Miscelánea arqueológica.

]No diga chorradas por dios que el "empresario autodidacta" está reseñando un yacimiento conocido y no ninguna Tartessos, es lo malo de que el sensacionalismo salga en prensa y los datos, ya no tanto. Y lo peor es que a nada que uno hace una búsqueda en Gúgel, la "noticia" ha sido tremendamente difundida por medios de comunicación, la respuesta de los especialistas, cero patatero. Lo cierto es que, para haberla "descubierto", aquí el señor Cuevas tendría que haberla perdido previamente... que ya en mayo afirmó estar segurísimo de que era Tartessos, ahora le toca a la Atlántida...

Ya me dirán ustedes como mirando una fotografía satelital es capaz de datar en 2500 años a.C. el yacimiento (o 6.500, según el día que tenga O_O) porque para esa fecha ni siquiera se había constituido geológicamente la zona de la Albaida, ole sus webarios. Que diga que podría ser turdetano, teniendo tan cerquita el santuario dedicado a Astarté o a la Luz Divina (del s. VI - IV a.C. en el pinar cercano, descubierto en los años 80), o romano o... se lo concedo, pero así por sus huevones ya me parece mucho. Se pueden ver muchas cosas en una foto, otra cosa ya es interpretarlas. Y sin conocimientos de geología ni una mínima teledetección la hipótesis, más que aventurada, es por mis huevones 33.

Por cierto, el catedrático de Sevilla al que le preguntó, Ramón Corzo, fue uno de los que excavaron el santuario turdetano de marras en el Tesorillo en los años 80. Y Corzo se muestra bastante más prosaico a la hora de afirmar nada, quizá porque no todo lo que es obra del hombre es obra de los tartéssicos.

Lo que para Manuel Cuevas son "pruebas" de un templo con cúpula, a nada que uno se vaya a zonas cercanas, como Valencina de la Concepción, podrá observar que ese perímetro corresponde más bien a dólmenes de corredor...

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(¿notan las semejanzas entre la 4ª imagen con su pasillo y un dolmen de corredor como el de la Pastora en Valencina o el de Menga en Málaga?)

Si conociese el volumen total de yacimientos para toda Andalucía se dejaría de insensateces sobre jovenlandeses y cultura andalusí, como si no hubiese magníficos ejemplos de la edad del Bronce o prehistóricos en la comunidad. No se excava todo, y mucho menos si no hay pasta para conservar lo excavado, ponerse a horadar a lo loco no soluciona nada.
 
Última edición:
]Si conociese el volumen total de yacimientos para toda Andalucía se dejaría de insensateces sobre jovenlandeses y cultura andalusí, como si no hubiese magníficos ejemplos de la edad del Bronce o prehistóricos en la comunidad. No se excava todo, y mucho menos si no hay pasta para conservar lo excavado, ponerse a horadar a lo loco no soluciona nada.

En Arqueomania, por ejemplo, tienen online (gratis) un par de documentales sobre la cultura de El Argar que lo flipas. Basicamente, viene a decir que es una variante occidental muy parecida a la cultura micénica, la de Agamenón y Menelao

Aquí, la primera parte

Aquí, la segunda
 
A saber qué se asignö del presupuesto y qué se ha hecho en 2015, ya que se acaba.

"El descubrimiento tiene tal relevancia que la Junta de Comunidades incluirá el próximo año, dentro de los programas de investigación, una partida para seguir investigando el enclave"

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en roca, Cerro de Garcinarro, valle de Altomira, Cuenca ("monumental", 2014)
 
Copio y pego (casi) completo un post de un blog muy recomendable.

Después no hay nada: El topo

Me atormenta un eterno anhelo por cosas remotas, ansío navegar mares prohibidos.

Herman Melville, “Moby Dick”


James Mellaart fue un arqueólogo británico de origen holandés nacido en 1925 y muerto hace unos años, en 2012. Su historia empezó de una forma clásica: de niño quedó fascinado por las civilizaciones antiguas el día que su tío le regaló, por su once cumpleaños, un libro sobre el antiguo Egipto. Pronto el chaval aprendió precisamente egipcio antiguo, así como griego antiguo y latín, y demostró tener un sorprendente sexto sentido para hallar restos del pasado. De joven, mientras viajaba con su familia, encontró un broche de la Edad de Hierro en un pueblo de la campiña inglesa y años después, durante un viaje a Chipre, piezas de bronce micénico. Por ello a no sorprendió a nadie cuando en 1947 empezó a estudiar Historia Antigua y Egiptología en Londres. Se graduó cuatro años más tarde y en uno de sus primeros trabajos como arqueólogo, en un viaje a Jericó encontró una tumba antigua intacta.

Puede decirse que tenía un don. Y sin embargo ya por entonces empezó a mostrar un carácter impulsivo y problemas para seguir las convenciones de la arqueología científica. La pasión de Mellaart era desenterrar cosas, encontrar joyas, restos de edificaciones y ajuares, y hacerlo cuanto antes mejor. Lo suyo no era excavar pacientemente durante años un par de metros cuadrados de terreno para encontrar restos de semillas o algunos trozos de vasijas sin importancia.

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Con todo, en los años cincuenta, empezó a familiarizarse con la escritura luvita y puso su atención en la Península de Anatolia lo que le iba a proporcionar inesperadas satisfacciones, primero con grandes hallazgos de estatuillas primitivas de la Edad del Cobre en el sitio de Hacilar y más tarde, en 1958, llegó el premio rellenito con el hallazgo del sitio de Catalhöyük, un emplazamiento clave a nivel mundial para conocer el tránsito hacia el Neolítico entre los años 7.500 y 5.500 a.n.e.

Para poneros en situación, en dicho asentamiento aparecieron entre otras cosas lo que en su día fueron los primeros restos de producción de textiles elaborados, también algunos de los más tempranos vestigios de cerámica, de domesticación de ganado y de pinturas en paredes de edificaciones (y no en muros de piedra naturales como había sido común en el arte anterior a esos momentos). En su día Catalhöyük fue ya algo muy parecido a un asentamiento urbano, milenios antes de las más antiguas ciudades-estado de Mesopotamia. De tal forma las publicaciones del propio Mellaart y su equipo abrieron el camino para las modernas teorías sobre los cambios en las sociedades humanas durante la tras*ición hacia el Neolítico.

Mellaart se había tras*formado en una estrella de la arqueología.

Y justo en ese momento se vio enfangado en un asunto bastante extraño.

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La chica del tren

En 1959, en el culmen de su prestigio, convertido en un nuevo Arthur Evans por la prensa británica, Mellaart afirmó por sorpresa en un magazine londinense de noticias un tanto sensacionalistas, The Illustrated London News, que tiempo atrás, durante el verano del año anterior, mientras viajaba en tren por la costa turca se había encontrado por casualidad con una atractiva mujer que portaba un brazalete de oro de apariencia muy antigua, algo que le llamó la atención. Mellaart ni corto ni perezoso le dijo a la joven que era arqueólogo y quería examinar más de cerca su joya y acto seguido la joven, también sin vacilar, le invitó a su casa. Allí la misteriosa mujer no solo le dejó analizar su brazalete sino que le enseñó una inmensa colección de alhajas de oro y plata, dagas y estatuillas milenarias, objetos que según ella habían sido desenterrados ilegalmente durante la guera turcogriega de 1919-1922 cerca de un lago ubicado en las proximidades de la villa de Dorak, al Sur del mar de Mármara y no muy lejos de la antigua Troya. Mellaart no pudo hacer fotos que probasen la veracidad del hallazgo, pero según dijo se pasó cuatro días haciendo bocetos en papel de las piezas que pudo examinar.

Debido a ello pudo observar que entre las piezas había fragmentos de una lámina de oro adornada con jeroglíficos egipcios que mencionaban el nombre del faraón Sahure (mediados del III milenio a.n.e.). También pudo ver lo que describió como una “espada de plata” decorada con dibujos de barcos navegando en alta mar.

A partir de dichos datos Mellaart dedujo que existía una gran nación marinera en el noroeste de Anatolia en tiempos muy antiguos, probablemente vinculada a la cultura Yortan de la Edad de Bronce, y que el tesoro que aquella mujer guardaba en su casa procedía probablemente de una tumba real de esa época.

Pero a fin de cuentas nadie volvió a ver jamás todos aquellos objetos preciosos, así que poco después de que The Illustrated London News publicase su historia, un periódico turco acusó a Mellaart de haber saqueado ilegalmente tumbas y luego haber sacado del país los hallazgos obtenidos para venderlos a coleccionistas en el mercado neցro.

Ahí empezaron los problemas para Mellaart pues, a pesar de realizar nuevas declaraciones proclamando su inocencia, la búsqueda de la enigmática mujer con la que aseguró haber hablado resultó infructuosa. Al parecer, según el testimonio aportado por Mellaart, la chica se llamaba Anna Papastrati y vivía el número 217 de la calle Kazim Direk en Karsiyaka, Izmir, pero nadie pudo encontrar rastro de una persona con ese nombre registrada en la zona y en concreto la dirección citada resultó pertenecer a un local comercial no a una residencia particular.

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Oportunamente, en medio de la polémica, llegó una carta a la oficina de Mellaart en el Instituto Británico de Arqueología de Ankara. Dicha carta estaba firmada por la mencionada Anna Papastrati y en ella confirmaba todo lo que él había dicho, si bien existen sospechas –debido al tipo de escritura y la tipografía- de que la carta fue redactada en realidad por la esposa de Mellaart, Arlette Meryem Cenani, de origen turco, que ejercía como secretaria suya y con la que se había casado en 1954.

En cualquier caso gracias a la carta las aguas parecieron calmarse por un tiempo, hasta que tres años después la policía turca hizo público un dossier sobre Mellaart, incluyendo las declaraciones de un par de supuestos testigos, acusándolo formalmente de contrabando de tesoros arqueológicos hacia el mercado neցro.

La posterior causa penal abierta para juzgar dichos delitos quedó en nada pero, como consecuencia del descrédito que eso le supuso a Mellaart, el Departamento de Antigüedades de Turquía canceló su permiso de excavación. A su vez debido a lo anterior Mellaart perdió el control del yacimiento de Catalhöyük, también su puesto en la Universidad de Estambul y en última instancia se vio obligado a abandonar el país.

Sin embargo, pese a todo, y aunque parezca increíble visto desde el presente, la reputación internacional de Mellaart no se vio demasiado dañada por todo aquello.

Incluso ocurrió al contrario. Años más tarde empezó a circular en el mundillo especializado una supuesta explicación sobre lo que había ocurrido. Al parecer Mellaart había sido víctima de una banda de traficantes de arte. Dicha banda había descubierto un tesoro extraordinario durante una excavación ilegal en busca de restos antiguos para vender en el mercado neցro. Intrigados acerca del valor aproximado de semejante alijo de piezas, así como de su posible horizonte cronológico, los miembros de la banda decidieron consultar a un especialista antes de vender a ricos coleccionistas su tesoro. Y para ello recurrieron al mayor experto disponible en el país por entonces: el propio Mellaart. Pero como no podían consultarle abiertamente ya que, no lo olvidemos, todo el asunto era ilegal, decidieron engañarle usando para ello como cebo a una chica guapísima, la misteriosa Anna Papastrati, cuyas explicaciones sobre cómo se había hecho con aquella colección de piezas eran probablemente igual de falsas que su nombre. Incluso es posible que el propio Mellaart tuviera razones para mentir al respecto de lo que contó sobre ella porque, pese a estar casado, habría llegado a tener un affairecon dicha femme fatale. Y así, cegado por el amor, o por el sesso, le hizo el trabajo sucio a los contrabandistas sin percatarse de ello. Luego la banda de traficantes vendió todas o parte de las piezas y cuando Mellaart, desconocedor de lo anterior, inocentemente dio a conocer su aventura, se quedó literalmente vendido al haberse esfumado los miembros de la banda y con ellos toda posible esperanza de verificar la veracidad de la historia que Mellaart había contado.

La anterior era una explicación interesante, sazonada con un cúmulo de elementos atrayentes: el encuentro fortuito en un tren de un viril arqueólogo con una mujer muy atractiva engalanada con una joya de miles de años, un viaje, una conspiración, una banda de astutos criminales de guante blanco…

Así que después de todo lo sucedido, y pese a haber sido expulsado de Turquía bajo acusaciones muy graves, como ya dije en Occidente Mellaart mantuvo intacto su prestigio académico, e incluso se vio rodeado de un cierto aura de aventurero romántico con lo que pronto consiguió una plaza en la Universidad de Londres como especialista en Arqueología.

Diosas cachondas

Allí encontró refugio y se pasó casi un cuarto de siglo en un cierto anonimato hasta que en los años 90 empezó a recuperar su notoriedad mediática. Y lo hizo gracias a un libro publicado en 1989 titulado The Goddess from Anatolia, en el cual Mellaart hablaba de unos misteriosos frescos, hallados en su día durante las excavaciones en Catalhöyük, y mostraba dibujos con las reconstrucciones hechas por él de memoria.

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Y es que los mencionados frescos no los había visto nunca nadie más porque en realidad cuando Mellaart los encontró en el yacimiento estaban casi destruidos, solo quedaban fragmentos, fragmentos demasiado pequeños para hacerles fotografías. Y luego con el tiempo incluso los fragmentos se perdieron. En un fuego. Un fuego ocurrido en la casa del padre de su mujer. Porque Mellaart se los había llevado del yacimiento para estudiarlos y los dejó en casa de su suegro con tan mala suerte que se incendió. Y por eso nadie conocía aquellos restos concretos. Así que él era el único que los había visto alguna vez y el único que podía hablar de ellos. Pero eran muy interesantes porque unidos tales restos y reconstruidas las siluetas que formaban el resultado eran representaciones de una supuesta diosa progenitora, lo que teóricamente podía proporcionar mucha información sobre la hipotética religión de los habitantes de Catalhöyük e incluso la posible existencia de un matriarcado entre los pueblos de la zona en aquel tiempo.

En cualquier caso si bien los especialistas empezaron a desconfiar un tanto de estas nuevas afirmaciones los seguidores de este tipo de ideas (un púbico bastante abundante y activo en los círculos literarios) se mostraron entusiasmados por nuevos datos que corroboraban la existencia de un culto matriarcal a una diosa progenitora mediterránea primitiva.

Todo esto os sonará porque es toda una línea de pensamiento pseudocientífico respecto al mundo antiguo que parte a finales del s. XIX de las ideas de James Frazer, más adelante durante la primera mitad del s. XX encontró supuestas pruebas en las excavaciones de Arthur Evans, y las ideas de Marija Gimbutas, y desde entonces ha tenido muchos defensores en el campo de la novela, desde Robert Graves a Mary Renault, así como en los seguidores de ciertas corrientes feministas, cultos neopaganos y new age, etc.

Pero, a raíz de aquellas primeras críticas académicas públicas y serias hacia su trabajo, y sobre todo ya en los últimos años tras su fin en 2012 y la de su esposa al año siguiente, se han ido conociendo estudios y publicaciones de colegas de Mellaart que tiran de la manta y plantean serias dudas sobre la posible carrera de Mellaart como fabulador y falsificador compulsivo.

Para resumirlo, actualmente se cree, o se teme, que falsificó desde inscripciones luvitas (particularmente la llamada inscripción de Beyköy, con referencias a Wilusa, la Troya homérica y un príncipe de nombre Muksus), hasta figurillas de la Edad de Bronce o (todos o algunos de) los citados murales de Catalhöyük.

Como poco.

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Y lo peor es que, pese a todo, en su día Mellaart fue un especialista tan importante, tan erudito y con tanto poder y control sobre materiales arqueológicos, que es posible que nunca se pueda llegar a saber a ciencia cierta qué objetos e inscripciones falsificó y cuáles no. Por supuesto se puede verificar si determinadas traducciones de textos que realizó fueron correctas o hacer pruebas de antigüedad a determinados objetos. Pero en otros asuntos apenas tenemos su palabra por escrito y testimonios indirectos de personas que trabajaron con él. Aunque a ese respecto las teorías que él ideó sobre determinadas cuestiones en muchos casos están ya tan aceptadas entre seguidores de sus ideas que costará décadas deshacer la confusión en el mejor de los casos.

Una pregunta que podemos hacernos es, cómo con los avisos que aparecen en su biografía a lo largo de la extraña trayectoria que he intentado resumiros, nadie se dio cuenta antes. Pero hacerse esa pregunta sería desconocer y mitificar los tortuosos mecanismos del mundillo académico.

Así que la pregunta más interesante es otra: ¿Por qué lo hizo?

La versión de Aydin


Su motivación podría haber sido la más simple de todas: la vanidad. Mirando hacia atrás casi todo lo falsificado por Mellaart tendría la utilidad de apoyar sus propias ideas e hipótesis sobre las culturas que estudiaba. En su trayectoria fue una constante que cuando sus teorías eran cuestionadas siempre aparecía una nueva pieza, una nueva tablilla con una inscripción, o un nuevo objeto aparentemente descubierto por sorpresa en una excavación años antes y que de golpe servía para probar lo acertado de sus tesis.

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(para terminar la lectura, diríjanse a

Después no hay nada: El topo
 
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Interesante acotación sobre la lengua luvita.
El luvita era la lengua que se hablaba en Troya en los años en que ocurrió su destrucción.
Pero poco y nada se sabe sobre esa cultura.
Tal vez inspiraron a los hititas.
Qui lo sá.
 
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ROMA, ITALIA-ANSA.it informa que en Pompeya se ha descubierto una residencia con un larario bien conservado. Un lararium era un santuario dedicado a los Lares, que eran deidades que se creía protegían el hogar romano.

Massimo Osanna, director del parque arqueológico de Pompeya, dijo que este larario estaba decorado con un "jardín encantado" con serpientes, un pavo real, bestias doradas luchando contra un jabalí neցro, pájaros en el cielo, un pozo, una tina y una figura de un hombre y un perro.

Well-Preserved Murals Discovered in Pompeii - Archaeology Magazine
 
Una inscripción encontrada en Pompeya cambia la fecha de su destrucción.

Cambia la fecha de la destrucción de Pompeya

No es sólo la inscripción, por otras pistas como los ropajes, los frutos y verduras y las chimeneas con leña ya se sospechaba que no fue en agosto.
Esta inscripción solo viene a confirmar y probar que fue en octubre en vez de en agosto.
Por cierto, es un "grafitti" hecho con carbón unos días antes de la erupción:
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Descubren el barco hundido más antiguo del mundo en el fondo del Mar neցro

Los arqueólogos han encontrado el que piensan que es el pecio intacto más antiguo del mundo en el fondo del Mar neցro, donde parece haber permanecido sin ser perturbado durante más de 2.400 años.

«Un barco del mundo clásico que sigue intacto en dos kilómetros de agua es algo que nunca hubiera creído posible», ha afirmado el profesor Jon Adams, investigador principal del Proyecto de Arqueología Marítima del Mar neցro (MAP).«Esto cambiará nuestra comprensión de la construcción naval y la navegación en aquella época», ha apostillado.

Los especialistas creen que este hallazgo ha sido posible gracias a la falta de oxígeno y de luz que existe en la profundidad a la que fue descubierto (poco más de un kilómetro y medio). Estas condiciones son idóneas para la conservación, puesto que ningún ser vivo, incluidos los organismos que suelen devorar la madera y la carne.

De 23 metros y con su mástil, timones y bancos de remo intactos, se trataba de un barco comercial en la Antigua Grecia que se fue a pique en una zona conocida como el cementerio de los naufragios, ya que se han encontrado allí los restos de unos sesenta navíos.


Los investigadores afirman que se trata de un barco similar al que aparece en el «Jarrón de la Sirena», una antigua cerámica griega que permanece en el Museo Británico y que ambos datan de la misma época, de acuerdo con una datación de carbono.

Jarron de la Sirena
Jarron de la Sirena - MUSEO BRITÄNICO
La pieza muestra a Ulises, el héroe de Homero en la «Odisea», atado a un mástil para resistir a los cantos de sirena. Ese mástil es idéntico al del barco hundido encontrado en el Mar neցro.

El hallazgo también pone de manifiesto lo lejos que llegaron los barcos comerciales de la época. Los especialistas afirman que el navío probablemente se hundió durante una tormenta con una tripulación de unos 15 o 25 hombres.

Los científicos encontraron este cementerio de barcos hundidos al usar robots submarinos para inspeccionar los efectos de cambio climático a lo largo de la costa búlgara. Ya habían dado con más de sesenta restos de naufragios de más de 2.500 años, incluidos navíos de los Imperios Romano, Bizantino y Otomano. Ed Parker, CEO del Proyecto de Arqueología Marítima del Mar neցro, ha afirmado al Daily Mail que «alguno de los barcos que hemos descubierto solo han sido vistos antes en murales o mosaicos».
 
El tesoro romano que apareció en un caldero

El Museo Arqueológico Nacional devuelve restaurado un caldero con 8.000 monedas romanas que guardaba desde 1951

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Eusebia y Tomás Roldán, en mitad de una fortísima tormenta, avanzaban a pie por la antigua senda que unía las minúsculas poblaciones palentinas de Valsadornín y Gramedo. El agua, que descarnaba los rodales del viejo camino aquella mañana del 19 de agosto de 1937, comenzó a desenterrar a los pies de un muro un objeto que se asemejaba una vieja olla. Intrigados, se acercaron y tiraron con fuerza de sus asas. Se trataba de un caldero de cobre de unos 45 kilos de peso y con más de 8.000 monedas en su interior y varios miles esparcidas por el suelo. Los hermanos habían encontrado lo que se conoce desde entonces como el tesoro de Valsadornín y que, tras 67 años en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, volverá restaurado a Palencia a principios de 2019. El director del museo provincial, Francisco Javier Pérez Rodríguez, explica que se ultiman ya los trabajos para la exposición definitiva de las miles de piezas de plata y cobre que fueron acuñadas durante los reinados de 18 emperadores y emperatrices de Roma.

Los expertos coinciden en que el dueño del caldero lo escondió ante la inestabilidad que sufría la Península en torno al 270 después de Cristo. Un estudio de la historiadora Valentina Calleja destaca que entre los años 260 y 280 de nuestra era la Hispania romana estaba sometida a fuertes convulsiones por "causas internas y externas". Por eso, posiblemente su propietario lo ocultó con el fin de recuperarlo pasado el peligro, pero nunca volvió.

La vasija contenía entre 8.000 monedas amalgamadas en su interior y otras 2.421 sueltas que fueron depositadas en el Museo de Palencia, a pesar de que los descubridores intentaron venderlas antes. De hecho, las crónicas de la época registran que los hermanos Roldán "se quedaron con algunas de ellas", que los vecinos de Cervera de Pîsuerga (localidad próxima a Valsadornín y donde el tesoro fue depositado unos días) "tenían también ejemplares" y que al " gobernador de Valladolid, señor Villalobos, se le entregaron 23 de las mejor conservadas, de las que no se ha vuelto a tener noticia". Finalmente, las restantes, y que no se pudieron separar del caldero con las técnicas de la época, se enviaron a Madrid en 1951 y fueron dejadas en depósito para su restauración. Pero pasaron las décadas, y el conjunto permanecía en los depósitos del Museo Arqueológico Nacional. "Nunca había tiempo para restaurarlas. Como era de Palencia...", se queja Francisco Javier Pérez.

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"El tesoro de Valsadornín traza un mapa del poder en su tiempo. Hay piezas con el nombre de 18 emperadores, emperatrices y sus herederos. Pone cara a la inestabilidad política del Imperio, con dirigentes efímeros y usurpadores que se suceden y superponen en Roma, en Galia y Oriente", explican fuentes del Museo Arqueológico.

Las monedas más antiguas se sitúan en el 240 y las más modernas en el 269. La mayoría fueron acuñadas en Roma, aunque también las hay de las cecas de Lyon, Antioquía o Milán, y pertenecen principalmente al reinado de Galieno, que gobernó entre el 253 y el 268. Galieno fue emperador durante una época de grandes turbulencias y tuvo que enfrentarse a la disgregación del imperio a causa de diversas rebeliones externas e internas. De hecho, murió asesinado.

Entre 2016 y 2018 el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) abordó la restauración de la vasija y su contenido, conservando ahora el aspecto más aproximado al hallazgo original e interviniendo individualmente en una parte de las monedas desprendidas del bloque. También fueron realizadas diversas pruebas de imagen y composición metálica: radiografías, microanálisis mediante microscopía electrónica de barrido (SEM) y espectrometría de dispersión de energías de rayos X (EDX). Los datos obtenidos sirven para desentrañar las técnicas romanas de fabricación de moneda o la variación del contenido real en plata de este tipo de piezas. Los antonianos, como se las conoce, eran inicialmente de plata, y deben su nombre a que fueron creadas durante el mandato de Marco Aurelio Antonino. Pero conforme pasaban los años, fue perdiendo valor, ya que cada vez incluían menos plata y más cobre y estaño.

Tras la exposición en Madrid, en la llamada Vitrina Cero, el conjunto volverá definitivamente al Museo de Palencia. El 13 de enero, la muestra en el Museo Arqueológico cierra sus puertas, un día importante para el de Palencia, al que solo le resta ir a buscarlo. "Se tomararán todas las medidas de seguridad precisas", señala Pérez Rodríguez.

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