En ambos casos es conocida la afinidad de estos partidos con la masonería de modo que algunos cronistas llegan a hacer un símil entre Pilatos y los políticos del momento (del Sanedrín a la Masonería)[3], aunque a veces hablan de Judas-Azaña, el traidor.
A las tres logias que constan en Úbeda, hay que sumar las 6 de la capital, las 9 de Linares, 4 en Baeza, 3 en La Carolina, 2 en Alcalá la Real, 2 en Andújar y una en cada una de las siguientes localidades: Jódar, Pozo Alcón, Valdepeñas, Frailes, Martos, Alcaudete, Quesada, Beas de Segura, Villacarrillo, Espeliu, Aldeaquemada y Pontones, más los Triángulos de Villacarrillo, Torredelcampo, Torredonjimeno, Espeluy, y Castellar[4]. Naturalmente, según sus principios anticlericales furibundos, algunos miembros del Consistorio como José Campos Perabá y Antonio Pasagali Lobo se apresuraron a felicitar al Gobierno por la disolución de la Compañía de Jesús. La conjunción se daba también con Antonio Bermejo Sabalete y José Briones Martínez afiliado a la C.N.T. y al Frente Popular y con Sebastián Sicilia Fernández, quien además de componente del temible SIM, perteneció a la logia Lealtad de Jaén, con el grado 2º y nombre simbólico de Koprokine[5]. De modo que los más extremados de las organizaciones sindicales (U.G.T. y C.N.T.) desbordaban cualquier propósito moderador de los escasos dirigentes gente de izquierdas en los que no dominaba la mala intención[6].
Durante la dominación marxista fueron encarceladas 2675 personas; de ellos, en los folios 7 a 10 de la Causa General figura la relación de 80 que fueron asesinados allí mismo en el asalto a la guandoca que se produjo el 21 de julio de 1936 más siete sacerdotes, de los cuales, dos, lo fueron por mujeres del Frente Popular. Otros prisioneros fueron trasladados a otras cárceles y checas del SIM donde sufrieron martirio y la mayoría terminaron masacrados en pueblos próximos.
Fueron robadas y destrozadas por los gente de izquierdas la mayoría de las bibliotecas particulares de la ciudad. Trasladaban a la Casa del Pueblo, donde los clasificaban, quedándose con los que les parecieron bien y los demás los destinaron a la hoguera como en los tiempos de la Inquisición, perdiéndose notables obras religiosas, científicas y literarias. Destruyeron también archivos públicos, eclesiásticos y particulares, de modo que esta actividad se volvió entre las izquierdas en un verdadero deporte, cantado por Alberti en unos versos da repelúsntes
Así mismo robaron y destrozaron una cantidad notabilísima del Tesoro Artístico Local. Todas las iglesias saqueadas y quemadas la totalidad de sus imágenes, entre blasfemias y sacrilegios inenarrables. Los templos, como en tantos otros sitios, sirvieron de cuadras y garajes. Desvalijaron los 17 o 18 templos que desde el siglo XVI habían acumulado una riqueza en verjas del maestro Bartolomé. Fueron desmontadas tanto la reja que dividía la Capilla Mayor con la nave de la iglesia, ejecutada en Toledo por Francisco Martínez de Villalpando como los canceles de las puertas norte, sur y puerta principal. Retablos, joyas, vasos sagrados, custodias… Quizá entre las pérdidas más irreparables se encuentra el Retablo de la tras*figuración que ejecutara el genial escultor Alonso de Berruguete, cuya factura solo podría compararse con el Sepulcro del Cardenal Tavera, en Toledo. El relieve fue desmontado y sus imágenes del Profeta Elías, del Patriarca Moisés, de los Apóstoles Pedro, Juan y Santiago, quemadas. También se perdió una escultura de la Virgen que coronaba la escena. Solo se salvó de las llamas la escultura del Salvador que centraba la composición, gracias a que los profanadores fueron incapaces de separarlo del muro al que se hallaba anclado. Retablo que fue años más tarde recompuesto por el escultor Juan Luis Vasallo, que lo dotó de la dignidad que le robaron aquel día de Santa Ana, 26 de julio de 1936.
Igualmente fueron destruidas las imágenes del Cristo de la Caída (obra de Montañés), pinturas, cobres de Van Dyck, tablas de Yáñez de la Almedina y de Flandes; centenares de cálices, más de treinta custodias, incluida la de El Salvador de extraordinario valor por su oro y esmeraldas, cinco órganos catedralicios de gran trompetería, ternos de terciopelo con “bordados riquísimos, tapices, alfombras, coros, retablos con verdaderos alardes de talla, todo destrozado y quemado con una inconsciencia y un salvajismo cual no se conoce semejante”[7]. Lo firma en Úbeda el 5 de enero de 1943 el párroco Arcipreste Lcdo. José A. Moreno Cortés
Conocemos de la pérdida de un Ecce Homo de madera, a tamaño natural y factura italiana, procedente del Castillo de Sabiote y que colocaban en una mesa petitoria en el Atrio del Templo todos los Jueves Santos. Nos privaron a las nuevas generaciones de la belleza del púlpito, nunca más reconstruido. E incluso se atrevieron a profanar los cuerpos de los fundadores que reposaban en la cripta familiar.
Surge el debate de lo ocurrido en Úbeda con motivo de la reconstrucción que del San Juanito, única escultura de Miguel Ángel Buonarroti que se conserva en España. ¿Por qué se habla de reconstrucción y no de restauración? En el ***eto del Museo[8] se explica “…la escultura se rompió en pedazos y la cabeza fue quemada…”