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Será en Octubre
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Hola, buenas.
Yo soy tú. O mejor dicho: yo fui tú.
La madrugada que desperté tirado en el suelo de la habitación del gato, a un metro de la arena de sus cosas y con él mirándome fijamente a los ojos, supe que había tocado fondo. Pero no fue entonces cuando abrí los ojos. Todavía tenía que pasar un tiempo allí abajo, un tiempo que no puedo medir con fechas humanas porque, simplemente, ya lo he olvidado.
Aquella mañana desperté medio muerto por la brutal resaca. Fui al ordenador, busque algo de prono (mejor cuanto más infecto) y me pajeé mientras me fumaba una colilla del repleto cenicero. Al acabar, casi exhausto, me dije: "Para estar así, mejor estar muerto" No lo pensé, lo dije de voz. No grité, no hice aspavientos como otras veces, no maldecí a nada ni a nadie. Lo dije. Y sentí que tenía razón.
Y en ese momento decidí dejar de fumar. Me duché, me afeité y me fui a trabajar. No escuché ninguna música grandilocuente mientras iba hacia el bar imbuido en mi reciente determinación, la más difícil de todas. No vi ninguna señal durante el camino: nadie me sonrío, no encontré algún cartel que rezara "¡Tú puedes!" tal y como si sólo fuera para mi, ninguna tía se dignó a mirarme...nada en absoluto. El resto del mundo no tenía ni idea de que ese iba a ser un día decisivo en mi vida. Y como todo lo importante, había de afrontarlo solo.
Y dejé de fumar con tanta facilidad que algún mes después llegué a cabrearme un tanto por no haberlo hecho antes. Yo, que empecé a fumar con 14 años, conseguí abandonar el nefasto vicio del tabaco a los 41. Y a partir de aquí, la resurrección.
El abandono de la nicotina me llevó a dejar la bebida de la misma manera que se deshiela una montaña en primavera, es decir, con naturalidad, como si no pudiera ser de otra forma.
Domados esos dos instintos tan primarios, básicos para mi hundimiento físico y jovenlandesal, empecé el melón de la comida. Y lo hice dejando de comer pan blanco. Muy pronto perdí peso a buena marcha. Y de mi casi eterno ligero sobrepeso me plante en lo que se suele considerar tu peso ideal: los kilos por los centímetros que pasas del metro de altura.
En resumen, dejar de fumar me llevó a dejar de hacer todo lo que tenía que dejar de hacer.
Es como cuando un dictador accede al poder: lo más bestia, lo más brutal que necesites hacer para consolidarte, hazlo al principio. Ya habrá tiempo para aflojar la correa. No hay que olvidar que la memoria del personal es bastante frágil y con el tiempo suficiente pueden llegar a amar a quien mató a sus padres.
¿Y por qué llegué a ese extremo tan extremado, a esa degradación física y humillación jovenlandesal? Porque me dejó una mujer.
Y porque me dejó una mujer potencié todavía más todos mis malos hábitos: era como si haciendo eso ella volvería conmigo, por lástima o algo así, por echarme la correa y hacerme por fin y para siempre su perro faldero. Pero ella no volvió. Yo le importaba una cosa. Aunque menos de lo que ella me importa ahora a mi.
Yo, queridos amigos, no tenía ni idea de como eran las mujeres.
No todo el proceso de, digamos, purificación fue siempre fácil: hubo momentos que estando en el bar tuve ganas de echar mano a un cigarrillo y calmarme un poco de los nervios que estaban desatando en mi interior la visión con audición incluida de algún determinado iluso, de uno de esos que no te puedes explicar como shishi tiene derecho a la vida. Sí, ese fue mi momento más problemático. Pero en el fragor de la tarde me paré un instante a pensar: ¿iba a lograr ese carcajeante petulante, ese ser de la vida, ese que nació medio orate y morirá orate entero, iba a lograr, repito, con su sola presencia que YO tirará por la borda todo el bien que había conquistado en los últimos meses? Y fue pensar esto y desaparecer la tentación: le clavé la mirada y casi se volatilizó ante mis ojos.
Recuperé mi entrenamiento con el saco de boxeo, ya con más cicatrices que Mickey Rourke en "Sin city" por culpa de haberlo dejado tirado en la habitación del gato. Llevé a arreglar la bici de montaña, que llevaba tres o cuatro años muerta de ardor de estomago en el trastero de la cochera. Dejé de comer hasta el pan integral, la pasta, los azúcares, cualquier producto entre cuyos ingredientes se contaran cualquier cosa de edulcorantes, saborizantes, estabilizantes y demás venenos químicos...Y hoy, diez meses después de haber tomado la decisión más importante de mi vida, a mis 42 años estoy en el mejor momento de mi vida.
Ayer estaba a punto de irme del bar cuando llegó con su marido una antigua compañera del instituto, una auténtica mqmf, con mayúsculas. Apenas nos vemos, puede que pasen años entre uno y otro encuentro, pero si hubiéseis visto la cara con la que me miró...Por no hablar de su fofo hombrecito: al patito feo se le está poniendo cara de lobo.
Sí, amigos, ahora las tías me miran. No es que me miren de otra forma: es que antes era invisible. Y ahora hasta veo el DESEO. Las tías no quieren rellenitos, ni siquiera "ligeros sobrepesos". Así NO EXISTES para ellas.
Pero hay que tener muy clara una cosa por encima de las demás: todas prespitadoras
No vivas para ellas, vive para ti: si tú estás bien lo demás vendrá por añadidura. No desesperes. No busques. No claudiques. Las caricias y las pilinguis son tus compañeras de trayecto, pero no son la meta.
Esta es hacer con ellas lo que ellas hicieron contigo.
Y es que la venganza, hamijos, también viene con el nuevo equipaje.
Hará tres o cuatro días que me enteré de la suerte que está corriendo alguien que me despreciaba profundamente, un auténtico patán, uno de esos que reían y reían y volvían a reír; puede que rieran hasta cuando dormían...Pues ahora ya no ríe. Y puede que no ría más. O, si lo hace, que al hacerlo cause aún más lástima de la que ya parece que da y seguramente va a seguir dando.
Hasta los astros se ponen de tu parte cuando pones en orden las tuyas.
Amigos, cuidaros; no para vivir más, que también, o para ser más feliz, que puede ser, sino porque no tenéis otra cosa que vosotros mismos: cuidad vuestro cuerpo y curaréis vuestras cabezas. Pero lo primero es lo primero, aunque lo más importante sea lo segundo.
Si con este hilo puedo ayudar a alguien daré por bueno el haberlo abierto. Si puedo resolver alguna duda no tenéis más que preguntármela.
Pero, compañeros y camaradas...
¡¡¡SÍ SE PUEDE!!!
Y esto sí que es verdad de la buena.
Un abrazo.
Yo soy tú. O mejor dicho: yo fui tú.
La madrugada que desperté tirado en el suelo de la habitación del gato, a un metro de la arena de sus cosas y con él mirándome fijamente a los ojos, supe que había tocado fondo. Pero no fue entonces cuando abrí los ojos. Todavía tenía que pasar un tiempo allí abajo, un tiempo que no puedo medir con fechas humanas porque, simplemente, ya lo he olvidado.
Aquella mañana desperté medio muerto por la brutal resaca. Fui al ordenador, busque algo de prono (mejor cuanto más infecto) y me pajeé mientras me fumaba una colilla del repleto cenicero. Al acabar, casi exhausto, me dije: "Para estar así, mejor estar muerto" No lo pensé, lo dije de voz. No grité, no hice aspavientos como otras veces, no maldecí a nada ni a nadie. Lo dije. Y sentí que tenía razón.
Y en ese momento decidí dejar de fumar. Me duché, me afeité y me fui a trabajar. No escuché ninguna música grandilocuente mientras iba hacia el bar imbuido en mi reciente determinación, la más difícil de todas. No vi ninguna señal durante el camino: nadie me sonrío, no encontré algún cartel que rezara "¡Tú puedes!" tal y como si sólo fuera para mi, ninguna tía se dignó a mirarme...nada en absoluto. El resto del mundo no tenía ni idea de que ese iba a ser un día decisivo en mi vida. Y como todo lo importante, había de afrontarlo solo.
Y dejé de fumar con tanta facilidad que algún mes después llegué a cabrearme un tanto por no haberlo hecho antes. Yo, que empecé a fumar con 14 años, conseguí abandonar el nefasto vicio del tabaco a los 41. Y a partir de aquí, la resurrección.
El abandono de la nicotina me llevó a dejar la bebida de la misma manera que se deshiela una montaña en primavera, es decir, con naturalidad, como si no pudiera ser de otra forma.
Domados esos dos instintos tan primarios, básicos para mi hundimiento físico y jovenlandesal, empecé el melón de la comida. Y lo hice dejando de comer pan blanco. Muy pronto perdí peso a buena marcha. Y de mi casi eterno ligero sobrepeso me plante en lo que se suele considerar tu peso ideal: los kilos por los centímetros que pasas del metro de altura.
En resumen, dejar de fumar me llevó a dejar de hacer todo lo que tenía que dejar de hacer.
Es como cuando un dictador accede al poder: lo más bestia, lo más brutal que necesites hacer para consolidarte, hazlo al principio. Ya habrá tiempo para aflojar la correa. No hay que olvidar que la memoria del personal es bastante frágil y con el tiempo suficiente pueden llegar a amar a quien mató a sus padres.
¿Y por qué llegué a ese extremo tan extremado, a esa degradación física y humillación jovenlandesal? Porque me dejó una mujer.
Y porque me dejó una mujer potencié todavía más todos mis malos hábitos: era como si haciendo eso ella volvería conmigo, por lástima o algo así, por echarme la correa y hacerme por fin y para siempre su perro faldero. Pero ella no volvió. Yo le importaba una cosa. Aunque menos de lo que ella me importa ahora a mi.
Yo, queridos amigos, no tenía ni idea de como eran las mujeres.
No todo el proceso de, digamos, purificación fue siempre fácil: hubo momentos que estando en el bar tuve ganas de echar mano a un cigarrillo y calmarme un poco de los nervios que estaban desatando en mi interior la visión con audición incluida de algún determinado iluso, de uno de esos que no te puedes explicar como shishi tiene derecho a la vida. Sí, ese fue mi momento más problemático. Pero en el fragor de la tarde me paré un instante a pensar: ¿iba a lograr ese carcajeante petulante, ese ser de la vida, ese que nació medio orate y morirá orate entero, iba a lograr, repito, con su sola presencia que YO tirará por la borda todo el bien que había conquistado en los últimos meses? Y fue pensar esto y desaparecer la tentación: le clavé la mirada y casi se volatilizó ante mis ojos.
Recuperé mi entrenamiento con el saco de boxeo, ya con más cicatrices que Mickey Rourke en "Sin city" por culpa de haberlo dejado tirado en la habitación del gato. Llevé a arreglar la bici de montaña, que llevaba tres o cuatro años muerta de ardor de estomago en el trastero de la cochera. Dejé de comer hasta el pan integral, la pasta, los azúcares, cualquier producto entre cuyos ingredientes se contaran cualquier cosa de edulcorantes, saborizantes, estabilizantes y demás venenos químicos...Y hoy, diez meses después de haber tomado la decisión más importante de mi vida, a mis 42 años estoy en el mejor momento de mi vida.
Ayer estaba a punto de irme del bar cuando llegó con su marido una antigua compañera del instituto, una auténtica mqmf, con mayúsculas. Apenas nos vemos, puede que pasen años entre uno y otro encuentro, pero si hubiéseis visto la cara con la que me miró...Por no hablar de su fofo hombrecito: al patito feo se le está poniendo cara de lobo.
Sí, amigos, ahora las tías me miran. No es que me miren de otra forma: es que antes era invisible. Y ahora hasta veo el DESEO. Las tías no quieren rellenitos, ni siquiera "ligeros sobrepesos". Así NO EXISTES para ellas.
Pero hay que tener muy clara una cosa por encima de las demás: todas prespitadoras
No vivas para ellas, vive para ti: si tú estás bien lo demás vendrá por añadidura. No desesperes. No busques. No claudiques. Las caricias y las pilinguis son tus compañeras de trayecto, pero no son la meta.
Esta es hacer con ellas lo que ellas hicieron contigo.
Y es que la venganza, hamijos, también viene con el nuevo equipaje.
Hará tres o cuatro días que me enteré de la suerte que está corriendo alguien que me despreciaba profundamente, un auténtico patán, uno de esos que reían y reían y volvían a reír; puede que rieran hasta cuando dormían...Pues ahora ya no ríe. Y puede que no ría más. O, si lo hace, que al hacerlo cause aún más lástima de la que ya parece que da y seguramente va a seguir dando.
Hasta los astros se ponen de tu parte cuando pones en orden las tuyas.
Amigos, cuidaros; no para vivir más, que también, o para ser más feliz, que puede ser, sino porque no tenéis otra cosa que vosotros mismos: cuidad vuestro cuerpo y curaréis vuestras cabezas. Pero lo primero es lo primero, aunque lo más importante sea lo segundo.
Si con este hilo puedo ayudar a alguien daré por bueno el haberlo abierto. Si puedo resolver alguna duda no tenéis más que preguntármela.
Pero, compañeros y camaradas...
¡¡¡SÍ SE PUEDE!!!
Y esto sí que es verdad de la buena.
Un abrazo.
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