Documentos desclasificados implican al PSOE en las peores matanzas de la Guerra Civil española

si se hubieran troceado las meninas o la rendicion de breda si que se hubiese cometido un grandioso crimen contra la cultura.

para pasar el puente de arganda los bajaron de los camiones porque daban en el forjado. fueron lo más despacio posible y con escolta aérea.

más crimen que bombardear el propio museo y sus alrededores, como hicieron los fascistas, no se me ocurre.

los cuadros se salvaron, luego no veo el crimen por nin´gun sitio

“La decisión española entró en los manuales de museística de todo el mundo. Entendieron que en caso de guerra era mejor evacuar. Hasta entonces la recomendación era bajar las obras a los sótanos”, explica Miguel Cabañas, investigador y jefe del Departamento de Historia del Arte y Patrimonio del CSIC. El mundo vio cómo la humedad, las bombas y el contrabando exigía desplazar rápido el patrimonio, lejos de las trincheras

El mayor peligro del Museo del Prado no es el fuego, sino el agua

El del Prado se libró de un devastador incendio el 16 de noviembre de 1936 tras un bombardeo selectivo del escuadrón de los Junker alemanes, pero el agua no ha dejado de fluir nunca bajo el suelo de la pinacoteca madrileña, que se levanta sobre el acuífero más extenso de Madrid, que corre y se filtra por arenas finas, limos y arcillas. Hoy es el Paseo del Prado, pero hasta el siglo XIX era el arroyo del Prado. Entonces fue soterrado, no aniquilado. Un cuadro del pintor Antonio Joli, de 1750, descubre la vista de lo que hoy es la Plaza de Cibeles. No hay una fuente en el cuadro, pero sí aparece el riachuelo, que cruza la ciudad en plena expansión. El agua bajo la zona es como el ruido de un corazón enfermo. No ha dejado de circular desde que Juan de Villanueva levantara el edificio, pero solo ahora la dirección de la pinacoteca cuenta un análisis detallado de las causas de las grietas y humedades que aparecieron en 2014.

Ver archivo adjunto 174462
mete esto en un sótano.
Ver archivo adjunto 174466Ver archivo adjunto 174466


Aquella noche de la Guerra Civil fue la peor experiencia vivida por el museo, a punto de cumplir doscientos años. Tiraron nueve bombas incendiarias, que los operarios apagaron con arena, precavidos de la depravación de los ingenieros nazis: la carga del proyectil incluía un compuesto de sodio que se inflamaba al contacto con el agua. Francisco Sánchez Cantón, subdirector, había dado la orden de trasladar las obras a los pisos inferiores para salvarlas.

He leido en diagonal eso y parece una penoso cacareo para justificar uno de los mayores crímenes contra la cultura española, ya que

El traslado en tiempos de guerra de aquel conjunto de obras maestras de nuestra pintura desde Madrid a Valencia; de allí a Barcelona y luego a Figueras para terminar su incierto y peligrosísimo recorrido en Ginebra, figura por derecho propio en las antologías del disparate cultural Pues bien, en recientes publicaciones oficiales u oficiosas se nos quiere hacer creer que todo ello demuestra una laudable preocupación de los dirigentes de aquella República por la cultura española.

Los hechos fueron los que fueron y su conocimiento detallado viene de antiguo, cuando el gobierno nacional se hizo cargo de aquellos tesoros en Ginebra y de la documentación que los acompañaba. En este caso hubo más suerte que en las toneladas de oro enviadas a Moscú y que los españoles no volverían a ver al igual que ocurría con sus orejas, según frase expresiva atribuida a Stalin.

El pillaje generalizado

Expuesto esquemáticamente, lo que se sabe desde entonces y está
suficientemente documentado gracias a la abundancia de fuentes documentales y gráficas, es que en la zona dominada por los republicanos se inició el mismo 18 de julio de 1936 un pillaje generalizado cuyas primeras víctimas fueron los templos y propiedades de la Iglesia pero que se amplió hacia palacios, edificios notables, domicilios particulares, depósitos bancarios, cajas fuertes y cualquier punto en que hubiese bienes muebles, joyas o cualquier otro objeto de valor.

En una fecha tan temprana como el 23 de julio de 1936, se creó la Junta de Incautación, Protección y Salvamento del Tesoro Artístico. Como puede apreciarse, lo primero y más importante era la incautación.
De este modo pasaba a manos del Estado republicano toda propiedad de valor artístico para su protección. Según las cifras de que se dispone, esta Junta reunió en diversos depósitos de Madrid, entre otros el Museo del Prado, despojado ya de sus principales pinturas, la friolera de 22.500 cuadros, 16.200 objetos artísticos y 2.200 muebles de época. Fue esta Junta la principal ejecutora del traslado primero a Valencia, luego a Cataluña y finalmente a Francia de los cuadros del Prado.

Simultáneamente funcionaba dependiendo del Ministerio de Hacienda la llamada Caja General de Reparaciones que dedicaba su atención a objetos artísticos o colecciones de monedas que tuvieran un inmediato valor crematístico, incluyendo en él la posible fundición del oro, plata u otros metales preciosos que formasen parte de estos objetos para sufragar los gastos de guerra. Las disputas entre ambos organismos por la posesión de determinados objetos eran muy frecuentes.

En este latrocinio participaban también los sindicatos, partidos del Frente Popular, municipios, cualquier elemento protegido por su condición de antifascista, e incluso milicianos a título individual. Los tesoros llevados a Méjico en el yate Vita por Prieto y Negrín y las cajas con objetos sumamente valiosos que acompañaron a las pinturas del Prado hasta Francia tienen este origen.

Peripecia de los obras del Museo del Prado

Según la documentación existente, ya en octubre de 1936 es decir antes de la llegada del Ejército nacional a la capital, el gobierno republicano preparaba la marcha a Valencia de los cuadros del Museo del Prado; huido el Gobierno, la Dirección General de Bellas Artes ordena el 5 de noviembre de 1936 el envío a Valencia de las principales obras del Museo pues consta en la documentación original disponible que «es criterio del Gobierno que todas las obras de arte y objetos de valor integrantes de nuestro Patrimonio Artístico deben estar depositados en el sitio en el que él resida» . El traslado fue dirigido por José Lino Vaamonde , conservador del Museo del Prado, militante de Izquierda Republicana en las condiciones deplorables que él mismo reconoce: en camiones inapropiados del Ejército y por aquellas carreteras infames, plagadas de huidos que no dudaban en subirse a los vehículos que podían.

A unos 800 metros del Prado estaban —ya vacías de oro— las cámaras de seguridad del Banco de España que a 36 metros de profundidad eran absolutamente seguras; el propio edificio del Museo siguió almacenando durante toda la guerra obras de arte procedentes del pillaje y lugares seguros en Madrid los había en abundancia. Especialmente cuando Franco decidió suprimir todo bombardeo al Este de la línea Paseo de la Castellana- Paseo del Prado, a pesar del despliegue artillero republicano en el Retiro y de estar allí el Cuartel General del Ejército del Centro.

Es indiscutible a la luz de la documentación existente que el designio del gobierno republicano era llevar consigo las obras de arte como garantía de los préstamos que necesitaba y también como posible tesoro para acompañar a sus miembros en el exilio. Esto explica que, al llegar los cuadros y demás objetos a Cataluña, el Gobierno traspasase las competencias sobre este tesoro desde el Ministerio de Instrucción Pública al de Hacienda. Se trataba ya de material fungible.


Los peligros de tales traslados en las condiciones en que se realizaron fueron enormes; así el vuelco de un camión en el traslado desde Valencia hasta Cataluña dañó la Carga de los mamelucos en la Puerta del Sol de Goya. Nada decir de los riesgos corridos en plena retirada, o más bien huída, en los castillos de Perelada y Figueras y en la mina de talco de La Vajol, así como en el paso de la frontera hasta la llegada a Ginebra de las 1.868 cajas con obras de arte valiosísimas.

«El cacareado salvamento de los cuadros del Prado, lejos de ser tal salvamento, fue uno de los mayores crímenes que contra la cultura española se han cometido jamás.» Salvador de Madariaga.
 
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Nuestra Memoria - Republicanos en la II Guerra Mundial
Escrito por Rusia Today
Sábado, 07 de Mayo de 2011 00:00


Amaia Ibarruri y su hermano Rubén Ibarruri. abril de 1941. RIA Novosti | Video: RT
"¡No pasarán!". "¡Antes morir de pie que vivir de rodillas!". Estos lemas que hizo famosos Dolores Ibarruri 'La Pasionaria' y que se convirtieron en el símbolo de la resistencia antifranquista en la Guerra Civil Española, son los que probablemente dijera su hijo, Rubén Ruiz Ibarruri, cuando luchaba por defender el sitio de Stalingrado, en el que pereció en septiembre de 1942.








Grabados a fuego en su mente, desde que era pequeño mamó el espíritu luchador y revolucionario de su progenitora. La vida le dio el coraje para no perecer en tiempos en los que la mortalidad infantil arrasaba en España. Dolores Ibarruri tuvo seis hijos, de los que sólo dos sobrevivieron: Rubén y su hermana Amaia. Una vida breve pero intensa que le sería arrebatada dos décadas después.
Nacido el 9 de enero de 1920 en Somorrostro (Vizcaya, España), con apenas 16 años ingresó en el Ejército del Ebro, donde estuvo destinado en uno de los grupos de observación. A pesar de su juventud participó activamente en el frente durante la Guerra Civil Española: "¿Y cómo podía permitirme a mí mismo no estar entre los luchadores por la libertad? Mi sangre, mi vida pertenecen a mi pueblo, mi España". Con la voz dubitativa de un adolescente, pero el rictus serio de un adulto, se dirigió un joven Rubén al general soviético Alexandr Rodímtsev, que colaboró como asesor de la República en la guerra española.
El presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, Mijaíl Kalinin, entrega la Orden de la Bandera Roja a Rubén Ibarruri. 18 de septiembre de 1941. RIA Novosti.


El presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, Mijaíl Kalinin, entrega la Orden de la Bandera Roja a Rubén Ibarruri. 18 de septiembre de 1941. RIA Novosti.


Al finalizar la Guerra Civil en 1939 se marchó a Francia, como tantos otros españoles del bando republicano que tuvieron que exiliarse. De ahí pasó a la Unión Soviética el mismo mes de abril del 39, donde empezó a trabajar en una fábrica de automóviles. Las leyes soviéticas en aquel momento dificultaban que los extranjeros combatiesen en el Ejército Rojo, pero la insistencia y tenacidad de muchos de los exiliados permitió que acabaran luchando contra los fascistas.
En otoño de 1939 Rubén ingresó en la Academia Militar del Soviet Supremo de la República Soviética Federativa Socialista de Rusia, en Moscú. Salió de allí habiendo alcanzado el grado de teniente y fue destinado a la 1ª División motorizada de Moscú, con la que partió al frente. En julio de 1941 se enfrenta a las tropas nazis en la ciudad de Borisov (Bielorrusia). Como parte de la 175º Compañía de Fusileros debía cubrir la retirada del regimiento a través del puente de Beresina, que fue el escenario del choque: medio centenar de tanques alemanes, dos batallones de motociclistas, artillería y aviación contra la sección de Ibárruri, cuya misión era aguantar unas horas más defendiendo el puente. Seis horas contuvieron el ataque, lanzándose contra los tanques alemanes con granadas. Su grupo tuvo tres muertos y siete heridos. El mismo Ibarruri fue gravemente herido.
El presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, Mijaíl Kalinin, entrega la Orden de la Bandera Roja a Rubén Ibarruri. 18 de septiembre de 1941. RIA Novosti.
Nada más salir del hospital en septiembre, el presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, Mijaíl Ivanovich Kalinin, le condecoró con la Orden de la Bandera Roja por esta batalla. Sin haberse recuperado aún de sus heridas, Ibarruri le solicitó a Kalinin volver al frente, solicitud denegada por los médicos, aunque la testarudez del joven español le hizo solicitar numerosas veces la vuelta a su unidad. "Lo que realmente me perturba es que he sido forzado a abandonar el frente, desde lo cual tengo un gran deseo de destruir al enemigo. Estoy muy orgulloso por luchar junto al Ejército Rojo contra los opresores. Estoy seguro de que ellos se romperán los dientes aquí", le escribiría Rubén a su progenitora mientras estaba convaleciente.
En el año 1942 Rubén combatía como teniente mayor en la 35ª División de Rifles de la Guardia que protegía el sector del poblado Samofalovka y el sector de la estación de Kotluban. Las tropas nazis avanzaban con la intención de alcanzar el Volga por el sur de Stalingrado. La división de Rubén tenía que contener el movimiento del enemigo. Allí fue enviada la 13ª División de Rifles de la Guardia del coronel general Alexandr Rodímtsev que recoge en su diario su reencuentro con Ibarruri.
- Señor, ¿es usted?
- ¿Rubén?
Nos abrazamos. Los soldados de Rubén se sorprendieron. Muchos de ellos pensaron que el general estaba agradeciendo al teniente su ayuda. Felicité a Rubén por su condecoración y le pedí que se uniera a la 13ª División.
- Gracias señor -dijo Rubén- Estoy acostumbrado a mi propio destacamento.
Éste no era el mismo joven Rubén que yo conocía. Se había convertido en todo un hombre, aunque su cara parecía cansada y estaba pálida.
- ¿Ha sido un largo camino?, le pregunté.
- Sí, nos hemos trasladado durante 24 horas. Sólo nos quedan 15 o 20 kilómetros.
- ¿Y cómo está tu herida?
- Está bien, -sonrió- aunque las heridas por la fin de mis amigos me están haciendo sufrir. Enterramos a muchos buenos chicos. El chico más 'viejo' de mi compañía tiene 20 años, pero tienen toda la determinación y están preparados para luchar. -Y empezó a hablar de todas las brutalidades que los fascistas habían cometido. - Quiero luchar, mis manos están ansiosas por matarlos.
- Es un buen deseo, pero no tengas prisa. La guerra no es la misma ahora. Hitler ha concentrado sus mayores fuerzas aquí. Quiere declarar un 'nuevo orden'.
- Un 'nuevo orden', matando mujeres, disparando a niños; ¿qué 'nuevo orden' es ése? ¡No! Es un crimen, una barbaridad planeada y diabólica. Debemos pararlos para siempre.
- Y les pararemos. La verdad y la fuerza están de nuestro lado.
Fue la última vez que el general Rodímtsev y Rubén Ibarruri se encontraron.
El Ejército nancy había desplegado sus principales fuerzas para tomar Stalingrado. El 24 de agosto de 1942, sólo en esa noche los alemanes lanzaron seis ataques, todos ellos repelidos por el grupo de Ibarruri. Herido en una mano, siguió luchando y dando órdenes a sus hombres, que no advirtieron el avance de un regimiento alemán que llegó hasta las zanjas donde luchaban. Rubén recibió un disparo a bocajarro en el estómago. La feroz lucha librada sirvió para dar tiempo al Ejercito soviético para llevar tanques de refuerzo y rechazar el avance alemán sobre la aldea de Blasov.
Rubén fue trasladado a un hospital de campaña en el poblado de Srednaia Ajtuwa, donde se debatió durante 10 días entre la vida y la fin. El 2 de septiembre de 1942, con tan solo 22 años, falleció Ibarruri, aún un niño, maduro a fuerza de la historia y las circunstancias. Cantarín, encantador y cariñoso, como lo recordaba su hermana Amaia en un documental emitido hace algunos años en Televisión Española. Entusiasta, valiente y decidido como demostró luchando con el Ejército Rojo. Por su heroismo ante los fascistas, recibió a título póstumo la mayor condecoración de la URSS, la medalla al Héroe de la Unión Soviética. Sus restos descansan en la colina de Mamáyev Kurgán que fue testigo de la cruenta batalla de Stalingrado.
No es fácil ser hijo de un personaje histórico como fue 'La Pasionaria'. Las comparaciones son inevitables y el riesgo de permanecer a la sombra de su progenitora era muy alto. Pero Rubén consiguió, en los apenas 22 años que vivió, hacerse un hueco propio en la historia. Y escribir su nombre en letras doradas para la posteridad, nunca mejor dicho: su nombre es uno de los 7.200 que aparece en los muros del interior del monumento en Mamáyev Kurgán en recuerdo a los que defendieron Stalingrado y cambiaron el curso de la historia
 
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