Yo soy un poco más lochjafinista que este tipo.
Tengo un Peugeot 206 diesel comprado de segunda mano con nueve años de antigüedad por 2.000 € que no uso en mi vida normal; es exclusivo para trabajar. En ciudad me muevo en metro, a casa de mis padres voy en autobús (salvo cuando el trabajo me hace pasar por al lado, que intento comer con ellos) y para visitar a otra gente autobús o, incluso, avión.
Soy bastante riguroso con el control de los gastos. Pago siempre con tarjeta y a primeros de mes meto todos los datos en una hoja de cálculo. Faltará algún repostaje o peajes puntuales, pero el error será mínimo. Aquí no tengo el detalle de reparaciones/repostaje/peajes/impuestos... pero, a grandes rasgos, me sale a 258,88 €/mes más la amortización que, para mis estimaciones considero de 83 €/mes (un vehículo de 5.000 € cada cinco años), lo que da un total de 342,21 €/mes.
En kilometrajes y gastos la empresa me paga 213,49 €/km, así que cada mes pago 128,72 € por una herramienta de trabajo que debería proporcionarme la empresa. Así que sí, soy un pimpollo y un looser.
Pero no puedo evitar pensar en todo ese acero tras*formado, moldeado o estampado, todo ese caucho, plásticos, cobre... toda esa tecnología que se pasa entre 20 y 22 horas al día aparcada en una plaza que ha habido que urbanizar, asfaltar... que quema combustible para mover, la mayor parte de las veces, 800 kg de los que sólo el 10% es carga útil, que se mueve por infraestructuras que ha habido que construir, en ocasiones a precios desorbitados.
Luego pienso en el ahorro que habría supuesto emplear todos esos materiales y todo ese combustible quemado, todo ese dinero en infraestructuras para autobuses, trenes, metros y unos pocos camiones y furgonetas para los últimos tramos del tras*porte, utilizados casi veinte horas al día, requieriendo menos espacio urbanizado, haciendo un uso más eficiente de los recursos... Pienso en la densidad y frecuencia de las redes de tras*porte público si todos los recursos malgastados en el tras*porte privado hubieran sido eficientemente empleados, en que podríamos tener calles menos tras*itadas, más amigables, aire más limpio y, sinceramente, creo que la apuesta por el tras*porte privado ha sido una de las más dañinas consumidoras de recursos del siglo XX.