Manoliko
Será en Octubre
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- 8 Sep 2010
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Llevo desde ayer con malestar en el estómago. Hoy he tenido que comer fuera de casa, en una localidad costera de levante. Caminando por el paseo marítimo me topaba con muchos restaurantes frecuentados por giris que se jactan de ser lo contrario al bar Paco. Camareros vestidos impecablemente, elegantes interiores de estilos tropical o insdutrial, cubiertos minuciosamente presentados con servilletas de tela en las copas, cartas en varios idiomas realizadas por un diseñador y oferta de platos franceses, italianos, japoneses, mexicanos o indios, dependiendo del establecimiento.
Era más de la una y tenía apetito. Pero también tenía miedo de vomitar la comida, ya que he pasado toda la mañana con retortijones y he ido al baño tres veces, así que buscaba algo ligero y de fácil digestión que me evitase sufrir un desmayo por la tarde. Me acerco al camarero que hace guardia en la puerta de uno de esos establecimientos y le expongo lo siguiente:
Manoliko: "Pérdone, sé que no es lo normal a estas horas, ¿Pero me servirían unas tostadas con tomate, aceite y jamón york?. Es que no tengo el estómago muy bien y no me entra otra cosa"
Camarero del paseo marítimo (mirando con cara de desconcierto e incredulidad como si le estuviese pidiendo que llevase a cabo una gesta inconcebible): "¿Tostadas a estas horas? Que va, imposible. Pero tenemos hamburguesas y sandwiches de pollo"
Manoliko: "No, lo siento, me marcho"
Camarero: "Pero... también tenemos magdalenas" (lo juro, es una trasncripción literal).
Manoliko: "Muchas gracias, pero no".
Volví a probar suerte en otro de esos establecimiento del paseo marítico con similar resultado; nada de tostadas después de las doce. Decidí alejarme de la playa y caminar hacia el interior del pueblo. Ni dos calles había caminado cuando me topo en una esquina con el típico bar paco de cosa con el típico menú del día escrito en una pizarra. Entro en él y me encuentro con el prototipo de Paco de cosa. Un tipo de unos 45 años mal llevados, regordete, bajito, alopécico y con cara ancha. Probablemente hasta se llamará Paco realmente, o en su defecto Pepe o Manolo.
Le propongo lo mismo que a los otros camareros y me responde servicialmente que por supuesto, que ningún problema. Me dieron ganas de hacerle una ovación y gritarle. "Ole tus bemoles, Paco".
A los cinco minutos tengo mis tostadas con jamón york, tomate y aceite. Además preparadas a mi gusto. Doradas y con el tueste justo para que esté algo crujiente pero no duro ni con socarrados neցros y de gusto amargo. Me sentó tan bién que incluso me animé a pedir de postre una macedonia de frutas. Todo ello acompañado con una botella pequeña de agua y una manzanilla, 6 euros el total de la cuenta.
Yo entiendo que en los otros restaurantes tengan sus normas. Pero lo que yo les pedía no era por capricho ni por ánimo de molestar al cocinero, es que en ese momento no podía comer otra cosa y así lo expliqué. Si nadie me hubiese ofrecido ese servicio me habrían dejado sin poder comer. Lo cual me parece que roza la inhumanidad y la indecencia.
Conclusión: En los restaurantes modernitos-exóticos, para giris y hipster; pagas a precio de oro un producto fabricado en serie y un servicio inpersonal. Te ofrecen una carta muy reducida y estandarizada y como pidas cualquier modificación se niegan rotundamente porque son vagos y limitados, incapaces de saltarse el protocolo. En el bar Paco de cosa, en cambio, se esfuerzan por adaptarse a lo que el cliente busca y a muy buen precio.
Vivan los bares Paco.
Era más de la una y tenía apetito. Pero también tenía miedo de vomitar la comida, ya que he pasado toda la mañana con retortijones y he ido al baño tres veces, así que buscaba algo ligero y de fácil digestión que me evitase sufrir un desmayo por la tarde. Me acerco al camarero que hace guardia en la puerta de uno de esos establecimientos y le expongo lo siguiente:
Manoliko: "Pérdone, sé que no es lo normal a estas horas, ¿Pero me servirían unas tostadas con tomate, aceite y jamón york?. Es que no tengo el estómago muy bien y no me entra otra cosa"
Camarero del paseo marítimo (mirando con cara de desconcierto e incredulidad como si le estuviese pidiendo que llevase a cabo una gesta inconcebible): "¿Tostadas a estas horas? Que va, imposible. Pero tenemos hamburguesas y sandwiches de pollo"
Manoliko: "No, lo siento, me marcho"
Camarero: "Pero... también tenemos magdalenas" (lo juro, es una trasncripción literal).
Manoliko: "Muchas gracias, pero no".
Volví a probar suerte en otro de esos establecimiento del paseo marítico con similar resultado; nada de tostadas después de las doce. Decidí alejarme de la playa y caminar hacia el interior del pueblo. Ni dos calles había caminado cuando me topo en una esquina con el típico bar paco de cosa con el típico menú del día escrito en una pizarra. Entro en él y me encuentro con el prototipo de Paco de cosa. Un tipo de unos 45 años mal llevados, regordete, bajito, alopécico y con cara ancha. Probablemente hasta se llamará Paco realmente, o en su defecto Pepe o Manolo.
Le propongo lo mismo que a los otros camareros y me responde servicialmente que por supuesto, que ningún problema. Me dieron ganas de hacerle una ovación y gritarle. "Ole tus bemoles, Paco".
A los cinco minutos tengo mis tostadas con jamón york, tomate y aceite. Además preparadas a mi gusto. Doradas y con el tueste justo para que esté algo crujiente pero no duro ni con socarrados neցros y de gusto amargo. Me sentó tan bién que incluso me animé a pedir de postre una macedonia de frutas. Todo ello acompañado con una botella pequeña de agua y una manzanilla, 6 euros el total de la cuenta.
Yo entiendo que en los otros restaurantes tengan sus normas. Pero lo que yo les pedía no era por capricho ni por ánimo de molestar al cocinero, es que en ese momento no podía comer otra cosa y así lo expliqué. Si nadie me hubiese ofrecido ese servicio me habrían dejado sin poder comer. Lo cual me parece que roza la inhumanidad y la indecencia.
Conclusión: En los restaurantes modernitos-exóticos, para giris y hipster; pagas a precio de oro un producto fabricado en serie y un servicio inpersonal. Te ofrecen una carta muy reducida y estandarizada y como pidas cualquier modificación se niegan rotundamente porque son vagos y limitados, incapaces de saltarse el protocolo. En el bar Paco de cosa, en cambio, se esfuerzan por adaptarse a lo que el cliente busca y a muy buen precio.
Vivan los bares Paco.
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