Thufir Hawat
Madmaxista
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Me ha parecido interesante este artículo, sobre todo por el mensaje de que se puede salir y solucionarlo aunque sea lento.
Fuente: Atrapados por los microcréditos y las tarjetas revolving: "Pensé en suicidarme"
Si la publicidad bien dirigida es capaz de cegar a cualquiera, imagínense lo que sucede cuando la necesidad aprieta. "Hasta 4.000 euros en menos de 24 horas sin necesidad de avales y sin cambiar de banco", reza el anuncio de una conocida entidad que se dedica a conceder microcréditos. Las llamadas tarjetas revolving suben la apuesta: "Nosotros te adelantamos el dinero y tú decides cuánto pagas cada mes".
Este tipo de tarjetas son ahora mismo una de las herramientas de crédito más extendidas y también una de las más peligrosas. No sólo por sus elevados intereses -entre un 20 y un 30%- sino porque se conceden sin ningún estudio de solvencia previo y su propia configuración acaba por perpetuar las deudas. "El sistema revolving es un sistema rotativo, lo que quiere decir que, si tú no has pagado este mes, todo lo que has pedido más los intereses se acumulan al mes siguiente", explica Ainoa Amado, abogada de Arriaga Asociados.
Actualmente, las tarjetas revolving no sólo las ofrecen bancos o compañías desconocidas, sino también importantes cadenas comerciales sin que los usuarios sean realmente conscientes del pozo sin fondo en el que se están metiendo. "Normalmente, se permite al cliente pagar una cantidad muy pequeña al mes. ¿Qué ocurre? Pues que con una cuota ni siquiera cubres los intereses, así que todo lo que no has pagado se va acumulando y, al final, se llega a perpetuar la deuda".
Eso es precisamente lo que le ocurrió a Mari Carmen. "Y no por vivir una vida padre", matiza antes de contarnos su historia. Tras pasar unos años en el extranjero, se separó de su marido y decidió regresar a España. "Me encontré sin trabajo, con dos hijos y sin ninguna ayuda por parte de mi ex, así que empecé a montar un negocio como autónoma, pero, claro, al principio no puedes vivir de eso", explica a Libre Mercado.
Poco a poco, el negocio no sólo despegó, sino que comenzó a crecer. "Y, al final, cuanto más creces, más pagas -lamenta-. No ganas más, de eso me he dado cuenta ahora que me he jubilado, que me tenía que haber plantado en un nivel donde no tuviera que contratar más gente, porque al final eso me estaba ahogando".
En estas circunstancias, las tarjetas revolving llamaron a su puerta como un salvavidas. "Es que no tenías ni que buscarlas. Te llamaban por teléfono y te las ofrecían: Le damos un crédito de no sé cuánto y se lo mandamos a su cuenta… Y si estabas hasta arriba y tenías que pagar todo, caías". El problema es que esa desesperación le hizo entrar en una rueda de la que era incapaz de salir: "Buscas ayuda y, al final, te acaban ahorcando".
Todos los años seguía debiendo lo mismo. Lo único que pagaba eran intereses
Además de las tarjetas de los comercios más conocidos, Mari Carmen acabó teniendo tres tarjetas revolving por las que pagaba, en total, 1.500 euros al mes. Las contrató allá por el 2003 y no hace ni siquiera un año que ha conseguido enterrar su deuda. "Yo era consciente de que tenía que sacar 1.500 euros para pagar las tarjetas. Y yo lo iba pagando todo. Podía retrasarme unos días, pero siempre pagaba. El problema es que todos los años seguía debiendo lo mismo. Lo único que pagaba eran intereses", cuenta desesperada.
Al principio, trató de llegar a un acuerdo con las compañías, "pero ellos no negocian contigo mientras tú pagues", así que optó por contratar los servicios de una agencia de las muchas que se anuncian por internet. Pagó 4.000 euros, que no sirvieron para nada. "Me dijeron que dejase de pagar todos los recibos y que ellos se encargarían de todo, pero pasado un año me llamaron para informarme de que las compañías no habían contestado y que mi casa iba a entrar en concurso -relata con la misma indignación e incredulidad que debió sentir aquel día -. ¿Cómo era posible? Si yo lo único que quería era pagar… ¡Yo no quería que me perdonasen la deuda!".
Desesperada, comenzó a llamar ella misma a todas partes. Con las grandes cadenas comerciales consiguió llegar a un acuerdo. A las entidades de crédito tuvo que llevarlas a los tribunales para demostrar que el 29% de intereses que le llegaron a cobrar eran usura: "De una incluso me devolvieron 8.000 y pico euros y de otra, más de 19.000", presume hoy ya satisfecha.
Aun así, es incapaz de olvidar el calvario que ha vivido: "No puedes imaginarte el estrés que es. Te llaman a todas horas. De hecho, yo ahora ya no debo nada y todavía me siguen llamando. Tengo que tener desconectado el teléfono fijo, porque si no, aquí no hay quien viva".
Y eso no es lo más grave. Hubo una época en la que el acoso incluso fue más allá. "Un día llegué del trabajo y había un señor hablando con los vecinos. No te puedes imaginar lo que he sufrido", explica con voz temblorosa. Tuvo que empezar a tomar pastillas para dormir e incluso reconoce que sopesó la posibilidad de quitarse la vida. "Llegué a pensar en suicidarme. No veía salida y a mi me daba igual, pero lo peor eran mis hijos, que encima les dejaba todas las deudas, porque las deudas no desaparecen".
El caso de Juan Luis no difiere mucho, aunque su perdición no fueron las tarjetas revolving, sino los tradicionales microcréditos. Como a tantos otros militares de nuestro país, los constantes traslados y cambios de casa le acabaron pasando factura: "Tenía dos hipotecas, muchos gastos, tres hijos en edad de estudiar y, de repente, te hace falta dinero y recurres a lo que, un principio, parece dinero fácil y rápido". Sin embargo, al igual que Mari Carmen pronto se dio cuenta de aquello era un pozo sin fondo: "Pagas muchísimos intereses y nunca terminas de pagar la deuda".
Tal y como explican desde Arriaga Asociados, esta modalidad de crédito suele ser más tras*parente, ya que, a diferencia de lo que ocurre con las tarjetas revolving -donde los contratos suelen incluir fórmulas matemáticas totalmente incomprensibles- aquí casi siempre aparecen claramente los intereses a pagar. El problema es que las entidades se aprovechan de la desesperación de aquel que tiene que hacer frente a un pago de forma inmediata y no ve otra salida.
"Lo que hacen estas entidades es abusar de su posición de privilegio. Suelen ofrecer cantidades pequeñas a devolver en un margen de tiempo muy pequeño con intereses muy elevados", explica Ainoa Amado. Cuanto más corto es el plazo, más altos suelen ser los intereses: "Ahora mismo tengo encima de la mesa el caso de un cliente que pidió 200 euros para hacer frente a unas facturas que tenía que pagar ya. Los intereses eran de 33 euros y tenía que pagarlo todo en 10 días. Muchas veces no nos paramos a pensarlo, pero estamos hablando, de un 26.257% TAE".
Juan Luis llegó a pagar un 1.000% de intereses, pero sus microcréditos eran mucho más elevados. "Al final, para pagar uno tenía que pedir otro y la bola cada vez se hacía más grande", lamenta. Tras la batalla judicial, ha conseguido que le devuelvan 1.000 euros de un microcrédito, 4.000 de otro y 19.000 de un tercero que tenía desde hace más de una década. "El tema legal se alarga mucho en el tiempo, pero tiene dos ventajas: no sólo recuperas lo que has pagado de más, sino que consigues cortar con ellos".
En Arriaga Asociados aseguran tener "un 98% de casos ganados" tanto en microcréditos como en tarjetas revolving. Las herramientas legales con las que cuentan son fundamentalmente dos: la Ley de Usura -que, a pesar de datar de 1908, ha sido actualizada por la jurisprudencia del Tribunal Supremo- y la legislación relativa a las condiciones generales de contratación.
Tal y como explica Ainoa Amado, la Ley de Usura declara nulo todo contrato que aplique un interés notablemente superior al tipo medio sin causa justificada: "El Banco de España todos los meses publica los tipos medios, que nos sirven de base para saber cómo está el mercado. Si el de las tarjetas revolving, por ejemplo, está sobre el 20% y al cliente se le está cobrando un 26 o un 27%, estaríamos hablando de usura". De esta forma, únicamente tendrá que pagar el dinero que había solicitado inicialmente: "Los intereses, gastos y comisiones se le van a devolver. Es como su hubiera sido un préstamo a tipo cero".
La otra vía para reclamar este tipo de productos de crédito es a través de las condiciones generales de contratación, ya que la información debe adecuarse al perfil de cliente. "Un contrato de tarjeta revolving, por ejemplo, es muy complejo para un consumidor medio. Incluso a nosotros todavía nos cuesta leer ciertos contratos, porque realmente no son tras*parentes, hay fórmulas matemáticas complejas, hay veces que no aparece el TAE y los párrafos son muy farragosos para un consumidor medio", advierten desde Arriaga. Así, puesto que estos contratos conllevan una carga económica importante, podrían declararse nulos si el cliente no es capaz de entender cómo funciona.
La gran duda que le surge a muchos usuarios es si, a la espera de poner una reclamación o de que ésta se resuelva, deben o no seguir pagando sus préstamos: "Yo siempre le digo al cliente que es mejor pagar, pero que si no lo hace no es un obstáculo para nuestra reclamación".
La explicación es muy sencilla: si sigue pagando y gana, le van a devolver todo lo que haya pagado de más; si deja de pagar, incluso aunque gane, siempre va a tener que devolver lo que le han prestado inicialmente y, si pierde, se le van a acumular los intereses e incluso puede que, como en el caso de Mari Carmen, su casa corra peligro.
Fuente: Atrapados por los microcréditos y las tarjetas revolving: "Pensé en suicidarme"
Si la publicidad bien dirigida es capaz de cegar a cualquiera, imagínense lo que sucede cuando la necesidad aprieta. "Hasta 4.000 euros en menos de 24 horas sin necesidad de avales y sin cambiar de banco", reza el anuncio de una conocida entidad que se dedica a conceder microcréditos. Las llamadas tarjetas revolving suben la apuesta: "Nosotros te adelantamos el dinero y tú decides cuánto pagas cada mes".
Este tipo de tarjetas son ahora mismo una de las herramientas de crédito más extendidas y también una de las más peligrosas. No sólo por sus elevados intereses -entre un 20 y un 30%- sino porque se conceden sin ningún estudio de solvencia previo y su propia configuración acaba por perpetuar las deudas. "El sistema revolving es un sistema rotativo, lo que quiere decir que, si tú no has pagado este mes, todo lo que has pedido más los intereses se acumulan al mes siguiente", explica Ainoa Amado, abogada de Arriaga Asociados.
Actualmente, las tarjetas revolving no sólo las ofrecen bancos o compañías desconocidas, sino también importantes cadenas comerciales sin que los usuarios sean realmente conscientes del pozo sin fondo en el que se están metiendo. "Normalmente, se permite al cliente pagar una cantidad muy pequeña al mes. ¿Qué ocurre? Pues que con una cuota ni siquiera cubres los intereses, así que todo lo que no has pagado se va acumulando y, al final, se llega a perpetuar la deuda".
Eso es precisamente lo que le ocurrió a Mari Carmen. "Y no por vivir una vida padre", matiza antes de contarnos su historia. Tras pasar unos años en el extranjero, se separó de su marido y decidió regresar a España. "Me encontré sin trabajo, con dos hijos y sin ninguna ayuda por parte de mi ex, así que empecé a montar un negocio como autónoma, pero, claro, al principio no puedes vivir de eso", explica a Libre Mercado.
Poco a poco, el negocio no sólo despegó, sino que comenzó a crecer. "Y, al final, cuanto más creces, más pagas -lamenta-. No ganas más, de eso me he dado cuenta ahora que me he jubilado, que me tenía que haber plantado en un nivel donde no tuviera que contratar más gente, porque al final eso me estaba ahogando".
En estas circunstancias, las tarjetas revolving llamaron a su puerta como un salvavidas. "Es que no tenías ni que buscarlas. Te llamaban por teléfono y te las ofrecían: Le damos un crédito de no sé cuánto y se lo mandamos a su cuenta… Y si estabas hasta arriba y tenías que pagar todo, caías". El problema es que esa desesperación le hizo entrar en una rueda de la que era incapaz de salir: "Buscas ayuda y, al final, te acaban ahorcando".
Todos los años seguía debiendo lo mismo. Lo único que pagaba eran intereses
Además de las tarjetas de los comercios más conocidos, Mari Carmen acabó teniendo tres tarjetas revolving por las que pagaba, en total, 1.500 euros al mes. Las contrató allá por el 2003 y no hace ni siquiera un año que ha conseguido enterrar su deuda. "Yo era consciente de que tenía que sacar 1.500 euros para pagar las tarjetas. Y yo lo iba pagando todo. Podía retrasarme unos días, pero siempre pagaba. El problema es que todos los años seguía debiendo lo mismo. Lo único que pagaba eran intereses", cuenta desesperada.
Al principio, trató de llegar a un acuerdo con las compañías, "pero ellos no negocian contigo mientras tú pagues", así que optó por contratar los servicios de una agencia de las muchas que se anuncian por internet. Pagó 4.000 euros, que no sirvieron para nada. "Me dijeron que dejase de pagar todos los recibos y que ellos se encargarían de todo, pero pasado un año me llamaron para informarme de que las compañías no habían contestado y que mi casa iba a entrar en concurso -relata con la misma indignación e incredulidad que debió sentir aquel día -. ¿Cómo era posible? Si yo lo único que quería era pagar… ¡Yo no quería que me perdonasen la deuda!".
Desesperada, comenzó a llamar ella misma a todas partes. Con las grandes cadenas comerciales consiguió llegar a un acuerdo. A las entidades de crédito tuvo que llevarlas a los tribunales para demostrar que el 29% de intereses que le llegaron a cobrar eran usura: "De una incluso me devolvieron 8.000 y pico euros y de otra, más de 19.000", presume hoy ya satisfecha.
Aun así, es incapaz de olvidar el calvario que ha vivido: "No puedes imaginarte el estrés que es. Te llaman a todas horas. De hecho, yo ahora ya no debo nada y todavía me siguen llamando. Tengo que tener desconectado el teléfono fijo, porque si no, aquí no hay quien viva".
Y eso no es lo más grave. Hubo una época en la que el acoso incluso fue más allá. "Un día llegué del trabajo y había un señor hablando con los vecinos. No te puedes imaginar lo que he sufrido", explica con voz temblorosa. Tuvo que empezar a tomar pastillas para dormir e incluso reconoce que sopesó la posibilidad de quitarse la vida. "Llegué a pensar en suicidarme. No veía salida y a mi me daba igual, pero lo peor eran mis hijos, que encima les dejaba todas las deudas, porque las deudas no desaparecen".
El caso de Juan Luis no difiere mucho, aunque su perdición no fueron las tarjetas revolving, sino los tradicionales microcréditos. Como a tantos otros militares de nuestro país, los constantes traslados y cambios de casa le acabaron pasando factura: "Tenía dos hipotecas, muchos gastos, tres hijos en edad de estudiar y, de repente, te hace falta dinero y recurres a lo que, un principio, parece dinero fácil y rápido". Sin embargo, al igual que Mari Carmen pronto se dio cuenta de aquello era un pozo sin fondo: "Pagas muchísimos intereses y nunca terminas de pagar la deuda".
Tal y como explican desde Arriaga Asociados, esta modalidad de crédito suele ser más tras*parente, ya que, a diferencia de lo que ocurre con las tarjetas revolving -donde los contratos suelen incluir fórmulas matemáticas totalmente incomprensibles- aquí casi siempre aparecen claramente los intereses a pagar. El problema es que las entidades se aprovechan de la desesperación de aquel que tiene que hacer frente a un pago de forma inmediata y no ve otra salida.
"Lo que hacen estas entidades es abusar de su posición de privilegio. Suelen ofrecer cantidades pequeñas a devolver en un margen de tiempo muy pequeño con intereses muy elevados", explica Ainoa Amado. Cuanto más corto es el plazo, más altos suelen ser los intereses: "Ahora mismo tengo encima de la mesa el caso de un cliente que pidió 200 euros para hacer frente a unas facturas que tenía que pagar ya. Los intereses eran de 33 euros y tenía que pagarlo todo en 10 días. Muchas veces no nos paramos a pensarlo, pero estamos hablando, de un 26.257% TAE".
Juan Luis llegó a pagar un 1.000% de intereses, pero sus microcréditos eran mucho más elevados. "Al final, para pagar uno tenía que pedir otro y la bola cada vez se hacía más grande", lamenta. Tras la batalla judicial, ha conseguido que le devuelvan 1.000 euros de un microcrédito, 4.000 de otro y 19.000 de un tercero que tenía desde hace más de una década. "El tema legal se alarga mucho en el tiempo, pero tiene dos ventajas: no sólo recuperas lo que has pagado de más, sino que consigues cortar con ellos".
En Arriaga Asociados aseguran tener "un 98% de casos ganados" tanto en microcréditos como en tarjetas revolving. Las herramientas legales con las que cuentan son fundamentalmente dos: la Ley de Usura -que, a pesar de datar de 1908, ha sido actualizada por la jurisprudencia del Tribunal Supremo- y la legislación relativa a las condiciones generales de contratación.
Tal y como explica Ainoa Amado, la Ley de Usura declara nulo todo contrato que aplique un interés notablemente superior al tipo medio sin causa justificada: "El Banco de España todos los meses publica los tipos medios, que nos sirven de base para saber cómo está el mercado. Si el de las tarjetas revolving, por ejemplo, está sobre el 20% y al cliente se le está cobrando un 26 o un 27%, estaríamos hablando de usura". De esta forma, únicamente tendrá que pagar el dinero que había solicitado inicialmente: "Los intereses, gastos y comisiones se le van a devolver. Es como su hubiera sido un préstamo a tipo cero".
La otra vía para reclamar este tipo de productos de crédito es a través de las condiciones generales de contratación, ya que la información debe adecuarse al perfil de cliente. "Un contrato de tarjeta revolving, por ejemplo, es muy complejo para un consumidor medio. Incluso a nosotros todavía nos cuesta leer ciertos contratos, porque realmente no son tras*parentes, hay fórmulas matemáticas complejas, hay veces que no aparece el TAE y los párrafos son muy farragosos para un consumidor medio", advierten desde Arriaga. Así, puesto que estos contratos conllevan una carga económica importante, podrían declararse nulos si el cliente no es capaz de entender cómo funciona.
La gran duda que le surge a muchos usuarios es si, a la espera de poner una reclamación o de que ésta se resuelva, deben o no seguir pagando sus préstamos: "Yo siempre le digo al cliente que es mejor pagar, pero que si no lo hace no es un obstáculo para nuestra reclamación".
La explicación es muy sencilla: si sigue pagando y gana, le van a devolver todo lo que haya pagado de más; si deja de pagar, incluso aunque gane, siempre va a tener que devolver lo que le han prestado inicialmente y, si pierde, se le van a acumular los intereses e incluso puede que, como en el caso de Mari Carmen, su casa corra peligro.