Documentos desclasificados implican al PSOE en las peores matanzas de la Guerra Civil española

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El legado de Munis


Cuando Franco murió, la mayoría de los líderes del POUM estaban muertos. Pero dos figuras agresivas y polémicas sobrevivieron y siguieron publicando. El primero, Juan Andrade Rodríguez (1898-1981), había sido miembro del Comité Ejecutivo del POUM y era un conocido simpatizante trotskista. Redactó varios libros valiosos basados en fuentes primarias que se publicaron póstumamente.12

Manuel Fernández Grandizo Martínez (1912-1989), “G. Munis”, nació en México pero se crió en Extremadura. Lideró el verdadero grupo trotskista en la guerra, la Sección Bolchevique-Leninista de España, que tenía menos de una docena de miembros. Durante los “sucesos de mayo” distribuyeron un ***eto en las barricadas de los manifestantes. Fernández Grandizo compareció como testigo en el proceso al POUM de 1937 y declaró que su grupo no estaba afiliado a la organización. Él y varios de sus compañeros fueron juzgados en Barcelona en 1938 por el asesinato de Lev Narvich, un infiltrado ruso en el POUM, que colaboró en el arresto de Nin y otros líderes poumistas. Fueron declarados culpables y condenados a fin. Siguieron encarcelados hasta la caída de Barcelona; escaparon por la frontera francesa.

Fernández Grandizo regresó a México como “Munis” y en 1940 pronunció el elogio principal en el funeral de Trotski. En 1948, publicó un libro polémico sobre el fracaso de la revolución, Jalones de derrota, promesa de victoria (Crítica y teoría de la revolución española: 1930-1939), una obra incompleta e indocumentada pero excepcional, que fue reeditada en Francia durante el franquismo y corregida y reeditada en España tras la fin del dictador.

Munis era muy crítico con los líderes radicales de la guerra y, aunque adoptaba una perspectiva marxista, expresaba su respeto por la cnt-fai. Su vigorosa militancia, cierto prestigio derivado de su participación en los “sucesos de mayo” y sus comentarios sobre los temas de actualidad hicieron que su obra resultara atractiva para jóvenes radicales durante la tras*ición. En España se siguen publicando volúmenes de sus artículos.13Era un caso único: el último revolucionario de la Guerra Civil que abordaba los asuntos contemporáneos con un intransigente lenguaje marxista.

Documentación anarquista

Junto a las fuentes trotskistas y del POUM, un corpus de documentación anarquista mucho mayor emergió después de la fin de Franco. Resulta excepcionalmente valioso un libro que aborda un asunto poco tratado en la historiografía: los defensores más radicales de la República –anarquistas, comunistas antiestalinistas y nacionalistas catalanes– se plantearon apoyar un levantamiento nacionalista en jovenlandia. El objetivo era reducir la capacidad de Franco para alistar tropas marroquíes. La izquierda catalana estaba especialmente interesada porque la presencia española en jovenlandia había causado décadas de problemas en su región. Abel Paz (seudónimo de Diego Camacho Escámez, 1921-2009), el principal historiador contemporáneo del anarquismo español, rastreó archivos catalanes y de la izquierda catalana para mostrar la importancia de esa iniciativa, y en 2000 publicó La cuestión de jovenlandia y la República española,14 donde explicaba que la filósofa francesa Simone Weil, que se trasladó a España cuando estalló la guerra, sabía que se habían producido choques entre la Legión y la población local y animó al anarcosindicalista francés Robert Louzon para que fuera a Fez. Louzon y un trotskista francés, David Rousset, organizaron una reunión con el Comité de Acción de jovenlandia. Los marroquíes viajaron a Barcelona, aunque las negociaciones no llegaron a una conclusión. En ellas participaron sobre todo los anarquistas, pero también el POUM y el trotskista francés Jean Rous, a través del Comité Central de Milicias, casi un sóviet que ejercía un verdadero poder en la primera fase de la Cataluña revolucionaria.

Paz revelaba que el movimiento anarquista español había formulado desde la década de 1920 una variante de la visión bolchevique de la revolución mundial. Argumentaban que, puesto que España era el único país europeo en el que el anarquismo era la fuerza dominante de la izquierda, el medio de obtener una victoria revolucionaria local era apoyar una rebelión en el norte de África. Aunque los anarquistas españoles eran célebres por su oposición a la Iglesia católica, no creían que su rechazo a la religión fuera un obstáculo para acercarse a los fiel a la religión del amores del Magreb. En eso, los anarquistas eran más idealistas, y quizá más prácticos, que los comunistas soviéticos, que distribuían propaganda antirreligiosa en las tierras fiel a la religión del amoras que gobernaban.

Libros y películas

La investigación de archivos y otras fuentes tras la fin de Franco también ha producido documentales cinematográficos y televisivos. Provistos de una petición oficial de los comunistas catalanes, un equipo de periodistas de TV3 visitó en Rusia los archivos de la Internacional Comunista para investigar la fin de Andreu Nin. El resultado fue el documental Operació Nikolai, emitido en 1992.15 Cuatro años después, Asaltar los cielos examinaba en la televisión pública española la vida de Ramón Mercader del Río, el malo de Trotski.16

Esas emisiones fueron devastadoras para la reputación de los comunistas españoles, porque mostraban su responsabilidad en dos de los asesinatos políticos más célebres del siglo XX. Operació Nikolai responsabilizaba a los agentes soviéticos de la derrota del movimiento revolucionario. No daba el nombre de los agentes que mataron a Nin, pero Asaltar los cielosdescribía los terribles efectos de la policía secreta soviética sobre la familia Mercader y los sufrimientos de los republicanos españoles exiliados en Rusia, enviados a campos de trabajo por supuestas actividades antisoviéticas.

Desde su establecimiento en 1987, la Fundación Andreu Nin ha producido un volumen considerable de actividad académica y editorial, y mantiene una página web con un boletín mensual.17 Señala la disponibilidad de las fuentes de los archivos y la continua publicación de documentos, memorias y estudios sobre el movimiento. Ha distribuido una guía turística que describe los principales escenarios de la acción revolucionaria durante el conflicto y demuestra el constante interés por la historia de la Guerra Civil.18
En el extranjero, el anarquista escocés Stuart Christie, que fue preso político en España, ha establecido una empresa editorial dedicada a preservar la memoria histórica del anarquismo español.
https://www.letraslibres.com/imagenes/los-archivos-la-izquierda-y-la-guerra-civil-6981?orden=autor
Su tarea más importante ha sido publicar en inglés la historia de la CNT durante la guerra que escribió Josep Peirats Valls (1908-1989), especialmente valiosa por su tras*parencia y por basarse en fuentes primarias.19

Todas esas obras, así como nuevos análisis sobre el destino de la república, han tenido menos impacto que un volumen de datos de los Archivos Militares del Estado ruso y el Instituto de Historia General de la Academia de las Ciencias rusa, complementados por los mensajes del servicio secreto ruso que interceptaron y descifraron los británicos, conocidos como “Mask”.

Editado por los historiadores estadounidenses Ronald Radosh y Mary R. Habeck en colaboración con el experto ruso Grigory Sevostianov, España traicionada ha causado una verdadera revolución en los estudios sobre la contienda.20 Aporta fuentes impecables sobre prácticamente todos los asuntos importantes de las relaciones soviéticas con la República durante la guerra. Entre sus documentos hay una directiva de la Internacional Comunista enviada desde Moscú a los comunistas españoles nada más producirse la insurrección militar. El mensaje resuelve la cuestión más disputada de la historia del conflicto: las intenciones del gobierno soviético con respecto a los anarquistas y otros rivales en el movimiento revolucionario español. Moscú declaraba que, si sus líderes no se sometían a las exigencias de unificación de los comunistas españoles, habría que denunciar a los anarquistas como “esquiroles en la lucha de las clases trabajadoras contra el fascismo”.21

El tono tajante refuta las viejas alegaciones de los comunistas españoles y sus apologistas, que decían que los comunistas trabajaban para obtener una benevolente unidad en el Frente Popular, con el único objetivo de una victoria republicana. Conviene recordar, sin embargo, que la cnt no se unió al Frente Popular antes de la guerra, y que, aunque había firmado el pacto electoral de la coalición en 1936, el Partido Socialista se negó a participar en el gobierno que produjo la victoria en las urnas. Un tanto paradójicamente, el POUM se unió al Frente Popular y uno de sus fundadores, Maurín, obtuvo un escaño en las Cortes por Barcelona.22

España traicionada también revelaba que menos de una semana después del triunfo de la izquierda en Madrid, Barcelona y Bilbao, mientras la euforia revolucionaria arrastraba a las masas, el líder del Comintern, Georgi Dimitrov, ordenó a los comunistas que impidieran medidas radicales en España, pensando en el apoyo de los gobiernos del Frente Popular en Francia y Bélgica. Aunque ya habían salido milicias izquierdistas improvisadas desde Barcelona para luchar en el frente de Aragón, Dimitrov reclamaba la conservación de un ejército republicano ordinario. Esos aspectos de la política soviética y del comunismo español han sido elementos centrales del debate histórico sobre el destino de la República desde la publicación de las obras de Orwell y Borkenau, que calificaban la política comunista de contrarrevolucionaria.
Los documentos de España traicionada también trazan el origen del retraso de la decisión de Stalin de apoyar a la izquierda española con armas y “asesores”, e incluyen informes de las principales personalidades de la Internacional Comunista que fueron a España. Pero para un público lector más amplio, tanto en España como en el extranjero, los descubrimientos más llamativos tenían que ver con el destino de las Brigadas Internacionales. España traicionada mostraba que el aparato de purgas de Stalin se había extendido hasta ellas. Hablando de la XIII Brigada, un informe anónimo y confidencial de mediados de 1937 declaraba: “No es que esa brigada haya sido vencida, es que ha sido asesinada.”23 Un informe que envió a Moscú a finales de ese mismo año el agente de la inteligencia militar soviética Moshe Zalmanovich (Manfred) Stern, muy elogiado en la propaganda comunista de todo el mundo como “general Kléber” antes de regresar a Rusia y desaparecer en las purgas, reveló que la xiii Brigada, que tenía una gran representación balcánica, “huyó del frente”. La opinión de los oficiales soviéticos en España sobre esa brigada había sido un tema debatido en memorias y obras históricas anteriores a la fin de Franco; se decía que muchos de sus componentes habían sido ejecutados.24

A principios de 1938, el comunista polaco y oficial del Ejército Soviético Karol Wacław Świerczewski (1897-1947), conocido en España como “Walter”, envió a Moscú un informe extremadamente crítico con las Brigadas Internacionales. Aseguraba que en la batalla de Brunete las tropas internacionales habían sucumbido al “pánico y huida general”;25 el mando español había ordenado la disolución de la Brigada XIII. Según Świerczewski, los voluntarios franceses estaban desmoralizados, eran indisciplinados y sucios; la condición de los alemanes era algo mejor, pero el personal al mando “no apreciaba la profundidad de la desintegración”;26los polacos no mantenían los rifles limpios, utilizaban las bayonetas como estacas para las tiendas y trataban a las tropas españolas con “intolerable familiaridad” y “escasa camaradería”; los británicos y los canadienses parecían incapaces de mantener sus armas en condiciones. Una brigada comunista española inspeccionada por Świerczewski contrastaba tan abruptamente con las tropas de las Brigadas Internacionales que el comandante soviético se confesaba “avergonzado”. Observaba que “los internacionales llevamos vida aislada… con escasa frecuencia permitimos que los españoles se mezclen con nosotros”.27 Se distribuían cigarrillos americanos entre los británicos y los estadounidenses, mientras que los españoles no tenían tabaco; las brigadas extranjeras recibían comida especial “nacional”, al contrario que los españoles; la unidad sanitaria de las Brigadas Internacionales en Albacete solo trataba a los extranjeros. En las Brigadas Internacionales la deserción de los extranjeros era más común que la de los españoles, pero no era castigada. Świerczewski declaraba: “Los internacionalistas tenían, y tienen, un poder total y absoluto, aunque en la mayoría de las brigadas y unidades el porcentaje de españoles ha alcanzado el impresionante nivel del 60/80%.”28
A mediados de 1938 Świerczewski presentó un segundo informe, en el que describía una creciente deserción “internacional”, el descontento de los españoles con la presencia de los extranjeros y supuestos actos de sabotaje. Al denunciar una amplia conspiración de fascistas, trotskistas y agentes extranjeros que actuaban dentro de las fuerzas de la izquierda, adoptaba el lenguaje histérico de los fiscales de los procesos de Moscú.
 
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si se hubieran troceado las meninas o la rendicion de breda si que se hubiese cometido un grandioso crimen contra la cultura.

para pasar el puente de arganda los bajaron de los camiones porque daban en el forjado. fueron lo más despacio posible y con escolta aérea.

más crimen que bombardear el propio museo y sus alrededores, como hicieron los fascistas, no se me ocurre.

los cuadros se salvaron, luego no veo el crimen por nin´gun sitio

“La decisión española entró en los manuales de museística de todo el mundo. Entendieron que en caso de guerra era mejor evacuar. Hasta entonces la recomendación era bajar las obras a los sótanos”, explica Miguel Cabañas, investigador y jefe del Departamento de Historia del Arte y Patrimonio del CSIC. El mundo vio cómo la humedad, las bombas y el contrabando exigía desplazar rápido el patrimonio, lejos de las trincheras

El mayor peligro del Museo del Prado no es el fuego, sino el agua

El del Prado se libró de un devastador incendio el 16 de noviembre de 1936 tras un bombardeo selectivo del escuadrón de los Junker alemanes, pero el agua no ha dejado de fluir nunca bajo el suelo de la pinacoteca madrileña, que se levanta sobre el acuífero más extenso de Madrid, que corre y se filtra por arenas finas, limos y arcillas. Hoy es el Paseo del Prado, pero hasta el siglo XIX era el arroyo del Prado. Entonces fue soterrado, no aniquilado. Un cuadro del pintor Antonio Joli, de 1750, descubre la vista de lo que hoy es la Plaza de Cibeles. No hay una fuente en el cuadro, pero sí aparece el riachuelo, que cruza la ciudad en plena expansión. El agua bajo la zona es como el ruido de un corazón enfermo. No ha dejado de circular desde que Juan de Villanueva levantara el edificio, pero solo ahora la dirección de la pinacoteca cuenta un análisis detallado de las causas de las grietas y humedades que aparecieron en 2014.

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mete esto en un sótano.
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Aquella noche de la Guerra Civil fue la peor experiencia vivida por el museo, a punto de cumplir doscientos años. Tiraron nueve bombas incendiarias, que los operarios apagaron con arena, precavidos de la depravación de los ingenieros nazis: la carga del proyectil incluía un compuesto de sodio que se inflamaba al contacto con el agua. Francisco Sánchez Cantón, subdirector, había dado la orden de trasladar las obras a los pisos inferiores para salvarlas.

“Si acertamos en esto nadie recordará nuestros nombres, pero como lo hagamos mal no nos van a olvidar nunca”.
 
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