Las olas lavan la sangre...
Alzas tu mano para detener a Takashi. Como decía el sabio Mao Tzu Sun en El Libro Carmesí la mejor espada es la que vence sin salir de la vaina.
-No mancillaremos la hoja de nuestras katanas con sangre impura, Takashi. Que se larguen. Y lárgate tú también, puerco animal-añades dando un saltito para evitar las mandíbulas de la maldita tortuga.
Takashi intenta introducir un pie bajo la concha para hacer cuña, pero el reptil consigue de alguna manera que se golpee dolorosamente el pie con el reborde del caparazón. Por suerte vuestra enemiga no es precisamente un caballo de carreras, y un par de vivas zancadas os alejan de su radio de acción durante los próximos diez minutos. Y os acercan, de paso, a la mujer que habéis salvado.
-Arigato, ajusshis-dice la chica, empleando una palabra extranjera que no conoces, y hablando con un acento extranjero sin lugar a dudas-, ¡pero cuidado! Kame-san es hijo de la hija del señor Saito.
-¿Saito?-pregunta Takashi, pero puedes ver que no le saca ojo a los galletaes oscuros de la chica.
-¡Saito, hai!-repite la chica, ajustándose mejor el kimono medio desgarrado, haciendo una pequeña reverencia y sonriéndole.
-Saito es, al parecer, el mayor propietario de barcos de Nagora-intervienes tú, cortando a la joven, pues no te has distraido tanto con sus pechos-. Y esta chica no es nipponesa. Fíjate, Takashi, en la marca que tiene encima del pecho. Está marcada a fuego como una esclava, seguramente fue capturada en alguna incursión costera. Es una eta, una intocable. Una mujer insecto.
Los eta son la casta más baja de Nippón, intocables y asimilables a animales impuros, y sin embargo parece que en Nagora se atreven a mirar a la cara a los seres humanos. Takashi vacila.
-Soy libre-dice la joven-. Vivo en la casa de Anyin. Soy Loto Rojo.
-Nombre de cortesana-señalas, no porque sientas especial desprecio por ella, y sin arrepentirte de haberla ayudado. De hecho, si no fuera porque tu amor por Terasu y la culpa por haber sucumbido al hechizo de Tamamo te sacan las ganas de juerga, seguramente le propondrías pagarle un par de monedas de cobre a cambio de sus servicios. Pero ella no te mira a ti.
-cortesana libre. Muchas gracias por todo. Vivo en la casa de Anyin-dice respondiendo sin que nadie le haya preguntado y volviéndose sin una reverencia de despedida. Sin embargo, antes de perderse en la lejanía, vuelve el rostro para dirigirle una sonrisa a Takashi.
Esa noche vuelves a vuestras habitaciones solo, y tu fiel samurai tarda un buen rato en llegar.
Al amigo se le conoce en la necesidad,y al vasallo en la debilidad
Todavía resentido por la humillación que te inflingió la viuda del daimyo Harike, sientes cierta mezquina satisfacción por el mal ajeno al ver la prostración de su hermano Gengoro, mas reprimes ese sentimiento por ser injusto, pues Gengoro no tuvo la culpa, e indigno, cuando reflexionas sobre cuántos valientes samurai has visto prostrados por la enfermedad. Esa es la amarga realidad de la vida del guerrero, tan pocas batallas y tantas fiebres...
Además, le debes gratitud y fidelidad por haberos salvado a ti y a Terasu de una fin segura.
-El papel de un samurai es servir, pirata. Y ello incluye defender el honor de mi señor Gengoro, un hombre tan válido como usted o más... Siempre que tenga suelo firme bajo sus pies, claro. No le juzguéis por una leve debilidad pasajera que en un par de días desaparecerá, mi señor Gengoro es un hombre de ilustre linaje que ha demostrado su férreo autocontrol, astucia, valor e inteligencia disfrazándose de ronin de dudosa genealogía para recorrer las tierras de Nippon como espía y aguantando humillaciones y penalidades en compañía de gente sórdida e indecente. Hacer eso requiere mucho más valor que ser el primero en escalar la muralla del castillo o...- buscas una comparación más apropiada que el pirata pueda entender-.. o ser el primero en abordar una nave enemiga.
El tatuado se rasca la nariz, al parecer sin que se le ocurra nada que se pueda añadir. Haces una cortés venia.
-Os ruego tengáis la bondad de aguardadme aquí mientras atiendo a mi señor- dices, yendo hasta Gengoro para ofrecerle tu brazo y ayudarle a ir bajo cubierta hasta el camarote, donde los balances de la nave son menos acusados, dando instrucciones al cocinero de que ponga a hervir una tisana para clamar el estómago revuelto de Gengoro.
-Tiene usted una cierta virtud, Shiden-san-el pelirrojo no ha perdido la costumbre de añadirte la coletilla de san en la intimidad, aunque haya pasado tiempo desde que vuestros papeles se hayan invertido-: os portáis mejor con los más débiles que con los más fuertes. Me ayudásteis cuando pensábais que no era sino un ronin errante, me tratáisteis con respeto y me disteis un lugar en vuestras filas. No lo olvidaré. Y ahora también le agradezco esta ayuda amable. Pero no deseo bajar. Ayúdeme a colocarme al otro lado del barco donde me dé la brisa, ahí, aj, voy a sentarme un momento. Si me meto bajo cubierta como un topo -musita- estos nunca me respetarán. Mire cómo se ríe este remero bergante. ¿Te hace gracia? ¡Aún he de cortarte el pescuezo!
-¡No, mi señor, por favor!-grita el pirata, con la cara chupada por los vicios y un cuerpo flaco pero con músculos que parecen tiras de acero, con fingido terror-¡No me cortéis la cabeza! Se me caería, e iría botando por la cubierta, de un lado a otro, de un lado a otro...
Estallan las risas cuando Gengoro pone los ojos en blanco, y dos estertores de náusea le suben a la garganta. Pero entonces se repone y se limpia los bigotes con una manga.
-¡Ya estoy viendo la sangre baldeando, para un lado, para otro, para un lado, para otro!
-¡Así tiene que ser, mi señor!-grita un remero de espaldas anchas-Una vez que os lo imaginéis y no se os regüelva el estómago, entonces el mar ya no hace ná. Así que empezáis a pensarlo y a no echar la pota marinero volviendo os estáis-remacha, empleando la enrevesada forma de hablar de los nativos del Norte de la isla.
-¡Entonces un remo pasadme!-dice el pelirrojo-¡Y vamos a ver si rompen antes mis espaldas o las vuestras!
Se gira hacia ti, susurra:
-Siempre se me ha dado mejor buscar estas compañías que las de mi hermana. Vuelva con el capitán, Shiden-san.
O vello na aldea e o novo na allea...
-Ser samurai es...-te detienes un tanto, incapaz de explicar algo que tú ni siquiera acabas de comprender. ¿Cómo explicarlo? En una ocasión, soñaste que nacías y tu padre te ponía una capa a los hombros. Los hombres reaccionaban al verla y se inclinaban, la capa limitaba tus movimientos de forma que, al cabo, dejaste de desear ciertas evoluciones que hasta olvidaste que fueran posibles. La capa hacía soportables climas hostiles a los hombres normales y molestaba en otros. Mas, tú mismo no eras consciente de la existencia de la prenda. Tan solo en la irrealidad del sueño, en la que un Akira hecho de humo se veía a sí mismo desde fuera de su piel, eras capaz de vislumbrarla, y darte cuenta de que hombre y capa eran diferentes, pero al tiempo el Akira de carne y sangre seguía tan ciego como siempre. Y, con angustia, comprendías que en la vigilia nunca podrías ver esta prenda, como mucho sentir algún picor inidentificable o el fantasma de un deseo reprimido hace mucho...
El último pensamiento aterrorizado, antes de despertar, fue el de que arrancar con dedos de humo la cama del cuerpo de Akira... Y leer en sus ojos inexpresivos que la capa seguía allí.
Pero este es un sueño que ni tú mismo comprender, y que incluso te da un cierto pudor explicar en alto. Señalas, en cambio, el timón.
-Ser un samurai es ser una pieza de madera a manos de un capitán. Nuestro amo nos mueve, a la derecha, nos dice, y nosotros vamos a la derecha. A la izquierda, y seguimos su movimiento. la madera es estulta y no puede rebelarse...
-¡Calla, samurai! ¡No traigas la mala suerte insultando al kami del barco!
-...Le pido disculpas, no sabía que existía esa deidad-realizas una de las genuflexiones religiosas y murmuras un mantra-. ¿Qué estaba diciendo? ¡Ah, sí! Que el samurai es un bushi, un servidor. Su propósito es servir.
-Pero es un hombre. Pué servir, o no servir.
-Pero tiene que hacerlo. Es su deber, es su... Es su ser. Es su honor, su papel bajo el orden celestial, como el del tigre es cazar, como el del topo hacer galerías. Es un camino de sacrificio y dolor. Me curo rapido, pero tengo heridas profundas en la pierna, en el brazo izquierdo, en las costillas. Mi honrado padre fue un samurai de bandera del señor Minamoto, y mis honrados abuelo y bisabuelo antes que él. Y mi honrado primo, y sus dos hijos, los dos únicos Tora que quedan, que entraron al servicio de los Harike como tropas expedicionarias y debieron perecer en Fukuoka. Cuando nace en una familia como esta, uno debe servir, ¡Debe servir sin asomo de duda, debe darlo todo por su señor, debe desear morir por él, resucitar y morir de nuevo siete veces por la gloria de su clan!
-Hay muchos que no quieren hacerlo. Hace años los puertos estaban llenos de ronin y renegados, que se mareaban tanto como tu señor y peleaban a cambio de un poco de sake y un bol de pescado, o buscaban pasaje para tierras donde no hay samurais.
Callas, y con ello muestras de forma suficiente que también ha anidado la duda en tu corazón. Dichosos son los samurai que nunca dudan, aquellos a los que sirven a su señor hacia la fin y no dejan que sus debilidades humanas se interpongan en el camino del bushido. ¿O no, quizás seas tú el afortunado y ellos estúpidos ciegos? ¿Qué desean los cielos celestiales? ¿Es justo que un hombre sea esclavo del honor?
-Yo soy raro, pero más de la mitá de los capitanes de Nagora ya se han hecho samurai. Así que tal cosa no será tan mala-prosigue Taifun-. Al cabo, un samurai come todos los días. A casi todos estos que ahora reman tuvieron la rata del hambre les rondó las tripas más noches que las que no-suelta una carcajada-. Esa sí que manda, y la tiés que obedecer, quieras o no.
-¿Y vos, Taifun? ¿Cuál es vuestro linaje? ¿Por qué seguís esta guerra con Cathay?
-¿Mi linaje?-responde sin volver los ojos hacia ti, las manos en el timón y la mirada fija en el profundo mar azul-Hace mil años, un pescador volvió a casa sin haber pescao ná, después de muchos días de haber hecho lo mismo. Taba varando su chalana en la orilla, junto al chozo, cuando escuchó una voz desde las aguas. Fue hasta el mar y vio en las ondas un rostro como el suyo mas diferente, el rostro de un kami, Umibozu, el monstruo del mar, que le dijo que estaba celoso de su hija pequeña, y que le había echado una maldición. Solo la levantaría a cambio de llevarse desposarse con su hija pequeña. El pescador aseguro que no quería perder a la niña, pero redes vacías llevaban a tripas vacías, y entonces su hija moriría de todas formas. Así que la arrastró por los pelos hasta la orilla, y allí el espíritu del kami entró en él para poseerla. O igual se la llevó a un palacio del fondo del mar, que es la historia que le cuentan a los críos. Y nueve meses la devolvió, porque la niña, cuyo nombre era Umi, o sea, mar, parió a un niño en tierra.
Umibozu:
https://hyakumonogatari.files.wordpress.com/2012/02/umibozu-1.jpg
-¿Y esa es la historia del principio de vuestro linaje?
-Esa es la historia de Suijei, que es el padre de todas las viejas familias de marinos del oeste. Así nos decimos, los hijos de Suijei. Hay quien dice que Suijei era un príncipe, mas, ¿pa qué querría un príncipe ná del mar? Pienso que era un pescador con hambre en las tripas, y que quizás los kami de las ondas lo volvieron loco y lo hicieron violar a su hija porque son crueles y se ríen de los sufrimientos del hombre. Luego dicen que el señor Haruke declaró la guerra contra Cathay y así empezamos a guerrear contra los del oeste. Convocó en asamblea a los hijos de Suijei y les prometió que algún día tendrían todas las tierras que bañan las ondas, sin que los edoi les impidiesen echar las redes, sin que los barcos del emperador de Cathay asaltasen los convoyes pa obligarles a pagar impuestos. Mas los samurai perdieron y nosotros aguantamos. Seguimos peleando.
-Muchos, por lo que me contáis, no.
-Mi padre se ahogó muy joven, con quince años o dieciséis, cuando yo estaba en el vientre de mi progenitora. Que era de la costa de Cathay, capturada en incursión, porque todos los hombres de mi familia han nacido de esclavas en quién sabe cuánto tiempo. El padre de mi abuelo fue el jefe de todas las flotas de las Tres Ciudades, le prendió fuego a la ciudad de Huangzhou, llenó las aguas de juntos destrozados. Mi abuelo se perdió con su barco yendo de incursión. A mi tío, que me crió en su casa, le destrozó el cráneo uno de los cohetes de Cathay, yo mismo eché sus restos a los peces. ¿Cómo voy a dejar de hacerles la guerra? Si estuvieran enterrados, o quemados, quizás pudiera escapar en sus fantasmas. Pero están ahí, ahí siguen-señala con su índice al mar-. En el Gran Verde. Nadando al carón del barco. Solo tengo que mirar al mar, mientras cae la noche, y mi cara se parte para reflejar las suyas, como la de Suijei se tornó la de Umibozu.
X
A tu llegada a puerto, te aborda el sujeto de la barba rizada y la cimitarra que bien conoces de hace unas noches. Viene también acompañado por Sórdido e Indecente, y por el joven samurai del otro día, que se agita mohíno y no te mira a los ojos. En esta ocasión, el barbudo lleva un turbante elegante y ropa más o menos limpia, y te saluda con una escueta venia.
-Mi señor ronin...
-Samurai-respondes con énfasis-¿pretendes insultarme?
-Bueno, pues samurai. He preguntado por vos y me dicen que sois Shiden Akira. Bueno, pues encantado. Yo soy el Alto, y este es el señor Saito Kame, nieto mayor de Saito Hare, propietario de muchos barcos, almacenes y ahumaderos de pescado por toda la costa y gobernante de esta ciudad como vasallo del clan Kamakura, señor de esta ciudad aunque algunos no lo reconozcan como tal.
-¿Qué hace aquí el nieto del viejo mono?-pregunta en voz premeditadamente alta el remero membrudo que viste en el barco. Alto prosigue sin inmutarse, mientras Kame le lanza una mirada asesina al marinero.
-Mi señor Saito Hare considera que mi señor Saito Kame y algunos de los samurai de su casa deben aprenderse mejor... algunas cortesías y bailes de la corte y así. Además, por supuesto, de la esgrima y el montar a caballo y el tirar con arco. Así que se pregunta que si le queréis enseñar, que os pagará y si le juráis lealtad os tomará a su servicio.
Elección nº 1 Enseñanza de valores, modales y costumbres
1. Claro que sí, ayuda a nuestra causa de intentar crear una flota que eduque al heredero del mayor propietario de barcos de Nagora.
2. Una propuesta interesante, pero yo prefiero dedicarme a otras cosas. Mas es un buen destino para Takashi. Que vaya allí, él es un buen samurai y será un excelente maestro de samurais. Aunque el alumno no prometa mucho.
3. Lo rechazaré educadamente.
4. ¿Qué tontería es esta? No me rebajaré a servir a una casa de pulgosos.
5. ¿Por qué no jurarle lealtad? Así me libraré de servir a Gengoro y a su familia. Ya me he cambiado el kimono una vez, puedo hacerlo otra.
X
Miras al techo, ennegrecido por el humo de las hogueras de la cocina, y te rascas el pecho, incapaz de conciliar el sueño. Los dibujos de la linterna de papel de arroz arrojan sombras sobre la pared. La habitación que compartes con Takashi está bastante más desordenada y sucia de lo que corresponde a samurai de vuestro rango, o a lo que os hubiera correspondido cuando teníais otro rango, te corriges, y te recuerda a cuando eras joven y salías de campaña sin criados. Que vuelve a ser, más o menos, el caso.
Escuchas los estampidos secos de las sandalias de Takashi, cuando las sacude para entrar en la habitación.
-¿Otra noche con la cortesana extranjera?-le preguntas según entra.
Takashi abre la boca, desconcertado.
Elección nº 2 Vicisitudes de alcoba
1. Me han llegado rumores de que no solo la usas como cortesana, sino que la llevas de paseo por sitios públicos. Ese tipo de relación con una mujer insecto está por debajo de tu honra y tiene que acabar, Takashi. Si sigues con ella, tendré que tomar medidas.
2. Me alegro de que hayas encontrado la felicidad, Takashi. Lo cierto es que yo tampoco soy un modelo de conducta, y aquí estamos un poco fuera de Nippon, así que no desaprobaré tus costumbres.
3. Un buen vasallo debe preocuparse por las necesidades de su señor. Has de traérmela una noche para que pueda disfrutar de ella.
Otoño, astilleros de Nagora
-Nippón tiene Shogún-os resume Gengoro, mientras decenas de trabajadores comprados con oro Harike se afanan con troncos de roble y encina, reparando naves viejas y construyendo nuevos barcos. Guardáis un silencio sepulcral, podríais oir sin problemas las hachas y las sierras si no fuera porque estáis sumidos en vuestros pensamientos.
Taifun ha vuelto cargado de plata y oro de la última incursión del año, en la que no permitió que ningún samurai lo acompañara, y la diplomacia del pelirrojo y su dinero han conseguido más aliados en los Tres Puertos. Sus seguidores os habéis convertido en sus administradores y guardaespaldas, ayudándole a organizar una creciente red de influencias mientras llegaban, con cuentagotas, informaciones de lo que ocurría en el este. Rumores y cuentos. Una batalla que quebró el espinazo de los Takeda merced a la carga salvaje de general Harike Zaibatsu, o de ldefección de los sohei, o de la explosión simultánea de centenares de los nuevos arcabuces, que llenó de pánico a las tropas Takeda. Ha habido matrimonios entre las viejas familias, y seppuku, y una redistribución de tierras. E importantes cambios en la balanza de poder de los monasterios, que ahora se alinean con el clan Harike junto con buena parte de los que antiguamente eran vasallos de sus enemigos. Pocos apoyan a los Takeda, aunque un daimyo isleño se ha pasado a su causa. Hay guerra en el sur. Se vio un cometa sobre Eto. Los gaijin ayudaron a escapar a Takeda Miroe.
Y el Emperador ha reconocido a Harike Otomi, un joven que acaba de cumplir los dieciocho años, como Shogun de Nippon, aunque el poder se divida entre su tío, el general Harike Zaibatsu, y la viuda de su padre, la señora Tamamo-no-mae Kai-Nasimara o Harike Josei Namae no nai shiro, quizás la mujer más bella de Nippon. Muchos dicen que se odian entre ellos y enfrentan a sus partidarios, y sobre el tema Gengoro guarda un silencio absoluto.
-De forma-continúa-que a partir de ahora seremos la flota del Shogun. Sus mensajeros oficiales llegarán en unas semanas, yo he podido enterarme por conductos más veloces que los caballos. Miren esto.
Moja el dedo en una taza de té y dibuja con el agua un símbolo en espiral.
-Pronto llegará esta marca con un salvoconducto oficial para Taifun, permitiéndole navegar lejos de las costas de Nippon. Pronto se prohibirá la salida de embarcaciones particulares y el tráfico con buques extranjeros, y la única navegación permitida será la que tenga el sello rojo emitido por la corte de los Harike. Lo que nos lleva a otro problema.
-Los gaijin-interrumpe Ibaki, que frunce el ceño ante vuestras miradas-. No, Gengoro-san, samurais, no he aprendido a leer la mente junto con las emociones, pero era obvio. Los gaijin trafican libremente con el puerto de Oribatsu, y se dice que han apoyado a los enemigos Takeda. Y, desde hace cuatro días, tenemos uno de sus barcos ante Nagora.
Y dice verdad. Un buque grande y de altas bordas, hecho completamente de madera, tripulado por marineros altos y rubios, liderados (cosa insólita incluso entre estos bárbaros) por una mujer, ha echado el ancla en la bahía y ha estado traficando con algunos productos, sirviéndose de agentes nipponeses a los que la gente, en general, escupe por la calle, pero con los que algunos alicaídos están dispuestos a hacerse riquísimos.
-El mismo mensajero que me traido esta noticia me ha dado instrucciones referentes a ese barco. En él hay muchas cosas útiles para nuestra flota venidera, empezando por él mismo. Cañones. Oficiales con conocimientos de navegación. La posibilidad de descabezar a los más que probables espías que indagan en el puerto para saber el número de barcos y de hombres con los que cuenta el puerto, y en quién cae la lealtad de sus capitanes.
-Que salga la flota de Taifun y tome el barco-propone Yokosuka, y Gengoro niega con la cabeza.
-No. Al parecer, los cañones son excelentes en los combates contra buques, y, lo que es mucho más importante, no podemos arriesgarnos a que el barco se hunda o se incendie. Tenemos que tomarlo en nuestra mano entero. Será un golpe de mano esta noche, y con Taifun en la batalla pero no con el mando supremo, ese bestia-lo dice casi con admiración-sería capaz de prenderle fuego al barco porque no le gustan las cosas extranjeras. Solo me llevaré a sus mejores, a los que sepan guardar silencio y no vacilen en el combate, que estimo que cabrán en tres barcas. De jefe estaré yo, y algunos aliados se ocuparán de que los vigías del buque no nos vean. Aunque, si fallan, moriremos, claro-dice con entonación alegre-. Vendrá conmigo otro samurai, mientras que el resto se ocuparán de eliminar a los agentes de los gaijin que se hallen esa noche en la ciudad. Ibaki no irá al ataque del buque, ya que su talento es muy valioso y quiero preservarlo. Yokosuka es el guerrero más antiguo al servicio de mi hermana, así que veo lógico que le corresponda el liderazgo de la toma del buque.
Elección nº 3 ¿Voy a perderme la acción?
1. Quedarme en tierra es buena idea.
2. Gengoro-san, no deberíais arriesgaros. Permitidme atacar el barco con Yokosuka.
3. Permitidme ir al barco en lugar de Yokosuka, Gengoro-san.
Alzas tu mano para detener a Takashi. Como decía el sabio Mao Tzu Sun en El Libro Carmesí la mejor espada es la que vence sin salir de la vaina.
-No mancillaremos la hoja de nuestras katanas con sangre impura, Takashi. Que se larguen. Y lárgate tú también, puerco animal-añades dando un saltito para evitar las mandíbulas de la maldita tortuga.
Takashi intenta introducir un pie bajo la concha para hacer cuña, pero el reptil consigue de alguna manera que se golpee dolorosamente el pie con el reborde del caparazón. Por suerte vuestra enemiga no es precisamente un caballo de carreras, y un par de vivas zancadas os alejan de su radio de acción durante los próximos diez minutos. Y os acercan, de paso, a la mujer que habéis salvado.
-Arigato, ajusshis-dice la chica, empleando una palabra extranjera que no conoces, y hablando con un acento extranjero sin lugar a dudas-, ¡pero cuidado! Kame-san es hijo de la hija del señor Saito.
-¿Saito?-pregunta Takashi, pero puedes ver que no le saca ojo a los galletaes oscuros de la chica.
-¡Saito, hai!-repite la chica, ajustándose mejor el kimono medio desgarrado, haciendo una pequeña reverencia y sonriéndole.
-Saito es, al parecer, el mayor propietario de barcos de Nagora-intervienes tú, cortando a la joven, pues no te has distraido tanto con sus pechos-. Y esta chica no es nipponesa. Fíjate, Takashi, en la marca que tiene encima del pecho. Está marcada a fuego como una esclava, seguramente fue capturada en alguna incursión costera. Es una eta, una intocable. Una mujer insecto.
Los eta son la casta más baja de Nippón, intocables y asimilables a animales impuros, y sin embargo parece que en Nagora se atreven a mirar a la cara a los seres humanos. Takashi vacila.
-Soy libre-dice la joven-. Vivo en la casa de Anyin. Soy Loto Rojo.
-Nombre de cortesana-señalas, no porque sientas especial desprecio por ella, y sin arrepentirte de haberla ayudado. De hecho, si no fuera porque tu amor por Terasu y la culpa por haber sucumbido al hechizo de Tamamo te sacan las ganas de juerga, seguramente le propondrías pagarle un par de monedas de cobre a cambio de sus servicios. Pero ella no te mira a ti.
-cortesana libre. Muchas gracias por todo. Vivo en la casa de Anyin-dice respondiendo sin que nadie le haya preguntado y volviéndose sin una reverencia de despedida. Sin embargo, antes de perderse en la lejanía, vuelve el rostro para dirigirle una sonrisa a Takashi.
Esa noche vuelves a vuestras habitaciones solo, y tu fiel samurai tarda un buen rato en llegar.
Al amigo se le conoce en la necesidad,y al vasallo en la debilidad
Todavía resentido por la humillación que te inflingió la viuda del daimyo Harike, sientes cierta mezquina satisfacción por el mal ajeno al ver la prostración de su hermano Gengoro, mas reprimes ese sentimiento por ser injusto, pues Gengoro no tuvo la culpa, e indigno, cuando reflexionas sobre cuántos valientes samurai has visto prostrados por la enfermedad. Esa es la amarga realidad de la vida del guerrero, tan pocas batallas y tantas fiebres...
Además, le debes gratitud y fidelidad por haberos salvado a ti y a Terasu de una fin segura.
-El papel de un samurai es servir, pirata. Y ello incluye defender el honor de mi señor Gengoro, un hombre tan válido como usted o más... Siempre que tenga suelo firme bajo sus pies, claro. No le juzguéis por una leve debilidad pasajera que en un par de días desaparecerá, mi señor Gengoro es un hombre de ilustre linaje que ha demostrado su férreo autocontrol, astucia, valor e inteligencia disfrazándose de ronin de dudosa genealogía para recorrer las tierras de Nippon como espía y aguantando humillaciones y penalidades en compañía de gente sórdida e indecente. Hacer eso requiere mucho más valor que ser el primero en escalar la muralla del castillo o...- buscas una comparación más apropiada que el pirata pueda entender-.. o ser el primero en abordar una nave enemiga.
El tatuado se rasca la nariz, al parecer sin que se le ocurra nada que se pueda añadir. Haces una cortés venia.
-Os ruego tengáis la bondad de aguardadme aquí mientras atiendo a mi señor- dices, yendo hasta Gengoro para ofrecerle tu brazo y ayudarle a ir bajo cubierta hasta el camarote, donde los balances de la nave son menos acusados, dando instrucciones al cocinero de que ponga a hervir una tisana para clamar el estómago revuelto de Gengoro.
-Tiene usted una cierta virtud, Shiden-san-el pelirrojo no ha perdido la costumbre de añadirte la coletilla de san en la intimidad, aunque haya pasado tiempo desde que vuestros papeles se hayan invertido-: os portáis mejor con los más débiles que con los más fuertes. Me ayudásteis cuando pensábais que no era sino un ronin errante, me tratáisteis con respeto y me disteis un lugar en vuestras filas. No lo olvidaré. Y ahora también le agradezco esta ayuda amable. Pero no deseo bajar. Ayúdeme a colocarme al otro lado del barco donde me dé la brisa, ahí, aj, voy a sentarme un momento. Si me meto bajo cubierta como un topo -musita- estos nunca me respetarán. Mire cómo se ríe este remero bergante. ¿Te hace gracia? ¡Aún he de cortarte el pescuezo!
-¡No, mi señor, por favor!-grita el pirata, con la cara chupada por los vicios y un cuerpo flaco pero con músculos que parecen tiras de acero, con fingido terror-¡No me cortéis la cabeza! Se me caería, e iría botando por la cubierta, de un lado a otro, de un lado a otro...
Estallan las risas cuando Gengoro pone los ojos en blanco, y dos estertores de náusea le suben a la garganta. Pero entonces se repone y se limpia los bigotes con una manga.
-¡Ya estoy viendo la sangre baldeando, para un lado, para otro, para un lado, para otro!
-¡Así tiene que ser, mi señor!-grita un remero de espaldas anchas-Una vez que os lo imaginéis y no se os regüelva el estómago, entonces el mar ya no hace ná. Así que empezáis a pensarlo y a no echar la pota marinero volviendo os estáis-remacha, empleando la enrevesada forma de hablar de los nativos del Norte de la isla.
-¡Entonces un remo pasadme!-dice el pelirrojo-¡Y vamos a ver si rompen antes mis espaldas o las vuestras!
Se gira hacia ti, susurra:
-Siempre se me ha dado mejor buscar estas compañías que las de mi hermana. Vuelva con el capitán, Shiden-san.
O vello na aldea e o novo na allea...
-Ser samurai es...-te detienes un tanto, incapaz de explicar algo que tú ni siquiera acabas de comprender. ¿Cómo explicarlo? En una ocasión, soñaste que nacías y tu padre te ponía una capa a los hombros. Los hombres reaccionaban al verla y se inclinaban, la capa limitaba tus movimientos de forma que, al cabo, dejaste de desear ciertas evoluciones que hasta olvidaste que fueran posibles. La capa hacía soportables climas hostiles a los hombres normales y molestaba en otros. Mas, tú mismo no eras consciente de la existencia de la prenda. Tan solo en la irrealidad del sueño, en la que un Akira hecho de humo se veía a sí mismo desde fuera de su piel, eras capaz de vislumbrarla, y darte cuenta de que hombre y capa eran diferentes, pero al tiempo el Akira de carne y sangre seguía tan ciego como siempre. Y, con angustia, comprendías que en la vigilia nunca podrías ver esta prenda, como mucho sentir algún picor inidentificable o el fantasma de un deseo reprimido hace mucho...
El último pensamiento aterrorizado, antes de despertar, fue el de que arrancar con dedos de humo la cama del cuerpo de Akira... Y leer en sus ojos inexpresivos que la capa seguía allí.
Pero este es un sueño que ni tú mismo comprender, y que incluso te da un cierto pudor explicar en alto. Señalas, en cambio, el timón.
-Ser un samurai es ser una pieza de madera a manos de un capitán. Nuestro amo nos mueve, a la derecha, nos dice, y nosotros vamos a la derecha. A la izquierda, y seguimos su movimiento. la madera es estulta y no puede rebelarse...
-¡Calla, samurai! ¡No traigas la mala suerte insultando al kami del barco!
-...Le pido disculpas, no sabía que existía esa deidad-realizas una de las genuflexiones religiosas y murmuras un mantra-. ¿Qué estaba diciendo? ¡Ah, sí! Que el samurai es un bushi, un servidor. Su propósito es servir.
-Pero es un hombre. Pué servir, o no servir.
-Pero tiene que hacerlo. Es su deber, es su... Es su ser. Es su honor, su papel bajo el orden celestial, como el del tigre es cazar, como el del topo hacer galerías. Es un camino de sacrificio y dolor. Me curo rapido, pero tengo heridas profundas en la pierna, en el brazo izquierdo, en las costillas. Mi honrado padre fue un samurai de bandera del señor Minamoto, y mis honrados abuelo y bisabuelo antes que él. Y mi honrado primo, y sus dos hijos, los dos únicos Tora que quedan, que entraron al servicio de los Harike como tropas expedicionarias y debieron perecer en Fukuoka. Cuando nace en una familia como esta, uno debe servir, ¡Debe servir sin asomo de duda, debe darlo todo por su señor, debe desear morir por él, resucitar y morir de nuevo siete veces por la gloria de su clan!
-Hay muchos que no quieren hacerlo. Hace años los puertos estaban llenos de ronin y renegados, que se mareaban tanto como tu señor y peleaban a cambio de un poco de sake y un bol de pescado, o buscaban pasaje para tierras donde no hay samurais.
Callas, y con ello muestras de forma suficiente que también ha anidado la duda en tu corazón. Dichosos son los samurai que nunca dudan, aquellos a los que sirven a su señor hacia la fin y no dejan que sus debilidades humanas se interpongan en el camino del bushido. ¿O no, quizás seas tú el afortunado y ellos estúpidos ciegos? ¿Qué desean los cielos celestiales? ¿Es justo que un hombre sea esclavo del honor?
-Yo soy raro, pero más de la mitá de los capitanes de Nagora ya se han hecho samurai. Así que tal cosa no será tan mala-prosigue Taifun-. Al cabo, un samurai come todos los días. A casi todos estos que ahora reman tuvieron la rata del hambre les rondó las tripas más noches que las que no-suelta una carcajada-. Esa sí que manda, y la tiés que obedecer, quieras o no.
-¿Y vos, Taifun? ¿Cuál es vuestro linaje? ¿Por qué seguís esta guerra con Cathay?
-¿Mi linaje?-responde sin volver los ojos hacia ti, las manos en el timón y la mirada fija en el profundo mar azul-Hace mil años, un pescador volvió a casa sin haber pescao ná, después de muchos días de haber hecho lo mismo. Taba varando su chalana en la orilla, junto al chozo, cuando escuchó una voz desde las aguas. Fue hasta el mar y vio en las ondas un rostro como el suyo mas diferente, el rostro de un kami, Umibozu, el monstruo del mar, que le dijo que estaba celoso de su hija pequeña, y que le había echado una maldición. Solo la levantaría a cambio de llevarse desposarse con su hija pequeña. El pescador aseguro que no quería perder a la niña, pero redes vacías llevaban a tripas vacías, y entonces su hija moriría de todas formas. Así que la arrastró por los pelos hasta la orilla, y allí el espíritu del kami entró en él para poseerla. O igual se la llevó a un palacio del fondo del mar, que es la historia que le cuentan a los críos. Y nueve meses la devolvió, porque la niña, cuyo nombre era Umi, o sea, mar, parió a un niño en tierra.
Umibozu:
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-¿Y esa es la historia del principio de vuestro linaje?
-Esa es la historia de Suijei, que es el padre de todas las viejas familias de marinos del oeste. Así nos decimos, los hijos de Suijei. Hay quien dice que Suijei era un príncipe, mas, ¿pa qué querría un príncipe ná del mar? Pienso que era un pescador con hambre en las tripas, y que quizás los kami de las ondas lo volvieron loco y lo hicieron violar a su hija porque son crueles y se ríen de los sufrimientos del hombre. Luego dicen que el señor Haruke declaró la guerra contra Cathay y así empezamos a guerrear contra los del oeste. Convocó en asamblea a los hijos de Suijei y les prometió que algún día tendrían todas las tierras que bañan las ondas, sin que los edoi les impidiesen echar las redes, sin que los barcos del emperador de Cathay asaltasen los convoyes pa obligarles a pagar impuestos. Mas los samurai perdieron y nosotros aguantamos. Seguimos peleando.
-Muchos, por lo que me contáis, no.
-Mi padre se ahogó muy joven, con quince años o dieciséis, cuando yo estaba en el vientre de mi progenitora. Que era de la costa de Cathay, capturada en incursión, porque todos los hombres de mi familia han nacido de esclavas en quién sabe cuánto tiempo. El padre de mi abuelo fue el jefe de todas las flotas de las Tres Ciudades, le prendió fuego a la ciudad de Huangzhou, llenó las aguas de juntos destrozados. Mi abuelo se perdió con su barco yendo de incursión. A mi tío, que me crió en su casa, le destrozó el cráneo uno de los cohetes de Cathay, yo mismo eché sus restos a los peces. ¿Cómo voy a dejar de hacerles la guerra? Si estuvieran enterrados, o quemados, quizás pudiera escapar en sus fantasmas. Pero están ahí, ahí siguen-señala con su índice al mar-. En el Gran Verde. Nadando al carón del barco. Solo tengo que mirar al mar, mientras cae la noche, y mi cara se parte para reflejar las suyas, como la de Suijei se tornó la de Umibozu.
X
A tu llegada a puerto, te aborda el sujeto de la barba rizada y la cimitarra que bien conoces de hace unas noches. Viene también acompañado por Sórdido e Indecente, y por el joven samurai del otro día, que se agita mohíno y no te mira a los ojos. En esta ocasión, el barbudo lleva un turbante elegante y ropa más o menos limpia, y te saluda con una escueta venia.
-Mi señor ronin...
-Samurai-respondes con énfasis-¿pretendes insultarme?
-Bueno, pues samurai. He preguntado por vos y me dicen que sois Shiden Akira. Bueno, pues encantado. Yo soy el Alto, y este es el señor Saito Kame, nieto mayor de Saito Hare, propietario de muchos barcos, almacenes y ahumaderos de pescado por toda la costa y gobernante de esta ciudad como vasallo del clan Kamakura, señor de esta ciudad aunque algunos no lo reconozcan como tal.
-¿Qué hace aquí el nieto del viejo mono?-pregunta en voz premeditadamente alta el remero membrudo que viste en el barco. Alto prosigue sin inmutarse, mientras Kame le lanza una mirada asesina al marinero.
-Mi señor Saito Hare considera que mi señor Saito Kame y algunos de los samurai de su casa deben aprenderse mejor... algunas cortesías y bailes de la corte y así. Además, por supuesto, de la esgrima y el montar a caballo y el tirar con arco. Así que se pregunta que si le queréis enseñar, que os pagará y si le juráis lealtad os tomará a su servicio.
Elección nº 1 Enseñanza de valores, modales y costumbres
1. Claro que sí, ayuda a nuestra causa de intentar crear una flota que eduque al heredero del mayor propietario de barcos de Nagora.
2. Una propuesta interesante, pero yo prefiero dedicarme a otras cosas. Mas es un buen destino para Takashi. Que vaya allí, él es un buen samurai y será un excelente maestro de samurais. Aunque el alumno no prometa mucho.
3. Lo rechazaré educadamente.
4. ¿Qué tontería es esta? No me rebajaré a servir a una casa de pulgosos.
5. ¿Por qué no jurarle lealtad? Así me libraré de servir a Gengoro y a su familia. Ya me he cambiado el kimono una vez, puedo hacerlo otra.
X
Miras al techo, ennegrecido por el humo de las hogueras de la cocina, y te rascas el pecho, incapaz de conciliar el sueño. Los dibujos de la linterna de papel de arroz arrojan sombras sobre la pared. La habitación que compartes con Takashi está bastante más desordenada y sucia de lo que corresponde a samurai de vuestro rango, o a lo que os hubiera correspondido cuando teníais otro rango, te corriges, y te recuerda a cuando eras joven y salías de campaña sin criados. Que vuelve a ser, más o menos, el caso.
Escuchas los estampidos secos de las sandalias de Takashi, cuando las sacude para entrar en la habitación.
-¿Otra noche con la cortesana extranjera?-le preguntas según entra.
Takashi abre la boca, desconcertado.
Elección nº 2 Vicisitudes de alcoba
1. Me han llegado rumores de que no solo la usas como cortesana, sino que la llevas de paseo por sitios públicos. Ese tipo de relación con una mujer insecto está por debajo de tu honra y tiene que acabar, Takashi. Si sigues con ella, tendré que tomar medidas.
2. Me alegro de que hayas encontrado la felicidad, Takashi. Lo cierto es que yo tampoco soy un modelo de conducta, y aquí estamos un poco fuera de Nippon, así que no desaprobaré tus costumbres.
3. Un buen vasallo debe preocuparse por las necesidades de su señor. Has de traérmela una noche para que pueda disfrutar de ella.
Otoño, astilleros de Nagora
-Nippón tiene Shogún-os resume Gengoro, mientras decenas de trabajadores comprados con oro Harike se afanan con troncos de roble y encina, reparando naves viejas y construyendo nuevos barcos. Guardáis un silencio sepulcral, podríais oir sin problemas las hachas y las sierras si no fuera porque estáis sumidos en vuestros pensamientos.
Taifun ha vuelto cargado de plata y oro de la última incursión del año, en la que no permitió que ningún samurai lo acompañara, y la diplomacia del pelirrojo y su dinero han conseguido más aliados en los Tres Puertos. Sus seguidores os habéis convertido en sus administradores y guardaespaldas, ayudándole a organizar una creciente red de influencias mientras llegaban, con cuentagotas, informaciones de lo que ocurría en el este. Rumores y cuentos. Una batalla que quebró el espinazo de los Takeda merced a la carga salvaje de general Harike Zaibatsu, o de ldefección de los sohei, o de la explosión simultánea de centenares de los nuevos arcabuces, que llenó de pánico a las tropas Takeda. Ha habido matrimonios entre las viejas familias, y seppuku, y una redistribución de tierras. E importantes cambios en la balanza de poder de los monasterios, que ahora se alinean con el clan Harike junto con buena parte de los que antiguamente eran vasallos de sus enemigos. Pocos apoyan a los Takeda, aunque un daimyo isleño se ha pasado a su causa. Hay guerra en el sur. Se vio un cometa sobre Eto. Los gaijin ayudaron a escapar a Takeda Miroe.
Y el Emperador ha reconocido a Harike Otomi, un joven que acaba de cumplir los dieciocho años, como Shogun de Nippon, aunque el poder se divida entre su tío, el general Harike Zaibatsu, y la viuda de su padre, la señora Tamamo-no-mae Kai-Nasimara o Harike Josei Namae no nai shiro, quizás la mujer más bella de Nippon. Muchos dicen que se odian entre ellos y enfrentan a sus partidarios, y sobre el tema Gengoro guarda un silencio absoluto.
-De forma-continúa-que a partir de ahora seremos la flota del Shogun. Sus mensajeros oficiales llegarán en unas semanas, yo he podido enterarme por conductos más veloces que los caballos. Miren esto.
Moja el dedo en una taza de té y dibuja con el agua un símbolo en espiral.
-Pronto llegará esta marca con un salvoconducto oficial para Taifun, permitiéndole navegar lejos de las costas de Nippon. Pronto se prohibirá la salida de embarcaciones particulares y el tráfico con buques extranjeros, y la única navegación permitida será la que tenga el sello rojo emitido por la corte de los Harike. Lo que nos lleva a otro problema.
-Los gaijin-interrumpe Ibaki, que frunce el ceño ante vuestras miradas-. No, Gengoro-san, samurais, no he aprendido a leer la mente junto con las emociones, pero era obvio. Los gaijin trafican libremente con el puerto de Oribatsu, y se dice que han apoyado a los enemigos Takeda. Y, desde hace cuatro días, tenemos uno de sus barcos ante Nagora.
Y dice verdad. Un buque grande y de altas bordas, hecho completamente de madera, tripulado por marineros altos y rubios, liderados (cosa insólita incluso entre estos bárbaros) por una mujer, ha echado el ancla en la bahía y ha estado traficando con algunos productos, sirviéndose de agentes nipponeses a los que la gente, en general, escupe por la calle, pero con los que algunos alicaídos están dispuestos a hacerse riquísimos.
-El mismo mensajero que me traido esta noticia me ha dado instrucciones referentes a ese barco. En él hay muchas cosas útiles para nuestra flota venidera, empezando por él mismo. Cañones. Oficiales con conocimientos de navegación. La posibilidad de descabezar a los más que probables espías que indagan en el puerto para saber el número de barcos y de hombres con los que cuenta el puerto, y en quién cae la lealtad de sus capitanes.
-Que salga la flota de Taifun y tome el barco-propone Yokosuka, y Gengoro niega con la cabeza.
-No. Al parecer, los cañones son excelentes en los combates contra buques, y, lo que es mucho más importante, no podemos arriesgarnos a que el barco se hunda o se incendie. Tenemos que tomarlo en nuestra mano entero. Será un golpe de mano esta noche, y con Taifun en la batalla pero no con el mando supremo, ese bestia-lo dice casi con admiración-sería capaz de prenderle fuego al barco porque no le gustan las cosas extranjeras. Solo me llevaré a sus mejores, a los que sepan guardar silencio y no vacilen en el combate, que estimo que cabrán en tres barcas. De jefe estaré yo, y algunos aliados se ocuparán de que los vigías del buque no nos vean. Aunque, si fallan, moriremos, claro-dice con entonación alegre-. Vendrá conmigo otro samurai, mientras que el resto se ocuparán de eliminar a los agentes de los gaijin que se hallen esa noche en la ciudad. Ibaki no irá al ataque del buque, ya que su talento es muy valioso y quiero preservarlo. Yokosuka es el guerrero más antiguo al servicio de mi hermana, así que veo lógico que le corresponda el liderazgo de la toma del buque.
Elección nº 3 ¿Voy a perderme la acción?
1. Quedarme en tierra es buena idea.
2. Gengoro-san, no deberíais arriesgaros. Permitidme atacar el barco con Yokosuka.
3. Permitidme ir al barco en lugar de Yokosuka, Gengoro-san.
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