Creo -y en todo caso es mi sincera intención- defender los intereses de España. Pero estos intereses no se defienden a golpe de impulso más o menos "patriótoco" y más o menos informado.
Hay que saber el contexto de las diferentes situaciones. Del mismo modo en que en este mismo foro se van poniendo los puntos sobre la ies cuando se habla de una pasado manoseado por intereses espúrios de los que se puede extraer sin esfuerzo, que todo él ha sido un cúmulo de despropósitos de la mano de una élite vendida a sus propios intereses y a los extranjeros, este periodo tan reciente parece necesitar -urgentemente- la misma consideración sobre los hechos y sobre las oportunidades.
Suele este asunto del Sahara ser un arma arrojadiza de una izquierda para la que todo vale si funge en satanizar cualquier cosa salida de cualquier gobierno en el que ellos no participaron. Del mismo modo que su patriotismo es más que dudoso cuando se trata de aclarar la frontera -discutible y discutida- que separa la unidad de España y los creicientes derechos a decidir, se aferran a un sentido patriótico, de repente sin tacha y sin fisuras, cuando se trata de avergonzar por sus hechos a un gobierno en el que ellos no formaron parte.
Si por ellos fuera, estaríamos en la OTAN o no; se hubiera librado una sangrienta batalla por el Sahara, o no; se hubiera puesto en riesgo la entrada de España en el club de los países democráticos o no... Nunca sabremos qué razones de peso hubieran encontrado para dar por buenas sus "soluciones". Pero si sabemos que todo aquello con potencial de manchar un gobierno en el que ellos no participaron, se usa como si en el fondo sintieran que necesitan dar -algún día- síntomas de cordura y alergia ante las contradicciones...
España, una vez más, hizo lo que pudo. Un régimen en sus últimos estertores; una política internacional de "descolonización" obligada; un país al borde de una guerra civil entre vacas sagradas y toritos mihuras frescos y con la cornamenta bien afilada, habría de ser el entorno propicio para una aventura "colonial" decimonónica y con las diplomacias y medios de todo el mundo en contra...
Se hizo lo que se pudo y, no obstante, se dejaron las puertas abiertas a una solución mejor en un momento que no puede ser peor que aquel en el que se tomaron estas decisiones tan "cobardes".
Todos los obstáculos que se interponían en el acceso de España a su entorno natural (dadas las circustancias de entonces y de ahora de España y resto del "mundo civilizado"), se solventaron no sin mella pero sí sin rotos que fuera imposible remendar.
Los niños saharauis ha seguido llegando a pasar una temporada con familias españolas. Doy fe. Se llama Munir, un "jovenlandés" listo como un conejo. Discreto y educado. Mohino y seguramente triste por no estar en el desierto con su familia. Pero ese niño conoce "la España de verdad", la de las familias y su entorno y sobre todo, la naturalidad con que los españoles, como sociedad y como individuos, somos capaces de aceptar lo que es diferente y en algún modo entrañable.
Esa España oficial que parece patosa rozando peligrosamente la línea que separa el honor y el interés, tiene esas cosas; esos dobleces. Munir sabrá siempre que al otro lado de un país hostil, está otro al que debe su lengua y, seguramente, alguno de los momentos más impresionantes de su existencia.
Ese afán desmedido de crítica sin ton ni son; que ni se para a pensar en que al toro hay que cogerle por los dos cuernos y no por uno solo como si ello no importase... expresa bien a las claras que antes que ser de izquierda o derecha, el "españolito" -uno de los cuarenta millones de seleccionadores que tenemos-, está siempre presto a sentenciar y si advertido de su osadía, a "aconsejar" a aquellos que saben tanto que ni siquiera es capaz de imaginar que para dar consejos, lo primero es conocer las lagunas del aconsejado y sus circunstancias...