«La primera etapa del proceso inflacionista puede alargarse durante muchos años. En esta fase, los precios de muchos bienes y servicios todavía no se han ajustado a la nueva relación monetaria. Algunos ciudadanos todavía no comprenden que se enfrentan a una revolución de precios que acabará resultando en un aumento considerable, aunque el alcance no será el mismo en todos los artículos y servicios. Siguen confiando en que los precios bajen algún día. Hasta entonces, escatiman en sus compras, al tiempo que aumentan sus ahorros en efectivo. Mientras la opinión pública mantiene esta actitud, no es demasiado tarde para que el gobierno abandone la política inflacionista.
»Pero al fin, las masas despiertan. De repente comprenden que la inflación es una política deliberada y que no acabará nunca. Estalla una crisis. Se produce una quiebra. Todo el mundo trata de deshacerse del dinero en efectivo a cambio de bienes «reales», aunque no los necesite, cuesten lo que cuesten. En un lapso de tiempo muy breve, de semanas o incluso días, el dinero deja de utilizarse como forma de cambio. Se convierte en papel mojado. Nadie acepta un trueque a cambio de dinero.
»Eso fue lo que ocurrió con la moneda continental en Norteamérica en 1781, los mandats territoriaux franceses en 1796 y el marco alemán en 1923. Y volverá a ocurrir cuando se den las mismas condiciones. Si algo debe usarse como forma de cambio, es indispensable que la opinión pública no crea que las cantidades aumentarán de forma descontrolada. La inflación es una política que no puede durar».
—Ludwig von Mises, La mentalidad anticapitalista (1972)
En el pecho o en la espalda, en el hantebratso no te cabe!
