No están hechas para mí la púrpura cardenalicia ni la pompa de la curia. No soy yo de sentarme en tronos acolchados de terciopelo rojo ni digno de ceñir tiaras de majestad. Antes al contrario, yo soy la sombra que se mueve sigilosa por los pasillos palaciegos en penumbra, yo soy el que trabaja alejado de los focos y las candilejas; sí, yo soy el que susurra la verdad del Lonchafinismo al oído de reyes y tiranos, porque esa es la voluntad de Dios, para ganar voluntades para nuestra Santa Religión.
Sea pues para mí el báculo del peregrino, y no el de San Pedro. Para mí las sandalias de cuero basto, no los mocasines de Prada. Para mí, en fin, sea la labor callada, que habrá de dar sus frutos andando el tiempo. Pues el que siembra, recoge; y quien siembra en prado previamente bien labrado, recoge más y mejor.
Sea con vosotros hermanos el Altísimo Lonchafinista, Dios nuestro Señor. Amén.