia.

En la primera ciudad quedó ubicada la famosa Escuela de traductores de Toledo que, junto a compiladores y autores originales repartidos por el resto, emprendió una ingente labor de recogida de toda clase de materiales para la elaboración de libros, que el propio rey corregía y supervisaba. Movido exclusivamente por un afán cultural, el rey hizo tabla rasa de las diferencias de raza o religión, por lo que reunió a judíos, fiel a la religión del amores, castellanos e italianos, que colaboraron libremente y otorgaron al conjunto una proyección universal.

Las obras así producidas pueden encuadrarse en tres grandes apartados: obras jurídicas, obras científicas o de carácter recreativo y obras históricas. El propósito de las primeras fue contribuir a la labor unificadora iniciada por Fernando III el Santo. El Fuero real de Castilla (1254) preparó la redacción de la que sería su gran obra, el Código de las siete partidas (1256-1263 o 1265), donde se recoge lo mejor del derecho romano para unirlo a las más vivas tradiciones de Castilla. Este código, de larga influencia en el ordenamiento castellano y español, supuso la recepción del derecho romano en Castilla y su incorporación a la corriente europea del «derecho común».

Obras científicas o de carácter recreativo son los Libros del saber de astronomía con sus Tablas astronómicas o Tablas alfonsíes, integrados por tratados originales, refundiciones y traducciones que pretenden compilar todo el conocimiento astronómico de la época con el fin de impulsar su desarrollo. Asimismo cabe registrar el Lapidario (1276-1279), tratado en el que se describen quinientas piedras preciosas, metales y algunas sustancias, y los Libros de ajedrez, dados y tablas (1283).

Otra importante faceta de su actividad fue alentar la creación poética, así como escribir poesía en lengua gallega. Sus 453 composiciones, entre las que abundan las de "escarnio" vertidas en un lenguaje paródico o insolente que recurre a veces a la ironía mordaz, lo avalan como el primer lírico en dicha lengua. Sin embargo, es en su vertiente religiosa donde el rey alcanza sus mayores logros: las 420 canciones que componen las Cantigas de Santa María, dedicadas a enaltecer los milagros de la Virgen, constituyen uno de los más preciados legados de musicalidad y variedad métricas.


Ramón LLULL

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(Palma de Mallorca, 1238-1315)

Filósofo y escritor balear. Hijo de un barcelonés emigrado a Mallorca poco antes de que él naciera, Llull estuvo desde muy joven relacionado con los ambientes cortesanos. Durante su juventud fue senescal del heredero del reino, el infante don Jaime, y hasta cumplir la treintena llevó una vida disoluta y exenta de preocupaciones, a pesar de su matrimonio con Blanca Picany, con quien tuvo dos hijos; en esta época se dedicó a escribir poesía de corte trovadoresco.

A los treinta y dos años, y según cuenta en Vida coetánea, se le apareció el propio Jesucristo. Su interpretación de los hechos fue decisiva para su carrera posterior: Cristo le pedía que abandonara la mundanidad y se pusiera a su servicio. Abandonó, pues, corte, esposa e hijos y emprendió una peregrinación a Santiago de Compostela, desde donde se trasladó a Barcelona y posteriormente a su isla natal, en la cual se entregó durante los nueve años siguientes al estudio y a la contemplación.

Luego, y con la intención de proseguir allí su acercamiento a Dios, se retiró al monte, donde, según relata en Vida coetánea, Dios lo iluminó y le inspiró la escritura de un libro que sirviera para convertir al cristianismo a los paganos, obra que cabe identificar con Arte abreviado de encontrar verdad. En 1276, y merced a una subvención del infante don Jaime, Llull fundó el colegio de Miramar, del que se convirtió en director, y posteriormente emprendió un viaje a París para exponer sus ideas en La Sorbona y obtener el magisterio en artes.

Además, expuso ante el papa Nicolás IV un proyecto para una nueva Cruzada en tierras paganas, pero al no contar con el favor del pontífice partió en solitario hacia Chipre y Armenia. Durante esta época combinó sus innumerables viajes con la redacción de gran cantidad de libros. En 1307 cayó prisionero en Bugía, en el norte de África, y a punto estuvo de sufrir un linchamiento público. De ahí se trasladó a Pisa, a la que llegó milagrosamente, tras un naufragio, y luego, de nuevo a París.

En 1311 asistió al concilio de Viena, convocado por el papa Clemente V, ante el cual expuso un plan para evangelizar Tierra Santa que tampoco fraguó, y en 1311 regresó a Mallorca. Poco después emprendió otro viaje al norte de África, en esta ocasión a Túnez, donde escribió su última obra de la que se tienen referencias, el Liber de maiore fine et intellectus amoris et honoris, fechada en 1315.

En conjunto se conservan doscientas cuarenta y tres obras de Llull, en latín y en catalán. Escribió también en árabe, a menudo traducciones directas de sus obras, pero no ha sobrevivido ninguna. Por lo que se refiere al catalán, fue el primero que en utilizarlo para fines filosóficos, lo cual contribuyó a dotarlo de una prosa culta y especializada. En cuanto a su corpus filosófico, que recibe el nombre de Arte magna, pretende ser el vehículo para la conversión de infieles, a los cuales se convence a través de premisas racionales fuera de toda duda y en las que desempeña un papel capital el uso de la lógica y de la mnemotécnica.


Joanot MARTORELL

(Valencia,1413/1415-1468)

Caballero y escritor valenciano, autor de la novela de caballerías Tirant lo Blanc (Tirante el Blanco, 1490), una de las mejores del género. De noble linaje, Joanot Martorell pertenecía a una familia de caballeros belicosa y activa. En 1433 aparece citado en un documento como caballero, y en 1437 se tiene la primera noticia de su enfrentamiento con Joan de Monpalau, un primo suyo que había deshonrado a su hermana Damiata al no cumplir su promesa de casamiento.

Joanot Martorell lo desafió a fin y durante ocho meses intercambiaron letras de batalla, escritas según los cánones jurídicos y militares del género, en las que se pone de manifiesto el dominio, por parte de ambos, de la prosa y del uso de la ironía y el sarcasmo. Finalmente, en 1438 Martorell decidió buscar un juez que los emplazara para el duelo, y lo encontró en Enrique VI de Inglaterra, por lo que emprendió viaje a Londres. Una vez allí, el encuentro se aplazó, siendo más tarde zanjado mediante una suma de florines.

Martorell aprovechó para permanecer un año en la corte inglesa, donde estuvo en contacto con caballeros de toda Europa y tuvo la oportunidad de dedicarse a la lectura. Enrique VI le había dejado un valioso manuscrito que contenía una refundición francesa de la novela Guy de Warwich; el escritor la adaptó al catalán con el título de Guillem de Vàroic, intercalando en el mismo episodios del Llibre de l'ordre de cavalleria de Ramon Llull.

A su regreso, protagonizó un nuevo cruce de letras de batalla, esta vez con el comendador Gonçal d'Íxer, que se resolvió ante la jurisdicción civil por influencia del rey de Navarra. En el Guillem de Vàroic se encuentran muchos elementos que aparecen en los primeros 39 capítulos de Tirant lo Blanc, obra maestra de Martorell y pieza fundamental en la evolución de la narrativa europea, que empezó a redactar en Valencia el 2 de enero de 1460 y que no llegaría a concluir. La obra fue publicada en Valencia en 1490, y según consta en el colofón fue completada por otro valenciano llamado Martí Joan de Galba.

La trama de esta novela de aventuras caballerescas se articula en una estructura equilibrada y compleja, donde se alternan pasajes que van desde relatos puramente de batalla hasta disquisiciones de tono más reflexivo y carácter doctrinal, narrados con gran número de recursos prosísticos y con un dominio del lenguaje que abarca todos los niveles expresivos. Joanot Martorell dedicó Tirant lo Blanc al príncipe Fernando de Portugal (hijo del rey Duarte), informando que había traducido la novela "de la lengua inglesa a la portuguesa y, después, de la portuguesa en vulgar valenciano", declaración que parece aludir a su antigua versión del Guy de Warwich.


Francisco Jiménez de CISNEROS

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(Torrelaguna, 1436 - Roa, 1517)

Eclesiástico y estadista español. Procedente de una familia de la baja nobleza, cursó estudios de teología en Alcalá, Salamanca y Roma. Tras su finalización, en 1471, fue nombrado arcipreste de Uceda, pero varios enfrentamientos con el arzobispo de Toledo motivaron su ingreso en prisión. En 1480, y merced a su amistad con el cardenal Mendoza, fue nombrado vicario general de la diócesis de Sigüenza, cargo que desempeñó hasta 1484, fecha en que decidió ingresar en la orden franciscana.

Permaneció retirado por espacio de ocho años, hasta 1492, cuando, debido al nombramiento de Hernando de Talavera como arzobispo de Granada, quedó vacante la plaza de confesor de la reina Isabel, quien lo eligió para el cargo. Al año siguiente fue nombrado arzobispo de Toledo, puesto desde el cual emprendió una serie de reformas de la Iglesia, no siempre bien recibidas entre los eclesiásticos. En este sentido, luchó por recuperar el espíritu original de la orden de san Francisco, intentó dificultar la creciente concesión de inmunidades y privilegios a las órdenes seculares y se sumergió en una campaña reformista que se plasmó en la celebración de sendos sínodos en Alcalá (1497) y en Talavera (1498).

En 1499, obedeciendo órdenes reales, viajó a Granada para dirigir personalmente el proyecto de conversión de los mudéjares andaluces, sin demasiado éxito, puesto que éstos pronto se pusieron en su contra y emprendieron una guerra de guerrillas en Las Alpujarras que no finalizó hasta 1502, fecha en que finalmente obtuvo de los Reyes Católicos potestad para obligarlos a convertirse o, en su defecto, emigrar.

En 1504, tras la fin de Isabel, Cisneros ocupó la regencia, se convirtió en defensor de Fernando el Católico e impidió el ascenso al trono de Felipe el Hermoso. Fue también el principal impulsor del acuerdo al que ambos llegaron en septiembre de 1505. Cuando Fernando volvió de Italia, a instancias del propio Cisneros, éste fue recompensado con el capelo cardenalicio, otorgado por el Papa, y con la dirección de la Inquisición.

A partir de entonces presidió la Junta de Regencia, cargo desde el cual organizó varias expediciones de conquista en el norte de África (Mazalquivir, 1507, y Orán, 1508). Impulsó también la creación de la Universidad de Alcalá (1498), a la cual se propuso dotar de los mejores teólogos y los mejores textos. En este sentido, cabe destacar su aportación a la edición de la Biblia políglota complutense (1514-1517).

Fiel en todo momento a Fernando, éste le asignó la regencia del reino a su fin (enero de 1516). Un año después murió camino de Valladolid, adonde se dirigía para encontrarse con el futuro monarca Carlos I, quien recientemente lo había confirmado en su cargo de regente del reino.


Antonio NEBRIJA

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(Lebrija, 1441-Alcalá de Henares, 1522)

Humanista y gramático español autor de la Gramática castellana (1492), primera gramática de una lengua vulgar. Cursó estudios en Salamanca, y a los diecinueve años marchó a Italia. En Bolonia perfeccionó su formación humanística durante diez años.

En 1470 regresó a España y se instaló en Sevilla, donde entró al servicio del arzobispo Fonseca. Posteriormente ejerció como profesor de gramática y retórica en las universidades de Salamanca y Alcalá de Henares. Se casó con Isabel de Solís, de quien tuvo siete hijos, y residió también en Extremadura durante algún tiempo; fue allí donde redactó sus obras más importantes, en las que abordó principalmente cuestiones de carácter gramatical.

Algunas de ellas son el Vocabularium, que comprende dos volúmenes de diccionarios hispano-latinos superiores a todo lo que existía en su tiempo en esta materia, y la primera gramática impresa de una lengua vulgar: la Gramática de la lengua castellana (1492), dedicada a la reina Isabel la Católica, y por la que se le considera una figura clave en el desarrollo del humanismo español. También escribió las Reglas de la ortografía castellana en 1512. El cardenal Cisneros le encargó en 1502 la revisión de los textos griegos y latinos de la Biblia Políglota Complutense.

Antonio de Nebrija compuso además obras de teología, como las Quincuagenas; de derecho, como el Lexicon juris civilis; de arqueología, como las Antigüedades de España; de pedagogía, como el tratado De liberis educandis; de historia, de retórica, etc. Por su profundo conocimiento de las lenguas clásicas y del hebreo, por su sentido científico y aun político del idioma castellano, por su labor de maestro, sobre todo desde su cátedra de Salamanca, por "su vasta ciencia, robusto entendimiento y poderosa virtud asimiladora", así como por su ardor de propagandista, Nebrija fue, según Menéndez Pelayo, la más brillante personificación literaria de la España de los Reyes Católicos.
 
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Y que hay de mi Pavlo???

Tu Pavlo a día de hoy es un personaje político de mucha actualidad cuya influencia histórica aún es imposible de baremar: cuando asalte los cielos como me prometió ya hablaremos.

El otro Pablo Iglesias sí que estará, así como Largo Caballero, Clara Campoamor, Manuel Azaña, Buenaventura Durruti, Julio Anguita y puede que otras figuras vinculadas al socialismo o el sindicalismo.
 
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Finalmente no serán 100, sino 200 exactos​

ISABEL I LA CATÓLICA

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(Madrigal de las Altas Torres, 1451 - Medina del Campo,1504)

Hija de Juan II de Castilla y de Isabel de Portugal, Isabel la Católica tenía sólo tres años cuando su hermano Enrique IV ciñó la corona castellana (1454).

En 1468 el monarca, hombre de carácter débil e indeciso, reconoció a la princesa Isabel como heredera al trono en el pacto de los Toros de Guisando, con lo cual privó de sus derechos sucesorios a su propia hija, la princesa Juana, llamada la Beltraneja, a quien la maledicencia suponía hija de Enrique Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque.

Con el objetivo de consolidar su posición política, los consejeros de Isabel la Católica acordaron su boda con el príncipe Fernando, primogénito de Juan II de Aragón, enlace que se celebró en secreto, en Valladolid, el 19 de octubre de 1469. Al año siguiente, molesto por este matrimonio, Enrique IV de Castilla decidió desheredar a Isabel y rehabilitar en su condición de heredera a Juana la Beltraneja, que fue desposada con Alfonso V de Portugal.

La consecuencia fue que, a la fin del rey, en 1474, un sector de la nobleza proclamó a Isabel soberana de Castilla, mientras que otra facción nobiliaria reconocía a Juana (1475), lo cual significó el inicio de una sangrienta guerra civil. A pesar de la ayuda del monarca portugués a la Beltraneja, el conflicto sucesorio se decantó a favor de Isabel en 1476, a raíz de la grave derrota infligida a los partidarios de aquélla por el príncipe Fernando de Aragón en la batalla de Toro.

Los combates, sin embargo, se sucedieron en la frontera castellanoportuguesa hasta 1479, en que el tratado de Alcaçobas supuso el definitivo reconocimiento de Isabel como reina de Castilla por parte de Portugal, además de delimitar el área de expansión castellana en la costa atlántica de África. Aquel mismo año, por otra parte, el óbito de Juan II posibilitó el acceso de Fernando II de Aragón al trono de la Confederación catalanoaragonesa, y la consiguiente unión dinástica de Castilla y la Corona de Aragón.

Las líneas maestras de la política conjunta que desarrollaron Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, que pasarían a la historia como los Reyes Católicos (título concedido en 1494 por el papa Alejandro VI), fueron el afianzamiento y la expansión del poder real, el estímulo de la economía, la conclusión de la reconquista total a los fiel a la religión del amores del territorio peninsular y el fortalecimiento de la fe católica.

Para consolidar y prestigiar la monarquía, la reina implantó la Santa Hermandad, institución encargada de garantizar la estabilidad del orden público y la administración de justicia (1476), abolió las prerrogativas otorgadas a la nobleza por Enrique IV (1480) y convirtió el Consejo Real en el principal órgano de gobierno del reino, en detrimento de las Cortes.

En el aspecto económico, Isabel la Católica saneó la hacienda pública merced a un estricto sistema fiscal e incentivó el desarrollo de la ganadería ovina y del comercio lanero. Además, supo canalizar la tradición militar y expansiva de Castilla hacia la conquista del reino nazarí de Granada, último bastión islámico en la Península (1492), y la guerra contra los fiel a la religión del amores norteafricanos, a los que arrebató Melilla (1497). Con todo, el mayor logro de la política exterior isabelina fue, sin duda, el apoyo a la expedición que culminaría con el descubrimiento de América por Cristóbal Colón (1492).

En materia religiosa, por último, Isabel la Católica llevó a cabo una profunda reforma eclesiástica con la ayuda del cardenal Cisneros, creó el tribunal de la Inquisión para velar por la ortodoxia católica (1478) y culminó el proceso de unificación religiosa con la expulsión de los judíos (1492) y los mudéjares (1502). A su fin, acaecida el 26 de noviembre de 1504, el trono castellano pasó a su hija Juana la Loca (Juana I de Castilla), progenitora del futuro rey y emperador Carlos.


FERNANDO II EL CATÓLICO

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(Sos, 1452 - Madrigalejo, 1516)

Rey de Castilla (1474-1504) junto con su esposa Isabel I, de Aragón (1479-1516), de Sicilia (1468-1516) y de Nápoles (1504-1516). Era hijo de Juan II de Aragón y de su segunda esposa Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla. A la fin de su hermanastro, Carlos de Viana (1461), pasó a ser el heredero de la corona aragonesa. En 1462 fue nombrado lugarteniente general de Cataluña y, en 1468, rey de Sicilia. Durante la guerra civil catalana (1462-1472), en la que tomó parte activa, se familiarizó con los negocios de Estado a instancias de su padre.

Al morir el infante Alfonso de Castilla (1468) y ser reconocida la infanta Isabel, hermana de Enrique IV, como heredera de Castilla, Juan II puso toda la habilidad posible para conseguir el matrimonio de Fernando con la princesa castellana, que se produjo en octubre de 1469. Cuando murió Enrique IV de Castilla (1474), Isabel fue proclamada reina por sus seguidores, menospreciando los posibles derechos de la infanta Juana la Beltraneja, que era apoyada por Portugal. Fernando, tras arduas discusiones con la recelosa nobleza castellana, consiguió ser reconocido rey con los mismos derechos que Isabel I de Castilla, que también sería llamada la Católica.

La guerra civil castellana fue prioritaria en las intenciones de Fernando, que contribuyó de una manera definitiva, sobre todo con la victoria de Paleagonzalo (1476), al éxito de la causa isabelina. En 1479 fallecía Juan II, y Fernando heredaba el trono de Aragón. De este modo se realizaba la unión dinástica de Castilla y Aragón, base de la unidad hispánica. La unión era puramente personal: Castilla y Aragón tendrían unos mismos soberanos y una misma política exterior, pero conservarían sus leyes e instituciones propias. Sin embargo, aun asumiendo históricamente la propia personalidad y el marco jurisdiccional de los reinos que la componían, se activaba una tendencia política que, por la vía del absolutismo, terminaría por desembocar en la unidad administrativa impuesta por los Borbón a partir de 1700.

En los años siguientes, Isabel y Fernando se dedicaron a afianzar su autoridad sobre sus reinos: de este modo en Castilla se institucionalizó la figura del corregidor (1480), se creó la Inquisición (1481), se sancionó a los nobles rebeldes y se reorganizó la hacienda real. Fernando puso fin en sus Estados al problema de los remensas catalanes mediante la abolición de los malos usos y la consolidación de los contratos de enfiteusis (sentencia arbitral de Guadalupe, 1486).

Lograda la paz interior, dedicó sus esfuerzos a completar la Reconquista, con la mirada puesta en la unificación política de todos los reinos bajo la dirección de Castilla. En este empeño emprendió una larga guerra contra el reino nazarí de Granada (1481-1492), que acabó con su integración a la corona castellana. Logró la unidad religiosa del reino con la expulsión de los judíos (1492) y la conversión forzosa de los moriscos (1503). Abrió unas insospechables puertas con el descubrimiento de América (1492). Libró el Rosellón de la influencia francesa e intervino en las guerras de Italia, que dieron como resultado la conquista del reino de Nápoles (1503).

Casado en segundas nupcias con Germana de Foix (1505) y regente de Castilla (1507), tomó parte en la Liga de Cambrai contra Venecia (1511). A su fin designó heredera del reino de Aragón a su hija Juana y gobernador a su nieto Carlos. Por lo general, los historiadores coinciden en situar a Fernando II de Aragón entre los mayores estadistas de su tiempo; dominó los resortes de la diplomacia, supo imponerse a aquellos grupos o instituciones que, de una manera u otra, podían mermar la autoridad de la monarquía y, ante la Iglesia y las minorías religiosas, adoptó una actitud enérgica y realista.


Gonzalo Fernández de Córdoba, el GRAN CAPITÁN

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(Montilla, 1453 - Granada, 1515)

Militar al servicio de los Reyes Católicos. Perteneciente a la casa de Aguilar, se formó a caballo entre la tradición guerrera de la frontera andaluza y la corte real castellana.

En las Guerras de Granada (1480-92) empezó a practicar sus innovaciones tácticas, que superaban la guerra medieval de choque entre líneas de caballería por la mayor maniobrabilidad de una infantería mercenaria encuadrada en unidades sólidas; su habilidad para aprovechar todos los recursos, adaptando la táctica a las condiciones del momento (empleando, por ejemplo, espías para disponer de la ventaja de la información, o practicando una lucha de guerrillas en alguna de sus campañas), explica los éxitos de su carrera, que le convirtieron desde joven en el más destacado jefe militar de la monarquía castellano-aragonesa.

Los reyes le encomendaron varias embajadas para negociar con el rey Boabdil de Granada, con quien tenía relaciones de amistad. Los servicios que prestó durante aquella campaña fueron premiados con la encomienda de la Orden de Santiago, además de otras rentas y señoríos.

Completada la Reconquista con la capitulación de Granada (1492), Isabel y Fernando le emplearon en Italia, donde sostendrían una larga guerra disputando la hegemonía en la región contra Francia. La oleada turística francesa de Nápoles -reclamando la herencia de la Casa de Anjou- fue respondida con una campaña de dos años (1494-96) dirigida por Fernández de Córdoba, que derrotó a los franceses y repuso al monarca napolitano, perteneciente a la familia real aragonesa. Los éxitos de aquella guerra (como la toma de Reggio, Atella y Nápoles) le valieron el sobrenombre de Gran Capitán y el título de duque de Santángelo.

Regresó a España en 1498, pero pronto hubo de volver a Italia, al zanjar Francia y Aragón su disputa con el Tratado de Granada (1500), que repartía el reino de Nápoles en dos zonas: el norte para Francia y el sur para Aragón. El propio Fernández de Córdoba fue puesto al mando del ejército que ocupó Nápoles arrebatándole el Trono a la dinastía que había defendido cuatro años antes.

El expansionismo francés provocó además la reapertura del conflicto con España en 1502. Fernández de Córdoba, que se hallaba combatiendo a los turcos en Cefalonia, fue llamado nuevamente para dirigir las tropas españolas. Consciente de su inferioridad numérica frente al ejército francés, adoptó una estrategia defensiva, resistiendo el asedio enemigo en Barletta en espera de refuerzos; en cuanto éstos llegaron, salió a campo abierto, y derrotó a los franceses en las batallas de Ceriñola, Garellano y Gaeta (1503). Nápoles pasó así al dominio español, bajo el cual se mantendría hasta el siglo XVIII, quedando Gonzalo como gobernador del reino.

La fin de la reina Isabel la Católica en 1504 marcó el inicio de la caída en desgracia del Gran Capitán. Su enfrentamiento con Fernando el Católico alcanzó un punto culminante a raíz del Tratado de Blois (1505), por el que el rey devolvió a la Corona francesa las tierras napolitanas que Fernández de Córdoba había expropiado a los príncipes de la Casa de Anjou y había repartido entre sus oficiales. En 1507 Fernando viajó a Nápoles para tomar posesión de su nuevo reino, momento en que cuenta la leyenda que exigió al Gran Capitán que rindiera cuentas de su gestión financiera; en todo caso, fue depuesto como gobernador de Nápoles, adonde nunca regresó a pesar de sus protestas.


Juan de la COSA

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(Santoña, c. 1449 - Turbaco, Colombia, 1509)

Navegante español. Participó como cartógrafo en el segundo viaje de Cristóbal Colón (1493-95) y es bastante probable que también estuviera presente en el primero (1492-93), que condujo al descubrimiento de América; se ha afirmado, sin embargo, que el que figura como maestre de la nao Santa María, capitaneada por Colón, podría ser otra persona con el mismo nombre.

En 1499-1500 organizó su propia expedición de descubrimiento por las costas de Guayana y Venezuela, en la que le acompañaron Alonso de Ojeda y Américo Vespucio. Al regresar a la Península elaboró para los Reyes Católicos el primer mapa en el que aparece el continente americano, obra fechada en 1500 en el Puerto de Santa María, que le ha proporcionado su lugar en la historia.

En dicho mapa reflejó los resultados de los descubrimientos de Colón, Ojeda, Vasco da Gama, Cabral, Pinzón y Juan Caboto, acertando al suponer que las tierras descubiertas en el norte y el sur de América estaban unidas formando una única masa continental; Cuba aparece identificada como una isla, en contra de lo que creía Colón; y el contorno de África está dibujado por primera vez con su forma correcta. En cambio grandes zonas de Asia están vacías por ser desconocidas o porque se identificaban aún con las «Indias» descubiertas por Colón.

Juan de la Cosa gozó en vida de un gran prestigio como navegante (que los reyes reconocieron otorgándole cargos y repartimientos, y convocándole a la Junta de Burgos, en la que reunieron en 1507 a los cuatro mejores marinos del momento). Participó en cuatro viajes más a las costas de lo que hoy son Venezuela, Colombia y Panamá, en 1500, 1504, 1507 y 1509, pereciendo en este último en combate con los indios.


Juan PONCE DE LEÓN

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(Santervás de Campos, Valladolid, 1460 - Cuba, 1521)

Conquistador español de Puerto Rico y descubridor de la península de Florida. De ascendencia noble, fue paje en la corte de Fernando el Católico y combatió en la conquista de Granada.

Se duda si su primer viaje a América lo hizo con Cristóbal Colón (en 1493) o ya con Nicolás de Ovando (en 1502). En todo caso, colaboró en la conquista de La Española (Santo Domingo) con Ovando, de quien recibió el encargo de ocupar la cercana isla de San Juan o Borinquén (Puerto Rico) en 1508. A pesar de la oposición de Diego Colón, consiguió ser nombrado gobernador en 1510.

Gracias a la conversión del cacique Agüeibana, la isla de Puerto Rico se sometió sin dificultad; Ponce de León pudo dedicarse a la fundación de ciudades y a la explotación del oro. Pero, tras la fin de Agüeibana, los indios se sublevaron contra la dominación española y el régimen de encomiendas, que los había sometido a trabajo forzado. Tras una dura lucha, Ponce de León se impuso a los nativos y tomó sangrientas represalias. En 1511 fue destituido, aunque se resistió a dejar el cargo hasta que vino a exigírselo el propio Diego Colón.

Juan Ponce de León se embarcó entonces en una nueva travesía de exploración hacia el norte, en la que descubrió la península de Florida; llamó a este territorio La Florida por su abundante vegetación y por ser fechas de Pascua florida (1513). Bordeando las costas de Florida, descubrió la corriente del Golfo; sin embargo, no pudo establecerse en tierra ante la hostilidad que le mostraron los indígenas. Una posterior expedición de conquista que realizó en 1521 fue igualmente rechazada por los indios seminolas. Probablemente aquella península había recibido ya la visita de navegantes españoles o portugueses, pero su descubrimiento había quedado olvidado hasta la expedición de Ponce de León.

Se cuenta que el explorador español Juan Ponce de León oyó hablar sobre la fuente de la juventud a los nativos de Puerto Rico cuando conquistó la isla. Insatisfecho con su riqueza material, emprendió una expedición en 1513 para localizarla y descubrió el actual estado de Florida. Aunque fue uno de los primeros europeos en llegar al continente americano, nunca halló la fuente.

La historia es apócrifa: si bien Ponce de León pudo oír sobre la fuente de la juventud y creer en ella, su nombre no fue relacionado con la leyenda hasta después de su fin.


Fernando de ROJAS

(La Puebla de Montalbán, h. 1470 - Talavera de la Reina, 1541)

Escritor español, autor de La Celestina. Fernando de Rojas procedía de una familia acomodada de judíos conversos de cuatro generaciones que fue perseguida por la Inquisición. Estudió derecho en Salamanca y, como todos lo estudiantes salmantinos de aquella época, debió de cursar tres años obligatorios en la Facultad de Artes, por lo que seguramente conoció los clásicos latinos y la filosofía griega. En posesión del título de bachiller en Leyes, para el que tuvo que estudiar nueve o diez años, comenzó a ejercer como abogado en Talavera, de donde llegó a ser alcalde.

Se cree, casi con certeza, que escribió un solo libro, pero de una importancia fundamental en la historia de la literatura: La Celestina. La primera edición que conservamos de la obra fue publicada anónimamente en 1499, en Burgos, con el título de Comedia de Calisto y Melibea. La obra está escrita como una pieza de teatro, en forma dialogada, y dividida en actos; la primera edición tenía dieciséis actos y las de 1502, tituladas Tragicomedia de Calisto y Melibea, veintiuno. Pese a este carácter de obra dramática, su extensión la hace casi irrepresentable. La obra fue escrita para ser leída en voz alta en un círculo de humanistas u oyentes cultos, los cuales pudieron haber hecho aportaciones; se sabe que el manuscrito circuló bastante antes de que el autor lo entregase a los impresores. Se calcula que de 1499 a 1634 se publicaron 109 ediciones en castellano, no sólo en España sino también en otros países de Europa, donde además fue traducida a diversas lenguas.

La Celestina es una historia de amor trágica, compuesta según el incipit "en reprensión de los locos enamorados [...] y los engaños de las alcahuetas y malos y lisonjeros sirvientes". A pesar de la declarada intención jovenlandesalizante, y como ocurre en las grandes creaciones, la riqueza significativa de la obra parece desbordar este planteamiento: el converso Rojas trazaría un agrio retrato de una sociedad que se dice cristiana pero que en modo alguno actúa como tal: todos los personajes se mueven por el egoísmo, por el propio interés; a unos los ciega la pasión, a otros las lujuria, a otros la codicia, la envida o el repruebo; y todos persiguen el dinero o el placer, sin importar su clase social.

Otras interpretaciones que no ponen el acento en la condición de converso del autor coinciden también en ver en La Celestina el retrato de una sociedad en crisis: una sociedad que ha perdido ya los valores del antiguo sistema feudal (el honor y la dignidad en los señores, la lealtad en los vasallos, la jovenlandesal y el concepto de vida cristianos) sin hallar en su lugar ningún otro valor fuera del individualismo. Los jóvenes amantes pasan por encima de su honor y de su dignidad, prescindiendo de los mayores y de los usos sociales; los criados, convertidos en meros asalariados, sólo persiguen su interés; el inframundo celestinesco atiende a lo inmediato y prescinde igualmente de toda jovenlandesal. La Celestina sería así el reflejo de un mundo en descomposición, aquejado de una crisis tanto de orden jovenlandesal como social, y del todo incapaz de sustituir los viejos valores arrinconados por otros superiores.


Juan Sebastián ELCANO

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(Guetaria, Guipúzcoa, 1476 - océano Pacífico, 1526)

Navegante español que completó la primera vuelta al mundo. Las primeras noticias que se tienen de él le presentan como un marino vasco con amplios conocimientos náuticos, que participó en la expedición de Cisneros a Argel (1509) y en las campañas de Italia del Gran Capitán.

En 1518 conoció en Sevilla al navegante portugués Magallanes, que preparaba una expedición al servicio de España para buscar la ruta a las Indias navegando hacia el Oeste. Elcano se enroló en la expedición, que partió de Sanlúcar de Barrameda en 1519 y exploró el Río de la Plata y la Patagonia; allí ayudó Elcano a sofocar un primer motín, pero participó en un segundo intento contra Magallanes, el cual le perdonó la vida, sea por no hallarle culpable o por considerarle imprescindible para continuar el viaje (1520).

Con Elcano reducido a un papel secundario, la expedición descubrió el paso del Atlántico al Pacífico por el sur del continente americano, así como las islas Marianas y las Filipinas. Cuando Magallanes murió en un combate con los indígenas de las isla filipina de Mactam (1521) la expedición quedó bajo el mando, sucesivamente, de varios de sus capitanes que se disputaban el poder, mientras continuaban explorando las islas, entablando relaciones con los jefes locales y buscando denodadamente la ruta a las Molucas.

Finalmente, un triunvirato encabezado por Elcano se hizo con el mando de lo que quedaba de la flota, argumentando que los jefes portugueses (incluido Magallanes) habían eludido a propósito las Molucas para no perjudicar a Portugal, que poseía el lucrativo monopolio del comercio de las especias navegando hasta aquellas islas alrededor de África y a través del océano Índico (1521).

Tras alcanzar las Molucas y establecer tratados con los príncipes nativos, adquirieron un cargamento de especias y se dispusieron a regresar. Sin embargo, una avería en una de las dos naos que quedaban hizo que la expedición se separara: la nao averiada se quedaría en las Molucas hasta su reparación y regresaría a tierras españolas de América cruzando el Pacífico; mientras que Elcano regresaría con la nao Victoria a la Península por la ruta portuguesa.

Este último viaje fue una hazaña difícil y peligrosa, pues a las dificultades propiamente marítimas (como la de doblar el cabo de Buena Esperanza) se añadía la necesidad de cruzar el Índico y bordear el continente africano sin hacer escalas, por miedo a ser capturados por los portugueses, que ya habían enviado una flota para hacer fracasar el empeño de Magallanes.

Elcano consiguió dominar la impaciencia de la tripulación, ansiosa de bajar a tierra desde que pasaran ante las costas de Mozambique; pero la falta de víveres le obligó finalmente a repostar en las islas de Cabo Verde, donde varios tripulantes fueron apresados por el gobernador portugués y el resto hubo de huir apresuradamente. Allí descubrió Elcano que en su cuenta del tiempo llevaban un día de menos, consecuencia de haber dado una vuelta completa al mundo. Por fin, la expedición llegó a Sanlúcar de Barrameda en 1522, con sólo 18 hombres de los 265 que habían partido de allí mismo tres años antes.

El emperador Carlos V recibió a Elcano en audiencia, aunque no fue muy generoso en las recompensas por su hazaña. Su viaje constituyó un éxito, tanto desde el punto de vista geográfico (pues confirmaba experimentalmente la esfericidad de la Tierra) como económico (ya que la venta de las mercancías en Amberes sufragó sobradamente los costes de la expedición).

Las expectativas de negocio así abiertas hicieron que se fundara en La Coruña una nueva Casa de Contratación destinada a especializarse en el comercio de las especias. Desde allí salió una segunda expedición, costeada por los Fugger y mandada por Loaisa (un aristócrata, para evitar nuevos problemas de insubordinación); Elcano viajaba, a pesar de sus protestas, como piloto mayor. Pero aquella expedición, que salió de La Coruña en 1525, fracasó por la fin de Loaisa y de Elcano sucesivamente (1526).


JUANA I LA LOCA

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(Toledo, 1479 - Tordesillas, 1555)

Reina de Castilla. Era la tercera hija de los Reyes Católicos, que la casaron con el archiduque austriaco Felipe el Hermoso (1496). La fin de sus hermanos mayores y de un sobrino la convirtieron en heredera de las Coronas de Castilla y Aragón desde 1500. El mismo año en que fue jurada como heredera por las Cortes de Castilla (1502) empezó a manifestársele una enfermedad mental, determinada según algunos por la infidelidad de su marido, hacia quien sentía un amor apasionado.

Al morir Isabel la Católica, Juana I y Felipe I el Hermoso fueron proclamados reyes de Castilla (1504); pero, dada la locura de la reina, se acordó que gobernarían conjuntamente en Castilla su marido y su padre el rey de Aragón, Fernando el Católico. Las malas relaciones entre el yerno (apoyado por la nobleza castellana) y el suegro hicieron que éste renunciara al poder en Castilla para evitar un enfrentamiento armado (1506). Pero aquel mismo año murió el rey Felipe, recuperando don Fernando la regencia en Castilla en nombre del hijo de Juana y Felipe (el futuro Carlos I de España y V de Alemania).

La demencia de la reina se agravó, permaneciendo recluida en Tordesillas desde 1509 hasta su fin. En 1516 murió Fernando el Católico y Carlos V fue proclamado rey de Castilla y de Aragón, de modo que doña Juana no llegó a suceder a su padre en la Corona aragonesa; pero nunca fue declarada incapaz por las Cortes castellanas ni se le retiró el título de reina. Se nombró como gobernador de Tordesillas y guardián de la reina a Bernardo de Sandoval y Rojas, quien desempeñó tales cargos hasta 1535, y al que sucedió su hijo Luis.

Con motivo de la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520), la figura de Juana la Loca volvió a cobrar importancia. Los jefes comuneros alzados en armas contra su hijo intentaron ponerla de su parte: la Santa Junta de los comuneros reunida en Ávila proclamó que su único fin era el servicio de la reina Juana. Por su parte, el presidente del Consejo de Castilla, Rojas, intentó obtener de Juana, sin éxito, la firma de varias provisiones contra los comuneros.

Tras la toma de Tordesillas por parte del ejército de los comuneros el 29 de agosto de 1520, sus representantes fueron recibidos por la reina, pero ella se negó a intervenir en el conflicto en ningún sentido y a firmar ningún documento. En diciembre de 1520 el ejército realista recuperó Tordesillas. Juana I de Castilla fallecería muchos años después, en 1555, asistida por Francisco de Borja. Su cuerpo fue depositado en el convento de Santa Clara en Tordesillas; en 1573 sus restos fueron trasladados a la capilla real de la catedral de Granada.

Hay debate sobre el diagnóstico de su enfermedad mental, considerando que sus síntomas se agravaron por un confinamiento forzoso y el sometimiento a otras personas.Gustav Bergenroth fue el primero, en los años 1860, que halló documentos en Simancas y en otros archivos que mostraban que la hasta entonces llamada Juana la Loca en realidad había sido víctima de una confabulación tramada por su padre, Fernando, y luego confirmada por su hijo Carlos.


IGNACIO DE LOYOLA

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(Loyola, Guipúzcoa, 1491 - Roma, 1556)

Fundador de la Compañía de Jesús. Su primera dedicación fueron las armas, siguiendo la tradición familiar. Pero, tras resultar gravemente herido en la defensa de Pamplona contra los franceses (1521), cambió por completo de orientación: la lectura de libros piadosos durante su convalecencia le decidió a consagrarse a la religión.

Se retiró inicialmente a hacer penitencia y oración en Montserrat y Manresa, donde empezó a elaborar el método ascético de los Ejercicios espirituales (1522). Luego peregrinó a los Santos Lugares de Palestina (1523). De regreso a España comenzó a estudiar (ya con 33 años y para poder afrontar mejor su proyecto de apostolado) en las universidades de Alcalá de Henares, Salamanca y París.

Las primeras actividades de San Ignacio de Loyola difundiendo el método de los ejercicios espirituales le hicieron sospechoso de heterodoxia (asimilado a los «alumbrados» o a los seguidores de Erasmo): en Castilla fue procesado, se le prohibió la predicación (1524) y hubo de interrumpir sus estudios.

En cambio en París (1528-34), donde se graduó como maestro en Artes (aunque no terminó los estudios de Teología), San Ignacio de Loyola consiguió reunir un grupo de seis compañeros a los que comunicó sus ideas y con los que sembró el germen de la Compañía de Jesús, haciendo juntos votos de pobreza y apostolado en la Cueva de Montmartre. Ante la imposibilidad de marchar a hacer vida religiosa en Palestina, por la guerra contra los turcos, se ofrecieron al papa Pablo III, quien les ordenó sacerdotes (1537).

En los años siguientes se dedicaron al apostolado, la enseñanza, el cuidado de enfermos y la definición de una nueva orden religiosa, la Compañía de Jesús, cuyos estatutos aprobó el papa en 1540; San Ignacio de Loyola, cuyo fervor y energía inspiraban al grupo, fue elegido por unanimidad su primer general.

La Compañía reproducía la estructura militar en la que Ignacio había sido educado, pero al servicio de la propagación de la fe católica, amenazada en Europa desde las predicaciones de Lutero; las Constituciones que Ignacio le dio en 1547-50 la configuraron como una orden moderna y pragmática, concebida racionalmente, disciplinada y ligada al papa, para el cual resultaría un instrumento de gran eficacia en la «reconquista» de la sociedad por la Iglesia en la época de la Contrarreforma católica.

Aquejado de graves problemas de salud, San Ignacio de Loyola alcanzó a ver, sin embargo, en sus últimos años de vida, la expansión de la Compañía por Europa y América, con una fuerte presencia en la educación de la juventud y en el debate intelectual, en el apostolado y en la actividad misionera (destacando la labor en Asia de San Francisco Javier). Muerto Ignacio, le sucedió como general de los jesuitas su más estrecho colaborador, el castellano Laínez. Fue canonizado en 1622 por Clemente XV.


Bartolomé de las CASAS

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(Sevilla, 1474 - Madrid, 1566)

Religioso español, defensor de los derechos de los indígenas en los inicios de la colonización de América. Tuvo una formación más bien autodidacta, orientada hacia la Teología, la Filosofía y el Derecho. Pasó a las Indias diez años después de su descubrimiento, en 1502; en La Española (Santo Domingo) se ordenó sacerdote en 1512 (fue el primero que lo hizo en el Nuevo Mundo) y un año después marchó como capellán en la expedición que conquistó Cuba.

Conmovido por los abusos de los colonos españoles hacia los indígenas y por la gradual extinción de éstos, emprendió desde entonces una campaña para defender los derechos humanos de los indios; para dar ejemplo, empezó por renunciar él mismo a la encomienda que le había concedido el gobernador de Cuba, denunciando dicha institución castellana como una forma de esclavitud encubierta de los indios (1514).

Insistiendo en la evangelización como única justificación de la presencia española en América, propuso a la Corona reformar las Leyes de Indias, que en la práctica se habían demostrado ineficaces para poner coto a los abusos. Las Casas proponía suprimir la encomienda como forma de premiar a los colonos y replantear la colonización del continente sobre la base de formar comunidades mixtas de indígenas y campesinos castellanos (hacia una economía colonial más agrícola que minera); para la isla de La Española, dado el hundimiento de la población indígena y su supuesta incapacidad para el trabajo, proponía una colonización enteramente castellana, reforzada con la importación de esclavos neցros jovenlandeses (cuya explotación consideraba legítima, en un exceso de celo por proteger a los indios).

El acceso al Trono de Carlos I permitió a Las Casas ser escuchado en la corte, de manera que en 1520 la Corona le encargó un plan de colonización en Tierra Firme según sus propuestas; pero el proyecto fracasó por la resistencia de los indios, las represalias de los colonizadores y la mala selección del personal (se enrolaron muchos participantes en el movimiento de las Comunidades de Castilla, huyendo de la persecución consiguiente a su derrota); obligado a tras*igir en los principios para obtener apoyos locales, acabó por desistir del empeño en 1522.

Por entonces decidió ingresar en la orden dominicana (1523) por motivos religiosos y estratégicos, pues dicha orden venía defendiendo la dignidad de los indios desde el comienzo de la conquista, frente a los franciscanos (que sostenían el punto de vista de los colonizadores). En 1537-38 dirigió otra empresa de colonización en Guatemala, esta vez con más éxito, pues obtuvo el control del territorio por medios pacíficos y desterró de allí la práctica de la encomienda (aunque el tributo indígena que implantó en su lugar conducía muchas veces a la servidumbre personal como forma de pago).


Las ideas de Las Casas tuvieron eco en la metrópoli, donde hacia 1540 se desató el debate sobre los títulos con los que España ejercía el dominio sobre las Indias. De la misma época data la revisión de la legislación indiana, con la adopción de las llamadas Leyes Nuevas (1542-43), en las que quedaron reflejados algunos puntos de vista lascasianos: la consideración de los indios como hombres libres que no podían ser esclavizados ni sometidos a trabajos penosos; y la prohibición de crear nuevas encomiendas, disolviendo de inmediato las de eclesiásticos y oficiales reales.

En 1543, además, Las Casas fue nombrado obispo de Chiapas (México), aunque la hostilidad de sus feligreses por sus rigurosas exigencias jovenlandesales le hizo regresar a Castilla en 1547 para no volver nunca. Una nueva controversia sostenida con Ginés de Sepúlveda acerca de la licitud de la guerra contra infieles a los que no se hubiera dado a conocer el Evangelio (1550) se plasmó en las Instrucciones de 1556, que exigieron de los colonizadores españoles una actitud pacífica y misional hacia los pueblos de América aún no conquistados.

Desde 1551 hasta su fin, Las Casas fue nombrado procurador de indios, con la misión de tras*mitir a las autoridades las quejas de la población indígena de toda la América española. Insatisfecho con lo logrado y dispuesto a seguir luchando (a pesar de recibir una pensión vitalicia de la Corona), Las Casas publicó en 1552 una serie de escritos críticos, entre los que se incluía la Brevísima relación de la destrucción de las Indias; en ella denunciaba los abusos de la colonización española con una amplitud de miras incomprensible para su época, pero con tal acritud que sería empleada con fines propagandísticos por los enemigos de los Habsburgo, contribuyendo a engrosar la llamada «leyenda de color».
 
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Francisco PIZARRO

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(Trujillo, España, 1478-Lima, 1541)

Conquistador español. Hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro, desde muy joven participó en las guerras locales entre señoríos y acompañó a su padre en las guerras de Italia.

En 1502, embarcó en la flota que llevaba a las Indias a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española. Hombre inquieto y de fuerte carácter, no logró adaptarse a la vida sedentaria del colonizador, razón por la que decidió participar en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central (1510) y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que descubrió el océano Pacífico (1513).

Entre 1519 y 1523, sin embargo, se instaló en la ciudad de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero y alcalde, lo que le permitió enriquecerse. Conocedor de los rumores que hablaban de la existencia de grandes riquezas en el Imperio Inca, decidió unir la fortuna que había amasado con la de Diego de Almagro para financiar dos expediciones de conquista (1524-1525 y 1526-1528), que se saldaron con sendos fracasos.

A causa de las penalidades sufridas en el segundo intento, Pizarro se retiró a la isla del Gallo con doce hombres, mientras Almagro iba a Panamá en busca de refuerzos. Los «trece de la fama» aprovecharon para explorar parte de la costa oeste de América del Sur, región que denominaron Perú, tal vez por la proximidad del rio Virú, y tuvieron constancia de la existencia de una gran civilización. No obstante, ante la negativa del gobernador de Panamá a conceder más hombres a Almagro, en 1529 Pizarro viajó a España a fin de exponer sus planes al rey Carlos I, quien, en las capitulaciones de Toledo (26 de julio de 1529), lo nombró gobernador, capitán general y adelantado de las nuevas tierras, designación real esta que provocó el recelo y la frustración de Almagro.

De regreso en Panamá (1530), Pizarro preparó una nueva expedición de conquista, y en enero de 1531 embarcó con un contingente de 180 hombres y 37 caballos hacia Perú. Informado de la guerra que enfrentaba al emperador inca Atahualpa con su hermanastro Huáscar, el 16 de noviembre de 1532 el conquistador español se entrevistó en la ciudad de Cajamarca con Atahualpa y, tras exhortarle sin éxito a que abrazase el cristianismo y se sometiera a la autoridad de Carlos I, lo capturó en un sangriento ataque por sorpresa.

El inca acordó con los extranjeros llenar de oro, plata y piedras preciosas una habitación a cambio de su libertad, pero de nada le sirvió cumplir su parte del pacto, pues Pizarro, reforzado por la llegada de Almagro al frente de un centenar de arcabuceros, acusó a Atahualpa de haber ordenado el asesinato de Huáscar desde la prisión y de preparar una revuelta contra los españoles y ordenó su ejecución, que se cumplió el 29 de agosto de 1533. A continuación se alió con la nobleza inca, lo cual le permitió completar sin apenas resistencia la conquista de Perú, empezando por Cuzco, la capital del Imperio (noviembre de 1533), y nombrar emperador a Manco Cápac II, hermano de Huáscar.

Poco después, Pizarro y Almagro se enemistaron por la posesión de Cuzco, y si bien primero unieron sus fuerzas para sofocar la rebelión indígena dirigida por Manco Cápac contra el dominio español (1536), acabaron por enfrentarse abiertamente en la batalla de las Salinas, en abril de 1538. Derrotado y prisionero, Almagro fue procesado, condenado a fin y ejecutado por Hernando Pizarro, hermano del conquistador (8 de julio de 1538).

La venganza de los partidarios de Almagro, liderados por su hijo, se produjo el 26 de junio de 1541, fecha en que Pizarro murió asesinado en su palacio de Lima, ciudad que él mismo había fundado a orillas del río Rímac seis años antes.


Francisco de VITORIA


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(Burgos, 1483 - Salamanca, 1546)

Teólogo y jurista español. Contaría diecinueve años cuando entró en el convento de los dominicos de Burgos. Pasó luego a París, donde estudió Artes y Teología, materia esta última que enseñó en la capital francesa (1516-22) y en Valladolid (1522).

Desde 1523 hasta su fin ocupó la cátedra de Prima en la Universidad de Salamanca. Restauró la enseñanza de la Teología en España, a la que dio una orientación tomista al sustituir el texto antes oficial en Salamanca (las Sentencias de Pedro Lombardo) por la Suma teológica de Santo Tomás, y estableció el sistema de tomar apuntes como el más adecuado para lograr una mayor compenetración entre el profesor y sus alumnos. Su magisterio se expresó también en las llamadas Relectiones theologicae, serie de quince conferencias de las que sólo se conservan notas que tomaron sus discípulos de catorce de ellas.

Tienen especial interés para el derecho sus relecciones, en la que se sientan principios de gran importancia para el futuro del derecho internacional y donde, siguiendo la lógica escolástica, demostró que los indios eran los verdaderos dueños de América, tanto pública como privadamente, aunque legitimó la presencia española en aquellos territorios a fin de salvaguardar un orden jurídico superior que se fundamenta en el principio de sociabilidad humana y en la libre circulación de los hombres, los productos y las ideas.

Francisco de Vitoria se situaba así en la línea de Bartolomé de Las Casas, defendiendo una política colonial que, inspirándose en los principios fundamentales del cristianismo, protegiera los derechos de los indios. En 1926 se fundó en España la Asociación Francisco Vitoria con la finalidad de publicar las obras del maestro, a quien puede considerarse como padre del derecho internacional.


CATALINA DE ARAGÓN

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(Alcalá de Henares, 1485 - Kimbolton, Inglaterra, 1536)

Noble española, reina de Inglaterra (1509-1533). Hija de Fernando II de Aragón y de Isabel I de Castilla, en 1501 contrajo matrimonio con Arturo, primogénito de Enrique VII de Inglaterra, como parte de la política de alianzas diseñada por sus padres para aislar diplomáticamente a Francia. Arturo murió al año siguiente, y los intereses de Estado llevaron a negociar el matrimonio de la viuda con el nuevo heredero, el príncipe Enrique, hermano del difunto, aunque la boda se pospuso hasta que el príncipe de Gales se convirtió en Enrique VIII (1509).

De la unión de ambos nacieron seis hijos, aunque de todos ellos sólo sobrevivió María Tudor, futura reina de Inglaterra. Enrique VIII, preocupado por la necesidad de tener un sucesor varón, y a un tiempo enamorado de Ana Bolena, solicitó el divorcio a las autoridades eclesiásticas (1527) con el pretexto de la ilicitud del matrimonio celebrado entre cuñados. La reina defendió la validez del enlace por el hecho de que su matrimonio con Arturo no había sido consumado.

La actitud inicialmente favorable del papa Clemente VII se modificó ante la decisión de Catalina y las presiones del emperador Carlos V, que estaba poco dispuesto a ver comprometida su estrategia. En plena efervescencia protestante, la cuestión se convirtió en una viva polémica sobre la primacía papal en la que participaron teólogos y hombres de letras.

El Papa se mostró indeciso, y no se atrevió a conceder el divorcio debido al control político y militar que por entonces Carlos V ejercía sobre Roma; designó al cardenal Campeggio para que junto con el obispo Wolsey investigara la cuestión. Sin embargo, Catalina se negó a defender su postura negando la competencia del tribunal que había de decidir (1529). La declaración de ambos prelados, contraria a los deseos del rey, determinó la caída en desgracia de Wolsey, al igual que ocurriría posteriormente con Tomás jovenlandés. Enrique VIII solicitó la opinión de las universidades europeas, que se manifestaron a favor del divorcio. El papa Clemente se pronunció al fin contra la pretensión del monarca, y le ordenó acudir a la Santa Sede. Aconsejado por Cromwell y Cranmer, Enrique VIII rehusó presentarse, negando la autoridad del papa.

Por último, Enrique rompió definitivamente con Catalina (1531) y se casó con Ana Bolena, ya embarazada de la futura reina Isabel I. En 1533 el arzobispo de Canterbuy, Cranmer, anuló el matrimonio del rey con Catalina; el monarca se separó de la obediencia a la Iglesia Católica de Roma (1534) y se hizo reconocer como jefe supremo de la nueva Iglesia de Inglaterra. La desobediencia de Enrique VIII hacia el papado desencadenó así la constitución de una iglesia nacional anglicana, aprobada por el parlamento, que hizo pública su renuncia a aceptar al papa como cabeza de la nueva Iglesia, papel que desde entonces debería desempeñar el rey de Inglaterra. Catalina fue confinada en el castillo de Kimbolton, pero nunca renunció al título de reina.


Hernán CORTÉS

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(Medellín, Badajoz, 1485 - Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 1547)

Conquistador español de México. Pocas veces la historia ha atribuido al brío y determinación de un solo hombre la conquista de un vasto territorio; en esta reducida lista se halla Hernán Cortés, que siempre prefirió quemar sus naves a retroceder. Con escasos medios, sin apenas más apoyo que su inteligencia y su intuición militar y diplomática, logró en sólo dos años reducir al dominio español el esplendoroso Imperio azteca, poblado, según estimaciones, por unos quince millones de habitantes.

Es cierto que diversas circunstancias favorables lo acompañaron, y que, llevado por la ambición y la sed de honores y riquezas, cometió abusos y violencias, al igual que otros conquistadores. Pero, de todos ellos, Cortés fue el capitán más culto y más capaz, y aunque ello no sirva de atenuante, lo impulsó también un gran fervor religioso; su conciencia jovenlandesal llegó a plantearle si era lícito esclavizar a los indios, una duda insólita en los albores de la colonización de América.

Procedente de una familia de hidalgos de Extremadura, Hernán Cortés estudió brevemente en la Universidad de Salamanca. En 1504 pasó a las Indias, recién descubiertas por Cristóbal Colón, y se estableció como escribano y terrateniente en La Española (Santo Domingo).

En 1511 participó en la expedición a Cuba como secretario del gobernador Diego Velázquez de Cuéllar, con quien emparentó al casarse con su cuñada; Velázquez le nombró alcalde de la nueva ciudad de Santiago. En 1518 Diego Velázquez puso a Hernán Cortés al mando de una expedición a Yucatán; sin embargo, el gobernador desconfiaba de Cortés, a quien ya había encarcelado en una ocasión acusado de conspiración, y decidió relevarle del encargo antes de partir.

Advertido Cortés, aceleró su marcha y se hizo a la mar en 1519, antes de recibir la notificación. Con once barcos, unos seiscientos hombres, dieciséis caballos y catorce piezas de artillería, Hernán Cortés navegó desde Santiago a Cozumel y Tabasco; derrotó a los mayas allí establecidos y recibió (entre otros regalos) a la india doña Marina, también llamada Malinche, que le serviría como amante, consejera e intérprete durante toda la campaña. Desobedeciendo órdenes expresas del gobernador Velázquez, fundó en la costa del golfo de México la ciudad de Villa Rica de la Veracruz.

Allí tuvo noticias de la existencia del Imperio azteca en el interior, cuya capital se decía que guardaba grandes tesoros, y se aprestó a su conquista. Para evitar la tentación de regresar que amenazaba a muchos de sus hombres ante la evidente inferioridad numérica, Hernán Cortés hundió sus barcos en Veracruz; de este episodio procede la frase hecha quemar la naves, expresión de una determinación irrevocable. Pronto logró la alianza de algunos pueblos indígenas sometidos a los aztecas, como los toltecas y tlaxcaltecas.

Tras saquear Cholula, Cortés llegó a la capital azteca, Tenochtitlán, en donde fue recibido pacíficamente por el emperador Moctezuma II, que se declaró vasallo del rey de Castilla. La posible identificación de los españoles con seres divinos y de Cortés con el anunciado regreso del dios Quetzalcoátl favoreció quizá esta acogida a unos extranjeros que, sin embargo, empezaron enseguida a comportarse como invasores ambiciosos y violentos.

Mientras tanto, para castigar la rebeldía de Cortés y obligarlo a volver a Cuba, el gobernador Diego Velázquez envió contra él una expedición al mando de Pánfilo de Narváez. Cortés hubo de dejar la ciudad a su lugarteniente Pedro de Alvarado para hacer frente a las tropas de Narváez, a las que derrotó en Cempoala en 1520, consiguiendo además que se uniese a él la mayor parte del contingente.

Cuando regresó a Tenochtitlán, Cortés se encontró con una gran agitación indígena contra los españoles, provocada por los ataques realizados a sus creencias y símbolos religiosos y por la matanza que había desencadenado Pedro de Alvarado para desbaratar una supuesta conspiración. Cortés hizo prisionero a Moctezuma II e intentó que éste mediara para calmar a su pueblo, sin lograr otra cosa que la fin del emperador.

Hernán Cortés se vio entonces obligado a abandonar Tenochtitlán en la llamada «Noche Triste» (30 de junio de 1520), en la que su pequeño ejército resultó diezmado. Refugiado en Tlaxcala, siguió luchando contra los aztecas (ahora bajo el mando de Cuauhtémoc), a los que venció en la batalla de Otumba; y, finalmente, cercó y tomó Tenochtitlán (1521). Destruida la capital azteca, construyó en el mismo lugar (una isla en el centro de un lago) la ciudad española de México.

Dominado ya el antiguo Imperio azteca, Cortés lanzó expediciones hacia el sur para anexionar los territorios de Yucatán, Honduras y Guatemala. Los detalles de la conquista de México, así como los argumentos que justificaban las decisiones de Hernán Cortés, fueron expuestos en las cuatro Cartas de relación que envió al rey. En 1522 fue nombrado gobernador y capitán general de Nueva España (nombre que dieron los conquistadores al territorio mexicano).

Sin embargo, la Corona española (ya en manos de Carlos V) practicó una política de recorte de los poderes de los conquistadores para controlar más directamente las Indias; funcionarios reales aparecieron en México enviados para compartir la autoridad de Cortés, hasta que, en 1528, fue destituido y enviado a la Península.

En España salió absuelto de todas las acusaciones e incluso fue nombrado marqués del Valle de Oaxaca, además de conservar el cargo honorífico de capitán general, aunque sin funciones gubernativas. De vuelta a México en 1530, todavía organizó algunas expediciones de conquista, como las que incorporaron a México la Baja California (1533 y 1539).

Regresó nuevamente a España para intentar obtener mercedes de la Corona por los servicios prestados, para lo cual llegó a participar en una expedición contra Argel en 1541, pero sus reclamaciones nunca obtuvieron plena satisfacción; mientras aguardaba respuesta, se instaló en un pueblo cercano a Sevilla, en donde reunió una tertulia literaria y humanística y pasó los últimos seis años de su vida.


Antonio de MENDOZA

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(Granada, 1490 - Lima, 1552)

Hijo de Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla y marqués de Mondéjar, Antonio de Mendoza y Pacheco entró desde muy joven al servicio de la corte, y durante la guerra de las Comunidades apoyó al emperador Carlos V, quien lo recompensó con el título de comendador de la Orden de Santiago.

En 1535, tras haber sido embajador en Hungría, fue designado primer virrey de Nueva España. Con el objetivo de reforzar el poder real, amenazado por los abusos de la Audiencia, se trasladó a México y se enfrentó a Hernán Cortés, que hasta entonces había actuado de manera independiente, forzándole a regresar a España.

A continuación emprendió una serie de reformas que Carlos V consideraba necesarias para asentar el gobierno de España, como el censo de la población, la reorganización de la Administración, la reducción de los tributos a la población indígena, etc. En el campo cultural se ha de destacar la creación del Colegio Imperial de Santa Cruz en Tlatelolco, la Univeridad de México (1545) y la introducción de la imprenta.

Antonio de Mendoza organizó expediciones a Arizona y Nuevo México (1539-1540), así como a las costas de California y al río Colorado, y fundó las ciudades de Guadalajara y Valladolid. En 1549 fue nombrado virrey de Perú, cargo del que tomó posesión en 1551 y que apenas llegó a ejercer, pues falleció el año siguiente.


Alonso BERRUGUETE

(Paredes de Nava, España, 1490-h. 1555)

Escultor y pintor español. Hijo del pintor Pedro Berruguete, iniciador del Renacimiento pictórico en España, fue seguramente discípulo de su padre antes de trasladarse a Italia en 1504 para completar su formación. No se conocen obras de su período italiano, durante el cual se sabe que estudió sobre todo las creaciones de Miguel Ángel y las obras maestras de la Antigüedad clásica. Su única actividad artística documentada de esta etapa es la finalización de la Coronación de la Virgen de Filippino Lippi.

Se cree que Berruguete llegó a Italia siendo esencialmente un pintor y que regresó a España convertido en un escultor por la enorme influencia que ejercieron en él las obras de Miguel Ángel y el Laocoonte. Pero su formación italianizante desembocó en un arte singular, de fuerte personalidad, signado por una intensa plasmación de la espiritualidad y por la traducción en patético de cualquier sentimiento.

Retornó a España hacia el año 1518 y poco después fue nombrado pintor de la corte de Carlos I, pese a lo cual trabajó principalmente como escultor. Valladolid y Toledo fueron sus dos centros de actividad. En la primera de estas dos ciudades realizó el retablo del monasterio de San Benito. En la segunda esculpió la sillería alta del coro de la catedral, dos obras maestras que permiten considerar a Berruguete el principal escultor español del siglo XVI y una de las grandes figuras de la escultórica hispánica de todos los tiempos.

En el grandioso retablo de San Benito, realizado entre 1528 y 1532, el estilo más peculiar de Berruguete se presenta ya en toda su plenitud. Sus figuras recuerdan las de Miguel Ángel por la musculatura poderosa y la fuerza emocional, pero se acercan, anticipándolas, a las del Greco en cuanto a estilización y expresionismo. Por todas estas características se considera a este artista el introductor del manierismo en España. Del retablo de San Benito, el grupo más valorado es el Sacrificio de Isaac, en el que alcanza su cima el trazo nervioso típico del artícife, que modela con cierto frenesí los cabellos, los ropajes y las carnes. También son muy conocidos el San Jerónimo y el San Sebastián, dotados de gran patetismo, con un realismo triste en los rostros y los gestos.

Por la importancia de su actividad en la ciudad de Valladolid a partir de 1517 y hasta su traslado a Toledo, se considera a Berruguete el fundador de la escuela vallisoletana de escultura, uno de los principales focos del arte español del Renacimiento y el Barroco.


Juan Luis VIVES


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(Valencia, 1492 - Brujas, Flandes, 1540)

Pensador español. Nacido en una familia de judíos conversos, estudió en las universidades de Valencia y París. Desde 1512 se estableció en Flandes, donde fue profesor de la Universidad de Lovaina y entabló una estrecha relación con Erasmo de Rotterdam. También mantuvo amistad intelectual con Tomás jovenlandés, que le llevó a enseñar en la Universidad de Oxford desde 1523.

Al igual que jovenlandés, se opuso al divorcio de Enrique VIII, motivo por el que fue arrestado y hubo de dejar Inglaterra y regresar a Flandes en 1528. Su influencia sobre la Europa del Renacimiento fue enorme, pues no sólo acudieron a consultarle los más influyentes artífices de la Reforma protestante y de la Contrarreforma católica, sino que fue tutor y educador de muchos nobles que ocuparon puestos de responsabilidad en la monarquía de Carlos V.

Su pensamiento es uno de los máximos exponentes del humanismo renacentista: trató de rescatar el pensamiento de Aristóteles, descargándolo de las interpretaciones escolásticas medievales; sustentó una ética inspirada en Platón y en los estoicos. Pero, más que plantear teorías de altos vuelos, Vives fue un hombre ecléctico y universalista, que avanzó ideas innovadoras en múltiples materias filosóficas, teológicas, pedagógicas y políticas, y propuso acciones en favor de la paz internacional, la unidad de los europeos y la atención a los pobres. Entre sus abundantes obras cabe destacar los tratados Sobre el alma y la vida (1538) y Sobre la verdadera fe cristiana (1543).

Sus escritos, todos en latín, son aproximadamente unos sesenta. La variedad de esta obra y su valor de innovación revela la honda calidad humana de Luis Vives, que insiste en problemas de métodos, por lo que ante todo es un pedagogo y un psicólogo. En su tratado De anima et vita (Sobre el alma y la vida), aun siguiendo a Aristóteles y defendiendo la inmortalidad del alma en base al argumento "res omnis sic se habet ad esse, quemadmodum ad operari", atribuye a la psicología el estudio empírico de los procesos espirituales, estudia la teoría de los afectos, de la memoria y de la asociación de las ideas, por lo que se le considera como precursor de la antropología del siglo XVII y de la moderna psicología.

Lo importante en Vives es su preocupación por aquellos aspectos más inmediatos de la realidad humana; con un profundo conocimiento del hombre y de su historia, Vives pudo intuir las decadencias de su época, al tiempo que su concepción prudentemente optimista de la vida le impulsaba a renovar esta realidad. Católico, comprensivo y tolerante, dotado de un gran sentido de la realidad, Vives va aplicando estos módulos invariables de su conocimiento a los problemas que estudia.


Domingo de SOTO

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(Segovia, 1494-Salamanca, 1570)

Teólogo español. Tras estudiar en la Universidad de Alcalá, donde fue discípulo de Tomás de Villanueva, prosiguió sus estudios en París. Dominico (1525), enseñó en Salamanca. En 1545 Carlos V lo envió al Concilio de Trento como teólogo imperial y después lo nombró su confesor. Declinó ser obispo de Segovia. En la controversia acerca de la libertad de los indios sostenida por Las Casas, convenció a los demás jueces para que votaran a favor de los indios. Posteriormente sucedió a Melchor Cano en su cátedra de la Universidad de Salamanca. Estudió las cuestiones capitales del derecho de gentes, escribiendo numerosas obras, entre ellas, De iustitia et iure (1557).

Analizó numerosos problemas económicos como la usura, los contratos, la actividad del intercambio mercantil, la determinación del precio justo, así como las variaciones del mismo. Llegó a recomendar desde su cargo, ciertas intervenciones en precios.


GARCILASO de la Vega

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(Toledo, ¿1501? - Niza, 1536)

Poeta renacentista español. Perteneciente a una noble familia castellana, Garcilaso de la Vega participó ya desde muy joven en las intrigas políticas de Castilla. En 1510 ingresó en la corte del emperador Carlos I y tomó parte en numerosas batallas militares y políticas. Participó en la expedición a Rodas (1522) junto con Boscán y en 1523 fue nombrado caballero de Santiago.

En 1530 Garcilaso se desplazó con Carlos I a Bolonia, donde éste fue coronado. Permaneció allí un año, hasta que, debido a una cuestión personal mantenida en secreto, fue desterrado a la isla de Schut, en el Danubio, y después a Nápoles, donde residió a partir de entonces. Herido de fin en combate, durante el asalto de la fortaleza de Muy, en Provenza, Garcilaso fue trasladado a Niza, donde murió.

Su escasa obra conservada, escrita entre 1526 y 1535, fue publicada póstumamente junto con la de Boscán, en Barcelona, bajo el título de Las obras de Boscán con algunas de Garcilaso de la Vega (1543), libro que inauguró el Renacimiento literario en las letras hispánicas. Sin embargo, es probable que antes hubiera escrito poesía de corte tradicional, y que fuese ya un poeta conocido.

Garcilaso se sumó rápidamente a la propuesta de su amigo Juan Boscán de adaptar el endecasílabo italiano a la métrica castellana, tarea que llevó a cabo con mejores resultados, puesto que adoptó un castellano más apto para la acentuación italiana y la expresión de los nuevos contenidos poéticos, de tono neoplatónico, propios de la poética italiana renacentista.

Muchas de sus composiciones reflejan la pasión de Garcilaso por la dama portuguesa Isabel Freyre, a quien el poeta conoció en la corte en 1526 y cuya fin, en 1533, le afectó profundamente. Los 40 sonetos y las 3 églogas que escribió se mueven dentro del dilema entre la pasión y la razón que caracteriza la poesía petrarquista y en ellos el autor recurre, como el mismo Petrarca, al paisaje natural como correlato de sus sentimientos, mientras que las imágenes de que se sirve y el tipo de léxico empleado dejan traslucir la influencia de Ausias March. Escribió también cinco canciones, dos elegías, una elegía a Boscán y tres odas latinas, inspiradas en la poesía horaciana y virgiliana.


Pedro de MENDOZA

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(Guadix, h. 1487 - en el mar, 1537)

Conquistador español del Río de La Plata y fundador de Buenos Aires. Pertenecía a la familia aristocrática castellana de los Mendoza, titulares del Ducado del Infantado. Como paje de cámara de Carlos I llevó una vida cortesana y también guerrera (combatió contra los franceses en Italia).

Por capitulaciones de 1534, el rey le puso al frente de una expedición destinada a penetrar en el interior de Sudamérica desde sus costas orientales, adelantándose a los portugueses en la carrera por alcanzar las fabulosas riquezas de las que hablaban las leyendas indígenas (referentes, sin duda, al imperio incaico). El mismo Mendoza financió la expedición, obteniendo a cambio amplios poderes de conquista y colonización como adelantado, gobernador y capitán general de un extenso territorio.

Partió de Sanlúcar de Barrameda con 13 navíos en 1535, y en 1536 fundó en el estuario del Plata la ciudad de Nuestra Señora del Buen Aire (origen de la actual Buenos Aires), a la que dio ese nombre en honor de una virgen patrona de los marineros de Cerdeña. Entonces comenzaron sus dificultades: enfermo de sífilis, Mendoza hubo de hacer frente a los ataques indígenas y al hambre, mientras se esfumaban sus esperanzas de encontrar la «Sierra de la Plata» o el «Rey blanco» de los relatos míticos.

Al agravarse su enfermedad decidió regresar a España, completamente arruinado, dejando que fuera su alguacil mayor, Juan de Ayolas, el que continuara la expedición remontando el curso de los ríos Paraná, Paraguay y Pilcomayo. Mendoza murió durante la travesía del Atlántico.
 
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