MiguelAtrapado
Forero Paco Demier
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Capitulo 6: Charocharlando
En mi tercer dia ya estaba completamente en control de mi situación. Mi cuerpo había expulsado las drojas que me habían suministrado, y sabía como engañar a las enfermeras para que creyeran que me las tomaba. Tenía acceso ilimitado a mi móvil, pero sobre todo a su fuente de alimentación, así que tenía acceso ilimitado a comunicaciones y a mi esposa.
Como estaba legalmente privado de mi libertad, para poder salir debía pedir audiencia a un tribunal médico. Mientras mi mujer investigaba ésto, yo debía mantener la calma y normalidad dentro de lo posible. De hecho, mi mujer ya me indicó que desde que me había desintoxicado estaba "demasiado vivo" en comparación con los otros pacientes, así que empecé a comportarme de forma mas comedida.
Una importante parte del dia a dia carcelario eran las charocharlas. Ocurrían a las 11am. Las enfermeras hacian llamadas para que fuéramos a una amplia sala. Según lo drojados que nos mantenían, unos llegaban andando a buen ritmo (como era mi caso), y otros arrastraban los pies tratando de mantenerse en pie y creando una imagen no muy distinta de aquellos muy drojados que podemos ver en las zonas malas de cualquier ciudad.
Tras sentarnos en círculo, la psicocharo empezaba a hacer preguntas, y su asistonta a tomar notas. Había una crucialidad que, quizás por desconocimiento y seguramente unido al estado de sopor inducido por las drojas, ningún preso parecía tener en cuenta. Esta crucialidad era el hecho de que las notas que estas dos charos tomaban se iban incorporando a un informe que justificaba que estuviéramos allí el mayor tiempo posible, pues ésto a su vez justificaba sus sueldos.
Siendo ámbas charos y funcivagas, calculé que su intención sería mantener a los mas dóciles el mayor tiempo posible, pero al mismo tiempo debían demostrar sus decisiones, ya que de vez en cuando un tribunal médico venía a revisarlas. Por ello mi comportamiento debía ser inocuo. Cualquier comentario, incluso con la mejor intención, podría convertirse en una nota negativa. Pero no decir nada también podría entenderse como algo negativo. Mi estrategia, pues, se basó en lo que yo acierto a nombrar "semiparticipación complaciente", soltando comentarios aqui y allá pero asegurándome de que éstos repitieran lo que las charos decían, o sabía que querían escuchar.
Como la psicocharo es psicóloga y no psiquiatra, su carrera de pintaycolorea le daba para poco mas que aplicar patrones muy claros de libros y series de televisión. Hacía preguntas que provocaban las respuestas que ella buscaba, y que en su mayoría se basaban en el hecho de que todos los presentes éramos hombres blancos y españoles, osea, enemigos. Durante esas charlas pude ver como provocaban a un paciente para que dijera cosas xenófobas, a otro a decir algo contra los gayses (un par de pacientes lo eran), y casi siempre hablaban de violencia como queriendo justificarla y que los pacientes lo hicieran, para que así su asistonta pudiera escribir sus notitas. Era un espectáculo triste a la vez que peligroso para cualquier persona que no estuviera al tanto de lo que allí se cocía.
Yo no caía en sus trampas, y a sus provocaciones solía responder con variaciones de "eso no esta bien". Algunos presos me daban pena, así que arriesgando mi propia escapada les aconsejé moderarse pero sin explicarles con mucho detalle lo que veía que estaba ocurriendo. En retrospectiva seguramente no debería haberlo hecho, pues mi objetivo allí era el de mi propia supervivencia y escape, y no el de ser alma caritativa para con los demás.
Una de las charlas mas divertidas que recuerdo fue una discusión entre un gays declarado y un señor mayor que odiaba a los gays y ¿amaba? a un alemán con bigotito cuyo nombre prefiero no nombrar. Estando ámbos drojados discutían con calma, pero era divertido observar a la psicocharo provocando al viejo nancy para luego correr en apoyo del gays, que por cierto era un chaval muy bien articulado y que podía defenderse sin mayores problemas. Me caía tan bien como mi compañero de celda, y nunca supe porque ámbos acabaron aqui.
¿Será que hay mas gente encerrada de la que pensamos, los cuales no deberían estarlo?
También había otro chaval, que se sentaba casi siempre junto a mi. Un tipo sencillo, que claramente no era Albert Einstein, pero que era noble. Hablando con él pude ver a una persona que seguramente no había tenido modelos de comportamiento en casa, y que seguramente estaba allí por temas de violencia. A él era a quien trataba de aconsejar mas, pero es muy difícil educar en una semana a una persona sobre reglas y comportamientos sociales.
Algo que todos teníamos en común, una regla no escrita, es que nadie hablaba públicamente sobre los motivos que nos llevó a llegar aqui.
En mi tercer dia ya estaba completamente en control de mi situación. Mi cuerpo había expulsado las drojas que me habían suministrado, y sabía como engañar a las enfermeras para que creyeran que me las tomaba. Tenía acceso ilimitado a mi móvil, pero sobre todo a su fuente de alimentación, así que tenía acceso ilimitado a comunicaciones y a mi esposa.
Como estaba legalmente privado de mi libertad, para poder salir debía pedir audiencia a un tribunal médico. Mientras mi mujer investigaba ésto, yo debía mantener la calma y normalidad dentro de lo posible. De hecho, mi mujer ya me indicó que desde que me había desintoxicado estaba "demasiado vivo" en comparación con los otros pacientes, así que empecé a comportarme de forma mas comedida.
Una importante parte del dia a dia carcelario eran las charocharlas. Ocurrían a las 11am. Las enfermeras hacian llamadas para que fuéramos a una amplia sala. Según lo drojados que nos mantenían, unos llegaban andando a buen ritmo (como era mi caso), y otros arrastraban los pies tratando de mantenerse en pie y creando una imagen no muy distinta de aquellos muy drojados que podemos ver en las zonas malas de cualquier ciudad.
Tras sentarnos en círculo, la psicocharo empezaba a hacer preguntas, y su asistonta a tomar notas. Había una crucialidad que, quizás por desconocimiento y seguramente unido al estado de sopor inducido por las drojas, ningún preso parecía tener en cuenta. Esta crucialidad era el hecho de que las notas que estas dos charos tomaban se iban incorporando a un informe que justificaba que estuviéramos allí el mayor tiempo posible, pues ésto a su vez justificaba sus sueldos.
Siendo ámbas charos y funcivagas, calculé que su intención sería mantener a los mas dóciles el mayor tiempo posible, pero al mismo tiempo debían demostrar sus decisiones, ya que de vez en cuando un tribunal médico venía a revisarlas. Por ello mi comportamiento debía ser inocuo. Cualquier comentario, incluso con la mejor intención, podría convertirse en una nota negativa. Pero no decir nada también podría entenderse como algo negativo. Mi estrategia, pues, se basó en lo que yo acierto a nombrar "semiparticipación complaciente", soltando comentarios aqui y allá pero asegurándome de que éstos repitieran lo que las charos decían, o sabía que querían escuchar.
Como la psicocharo es psicóloga y no psiquiatra, su carrera de pintaycolorea le daba para poco mas que aplicar patrones muy claros de libros y series de televisión. Hacía preguntas que provocaban las respuestas que ella buscaba, y que en su mayoría se basaban en el hecho de que todos los presentes éramos hombres blancos y españoles, osea, enemigos. Durante esas charlas pude ver como provocaban a un paciente para que dijera cosas xenófobas, a otro a decir algo contra los gayses (un par de pacientes lo eran), y casi siempre hablaban de violencia como queriendo justificarla y que los pacientes lo hicieran, para que así su asistonta pudiera escribir sus notitas. Era un espectáculo triste a la vez que peligroso para cualquier persona que no estuviera al tanto de lo que allí se cocía.
Yo no caía en sus trampas, y a sus provocaciones solía responder con variaciones de "eso no esta bien". Algunos presos me daban pena, así que arriesgando mi propia escapada les aconsejé moderarse pero sin explicarles con mucho detalle lo que veía que estaba ocurriendo. En retrospectiva seguramente no debería haberlo hecho, pues mi objetivo allí era el de mi propia supervivencia y escape, y no el de ser alma caritativa para con los demás.
Una de las charlas mas divertidas que recuerdo fue una discusión entre un gays declarado y un señor mayor que odiaba a los gays y ¿amaba? a un alemán con bigotito cuyo nombre prefiero no nombrar. Estando ámbos drojados discutían con calma, pero era divertido observar a la psicocharo provocando al viejo nancy para luego correr en apoyo del gays, que por cierto era un chaval muy bien articulado y que podía defenderse sin mayores problemas. Me caía tan bien como mi compañero de celda, y nunca supe porque ámbos acabaron aqui.
¿Será que hay mas gente encerrada de la que pensamos, los cuales no deberían estarlo?
También había otro chaval, que se sentaba casi siempre junto a mi. Un tipo sencillo, que claramente no era Albert Einstein, pero que era noble. Hablando con él pude ver a una persona que seguramente no había tenido modelos de comportamiento en casa, y que seguramente estaba allí por temas de violencia. A él era a quien trataba de aconsejar mas, pero es muy difícil educar en una semana a una persona sobre reglas y comportamientos sociales.
Algo que todos teníamos en común, una regla no escrita, es que nadie hablaba públicamente sobre los motivos que nos llevó a llegar aqui.