Del anime me gusta su fantasía loca. A veces lejos de los cánones occidentales, aunque luego recaiga una y otra vez en los propios.
Me recuerda otra época en que la creatividad hasta el absurdo tenía valor en si misma. Nos habíamos librado de la ñoñería conservadora y durante un tiempo todo era posible. Hasta que llegaron las cuotas y lo politicamente correcto, la
Autocensura, el no ofender a ningún especialito y a ningún colectivo real o imaginario... Y al final, sustituimos una censura por otra.
El anime me resulta insufrible por el ritmo y el formato. Pero reconozco que tienen creatividad y fantasía que en occidente hemos tenido durante algunas décadas, pero hemos decidido dejar atrás. Antes éramos aburridos para no ofender a los puñeteros curas. Ahora lo somos por no ofender a los puñeteros progres. La única etapa de libertad que hemos vivido ha sido el periodo intermedio de tras*ición.