Yo tuve a una de color de ancho especial que me cocinaba unos calulus de querida progenitora y a la que empotraba despiadadamente contra el mármol de la cocina (en muchos sitios de África eso suele entrar en el lote de servicios promedio y como te pilles a una que no tenga ni novio ni adicción a la iglesia lo más probable es que se mosquee en cuanto lleves dos días sin tirártela). Era antiestéticaca y sencillaina, pero puesta de espaldas o cuatro resultaba casi perfecta; y como chacha impecable, todo reluciente y ordenado siempre.
Ahora tengo a otra negraca, que está muy muy buena y me cuesta diez veces más pasta, pero ni me la zumbo ni limpia con ganas y oficio, apenas cocina decentillo y ya.
Cada vez que la caga con la lavadora, o que se pone a menear el superculo mientras friega, siento ganas de volverme a alguna poza de país. Lo mismo que cada vez que como carne de Esñapa. Aquí hay cosas que no, oiga. No.