No es un tema sencillo porque como todo lo que tiene que ver con la fin es algo que crea una cierta fobia por eso no hay una respuesta clara y meridiana pero el gran problema que subyace es que, los humanos, NO entendemos el plan de Dios; su percepción se substenta en la fe que cada uno pueda tener o desarrollar y no todo el mundo tiene esa capacidad.
En tu ejemplo nada nos dice que el plan de Dios para una determinada vida no sea servir de acicate a una tercera persona que contempla, que sufre como allegado, dicho suicidio; puede que eso sea lo que cambie su perspectiva de ver el mundo o le impulse para hacer algo a lo que también está destinado. Es difícil asumir que no siempre somos los protagonistas de nuestra propia vida pero, a menudo, es así: la historia que cuentan unos padres a los que se les muere o se les suicida un hijo la cuentan los padres, no los hijos muertos. Es triste pero es evidente que muchos veces somos accesorios de la historia de otra persona que, por lo que sea, parece más relevante o, al menos, tiene más recorrido. Y todo eso puede ser perfectamente parte del plan de Dios, como cuando se dice que Dios escribe derecho con reglones torcidos.
Un amigo mío murió de sobredosis (eran los tiempos de la droja en España) en nuestra juventud y por más que se le intentó ayudar fue imposible. En aquel momento yo no entendí la razón, culpé a la droja y a su falta de carácter para saber decir no pero con los años me fui dando cuenta de que lo sucedido fue debido más que a falta de carácter a una falla en su voluntad, siempre había sido una persona con muchos dones pero había una cierta sombra de tristeza, de falta de ansia de existir: hay flores que arraigan en cualquier terreno y otras, que por más que las cuides, se mueren a la mínima que sopla el viento. Cuando murió no lo hizo en el pico de tener mono, de hecho ya llevaba un tiempo alejado de la droja, su final fue premeditado porque las cantidades eran estratosféricas, no fue un chute que saliera mal. Su caso tuvo tremenda repercusión en casi todos los que le rodeábamos, especialmente, como es lógico, en su familia; desgraciadamente, para mal excepto en el caso de su hermana que cambió su actitud y supo encauzar su vida de una forma constructiva. Quizás, ese fue siempre el plan, a lo mejor ella era el personaje principal de ese capítulo de la obra.
No es fácil, como digo, pero se me hace muy difícil entender el suicidio, así en general, como una falta gravísima a Dios cuando, a la vez, se nos otorga libre albedrío para hacerlo. Opino que el juicio divino, de haberlo, sería caso por caso, contemplando la naturaleza del problema y las cualidades de la persona; mientras que llegar a la conclusión de que todos los suicidas se pasarán la otra vida en el infierno sufriendo terribles sufrimientos me parece más propio de divinidades de segunda, más tipo "horrores eldritchianos" y, desde luego, mi idea de Dios está lejos de ser eso.