Reparación cara en coche, me piden 1500-2000

Es que tener un Opel diésel no se le ocurre ni al que asó la manteca.

Otro que no tiene ni idea. El Opel de esa época, que aún era de General Motors, montaba propulsores diésel japoneses de Isuzu, duros como una roca. Y la bomba que ha fallado es de Bosch, alemana.
 
Ahora chatgpt me está diciendo que lo mismo solo se ha estropeado la parte electrónica de la bomba, un modulo que se puede reparar por poco dinero, me ha dicho que le pase un escáner obd para ver los códigos de error (tengo el escáner que compré hace años en AliExpress para el Opel) y que si es la electrónica simplemente es sacar un modulo sin desmontar apenas nada ni tocar la bomba ni el motor, estoy viendo que hay talleres de automocion que arreglan específicamente estos fallos en los módulos electrónicos (el taller que me ha pasado el otro usuario por ejemplo), incluso podría llevarlo a un taller de electrónica standar y también me lo arreglarían seguramente por menos, incluso podría arreglarlo yo mismo ya que tengo experiencia en soldadura electrónica (lo que no sé es si usa componentes smd, si son de agujero rellenito si los puedo soldar fácilmente), así que creo que la movida pasa primero por recuperar el coche, pasarle mi propio scanner, y en caso de ser el módulo desmontarlo yo e intentar arreglarlo (los componentes valen céntimos), si no puedo llevarlo a un taller de electrónica de barrio y que le cambien lo que esté quemado.

Que hijos de la gran fruta que son los pesetos estos.

En uno de los enlaces se trata esi de que sea un módulo electrónico lo averiado, o incluso sólo el cableado, que se deteriora y da fallo:
 
Eso también. Estuve en Brasil hace dos años y flipé con lo económico, práctico y seguro que es este sistema para moverse por allí.

A lo mejor te pareció económico en relación a tus ingresos, pero igual no lo era en relación al ingreso promedio o más común de Brasil.
 
Opino que eres un segurata de cosa y un cateto analfabeto pobre y perversos, tu vida no vale nada , eres una cosa con gorra, un zurullo con porra, un FRACASADO en todos los aspectos y dimensiones posibles.

¿Vigilantes con gorra? ¿Cuántas décadas llevas encerrado (donde sea, en tu habitación, en prisión o en alguna "institución"?
 
Yo tuve que gastarme 3200 € en cambiarle la cadena, los tensores y resto de piezas de la distribución un Astra CDTi del 2017 con 80.000 km. Ahora tiene 187.000 y no ha vuelto a fallar, pero ya aunque dure hasta los 300.000 km no se puede decir que me haya salido bueno.

No tiene nada que ver: el de él es de cuando Operl era de General Motors, y el propulsor es japonés, Isuzu.
 
os gustan los coches de quiero y no puedo, en plan vendimiador temporero argelino?

Es de una marca generalist y un coche compacto, no es el típico cañí o viajero con el BMW o Audi de importación de 5a mano.
 
Sí no te hace falta, ni te sobra mucho dinero, desde luego, la mejor opción.
Básicamente teletrabajo la mitad de los días y la otra mitad puedo ir al curro en tras*porte público sin problema. Tampoco vivo en una urbanización aislada de esas donde necesitas el coche hasta para ir a buscar el pan al pueblo de al lado.
 
A lo mejor te pareció económico en relación a tus ingresos, pero igual no lo era en relación al ingreso promedio o más común de Brasil.
Igualmente era bastante más económico en relación al precio de los taxis allí.
 
Encuentro nocturno en La Sagra.



Antes de continuar su camino, Tomás Gómez se detuvo en la solitaria estación de gasolina.

-Aquí se sentirá usted bastante solo -le dijo al viejo.

El viejo pasó un trapo por el parabrisas de la camioneta.

-No me quejo.

-¿Le gusta La Sagra?

-Muchísimo. Siempre hay algo nuevo. Cuando llegué aquí el año pasado, decidí no esperar nada, no preguntar nada, no sorprenderme por nada. Tenemos que mirar las cosas de aquí, y qué diferentes son. El tiempo, por ejemplo, me divierte muchísimo. Es un tiempo sagreño. Un calor de mil demonios en verano y un frío de mil demonios en invierno. Y las escasas plantas y la lluvia, tan diferentes. Es asombroso. Vine a La Sagra a retirarme, y busqué un sitio donde todo fuera diferente. Un viejo necesita una vida diferente. Los jóvenes no quieren hablar con él, y con los otros viejos se aburre de un modo atroz. Así que pensé: lo mejor será buscar un sitio tan diferente que uno abre los ojos y ya se entretiene. Conseguí esta estación de gasolina. Si los negocios marchan demasiado bien, me instalaré en una vieja carretera menos bulliciosa, donde pueda ganar lo suficiente para vivir y me quede tiempo para sentir estas cosas tan diferentes.

-Ha dado usted en el clavo -dijo Tomás. Sus manos le descansaban sobre el volante. Estaba contento. Había trabajado casi dos semanas ayudando a establecerse a varios okupas en Lominchar y ahora tenía dos días libres e iba a una fiesta.


-Ya nada me sorprende -prosiguió el viejo-. Miro y observo, nada más. Si uno no acepta a La Sagra como es, puede volverse a Madrid. En esta comarca todo es raro; el suelo, el aire, los arroyos, los lugareños y los relojes. Hasta mi reloj anda de un modo gracioso. Hasta el tiempo es raro en La Sagra. A veces me siento muy solo, como si yo fuese el único habitante de esta comarca; apostaría la cabeza. Otras veces me siento como si me hubiera encogido y todo lo demás se hubiera agrandado. ¡Dios! ¡No hay sitio como éste para un viejo! Estoy siempre alegre y animado. ¿Sabe usted cómo es La Sagra? Es como un juguete que me regalaron en Navidad, hace setenta años. No sé si usted lo conoce. Lo llamaban calidoscopio: trocitos de vidrio o de tela de muchos colores. Se levanta hacia la luz y se mira y se queda uno sin aliento. ¡Cuántos dibujos! Bueno, pues así es La Sagra. Disfrútelo. Tómelo como es. ¡Dios! ¿Sabe que esas ruinas de Carranque tienen dieciséis siglos y aún están en buenas condiciones? Son veinte euros.. Gracias. Buenas noches.

Tomás se alejó por la carretera, riendo entre dientes.

Era un largo camino que se internaba en la oscuridad y la desolación. Tomás, con una sola mano en el volante, sacaba con la otra, de cuando en cuando, un caramelo de la bolsa del almuerzo. Había viajado toda una hora sin encontrar en el camino ningún otro automóvil, ninguna luz. La carretera solitaria se deslizaba bajo las ruedas y sólo se oía el zumbido del motor. La Sagra era una comarca silenciosa, pero aquella noche el silencio era mayor que nunca. Los secarrales giraban a su paso y el monte de Magán se alzaba contra las estrellas.




Esta noche había en el aire un olor a tiempo. Tomás sonrió. ¿Qué olor tenía el tiempo? El olor del polvo, los relojes, la gente. ¿Y qué sonido tenía el tiempo? Un sonido de agua en una cueva, y una voz muy triste y unas gotas sucias que caen sobre cajas vacías y un sonido de lluvia. Y aún más, ¿a qué se parecía el tiempo? A la nieve que cae calladamente en una habitación oscura, a una película muda en un cine muy viejo, a cien millones de rostros que descienden como esos globitos de Año Nuevo, que descienden y descienden en la nada. Eso era el tiempo, su sonido, su olor. Y esta noche (y Tomás sacó una mano fuera de la camioneta), esta noche casi se podía tocar el tiempo.

La camioneta se internó en las colinas del tiempo. Tomás sintió unas punzadas en la nuca y se sentó rígidamente, con la mirada fija en el camino.

Entró en una muerta aldea sagreña; paró el motor y se abandonó al silencio de la noche. Maravillado y absorto contempló los edificios blanqueados por las lunas. Deshabitados desde hacía siglos. Perfectos. En ruinas, pero perfectos.

Puso en marcha el motor, recorrió algo más de un kilómetro y se detuvo nuevamente. Dejó la camioneta y echó a andar llevando la bolsa de comestibles en la mano, hacia una loma desde donde aún se veía la aldea polvorienta. Abrió el termo y se sirvió una taza de café. Un pájaro nocturno pasó volando. La noche era hermosa y apacible.

Unos cinco minutos después se oyó un ruido. Entre las ondulaciones, sobre la curva de la antigua carretera, hubo un movimiento, una luz mortecina y luego un murmullo.

Tomás se volvió lentamente, con la taza de café en la mano derecha.

Y asomó en las ondulaciones una extraña aparición.
Era una máquina que parecía un insecto de tonalidad verde jade, una mantis religiosa que saltaba suavemente en el aire frío de la noche, con diamantes verdes que parpadeaban sobre su cuerpo, indistintos, innumerables, y rubíes que centelleaban con ojos multifacéticos. Sus seis patas se posaron en la carretera, como las últimas gotas de una lluvia, y desde el lomo de la máquina un sagreño antediluviano de ojos de oro fundido miró a Tomás como si mirara el fondo de un pozo.


Tomás levantó una mano y pensó automáticamente:
¡Hola!, aunque no movió los labios. Era un sagreño. Pero Tomás había nadado en Navacerrada en arroyos azules mientras los desconocidos pasaban por la carretera, y había comido en casas extrañas con gente extraña y su sonrisa había sido siempre su única defensa. No llevaba armas de fuego. Ni aun ahora advertía esa falta aunque un cierto temor le oprimía el pecho.

También el sagreño tenía las manos vacías. Durante unos instantes, ambos se miraron en el aire frío de la noche.

Tomás dio el primer paso.

-¡Hola! -gritó.

-¡Hola! -contesto el sagreño en su propia lengua. No se entendieron.

-¿Has dicho hola? -dijeron los dos.

-¿Qué has dicho? -preguntaron, cada uno en su habla.

Los dos fruncieron el ceño.

-¿Quién eres? -dijo Tomás en .

-¿Qué haces aquí -dijo el otro en sagreño.

-¿A dónde vas? -dijeron los dos al mismo tiempo, confundidos.

-Yo soy Tomás Gómez,

-Yo soy Pompa de Mingo.

No entendieron las palabras, pero se señalaron a sí mismos, golpeándose el pecho, y entonces el sagreño se echó a reír.
-¡Espera!

Tomás sintió que le rozaban la cabeza, aunque ninguna mano lo había tocado.

-Ya está -dijo el sagreño en español-. Así es mejor.

-¡Qué pronto has aprendido mi idioma!

-No es nada.

Turbados por el nuevo silencio, ambos miraron el humeante café que Tomás tenía en la mano.

-¿Algo distinto? -dijo el sagreño mirándolo y mirando el café, y tal vez refiriéndose a ambos.

-¿Puedo ofrecerte una taza? -dijo Tomás.

-Por favor.

El sagreño descendió de su máquina.

Tomás sacó otra taza, la llenó de café y se la ofreció.

La mano de Tomás y la mano del sagreño se confundieron, como manos de niebla.

-¡Dios mío! -gritó Tomás, y soltó la taza.

-¡En nombre de los Dioses! -dijo el sagreño en su propio idioma.

-¿Viste lo que pasó? – murmuraron ambos, helados por el terror.

El sagreño se inclinó para tocar la taza, pero no pudo tocarla.

-¡Señor! -dijo Tomás.

-Realmente… -comenzó a decir el sagreño. Se enderezó, meditó un momento, y luego sacó un cuchillo de su cinturón.

-¡Eh! -gritó Tomás.

-Has entendido mal. ¡Tómalo!

El sagreño tiró al aire el cuchillo. Tomás juntó las manos. El cuchillo le pasó a través de la carne. Se inclinó para recogerlo, pero no lo pudo tocar y retrocedió, estremeciéndose.

Miró luego al sagreño que se perfilaba contra el cielo.
-¡Las estrellas! -dijo.

-¡Las estrellas! -respondió el sagreño mirando a Tomás.

Las estrellas eran blancas y claras más allá del cuerpo del sagreño, y lucían dentro de su carne como centellas incrustadas en la tenue y fosforescente membrana de un pez gelatinoso; parpadeaban como ojos de tonalidad violeta en el estómago y en el pecho del sagreño, y le brillaban como joyas en los brazos.

-¡Eres tras*parente! -dijo Tomás.

-¡Y tú también! -replicó el sagreño retrocediendo.

Tomás se tocó el cuerpo, sintió su calor y se tranquilizó. «Yo soy real», pensó.

El sagreño se tocó la nariz y los labios.

-Yo tengo carne -murmuró-. Yo estoy vivo.

Tomás miró fijamente al fío.

-Y si yo soy real, tú debes de estar muerto.

-¡No! ¡Tú!

-¡Un espectro!

-¡Un fantasma!

Se señalaron el uno al otro y la luz de las estrellas les brillaba en los miembros como dagas, como trozos de hielo, como luciérnagas, y se tocaron otra vez y se descubrieron intactos, calientes, animados, asombrados, despavoridos, y el otro, ah, si, ese otro, era sólo un prisma espectral que reflejaba la acumulada luz de unos mundos distantes.

Estoy borracho, pensó Tomás. No se lo contaré mañana a nadie. No, no.

Se miraron un tiempo, de pie, inmóviles, en la antigua carretera.

-¿De dónde eres? -preguntó al fin el sagreño.

-De Madrid.

-¿Qué es eso?

Tomás señaló al norte.

-¿Cuándo llegaste?

-Hace más de un año.

-Jamás habíamos visto a nadie como tú.

-Ni yo a alguien como usted.

-Escúcheme. En La Sagra no vive nadie como usted hace casi dieciséis siglos. Así lo dicen las viejas leyendas que cuentan las viejas con olor a meado de lechón, diente torcido e hijo petulante.

-No entiendo lo que dice. Voy a una fiesta en el Palatium, a orillas del Aquae Divergia . Allí estuve anoche. ¿No ve la villa?

Tomás miró hacia donde indicaba el sagreño y vio las ruinas.

-Pero cómo, esa ciudad está muerta desde hace siglos.

El sagreño o se echó a reír.

-¡Muerta! Dormí allí anoche.

-Y yo estuve allí la semana anterior y la otra, y hace un rato, y es un montón de escombros. ¿No ve las columnas rotas?

-¿Rotas? Las veo perfectamente a la luz de la luna. Intactas.

-Hay polvo en las calles -dijo Tomás.

-¡Las calles están limpias!

-Los estanques están vacíos.

-¡Los estanques están llenos de vino de lavándula!

-Está muerta.

-¡Está viva! -protestó el sagreño riéndose cada vez más-. Oh, está muy equivocado ¿No ve las luces de la fiesta? Hay barcas hermosas esbeltas como mujeres, y mujeres hermosas esbeltas como barcas; mujeres del tonalidad de la arena, mujeres con flores de fuego en las manos. Las veo desde aquí, pequeñas, corriendo por las calles. Allá voy, a la fiesta. Flotaremos en las aguas toda la noche, cantaremos, beberemos, haremos el amor. ¿No las ve?

-Su ciudad está muerta como un lagarto seco. Voy a las urbanizaciones de Chozas de Canales. Es una colonia de madrileños desterrados por la burbuja. No puede ignorarlo. Las constructoras trajeron muchas toneladas de ladrillo y cemento y construyeron las dos urbanizaciones más espantosas que pueda imaginar. Esta noche festejaremos la okupación de un chalet. Llegan de Lavapiés un par de fragonetas que traen a nuestras mujeres y a nuestras amigas. Habrá bailes, kalimotxo y Dyc…

El sagreño estaba inquieto.

-¿Dónde está todo eso?

Tomás señaló a lo lejos en varias direcciones.

-Allá están las luces nocturnas de los diferentes pueblos ¿Los ve?

-No.

-¡Maldita sea! ¡Ahí están! ¡El resplandor de Madrid se ve claramente!

-No.

Tomás se echó a reír.

-¡Está ciego!

-Veo perfectamente. ¡Es usted el que no ve!

-Pero ve el resplandor nocturno, ¿no es así?

-Yo veo una laguna, y con abundante agua.

-Señor, esa agua se evaporó hace siglos.

-¡Vamos, vamos! ¡Basta ya!

-Es cierto, se lo aseguro.

El sagreño se puso muy serio.

-Dígame otra vez. ¿No ve la ciudad que le describo? Las columnas muy blanca, las barcas muy finas, las luces de la fiesta… ¡Oh, lo veo todo tan claramente! Y escuche… Oigo los cantos. ¡No están tan lejos!

Tomás escuchó y sacudió la cabeza.

-No.

-Y yo, en cambio, no puedo ver lo que usted me describe -dijo el sagreño.

Volvieron a estremecerse. Sintieron frío.

-¿Podría ser?

-¿Qué?

-¿Dijo que «del Norte»?

-De Madrid.

-Madrid, ese nombre nada me dice -dijo el sagreño-. Pero… al subir por el camino hace una hora… sentí…



Se llevó una mano a la nuca.

-¿Frío?

-Sí.

-¿Y ahora?

-Vuelvo a sentir frío. ¡Qué raro! Había algo en la luz, en las ondulaciones, en el camino… -dijo el sagreño-. Una sensación extraña… El camino, la luz… Durante unos instante creí ser el único sobreviviente de este mundo.

-Lo mismo me pasó a mí -dijo Tomás, y le pareció estar hablando con un amigo muy íntimo de algo secreto y apasionante.

El sagreño meditó unos instantes con los ojos cerrados.

-Sólo hay una explicación. El tiempo. Sí. Usted es una sombra del pasado.

-No. Usted, usted es del pasado -dijo el madrileño.

-¡Qué seguro está! ¿Cómo es posible afirmar quién pertenece al pasado y quién al futuro? ¿En qué año estamos?

-En el año dos mil veinte.

-¿Qué significa eso para mí?

Tomás reflexionó y se encogió de hombros.

-Nada.

-Es como si le dijera que estamos en el año 1.123 Ab urbe condita. No significa nada. Menos que nada. Si algún reloj nos indicase la posición de las estrellas…

-¡Pero las ruinas lo demuestran! Demuestran que yo soy el futuro, que yo estoy vivo, que usted está muerto.

-Todo en mí lo desmiente. Me late el corazón, mi estómago siente hambre, mi garganta sed. No, no. Ni muertos, ni vivos, más vivos que nadie, quizá. Mejor, entre la vida y la fin. Dos extraños cruzan en la noche. Nada más. Dos extraños que pasan. ¿Ruinas dijo?

-Sí. ¿Tiene miedo?

-¿Quién desea ver el futuro? ¿Quién ha podido desearlo alguna vez? Un hombre puede enfrentarse con el pasado, pero pensar… ¿Ha dicho que las columnas se han desmoronado? ¿Y que la laguna está vacía y la acequias, secas y las doncellas muertas y las flores marchitas? -El sagreño calló y miró hacia la ciudad lejana. -Pero están ahí. Las veo. ¿No me basta? Me aguardan ahora, y no importa lo que diga.

Y a Tomás también lo esperaban los perroflautas, allá a lo lejos, y las urbanizaciones, y las mujeres de Madrid.

-Jamás nos pondremos de acuerdo -dijo.

-Admitamos nuestro desacuerdo -dijo el sagreño-. ¿Qué importa quién es el pasado o el futuro, si ambos estamos vivos? Lo que ha de suceder sucederá, mañana o dentro de diez mil años. ¿Cómo sabe que esos templos no son los de su propia civilización, dentro de cien siglos, desplomados y en ruinas? ¿No lo sabe? No pregunte entonces. La noche es muy breve. Allá van por el cielo los fuegos de la fiesta, y los pájaros.

Tomás tendió la mano. El sagreño lo imitó. Sus manos no se tocaron, se fundieron atravesándose.

-¿Volveremos a encontrarnos?

-¡Quién sabe! Tal vez otra noche.

-Me gustaría ir con usted a la fiesta.

-Y a mí me gustaría ir a su urbanización y ver esas gentes de las que me habla, y oír todo lo que sucedió.

-Adiós -dijo Tomás.

-Buenas noches.

El sagreño voló serenamente hacia las ondulaciones en su vehículo de metal verde. El madrileño se metió en su camioneta y partió en silencio en dirección contraria.

-¡Dios mío! ¡Qué pesadillas! -suspiró Tomás, con las manos en el volante, pensando en los cohetes, en las mujeres, en el Dyc, en las noticias del el bichito, en la fiesta.

-¡Qué extraña visión! -se dijo el sagreño, y se alejó rápidamente, pensando en el festival, en los canales, en las barcas, en las mujeres de ojos dorados, y en las canciones.

La noche era oscura. La luna se había puesto. La luz de las estrellas parpadeaba sobre la carretera ahora desierta y silenciosa. Y así siguió, sin un ruido, sin un automóvil, sin nadie, sin nada, durante toda la noche oscura y fresca.

¿De qué libro y autor es?

Alguna vez, pocas, he pasado por la Sara, y desde luego sí es extraño, por todo.
 
En febrero de 2017 todavía era de General Motors. El 1.6 CDTi es un motor Opel puro.

Mucho antes de esa fecha sus motores, o parte de ellos, eran de una joint venture con Fiat, ya no eran los motores japoneses de Isuzu (que esos son sus diésel en los modelos de alrededor del año 2000).
 
Buenas.

El Opel dti del 2000 de un familiar se paró en autovía hace unos días, llamo a la grúa y se lo lleva a la "base", en valencia no encuentro ningún taller libre (están a tope reparando coches destruidos por la DANA)....el de la grúa me dice que en la base tienen taller y que me lo pueden mirar ahí, le digo que vale.

Al cabo de dos días me dice que ya lo han revisado y que es la bomba de inyección del motor, que la reparación es de entre 1500-2000 euros y que le diga lo que voy a hacer con el coche, que es un coche viejo y que me acabara fallando de otro lado.

Le digo que me lo pensaré y le diré algo mañana, el tío me insiste en lo de achatarrarlo, obviamente ellos lo que hacen es desmontarlo y sacarle pasta o arreglarlo y revenderlo a coste cero...

El caso es que aunque es de un familiar lo llevo yo, mi familiar está enfermo y no conduce desde hace años, el coche tiene valor sentimental y lo que dice el pavo este de que me va a fallar es mentira por qué el coche nunca ha dado problema de nada.

Lo que tengo pensado es arreglarlo pero en otro sitio, mañana les llamo y les digo que me lo acerquen con la grúa a un sitio que conozco donde lo aparcare unos días, luego iré pidiendo presupuesto, les pagaré por el diagnóstico y que les den por el pandero, no voy a dejar que hagan negocio a coste cero con ese coche, ademas como quiero comprar una casa en un pueblo cercano a valencia cuando activen las zbe me lo llevare alli y tendra una segunda vida.

Alguien ha tenido que hacer esta reparación? El precio es realista o me están intentado convencer de que achatarre el coche? Hasta mil pavos me parecería un precio aceptable ya que el coche nunca ha dado problemas de ningún tipo, el motor va perfecto pese a tener 300k km.

El tipo del taller por teléfono parecía un gañan, se qué intentarán ponerme una excusa para que no me lleve el coche, a la mínima historia me voy a una comisaría y los denunció por robo.

Que opináis?

¿Si merece la pena arreglarlo? Pues lo cierto es que es un coche viejo, por ley de vida le irán saliendo otras cosas, PERO la cuestión es que es un coche duro, de como se hacían antes, hace décadas, y como ya no se hacen.

El motor diésel de los Opel de esa época son japoneses, de una casa llamada Isuzu, especializada en ese tipo de motores, además para pequeños camiones y usos industriales. Ese motor, con su mantenimiento reglamentario (cambios de aceite, filtros, etc) es ETERNO, durará más que el resto del coche.

Mucha gente que tenía un Opel diésel de la época ni siquiera sabía que el propulsor era Isuzu, japonés. Yo hablé con propietarios de Opel, se lo comentaba y decían "No, hombre es Opel", Isuzu no les sonaba de nada :D

Lo que ha fallado, por cierto, es una parte de la bomba de inyección que es de Bosch, alemana. Así que ya ves, falla una pieza alemana, no el propulsor japonés.

IMPORTANTÍSIMO: En pocos años será un VEHÍCULO HISTÓRICO, por lo cual disfrutarás de muchas ventanas y podrás circular por las zonas de bajas emisiones sin problema. La nueva norma, recientemente aprobada, para vehículos históricos es la bomba, mírala si no la conoces. Te vas a quedar a cuadros porque tendrás una joya: un vehículo duro y "contaminante" -es de la época en la que la porquería de la combustión la echaban fuera den lugar de recircularla por dentro para acabar atacando el interior de los conductos-, y podrás moverte por ZBE como si fuese un coche CERO :D

La única restricción para los vehículos históricos (aparte de las específicas para modelos que por ejm no tuvieran alumbrado) es que sólo puedes sacarlo x días al año, pero es que resulta que ese número esa altísimo, no lo recuerdo ahora pero era como tremendo, como 200 días al año (los que tú quieras).

Yo tuve uno de estos coches diésel, y fíjate que lo que falló al poco de comprarlo, era precisamente esa bomba de inyección de Bosch (alemana), tuve que llevarlo unas cuantas veces al principio por eso y después perfecto, lo tuve durante un montón de años y lo dejé con 190.000 km y estaba perfecto (excepto por el choque en cadena a baja velocidad, que dañó para golpes y radiador, vamos un accidente, no una avería).

Por lo visto en esas bombas Bosch algo venía defectuoso y fallaban muchas al poco de comprarlo, así me lo dicho también el de la grúa: todos los de esa marca que recogía nuevos eran diésel (la bomba de Bosch).

En la infinidad de años y 190.000 km que lo tuve, aparte de esa avería inicial de la bomba, cubierta por la garantía, sólo al final se rompió un manguito del A/A, reparación que en la casa hicieron en muy poco tiempo y por poquísimo dinero (no recuerdo si fueron como 60€ incluyendo el llenado del refrigerante del A/A).

Cuando dejé el coche, porque había tenido una colision en cadena a baja velocidad -uno pegó un frenazo, el de delante de mí tenía un BMW nuevo con asistencia de frenada y lo dejó clavado por ese sistema de asistencia- pero que había dañado los paragolpes y el radiador (no me merecía la pena arreglarlo porque donde trabajo en poco tiempo ya no podría haber entrado con él, al ser ZBE) , el propio jefe de taller a la casa donde lo llevaba (concesionario grande de la marca, no uno pequeño ni un multimarcas) estuvo hablando conmigo -yo era un cliente muy bueno, pues cada año lo llevaba a revisión en la casa, y cada pocos años daba un parte por roces en carrocería, así que habían ganado mucho dinero, así me lo dijo- y me contó con confianza que ningún coche que comprara ahora (ni de esa marca) saldría así de bueno. Se notaba que era sincero, y que sabía de qué hablaba (ese es un concerionario-taller grande, donde pasaban infinidad de coches y donde tenían mucha experiencia).

Por cierto, con el mío que era un DTI 2000 turbo, tenía consumos inferiores a los de que marcaba el fabricante, e iba adelantando a prácticamente todo el mundo. Claro que hacía una conducción eficiente y de hecho lo tenía con sus 190.000 km con los discos originales en perfecto estado y con las pastillas de freno originales (sólo unos pocos años antes habían limado las pastillas sólo de los frenos delanteros).

Otra cosa: cuando llevaba unos años con el coche me enteré de que (dependiendo del año del modelo) podía tener controlador de velocidad de crucero con solo cambiar la mancuerna de la izquierda por una que llevaba los botones de esa función, es decir que los coches a partir de cierto año todos tenían la electrónica interna para hacer esa función. Lo dije en el taller y me cambiaron la mancuerna por una con los botones, lo cual me costó muy poco (mancuerna y mano de obra) y fue todo un lujo tener esa función en el coche. Merece la pena. Si no lo tienes míralo, además la mancuerna puedes encontrarla en un desguace por nada. Y el sistema es de los buenos, de los que pulsas y te mantiene la velocidad sin tener que hacer nada (en otros coches tienes que mantener presionado el pedal del acelerador), además de que tiene función de recuperación y otras cosas más, con unos botones muy cómodos y bien hechos..

El mio además tenía climatizado, y lo hecho de menos, porque en coches posteriores no he visto un climatizado tan bueno en cuanto al cuadro de manejo: en ligar de tener botones para subir y bajar la temperatura y la velocidad, tenía ruedas digitales (sin principio ni fin, algo así como la rueda central de los ratones) , de forma que subir o bajar esos valores era comodísimo, no como en el coche mucho más caro que tengo ahora, que tienes que dar un montón de pulsaciones al botón en cuestión si quieres subir o baja mucho uno de esos valores.

También te digo una cosa: una vez, sólo me ha pasado una vez en la vida, me quedé sin combustible (calculé mal, porque en otras ocasiones con ese nivel de reserva me sobró, pero en esta iba con el coche cargado a tope, subiendo montaña y con el climatizador a tope porque era verano y hacía calor). Como estaba lejísimos de mi taller-concesionario habitual de la marca, lo llevé a un concesionario-taller Renault que había en un pueblo cercano. Pues bien, ni fruta idea, no supieron purgarlo bien tocaron alguna otra cosa mal, y al final malamente pude arrancar y tuve cuando volvía a mi localidad lo llevé a la casa donde hicieron el purgado y demás perfectamente. Te indico esto para que veas que en ese coche hay cosas que tienen que saberse hacer, que no son como en otros coches.

Los 2000 DTI no tenían autopurgador, si te quedabas sin gasóleo tenías que llevarlo a que te lo purgaran (el 17000 creo que sí lo tenía). Y así se indica en el manual.

Yo desde luego, hoy por hoy, con lo cerca que está de ser vehículo histórico, con todas sus ventajas, lo repararía. Cuando me tocó a mí no existía la normativa actual de VVHH, ni se vislumbraba y un cambio normativo así.

PD: El coche era estupendo cuando se te pegaba un comeculo detrás: yo simplemente reducía una marcha y pisaba el acelerador, y era mágico, se separaban dejando una distancia enorme. Es lo que tiene echar humo en ciertas condiciones, y no recicrular esos gases por el interior como hacen los coches modernos, donde toda esa cosa se va quedando en los conductos y al final los obstruye. Ahora, lógicamente contaminar contamina. Pero era durísimo.
 
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