Al día siguiente 1 de mayo los reyes padres comieron con Napoleón, almuerzo al que también asistió
Manuel Godoy que había sido liberado de su prisión por las tropas francesas y que había llegado a Bayona el 26 de abril. Durante el mismo Napoleón le pidió a Carlos IV que llamara a su hijo y le «requiriera» para que «por un acto escrito, firmado de su puño, le devuelva la Corona». «No estaría bien que yo lo hiciese, porque no soy su padre ni su Rey, sino tan sólo un Soberano amigo y aliado de VV.MM. Esto no obstante, si lo juzgase conveniente para imponer mayor respeto a su hijo extraviado, yo estoy pronto a acompañarle y asistirle en este grave paso, que es inevitable», añadió el emperador. Carlos IV cumplió inmediatamente el encargo y llamó a su presencia al «príncipe de Asturias» y le exigió el documento de su renuncia al trono.
Al día siguiente Fernando lo entregó. En él decía: «Estoy pronto, atendidas las circunstancias en que me hallo, a hacer renuncia de mi corona a favor de V.M.».
Pero ponía dos condiciones: que la renuncia se hiciera en Madrid ante las Cortes y que si Carlos IV finalmente no deseara reinar ni volver a España, él gobernaría el reino como su lugarteniente. En la carta de respuesta, escrita en realidad por Napoleón, Carlos IV rebatió esas condiciones: «Yo soy rey por el derecho de mis padres; mi abdicación es el resultado de la fuerza y de la violencia; no tengo pues nada que recibir de vos, ni menos puedo consentir a ninguna reunión en junta, nueva necia sugestión de los hombres que os acompañan»
El 4 de mayo Carlos IV, ejerciendo como el verdadero rey de España, promulgó un decreto fechado en Bayona por el que nombraba «Lugar-Teniente general del Reyno» y presidente de la Junta de Gobierno «a nuestro amado hermano el gran duque de Berg [Murat] que manda al mismo tiempo las tropas de nuestro aliado el emperador de los franceses». En realidad Carlos IV estaba actuando al dictado de Napoleón, quien dos días antes había ordenado a Murat que enviara a Bayona al resto de la familia real española (el infante
Francisco de Paula de Borbón, de 14 años de edad; la infanta
María Luisa de Borbón (reina de Etruria); y el infante
Antonio Pascual de Borbón, hermano de Carlos IV y a quien Fernando VII había dejado al frente de la Junta de Gobierno después de abandonar Madrid para salir al encuentro de Napoleón).
Vamos, que en todo caso, fue Carlos IV el que no estuvo a la altura de las circunstancias. No sabemos si lo hizo coaccionado, engañado, o movido quizás por el rencor que sentía hacia Fernando después de la intentona del guanol y del motín de Aranjuez. Fernando, aún con todo lo que se le pueda echar en cara, por lo menos exigía que su renuncia se formalizara de acuerdo a la legalidad vigente, más aún cuando suponía que abdicaba en su padre y ya, sin saber lo que vendría después. Y bueno, por supuesto Napoleón, que una vez más actuo cual mafioso para colocar a sus parientes en el trono como acostumbraba.