Este hilo me parece que tiene el vicio de, como es habitual en este foro, abordar en términos pseudo-jovenlandesales una cuestión que se podría discutir perfectamente de forma analítica. Zhukov mismo, que sin duda tiene razón en muchas cosas, ha dedicado una buena cantidad de tiempo a disquisiciones sobre si los soviéticos al fin y al cabo no eran tan malos, al tiempo que pretende extraer el debate de esos términos. El forero Mulaaa:
La razón subyacente por la que hacían todo eso era ingeniería psicológica: al vivir en una minicolmena de ese tipo, se hace que el individuo se sienta pequeño, insignificante, prescindible, fusilable, gulagizable. Cuando se trata a una persona indignamente, las 24 horas del día, esa persona termina aceptando, consciente o inconscientemente, que efectivamente es indigna y no merece gran cosa; agradecida debe estar de tener un techo y no morir como un perro a la intemperie a 50 bajo cero.
Señala una característica de la URSS, el sometimiento del hombre al Estado, para interpretar la política inmobiliaria como una operación psicológica. En fin, es una maldición de burbuja y de este subforo en concreto perder el tiempo con estas cosas.
A ver, el principal motivo de las diferencias entre las viviendas soviéticas y norteamericanas es el poder económico de ambas economías. Estados Unidos, más próspero, podía permitirse construir viviendas más caras y más despilfarradoras que los soviéticos, de la misma manera que su modelo de desplazamiento podía estar basado en el coche y no en el tras*porte colectivo. La cuestión de que las élites soviéticas viviesen en dachas es anecdótica, puesto que podemos encontrar también enormes diferencias entre las viviendas de las clases más poderosas de la sociedad norteamericana y las más pobres.
Luego tenemos las diferencias de preferencias sociales entre ambos modelos, y aquí podemos hilar un poco más fino.
La Unión Soviética era, por decirlo de forma poco agradable, un inmenso campo de esclavos sometidos a la disciplina dura del Partido, que suprimía la disidencia a través de medidas coercitivas y cuyos dirigentes eran los únicos que tenían libertad para tomar decisiones económicas. Con esto me refiero a que los ciudadanos soviéticos estaban obligados a seguir las preferencias que los altos mandos del Partido dispusiesen, y no tenían independencia económica como para, a través de la organización política independiente o de sus decisiones de compra, decidir qué gastos eran más importantes.
El Estado soviético decidió que las prioridades eran que sus ciudadanos tuviesen todos una casa, pero que no era necesario aspirar a los estándares de las viviendas estadounidenses. Quizás los ciudadanos soviéticos, si hubiesen tenido mayor capacidad para decidir en qué se gastaban los recursos del país (si hubiesen sido perceptores de salarios en una Rusia capitalista, por ejemplo) hubiesen destinado más recursos a tener mejores viviendas. Pero los líderes del Partido no lo veían prioritario, y no se hacía: el motto es a cada uno según su necesidad, no a cada uno según sus deseos. Al mismo tiempo, ellos sí que podían disponer de recursos para procurarse un mayor bienestar, y lo hacían.
Ojo, esto no quiere decir que los dirigentes del Partido odiasen a sus ciudadanos, tomasen siempre decisiones arbitrarias ni estúpidas ni que fuesen totalmente hipócritas. Se garantizaba vivienda a todos sus compatriotas, mientras que en Estados Unidos se multiplicaron los campings de caravanas entre los que no podían permitirse una casa. Y muchos rusos añoran el comunismo.
Mientras tanto, Estados Unidos era un país de consumidores que podían elegir en qué gastar su dinero (el que tuvieran, por supuesto) sometidos a la influencia, menos coercitiva pero también importante, de las corporaciones empresariales cuyo interés era el fomento del consumo. La competición social para ganar estatus mediante la adquisición de bienes, el gasto espúreo, una cultura que persigue el éxito individual, el consumismo potenciado a través de la publicidad, y las influencias de los lobbies empresariales (que parece ser que, por ejemplo, sabotearon el tras*porte ferroviario de pasajeros para que no compitiese con la industria del automóvil) llevan a que los estadounidenses quieran comprarse la mejor casa que puedan permitirse con el sueldo o con el crédito.
Ojo, no ya las "decentes" que permitan abrirgarse de las inclemencias del tiempo, mantener a raya a las incomodidades y enfermedades y tener un poco de privacidad, sino las que tengan condiciones estéticas y de tamaño que permitan chulearse aunque supongan un dispendio.
Fijaos que no se hacen con la idea de ser eficientes y duraderas, sino que muchas son frágiles y duran unos pocos años antes de necesitar reformas, incluyen zonas verdes donde no debería haberlas (actualmente hay un movimiento reivindicando que se sustituya el hídricamente desastroso césped por vegetación nativa en parques y jardines), en innumerables casos se adquieren a crédito, etcétera.