Es la rueda de hámster que ha movido la economía desde principios del s.XX, cuando Ford descubrió que el negocio de los coches estaba en hacerlos accesibles incluso a sus propios trabajadores. Vender modelos T baratos y mejorar las condiciones laborales y económicas de sus trabajadores no fue precisamente altruismo: el dinero que Ford pagaba a sus empleados lo recuperaba vendiéndoles sus propios coches, y los trabajadores se daban de bofetadas por entrar a trabajar en turnos de 8 horas en sus cadenas de montaje. Después se generalizó el modelo, se crearon los estados de bienestar y se generalizó la clase media, pero el truco siempre fue el mismo: crear necesidades a las masas para que remen con brío y alegría: primero la casa, luego el coche, después los electrodomésticos y la casa de la playa. Siempre remando para pagar la hipoteca, la cuota del coche, la nevera nueva, la tele en tonalidad, el vídeo…
Mi primer piso me costó 9 millones de pesetas en 1991, unos 8 años de sueldo. Ahora un piso paco similar puede costas 150-200 k, que equivalen a unos 10 años de sueldo. Visto así la diferencia no es tan grande, pero hay que matizarla: en 1991 la gente tenía un plan de vida claro, que consistía en trabajar, ahorrar para el piso junto con la pareja y formar una familia “para siempre”, por eso se podía permitir gastar todo un sueldo en la hipoteca y vivir con el de la pareja. Otro matiz importante: los impuestos apenas existían para las rentas bajas, y no sólo el IRPF (que salía casi a cero porque la primera vivienda desgravaba), el ITP era del 6%, el IVA del 12%, no existía la ITV, ni las tasas verdes ni otros cientos de impuestos y tasas que han ido creando durante todos estos años.
La vivienda se ha encarecido, es innegable, pero en mi opinión los problemas principales de los jóvenes actuales son la falta de proyecto vital (¿quién se va a comprar un piso a medias, sabiendo que lo más probable es que acabe separándose y perdiéndolo?), la voracidad recaudatoria del estado, que se queda en impuestos más de la mitad de lo que ganas, aunque sea el salario mínimo, y el escaso valor añadido del actual modelo productivo español, que impide a las empresas pagar salarios decentes y ha llevado a que se gane más en el sector público que en el privado, cuando siempre ha sido al revés.