Miscelánea arqueológica.

Cuatro hallazgos arqueológicos que maravillaron al mundo

EL NACIMIENTO DE LA ARQUEOLOGÍA
Los campesinos napolitanos que durante siglos habitaron las faldas del Vesubio sabían que, excavando allí donde la tierra era más dura y las plantas apenas crecían, podían encontrarse estatuas de mármol de las formas más bellas e impúdicas. Desde el Renacimiento, nobles y aristócratas italianos y españoles habían adquirido las obras de arte que emergían bajo los arados, entre pozos y chamizos, para decorar sus villas y palacios.

Hasta que llegó la Ilustración, y bajo las luces del siglo XVIII, una generación de monarcas europeos decidió excavar, literalmente, en su propio pasado. Uno de ellos fue Carlos VII de Borbón, rey de Nápoles y futuro Carlos III de España, impulsor del urbanismo madrileño y creador del Museo del Prado, monarca ilustrado y de largas miras. Su esposa, la reina María Cristina de Sajonia, igualmente atraída por el arte y la cultura, fue quien le advirtió de que bajo el Vesubio podrían encontrarse las estatuas que adornarían la siempre caótica Nápoles.
Grabado de una visita a Pompeya sobre el año 1900

Grabado de una visita a Pompeya sobre el año 1900© Alamy
Siguiendo su consejo, el rey llamó a un militar, Roque Joaquín de Alcubierre, y a un humanista, Marcello Venuti, y les pidió orden y mesura: nada de cuanto fuese extraído debía ser perdido, robado o descatalogado.



El 11 de diciembre de 1748, Carlos VII de Borbón recibió la noticia de que Venuti había descendido uno de los profundos pozos excavados por los obreros, y allí, encontrado una inscripción que daba nombre a las ruinas: Herculanum.
Continuaron excavando, y en apenas unas horas, encontraron decenas de estatuas de mármol, gradas y una escena: aquel neցro pozo conducía al centro de un teatro romano. Los trabajos dieron como resultado sacar a la luz secciones enteras de ciudad: casas, tabernas, termas, templos… Aquella aparición confirmaba las palabras de Plinio el Viejo, presente en la erupción que terminó con la ciudad, y quien había mentado el lugar donde con mayor virulencia habían caído las cenizas: Pompeya.
Un turista en el templo de Venus de Pompeya sobre 1890

Un turista en el templo de Venus de Pompeya sobre 1890© Cordon Press
Herculano pasó a segundo plano, y los zapadores del rey corrieron hacia el lugar donde debía encontrarse aquella ciudad sepultada. Lo que encontraron tras semanas excavado dejó sin habla a medio mundo: una ciudad intacta en sus formas, detenida en el tiempo y conservada en un envoltorio estanco de cenizas, lapilli y rocas volcánicas. No sólo los edificios y las calles habían permanecido detenidas durante más de mil años: los cuerpos de los romanos, sus mascotas, su comida, todo cuanto existía en el momento de la erupción seguía allí.



El hallazgo de Pompeya no sólo fue importante por lo que mostró al mundo, sino por alumbrar la creación de dos disciplinas: la Historia del Arte y la Arqueología. Era tal la cantidad de estatuas, restos e información valiosa, que un erudito alemán de nombre Joahn Joachim Winckelmann decidió que todo aquello no podía permanecer oculto al ojo de la crítica: los descubrimientos de Pompeya deberían ser registrados y analizados. Colándose en los museos y colecciones de Nápoles, recurriendo a astucias para poder observar las ruinas y esculturas, publicó en 1762 sus obras Sobre los descubrimientos de Herculano” e Historia del arte de la Antigüedad. Muy pronto, los departamentos clásicos de las universidades de toda Europa pudieron admirar y estudiar los dibujos de Winckelmann, apoyando o contradiciendo sus argumentos estéticos, creando saber dónde antes sólo había tierra, polvo y ceniza.
La Arqueología había dado un primer paso en Pompeya: daban comienzos sus años de oro.
Pompeya, la gran muestra

Pompeya, la gran muestra© Alamy
TROYA: EL MITO COBRA VIDA
Antes de que la arqueología dotase de forma y tonalidad a la Historia, la humanidad contemplaba su pasado a través de los recuerdos y los mitos. La Biblia y las leyendas eran las únicas fuentes que hablaban sobre un pasado anterior a los historiadores griegos y romanos, dotando de escasa luz a los siglos donde tuvo lugar la infancia de nuestra civilización. Un niño alemán, Heinrich Schliemann (1822- 1890) escuchaba las historias de los dioses homéricos de voz de su culto padre, y como muchos sabios, no podía evitar preguntarse en voz alta, ¿existirá la Troya de Homero? ¿Será cierto que fluye un río llamado Escamandro, muy cerca de la tumba de Aquiles, acunando con su murmullo acuático los vetustos palacios del rey Príamo?



Mientras una novísima generación de arqueólogos trabajaba en Pompeya y Herculano y el mundo romano renacía de nuevo bajo la dorada luz del Mediterráneo, los mitos de la antigua Grecia parecían olvidados por un continente en guerra. Las décadas centrales del siglo XIX no fueron propicias para las empresas arqueológicas que no poseyesen garantías de éxito; Henrich Schliemann, en cambio, seguía empeñado en que Homero caminó entre nosotros, y que sus palabras, tan bellas como célebres, sólo podían inspirarse en algo tangible. Como era de esperar, los escépticos y ortodoxos historiadores y arqueólogos expertos en Grecia dudaron de sus intenciones, y Schliemann debió hacerse rico a base de inversiones comerciales para poder sufragar su gran sueño: encontrar la Troya de Helena, Paris y Héctor.
Xilografía de la excavación de Schliemann en la puerta sureste de Troya (1890)

Xilografía de la excavación de Schliemann en la puerta sureste de Troya (1890)© Alamy
En 1870, siguiendo las hipótesis de un erudito inglés, Frank Calvert, Schliemann se personó en la colina de Hisserlik, en la orilla este de los Dardanelos, y ordenó a su cuadrilla de nativos que comenzase a excavar. Aquel lugar, si las palabras de Homero eran ciertas, y el primer poeta de la Historia había estado allí, debía ser el indicado.
Todo encajaba: el río Escamandro apenas distaba unos kilómetros, al igual que la costa donde los aqueos instalaron el campamento donde se construiría el famoso caballo. La colina de Hisserlik era ancha y extensa, lo suficientemente inabarcable como para que Aquiles pudiese perseguir en torno a ella al asustado Héctor, tal y como narra Homero.



Y como si aquella carrera nunca se hubiese detenido, las huellas de quienes caminaron sobre la Troya homérica comenzaron a surgir ante los ojos de Schliemann: la ciudad de Príamo y sus tesoros salieron a flote, demostrando al mundo que no hay leyenda o mito sin una buena dosis de realidad. Troya y su guerra, sus amores y tragedias, fueron tan ciertos como lo son las numerosas “Troyas” que, en pleno siglo XXI, aún deben resistir el envite de lejanos y celosos enemigos que mediante excusas banales (Helena fue seguramente el primer chivo expiatorio conocido) tratan de apoderarse de sus tesoros.
LA TUMBA DE TUTANKAMÓN: EL TESORO MALDITO
El descubrimiento de Troya por Schilemann, y los posteriores hallazgos de Micenas y Tirinto, supusieron el espaldarazo a una disciplina nacida bajo la pluma de Winckelmann y entre la roca volcánica de Pompeya.
Interior de la tumba de Tutankamón en 1922, rodeada de expertos egiptólogos tras el descubrimiento de Howard Carter

Interior de la tumba de Tutankamón en 1922, rodeada de expertos egiptólogos tras el descubrimiento de Howard Carter© Alamy
Los aficionados, cazadores de tesoros, saqueadores y aristócratas entusiastas de las antigüedades dieron paso a la primera generación de arqueólogos profesionales. Howard Carter, el egiptólogo que descubriría las maravillas de Egipto al mundo, era uno de ellos. Bien lo sabía lord Carnavon, el culto y aristócrata gentleman británico que, atraído por las sepulturas del Valle de los Reyes, decidió dedicar su fortuna y ocio a encontrar alguna tumba oculta. Ardua tarea, puesto que el lugar de enterramiento de cientos de reinas y faraones había sido esquilmado sistemáticamente durante siglos. En 1917, año en el que Carter y Carnavon dan inicio a las excavaciones, el escepticismo en torno al Valle de los Reyes era total: allí ya no quedaban tumbas sin descubrir o saquear.



Howard Carter escribió en su diario, el día en que el primer pico quebró la removida tierra del Valle de los Reyes, que buscaba la tumba del faraón Tutankamón. El egiptólogo no palpaba a ciegas: gracias a unos sellos de arcilla encontrados en la cercana tumba de Amenofis IV, intuía que la tumba del faraón no podía encontrarse lejos. Los zapadores excavaron durante meses en torno a las tumbas de Ramsés VI y Tutmosis III, ignorando unas casas de piedra que en su tiempo pertenecieron a los obreros egipcios de la XX Dinastía que excavaron dichas sepulturas.
Debieron pasar cinco años hasta que Carter se percató de que daba palos de ciego: no habían encontrado más que alguna cámara secundaria, y pequeños ajuares. Lord Carnavon alerta de que sólo podrá financiar otro invierno de excavaciones, y Carter decide jugar su última carta: mirar bajo las humildes casuchas de los trabajadores que construyeron las tumbas milenarias.
Un de las primeras imágenes de la tumba de Tutankamón tras una década de trabajos de restauración

Un de las primeras imágenes de la tumba de Tutankamón tras una década de trabajos de restauración© Alamy
El 3 de noviembre de 1922, los picos y palas se detuvieron ante una gran piedra ubicada bajo las chozas de los obreros. Carter apenas podía creerlo… ¡Aquellas humildes viviendas de la XX Dinastía escondían una puerta de piedra! Su excitación aumentó al distinguir los sellos regios de la puerta, y tras cerrar la tumba con una verja de hierro, Carter escribió velozmente a lord Carnavon, que se encontraba en Londres.



El benefactor desembarcó en Alejandría veinte días más más tarde, acompañado por su hija Evelyn, y las excavaciones se reiniciaron en medio de una excitación desbordante. Sin embargo, pronto llegaron los primeros sobresaltos. Al internarse en las primeras galerías, Carter y Carnavon encontraron puertas quebradas, y piezas pertenecientes a faraones como Tutmosis III o Amenofis II, posteriores a Tutankamón. Como la mayoría de las tumbas del Valle, aquel lugar no parecía haber permanecido oculto: a juzgar por el desorden, aquellas galerías habían sido utilizadas como escondite de tesoros, y almacén de saqueadores.
Sumidos en el desánimo, creyéndose lejos de encontrar la tumba de un faraón, Carter y Carnavon continuaron avanzando hasta toparse con una puerta sellada. Aquello despertó sus esperanzas, y sin perder un instante, Carter perforó la piedra hasta abrir un agujero poco mayor que el grueso de un cayado, y miró dentro. La luz de la vela iluminó el interior de la estancia, y cuando Carnavon, impaciente, preguntó al mudo arqueólogo acerca de lo que veía, este sólo pudo responder “Algo maravilloso”. Las palabras de Carter pronto quedaron cortas: aquella estancia se encontraba abarrotada de estatuillas, estatuas, vasos canopos, sitiales de oro, jarros de alabastro y arcas rellenas de joyas. Y tras una nueva puerta, el mayor de los tesoros: el sarcófago de Tutankamón, con su archiconocida máscara de oro, y su momia.



El faraón, sin embargo, no debió recibir la apertura de su tumba con agrado. “La fin se acercará rápidamente a cuantos perturben el reposo del faraón”, rezaban los jeroglíficos que decoraban la cámara sepulcral. Y como si Anubis caminase de nuevo sobre la tierra, veinte de los trabajadores que acompañaban a Carter y lord Carnavon en la excavación murieron en los meses posteriores por causas misteriosas. En abril, apenas tres meses después de entrar en la tumba, falleció lord Carnavon por la picadura de un mosquito, y las muertes de excavadores comienzan a sucederse.
El Cairo, Egipto

Los misterios de Egipto son insondables© Photo by Adrian Dascal on Unsplash
Tampoco los arqueólogos escapan a la “maldición”: lord Westbury, secretario de Carter, murió súbitamente, y su padre se suicidó lanzándose de un séptimo piso, mientras que lo egiptólogos y colaboradores A. Reid y A. Weigall encontraron la fin súbita mientras examinaban los restos de una momia. A.C. Mace, que había entrado junto a Carter en la tumba sellada, engrosó la trágica lista, así como el hermanastro de lord Carnavon, Aubrey Herbert. Siete años después de contemplar el oro de la máscara de Tutankamón, Howard Carter era el único superviviente del mayor de los hallazgos arqueológicos que la Humanidad jamás hubiese contemplado.
NÍNIVE Y BABILONIA: LOS LODOS DEL DILUVIO



Cualquier viajero que caminase por la Mesopotamia del Tigris y el Éufrates antes del nacimiento de la arqueología torcía el gesto, extrañado, ante las colosales moles de arcilla que se alzaban junto a los poblados de adobe que jalonan el actual Irak. Región llana, árida, sin más relieve que las palmeras, aquellas colinas terrosas e informes no poseían ningún interés para los nativos, más que como cantera y lugar de enterramiento. Hasta que, alumbrados por los descubrimientos de Schliemann en Troya, y en posesión de las ideas de Wicklemann, una generación de arqueólogos alemanes decidió prestar atención a estas curiosas colinas.
Poco o nada se sabía de Nínive, Babilonia, Asiria, y los reinos que sólo aparecían mencionados en la Biblia, reyes crueles y antiguos que habían perseguido y castigado a los judíos y a sus profetas. Y sin embargo, la intuición indicaba que el secreto de Mesopotamia podría encontrarse bajo aquellas colinas pardas.
Babilonia (Iraq)

Babilonia (Iraq)© Getty Images
Los picos comenzaron a cavar, y una a una, comenzaron a emerger las antiguas ciudades que muchos tomaban por fruto de leyendas. Primero emergió Nínive, la orgullo capital de Sargón y los asirios, con sus toros alados, palacios y obras de arte que demostraban al mundo que una civilización paralela a la egipcia había podido competir contra el esplendor de los faraones. Después se encontró Babilonia, y en ella, la Torre de Babel, Etemenanki, el enorme zigurat que provocó el bíblico mito sobre la creación de los idiomas, y muy cerca, los jardines colgantes, maravilla del mundo antiguo. Todo aparecía bajo metros y metros de tierra, enterrado en lo profundo de aquellas colinas arcillosas que no eran más que ciudades con siglos de tierra y polvo acumulados entre sus calles.



Y por último apareció el principio. Leonard Woolley, arqueólogo británico, excavaba en Ur durante las primeras décadas del siglo XX, deseando alcanzar llegando los niveles más antiguos un lugar que sólo aparecía en los mitos. Aquella ciudad había sido la primera de las urbes, hogar de un pueblo al que podemos considerar como nuestro más lejano pariente: los sumerios. Ellos crearon los códigos de leyes que más tarde imitaría el rey babilonio Hammurabi, sistemas matemáticos y astrólogos, y el arco, elemento arquitectónico sin el cual Occidente jamás hubiese logrado edificarse. Y sin embargo, existía un principio aún más antiguo que los sumerios.
Woolley descubrió, tras doce metros de tierra y sedimentos, una gruesa capa de arcilla completamente limpia que no presentaba resto humano alguno. Era limo, uniforme y compacto, agrupado en una única capa de dos metros de espesor. Sólo un aluvión podía haber dado lugar a tal hallazgo, una inundación colosal provocada por la tierra y el mar al mismo tiempo. Los sumerios debieron haber conocido una enorme inundación… Y entonces, Woolley y toda la comunidad científica internacional reconocieron, una vez más, cómo el mito pasaba a ser Historia, y el mundo de las leyendas cobraba vida: aquel limo sólo podía corresponder con el Diluvio Universal, el bíblico desastre que alumbró nuestro mundo. Ur, al igual que Troya, había dado la razón a los cantores del pasado: sólo hay que saber leer y escuchar para poder encontrar algo.



Leonard Woolley en Ur
 
El árbol de cuarenta y un mil años cuenta la inversión magnética de la Tierra

Forty-One Thousand Year Old Tree Tells Of Earth’s Magnetic Reversal


Traducción de Google:


Fecha de publicación:10 de junio de 2020


Crédito: Top Energy NZ
Crédito: Top Energy NZ

La expansión de una planta de energía geotérmica en Ngawha, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, ha descubierto un antiguo árbol Kauri enterrado a seis metros de profundidad. Cuando se levantó, se descubrió que tenía sesenta y cinco pies de largo y ocho pies de ancho.
El árbol estaba vivo hace unos cuarenta y un mil años y estuvo en pie durante unos mil quinientos años. Cuando los científicos estudiaron los anillos de los árboles, descubrieron que, durante el tiempo que el árbol estaba vivo, la Tierra tenía una inversión casi completa de su campo magnético.
El experto en paleoclimatología y cambio climático de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Chris Turney, jefe del grupo de científicos que estudian el árbol, comentó que el árbol Kauri estaba vivo durante la excursión Laschamp.


Un tiempo, hace aproximadamente cuarenta y dos mil años, cuando el campo magnético de la Tierra casi se volcó: los polos norte y sur se acercaban a posiciones de cambio completas.

El árbol vivió durante milenios y medio según los anillos. El Australian Research Council patrocina la investigación que incluye medir y estudiar el carbono radioactivo que se encuentra en los anillos.
Según la Propuesta del Parque Nacional de Kauri y la Geográfica de Nueva Zelanda, en un momento los bosques de Kauri cubrieron casi doscientos cuarenta mil acres en toda Nueva Zelanda hasta que llegaron los europeos en la década de 1700 y casi diezmaron la especie.
Crédito: Top Energy NZ
Crédito: Top Energy NZ

En 1952, gracias al profesor Roy McGregor del Colegio Universitario de Auckland, el Santuario de Waipoua fue creado bajo la protección del Departamento de Conservación para proteger la mayor cantidad de árboles posible. El árbol kauri más grande de Nueva Zelanda reside allí.
Mide casi ciento sesenta y nueve pies de alto y unos cuarenta y cinco pies de ancho, se ha mantenido durante mil quinientos años. Durante la 19 ª y 20 ª siglos, tres mil presas se construyeron en Nueva Zelanda con madera Kauri sobre todo en las gamas de Waitakere, Hokianga, y la península de Coromandel.

La utilidad del árbol kauri ha contribuido a sus dificultades. Los árboles se adaptan fácilmente a las malas condiciones del suelo, y la goma que secretan para proteger cualquier daño al árbol se utilizó para barnizar, linóleo y otros artículos a base de resina.

Los registros se utilizaron en la construcción naval, materiales para techos y casas prefabricadas para su envío a Sydney, Australia y San Francisco, California, en los Estados Unidos. Después del terremoto y los incendios en 1906, se usó madera de kauri en la reconstrucción de San Francisco.
Existe una nueva amenaza para los árboles antiguos debido a un molde de agua llamado Phytophthora taxon Agathis que existe desde la década de 1970.
Las esporas de moho atacan y dañan las raíces de alimentación, esencialmente matando de hambre al árbol. No existe una cura conocida; Según Teara, solo la prevención puede mantener alejadas las esporas del suelo.
Se han establecido donaciones privadas y fideicomisos, incluidos Waipoua Forest Trust, Kauri 2000 y Puketi Forest Trust, y todos patrocinan grupos de voluntarios para limpiar y plantar plántulas de Kauri que serán protegidas.
Tane's Tree Trust, fundada en 2001, coordina la investigación y el intercambio de datos y presiona al gobierno para alentar las plantaciones de árboles nativos en tierras privadas.
Según Scientific American, el polo magnético de la Tierra ocasionalmente se invierte. Primero, el campo magnético comienza a colapsar; Una vez que sucedió fue hace unos setecientos noventa y cinco mil años.
Los períodos de colapso se llaman excursiones y el campo cae a una pequeña porción de su fuerza original, pero no se invierte.
El campo magnético se recuperó ligeramente hace unos setecientos ochenta y cuatro mil años, luego, once mil años después, los polos se invirtieron, un proceso que duró cuatro mil años. La última excursión, el evento de Laschamp, ocurrió hace unos cuarenta y un mil años.
Esto se aprendió observando los flujos de lava en el distrito francés de Clermont-Ferrand. Brad Singer, de la Universidad de Wisconsin – Madison, y sus colegas calculan que la última inversión del campo magnético de la Tierra tomó cerca de veintidós mil años. Nicolas Thouveny, un colega de los desacuerdos de Singer.
Thouveny afirma que la evidencia de los núcleos de sedimentos tomados del fondo del océano muestra una duración de reversión más corta de ocho mil años, no veintidós mil y que los datos del flujo de lava no "proporcionan una serie de tiempo confiable". Es su opinión que el equipo de Singer no tiene en cuenta el período de reversión.
 
El submarinista que salvó la catedral de Winchester

l rey Jorge V dijo de él que había salvado “con sus dos manos” la catedral de Winchester. El arzobispo de Canterbury le bautizó como el “submarinista trabajador”. El héroe en cuestión se llamaba William Walker (1869-1918), y fue el buzo que trabajó incansablemente durante seis años bajo el agua, a más de seis metros de profundidad y prácticamente sin visibilidad, para salvar la famosa iglesia.


Incontables toneladas de cemento, hormigón y ladrillo, colocadas por un solo hombre durante más de un lustro, evitaron que el edificio se sumergiera completamente en el barro.



De mal en peor

Miles de turistas visitan cada año la catedral de Winchester, en el condado de Hampshire, al sudeste de Inglaterra. Pero pocos saben que estaba prácticamente en ruinas a principios del siglo XX debido a sus inestables cimientos, que descansan sobre un lecho de agua. En los siglos precedentes, el peso de la construcción los había hundido y desestabilizado, con lo que se presentaron grietas cada vez más preocupantes en sus muros.


A menudo, las localizaciones más bellas para edificar –como en este caso, en un paisaje verde junto a un río– son las menos adecuadas desde un punto de vista estructural. La catedral de Winchester se había levantado sobre las ruinas de una iglesia cristiana, pero el subsuelo bajo esta era de grava y carbón natural.

Dibujo de la catedral de 1723.


Dibujo de la catedral de 1723. (Dominio público)AMPLIAR

Esta característica no se percibió como un problema en aquel momento, aunque lo fue con el paso de los años: el suelo se comprimía y cedía bajo el peso de los muros. La primera víctima fue la torre central, que cayó en 1107 y quedó completamente destruida. Este sería el primero de los síntomas de una degeneración arquitectónica que duraría cientos de años.

Entre los siglos XIV y XV la nave principal fue remodelada, en un intento por evitar la imparable aparición de grietas y desprendimientos. Pero poco después, la capilla estuvo en tan mal estado que hubo que reconstruirla. Pasaron más de dos centurias hasta que, finalmente, un equipo de arquitectos examinó el edificio para constatar cuál era su estado.

Pronto advirtieron que el origen de todos los problemas radicaba en los cimientos, que no dejaban de ceder. Pero en lugar de intentar solucionarlo, se dedicaron a disimular desperfectos aquí y allá. Tan solo restauraron dos de los pilares en la nave central para reforzar el conjunto, mientras el estado general de suelos y muros empeoraba cada día.


Fox y Jackson desistieron al cabo de un año: era necesaria otra táctica para salvar el edificio


Esperanza bajo el lodo


A principios del siglo XX la catedral estaba en unas condiciones lamentables, con enormes grietas en las paredes internas y desprendimientos en la cripta y el ala oeste. El trascoro añadido en el siglo XII y el muro de la cara sur estaban visiblemente inclinados. Se temía que todo se desmoronara en cualquier momento.

El nivel de alarma entre la ciudadanía y la comunidad religiosa era tan grave que los responsables de la iglesia contrataron al ingeniero Francis Fox y al arquitecto T. G. Jackson para que intentasen solucionar la cuestión.

Sus análisis no dieron un resultado muy esperanzador: la capa de grava que había servido de base al edificio original se había desplazado de forma considerable hacia el este, en dirección al canal principal del río Itchen. Los obreros que habían restaurado los desperfectos de la catedral en el siglo XIII intentaron repartir el peso, poniendo troncos de madera entrelazados en los cimientos, pero el alto nivel del agua impidió que el invento funcionara.

Fox y Jackson se encontraron con que la base de la estructura ya estaba sumergida a más de seis metros de profundidad en el lodo. La situación era extremadamente delicada.

Coro de la catedral de Winchester.



Coro de la catedral de Winchester. (Photo by DAVID ILIFF. License: CC BY-SA 3.0)AMPLIAR

El arquitecto y el ingeniero estuvieron de acuerdo en que el edificio debía ser apuntalado, reemplazando los cimientos medievales por hormigón y ladrillo, justo por debajo de la capa de grava. Pero antes tuvieron que asegurar la iglesia para iniciar las obras. Para ello, instalaron andamios en el interior, sujetando paredes y pilares, y revistieron el exterior de madera. Se inyectó cemento líquido en los muros y se atravesaron barras de acero para reforzarlos.

Los trabajos de apuntalamiento comenzaron en 1905. Era una labor lenta, dura y complicada. Había que perforar el suelo, extraer los troncos y la grava, y rellenar el hueco con materiales de construcción más modernos. Una y otra vez, por toda la base del conjunto. El problema era que, al estar los cimientos sumergidos en terreno húmedo, los agujeros cavados se llenaban de agua y dificultaban enormemente la tarea. A la velocidad a la que avanzaban, la obra podía durar varios decenios.

Un héroe en el barro

Fox y Jackson desistieron al cabo de un año, conscientes de que era necesaria otra táctica para salvar el edificio. A Fox se le ocurrió que un submarinista podría descender hasta los cimientos para colocar más rápidamente el hormigón y las bolsas de cemento. Cuando su plan se hizo público, los periódicos de la época lo definieron como “una tarea hercúlea”.

El ingeniero y el arquitecto acudieron a una renombrada empresa británica de buceo, la Siebe Gorman & Co. Se trataba de un grupo de élite que anteriormente ya había desarrollado equipos subacuáticos para proyectos de rescate de la Marina. Se hacían llamar “ingenieros submarinos”.

La cripta de la catedral de Winchester sufre frecuentes inundaciones.



La cripta de la catedral de Winchester sufre frecuentes inundaciones. (David Spender / CC BY 2.0)AMPLIAR

Dos de ellos fueron contratados para trabajar en la catedral, en turnos de seis horas, cinco días a la semana. Aunque enseguida pudo comprobarse que uno trabajaba más del doble que el otro, por lo que se prescindió del segundo. El buzo que se había quedado solo para apuntalar manualmente la catedral de Winchester, sumergido en el fango y sin apenas visibilidad, era un hombre de 36 años llamado William Walker.

Del fango a la gloria

Sus jornadas de seis horas y cinco días a la semana continuaron durante años. Y esto, en una época en que la tecnología de los equipos de buceo apenas estaba desarrollada (los trajes eran metálicos, extremadamente pesados). Pero, aun así, cada fin de semana a Walker le quedaban fuerzas para ir en bicicleta hasta la ciudad de Croydon, a 125 kilómetros de allí, donde estaba su familia.

En 1911 terminó finalmente su cometido: había rellenado por sí solo los cimientos de todo el edificio. Lo que, en cifras, se traducía en colocar 25.000 sacos de cemento, 115.000 bloques de hormigón y 900.000 ladrillos. Su gesta se publicó en todos los periódicos del país. Walker se convirtió en un héroe mediático al instante: el buceador que había salvado la catedral de Winchester.

A lo largo del año siguiente, ya finalizadas las obras de apuntalamiento por parte del submarinista más famoso de la historia de Inglaterra, varios cientos de albañiles terminaron las tareas de restauración (aunque ninguno de ellos sería particularmente recordado por ello).

Busto en homenaje a William Walker.
Busto en homenaje a William Walker. (WyrdLight.com)AMPLIAR
El 15 de julio de 1912, el rey Jorge V y la reina María de Teck visitaron la renovada iglesia y asistieron al sermón del arzobispo de Canterbury. Este agradeció públicamente los esfuerzos del “trío de hombres formidables” (Thomas Jackson, Francis Fox y William Walker).

Pocos meses después, Jorge V –que casualmente había tenido al submarinista como instructor años antes, cuando el futuro monarca todavía era cadete en la Marina– quiso premiar oficialmente la gesta del buzo nombrándole miembro de la Real Orden Victoriana. Destacaba en su discurso que Walker había “salvado la catedral con sus dos manos”.

Walker no disfrutaría durante mucho tiempo de su éxito. La llamada gripe española acabó con su vida en 1918, tan solo siete años después de su proeza en Winchester. Pero su recuerdo perdura todavía en la catedral.
 
Un estudiante de arqueología encuentra un tesoro vikingo con un detector de metales

El alumno halló joyas, monedas y piezas de plata utilizadas para el pago, junto con muchos objetos importados de las Islas Británicas, Finlandia y otros lugares

Accesorios orientales encontrados importados de la Era Vikinga

Accesorios orientales encontrados importados de la Era Vikinga - ABC

ABC Actualizado:28/07/2020 09:38h Guardar
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Se trata del anhelo de todo estudiante e investigador, sobre todo si se trata del campo de la arqueología, o sea participar en un descubrimiento. Y esto es exactamente lo que le ha ocurrido al estudiante universitario noruego Tor-Kjetil Krokmyrdal, de la Universidad Ártica de Noruega (UIT).
En su tesis, recientemente publicada, Krokmyrdal reveló que existía un puesto comercial previamente desconocido de la Era Vikinga en la granja Sandtorg en Tjelsund, entre las ciudades de Harstad y Narvik en el norte de Noruega, según informa «Smithsonian Magazine».

El alumno encontró joyas, monedas y piezas de plata utilizadas para el pago, junto con muchos objetos importados de las Islas Británicas, Finlandia y otros lugares. Para ello utilizó un detector de metales. Las monedas y joyas árabes de origen asiático se encuentran también entre los artículos encontrados, explica Forbes.

La variedad de artículos sugiere que el sitio Sandtorg fue una vez un enclave relevante para el intercambio de bienes, y se trata del centro comercial más antiguo de la era vikinga que se ha encontrado en el norte del país, según informa la cadena NRK.

Según estos medios, en investigaciones previas ya se había dilucidado que Vågan, un municipio en el distrito cercano de Lofoten, fue un centro económico clave durante este período medieval, pero los artefactos recientemente descubiertos indican que se produjo un comercio extenso también en Sandtorg ya en el siglo IX d. C., una zona más al este.

«Este descubrimiento significa que, de ahora en adelante, los investigadores deben repensar cómo funcionaban las sociedades y el comercio en esta región en la era vikinga y en la Alta Edad Media», ha explicado Marte Spangen, tutor de la tesis.

El estudiante Krokmyrdal decidió dedicarse a la arqueología para llevar un paso más allá su pasatiempo de peinar el campo con un detector de metales. La habilidad para encontrar este tesoro se explica además en su volantazo en el rastreo de vestigios tras darse cuenta de que las áreas donde centraba su investigación habían estado sumergidas durante la Era Vikinga. Tras la redirreción del enfoque, los hallazgos llegaron rápidamente.

Un estudiante de arqueología encuentra un tesoro vikingo con un detector de metales

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Descubre un tesoro de más de mil monedas de plata de los siglos XV y XVII al probar un detector de metales

«Es el mayor tesoro de mi vida». Así resumió su hallazgo Luke Mahoney, un hombre de 40 años que vive en Inglaterra. Ocurrió mientras probaba un detector de metales de última generación. Estaba en un campo situado en la localidad de Lindsey. Y el aparato dio en el blanco. Y de qué modo. En total, descubrieron más de mil monedas de plata de los siglos XV y XVII valoradas en 38.000 euros.

Mahoney quiere que todo el material acabe en un museo por su importancia histórica y por su interés. Los hechos sucedieron cuando este aficionado a rastrear en el subsuelo estaba experimentado con el citado aparato recién salido al mercado. Encontró dos monedas: una de oro y otra de plata. Para su sorpresa, el detector seguía indicando que había más cosas ocultas, informa SPD noticias.

Tuvo que acudir a pedir ayuda. Y de entre la tierra comenzó a brotar el tesoro. Primero, una moneda de Carlos I de Inglaterra. Pero había más. El detector seguía señalando sin cesar. Así que empezaron a cavar y con ello, a asomar monedas. Una tras otra. Hasta 1.061. No daban crédito.

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Este «caza tesoros» explica que la más antigua es un chelín con el rostro de Elizabeth I, popularmente conocida como la Reina Virgen, que data entre los años 1573 y 1578.

La información fue confirmada por varios historiadores, que aseguran que probablemente fueron enterradas por un terrateniente rico, quien se habría ido a luchar en las Guerras Civiles Inglesas (1642-1651). Mahoney afirmó que le gustaría que las monedas terminaran en un museo debido a que su antigüedad es de gran valor y digna de ser admirada. «La sensación de raspar la suciedad y ver las monedas es indescriptible», dijo.

Los expertos aseguran que no es habitual que se produzcan hallazgos de este tipo. Mahoney ha tenido mucha suerte.
 
Hombre, por la experiencia que he tenido con arqueólogos, desde luego como no se encuentra nada es no despegando el ojo ciego del sillón.
Acabo de visitar un poblado íbero que ni los lugareños conocen. La Conselleria correspondiente no lo tiene catalogado, al menos en los listados públicos, el ayuntamiento lo nombra pero nadie sabe donde está. ¡Pero ay de tí si te pillan con un detector de metales!!. La arqueología en España es prohibir parapetados en los despachos. En UK el que encuentra y el propietario del terreno tienen derecho económico sobre lo encontrado.
 
Acabo de visitar un poblado íbero que ni los lugareños conocen. La Conselleria correspondiente no lo tiene catalogado, al menos en los listados públicos, el ayuntamiento lo nombra pero nadie sabe donde está. ¡Pero ay de tí si te pillan con un detector de metales!!. La arqueología en España es prohibir parapetados en los despachos. En UK el que encuentra y el propietario del terreno tienen derecho económico sobre lo encontrado.

te cuento una anécdota de hace unos años: un buzo se encuentra en el fondo del mar una figurilla fenicia. Se la lleva al centro oficial correspondiente, y hace entrega del hallazgo, así como detalla las circunstancias del mismo: fecha, lugar, disposición de la figurilla al encontrarsela etc etc.

La respuesta de la funcicharo de turno: " si nos has traído ésto, a saber con lo que te habrás quedado". Para cogerla allí mismo y haberle dado un bofetón; desde luego que el buzo en cuestión si encuentra algo más se lo va a pensar dos veces.
 
Hallan en Antequera un nuevo dolmen con dos cráneos de hace 5.900 años
La localización se ha efectuado a los pies de la Peña de los Enamorados, en la zona conocida como Piedras Blancas.


Un grupo de arqueólogos ha hallado un nuevo dolmen con dos cráneos en el monumento megalítico descubierto en Antequera, que pudo formar parte de un espacio sagrado para las comunidades neolíticas antes de que se construyera el dolmen de Menga, y creen que puede haber más restos, por lo que siguen las excavaciones.


La localización se ha efectuado a los pies de la Peña de los Enamorados, en la zona conocida como Piedras Blancas, en la excavación de una estructura megalítica de uso funerario, según ha informado a Efe este miércoles el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Sevilla Leonardo García Sanjuán, que coordina el estudio.

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El Departamento de Prehistoria y Arqueología de la universidad sevillana ha publicado un estudio científico por el que acredita que unas pinturas rupestres halladas en la Peña de los Enamorados son de hace 5.900 años, lo que sitúa al lugar como el primer santuario de Andalucía.


Añade que además rubrica la teoría de que Menga se construyó orientado hacia el santuario y que han sido varios los años de espera para el comienzo del estudio de la zona, que ha sido posible tras el inicio de acuerdo entre la familia Moreno-Gozálvez, propietaria de la finca, y la Junta de Andalucía.

El catedrático ha destacado que sin la colaboración de la familia Moreno y su interés en ayudar "nada de esto hubiese sido posible". La ubicación del referido monumento megalítico no se ha hecho pública para preservar la integridad del lugar donde se llevan a cabo los trabajos de investigación y evitar posibles acciones nocivas que les perjudiquen.


Se trata de una estructura dolménica integrada en el afloramiento rocoso natural del sitio y es mitad rupestre, mitad megalítica, indica García Sanjuán. "Estamos intentado con este trabajo tener una mayor precisión de la actividad neolítica de la zona con la aplicación de métodos y técnicas de radiocarbono y luminiscencia", señala el catedrático, que cree que puede ayudar a desvelar que se trata de una zona previa al Dolmen de Menga.


El punto donde se trabaja se descubrió en 2005 y hubo prospecciones de superficie y geofísicas entre 2009 y 2013, pero no se ha excavado formalmente hasta ahora. Destaca que una vez finalice la primera campaña tendrán más datos de la caracterización del sitio de Piedras Blancas y del paisaje megalítico de Antequera en general. Cree que en los próximos años se necesitará una gran investigación arqueológica y que "debe haber mucha información y restos" bajo esas tierras.


El impulso del conjunto arqueológico de los Dólmenes de Antequera trajo consigo diferentes proyectos de investigación desde 2005. Aunque se conocía el lugar de la estructura, "tener una simple idea o conocimiento de superficie es una cosa y otra acometer una excavación que es lo que permite comprobar",

ha explicado el catedrático, que precisa que se constata lo que se presuponía. Han corroborado que la estructura integra elementos construidos en una arquitectura natural, que sería la geología.

Hallan en Antequera un nuevo dolmen con dos cráneos de hace 5.900 años
 
Hallan la armadura más antigua del Imperio Romano en un bosque y creen que la usó un soldado sacrificado por los bárbaros


Hallan la armadura más antigua del Imperio Romano en un bosque y creen que la usó un soldado sacrificado por los bárbaros
Expertos alemanes la descubrieron en Teutoburg, Alemania, donde tribus germánicas derrotaron a guerreros imperiales. No entienden cómo pudo haberse conservado tantos años.

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La armadura romana más antigua hallada hasta el 2020 fue descubierta en el Bosque de Teutoburg, en alemania.






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26/09/2020 - 15:56

Arqueólogos alemanes hallaron una armadura de placas romana en el sitio de excavaciones de la histórica batalla del bosque de Teutoburg, en Alemania, en la que fueron derrotadas tres legiones del Imperio Romano por tribus germanas en el año 9 de nuestra era.




Los expertos describieron el descubrimiento de la antigua armadura como algo extraordinario. "Es la más antigua y única armadura segmentada conservada hasta la fecha", dijo hoy Salvatore Ortisi, el jefe interino del departamento de ciencias del museo de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich.
Aunque este tipo de armadura ha formado parte del equipamiento permanente de los legionarios de la antigua superpotencia desde la reforma militar del emperador Augusto, apenas hay hallazgos de la misma, dijo Stefan Burmeister, director gerente del Museo y Parque de Kalkriese, donde tuvo lugar la batalla, en las cercanías de donde actualmente se encuentra la ciudad de Osnabrück. Burmeister explicó que debido a las condiciones del suelo en el norte de Alemania, no era de esperar que un objeto de hierro de este tipo sobreviviera más de 2.000 años, agregó.
Una especialistas trabaja sobre la armadura romana más antigua hallada hasta ahora. Fue en el bosque de Teutoburgo, en Alemania.

Una especialistas trabaja sobre la armadura romana más antigua hallada hasta ahora. Fue en el bosque de Teutoburgo, en Alemania.
Junto con la armadura articulada en placas también se encontró un instrumento de maniataje que utilizaban los ejércitos romanos para mantener atadas las manos de los prisioneros delante del cuello.
Por el lugar del hallazgo se supone que el legionario que portaba la armadura fue maniatado con ese símbolo de sujeción romana por las tribus germánicas victoriosas. Y que luego de eso fue ejecutado por los bárbaros.
Una pintura de 1909 sobre la sangrienta Batalla de Teutoburg.

Una pintura de 1909 sobre la sangrienta Batalla de Teutoburg.
En la batalla del bosque de Teutoburgo fueron masacrados miles de soldados y civiles romanos, que cayeron en una emboscada tendida por el líder germano Arminio. El gobernador romano Publio Quintilio Varo se quitó la vida al constatar la inevitabilidad de la derrota. La batalla determinó que los dominios romanos no se extendieran hacia el este del río Rin.
Con información de DPA
 
Descubren en el Sahara misteriosas formaciones de piedra


Arqueología en el Sáhara: alineaciones de piedras hincadas y estelas



Arqueología en el Sáhara: alineaciones de piedras hincadas y estelas
  • Las rocas utilizadas son estrechas, bastante regulares, en forma de lámina y parecen naturales, es decir, que en ningún momento fueron tallados para adquirir su forma.


Felipe Jorge Pais Pais
22 de junio de 2020 22:12h
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Tal y como vimos en el capítulo anterior de “Arqueología en el Sahara”, en la campaña realizada entre el 26 de octubre y el 2 de noviembre de 2019, la gran estrella fueron los cientos de túmulos que tuvimos la oportunidad de ver y estudiar, aunque también existen otro tipo de yacimientos como son las alineaciones de piedras hincadas, generalmente asociadas a túmulos, y enormes estelas que, en la gran mayoría delos casos están recubiertas de grabados rupestres alfabetiformes, zoomorfos y antropomorfos. Son característicos de la zona meridional, conforme nos acercamos a Mauritania
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Entre los yacimientos más espectaculares están, sin ningún género de dudas, las alineaciones de piedras hincadas que suelen formar parte de algún túmulo, aunque éste aparece aislado con lo cual, cabe suponer, que esta construcción tendría un sentido especial. Las rocas utilizadas son estrechas, bastante regulares, en forma de lámina y parecen naturales, es decir, que en ningún momento fueron tallados para adquirir su forma. Recuerdan a lo que en Canarias denominamos lajas, si bien llama la atención su uniformidad. El tamaño es variable, puesto que mientras algunas, generalmente situadas a ambos extremos, apenas si levantan 30-40 centímetros del suelo, otras sobresalen 3 metros del terreno, situadas en el centro de la estructura. La alineación puede ser rectilínea o en forma de semicírculo poco pronunciado. Y, aunque su estado de conservación no es bueno, ya que muchas piedras hincadas están caídas, inclinadas o partidas, siguen siendo impresionantes por su estructura y altura. La parte enterrada debe tener un tamaño considerable para soportar seguir enhiestas soportando vendavales y tormentas a lo largo de miles de años.

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Otro dato sumamente interesante de estas alineaciones de piedras hincadas es que suelen aparecer grabados rupestres. La técnica de ejecución fue el picado de anchura y profundidad diferentes. En la mayoría de los casos, especialmente en los mejor conservados al estar colocados boca abajo, se aprecian claramente los puntos de percusión. La temática es variada y nos encontramos con algunos motivos geométricos, zoomorfos, antropomorfos y símbolos alfabetiformes que, generalmente, ocupan las caras de las piedras de mayores dimensiones. Muchas veces aparecen entremezclados entre sí, dando la sensación de que los paneles han sido reutilizados en diferentes momentos y épocas. Desgraciadamente, muchos de ellos presentan un lamentable estado de conservación debido al desgaste sufrido por las inclemencias del tiempo, especialmente el viento constante que arrastra arena y polvo que golpea los paneles. Y, con toda probabilidad, un buen número de petroglifos, nunca sabremos cuántos, habrán desaparecido a manos de expoliadores.
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También nos encontramos con enormes piedras hincadas (estelas) de las que nos vamos a referir a dos yacimientos muy concretos. Una de ellas se sitúa dentro de una gran depresión natural dentro del cauce de un oued (río seco), cuyo cauce ha sido cerrado por un gran dique artificial, de tal forma que cuando llueve en verano se forma una especie de lago, más bien charca, cuyo tamaño va a depender de las lluvias estacionales. La zona se conoce como la Presa de Bu Lerllah y, mientras este año estaba completamente seco, si bien el suelo aún conservaba la humedad, en el año 2018 la hondonada estaba completamente llena de agua. Este sitio es sumamente interesante porque, aparte de estas estelas, existe una enorme cantidad de túmulos y varias estaciones de grabados rupestres geométricos, zoomorfos, antropomorfos y alfabetiformes que veremos en otro capítulo. Esta estela es curiosa porque, a diferencia de las demás que vimos, no es recta sino en ángulo, superando los 2 metros de altura. Es la única piedra que permanece enhiesta, ya que las demás se han caído o las han arrancado. Seguramente se trataba de una alineación de piedras hincadas, aunque más pequeña que los otros conjuntos que describimos en los párrafos anteriores.
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Pero, sin ningún género de dudas, la estela más interesante y espectacular que vimos se encuentra fue la de Achayde Ouldatiya situada en medio de una llanura inmensa en los alrededores de Aousserd. Ha sufrido infinidad de manipulaciones, hasta el punto de que los militares españoles la trasladaron a Dakla y la colocaron a la entrada de los cuarteles. Este traslado de ida y vuelta en camiones, durante más de 500 kilómetros, provocó grandes daños, especialmente en los numerosos petroglifos que cubrían sus cuatro caras. Está hincada y, actualmente, sobresale del suelo unos tres metros, si bien nuestros anfitriones nos indicaron que era mucho más alta en su origen, hasta el punto de que tenía el tamaño de una persona puesta en pie sobre el lomo de un camello. En sus inmediaciones también se encuentran los omnipresentes túmulos de diferentes formas, tamaños y antigüedad. Los grabados rupestres, fundamentalmente alfabetiformes, son numerosos y recorren a todo lo largo la estela, desde la base al extremo más alto. La técnica de ejecución fue el picado.
Felipe Jorge Pais Pais
(Doctor en Arqueología)




Y otro enlace:

Descubren en el Sáhara cientos de misteriosas estructuras de piedra de hace miles de años




Descubren en el Sáhara cientos de misteriosas estructuras de piedra de hace miles de años
De diferentes tamaños y formas, los arqueólogos no saben con seguridad para qué fueron creadas
J. DE J.MADRID Actualizado:07/02/2019 14:24h

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El Sáhara Occidental, ese territorio de África a la vez tan cerca y tan lejos, alberga un inmenso tesoro arqueológico que, de momento, presenta más preguntas que respuestas. Desde hace décadas, los investigadores han hallado numerosas estructuras de piedra de diferentes tamaños y formas de miles de años de antigüedad. En una última investigación, un equipo de arqueólogos ha descubierto nada menos que 456 en un área de tan solo 9 km cuadrados cerca de la localidad de Tifariti. La función de muchas de estas rocas amontonadas es un completo enigma, aunque algunas podrían haber sido utilizadas por pastores nómadas para señalar enterramientos o marcar la propiedad del terreno.
Debido a su historia de conflicto, la investigación arqueológica en el Sáhara no es fácil. Alrededor del 75% del territorio, incluida la mayor parte de la costa, está controlado por jovenlandia, mientras que el 25% restante depende de la República Árabe Saharaui Democrática. Joanne Clarke, profesora de la Universidad de East Anglia, y Nick Brooks, un investigador independiente, trabajaron en la llamada Zona Libre entre 2002 y 2009. Observaron el paisaje, hicieron excavaciones e investigaron imágenes de satélite de Google Earth. Sus resultados aparecen publicados en el libro «La arqueología del Sáhara Occidental: una síntesis del trabajo de campo, 2002 a 2009» (Libros Oxbow, 2018).


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Durante sus incursiones, los investigadores hallaron cientos de estructuras de piedra de lo más diversas: Algunas son túmulos (montículos altos de piedras y tierra sobre las tumbas), bazinas (una estructura muy similar al túmulo con un revestimiento), «goulets» (filas de rocas que suelen acompañar a otros monumentos), etc. «Algunas son muy bajas sobre el suelo, como los «goulets», mientras que otras son altas, como los túmulos. Otras son muy complejas e incluyen túmulos con piedras en pie, por ejemplo. Están ubicadas en áreas que son especiales, generalmente debido a su topografía o geografía», explica Clarke en un correo electrónico. Incluso algunas combinan distintos diseños, como una mezcla de líneas rectas, círculos de piedra, una plataforma y pilas de rocas que forman en conjunto un complejo de aproximadamente 630 metros de largo.

Un túmulo hallado en el Sáhara occidental
Un túmulo hallado en el Sáhara occidental - Western Sahara Project

En el pasado, el paisaje del Sáhara Occidental era muy diferente del que conocemos ahora. Cuajado de lagos y otras fuentes de agua, estaba habitado por jirafas, oryx, ovejas y otros animales cuya presencia quedó bien registrada en las muestras de arte rupestre. «Las construcciones fueron probablemente levantadas por pastores nómadas que viajaban largas distancias con sus animales pero no vivían en el desierto», dice Clarke.
Propósito funerario
Por qué estas gentes hacían ese tipo de estructuras no está completamente claro, aunque muchos tenían un propósito funerario. Entre los pocos yacimientos que se han podido excavar hay dos «túmulos» (montones de roca) que contienen entierros humanos que datan de alrededor de 1.500 años. En cambio, otros monumentos son un misterio. «No sabemos por qué los hacían pero asumimos que era para marcar la propiedad de las tierras por las que viajaban», señala la arqueóloga. «En términos generales, los vivos han dejado muy poco rastro de su existencia, mientras que los monumentos funerarios perduran, marcando el paisaje con una atemporalidad cultural que marca a ciertas regiones del desierto como 'especiales'», escriben los autores sobre su obra.
Los extraños montones de piedra podrían ser objeto de una mayor investigación, pero no es fácil, ya que los problemas de seguridad en la región hacen este trabajo de alto riesgo. Sin embargo, Clarke está convencida de que hay cientos e incluso miles de estas estructuras en diferentes áreas, pero «probablemente siempre en áreas que son topográficamente especiales donde los monumentos como estos tienden a agruparse».
«El mapa arqueológico del Sáhara Occidental permanece literal y figurativamente casi en blanco en lo que concierne a la comunidad internacional de investigación arqueológica, particularmente lejos de la costa atlántica», escribieron Clarke y Brooks.

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Última edición:
@jotace Qué diferente habría sido la historia de la humanidad si el Sahara hubiera conservado un clima templado. Un área tan inmensa buyendo con tribus nómadas y tal vez ciudades seguramente habría tenido una significación parecida a la del Asia Central, que cada cierto tiempo lanzaba saqueadores y conquistadores hacia las áreas civilizadas. Arios, alanos, hunos, mongoles, turcos, en su equivalente saharaui...
 
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