Vivo en un PUEBLO DE cosa.
Cuando digo PUEBLO DE cosa es un pueblo de secano de MENOS DE SEISCIENTOS HABITANTES fuera de temporada de verano.
Ya hay dos o tres familias de colombianos amorrados al ojo ciego de las familias que cortan el bacalao, incluido uno de mis tíos, he de decir que a mí no me pillan ni para hacerme una churrupaica dormido. Huelga decir que trafican.
Sales a pasear al perro tarde por la noche y te cruzas a dos o tres con la gorra dada vuelta y cadenas de rapero hablando en código con el móvil, tramando a saber qué.
Hace tres meses se mudó "una familia de Madrid" a "teletrabajar" a la casa que compraron a tocateja. Al final eran otros colombianos con un camión que trabajan en el tras*porte en Madrid y que en lugar de quedarse donde está el curro, se echaron doscientos kilómetros atrás porque les gustará gastar diesel, porque si no no se explica. Lo que sí sé es que esa casa antes olía a cerrado, ahora huele a maría que echa para atrás, sin hablar de la cosa que tienen acumulada en la acera y que antes no había. Enganchados a la luz por supuesto, sólo faltaría que la pagaran.
Repito, SEISCIENTOS HABITANTES en el desierto aragonés. Sesenta o setenta son guanaminos haciendo sus guanaminadas.