Memorias post-Mad Max

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Vaya un avatar to wapo que se ha pillao el shurmano capitán Fros...lo malo es que no vamos a ganar pa lápiz de ojos me parece a mi...:rolleyes:
 
Capítulo 6

Año 2, día 201

Es de día, hay mucha luz. Voy abriendo los ojos poco a poco. Más allá de la puerta desvencijada del hall del restaurante, veo a un grupo de cabezas rapadas hiperarmados sentados en sus petates o en el suelo, mirándome fijo. Me incorporo de golpe, Lo primero que pienso es que, cosa, no les he oído llegar, debe ser por el cansancio acumulado.

Lo segundo, que Práxedes no está a mi lado. Y lo tercero, que tienen mi mochila y mis armas.

Sólo entonces, tras haberme dado tiempo gentilmente para hacerme cargo del panorama, se destaca el cabecilla del grupo. Éste no es un pelao, tiene cabello cano y porte aristocrático, si bien sus atuendos son paramilitares. Habla con voz serena y educada, y da la sensación de ser peligroso.

- Buenos días, errante.

Está flanqueado por otros dos "veteranos", sin duda sus lugartenientes: uno de ellos tiene ojos vidriosos de tan claros, y cara sibilina. El otro, un lechoncito de mirada afable y gafitas redondas. El resto del grupo son mocosos, se les nota a la legua. Pero la santísima trinidad también se nota a la legua que llevan rodaje. Todos van impolutos. Reparo en que tienen bordada una banderita de Rusia sobre la manga derecha. Nunca me había encontrado con el Comando Katiuska hasta ahora. La sensación de tensión y amenaza que flota en el ambiente es enorme. El líder habla:

- Tranquilo, errante, si hubiésemos querido hacerle algo, ya lo habríamos hecho -su acento es gallego-. ¿Qué, ha dormido bien? -como no contesto, prosigue- Quizá pueda ayudarnos: no estamos muy familiarizados con esta zona, nuestra área de operaciones está más al interior...

Está claro cómo quiere que siga la parodia de conversación. No me queda más remedio.

- ¿Qué queréis saber? -estoy asustado, lo reconozco, pero hago todo lo que puedo por disimularlo. Lo peor es la confusión: no sé cuál es la situación exactamente.

- Verá: como sin duda es usted una persona inteligente, ya se imaginará quiénes somos nosotros y a qué nos dedicamos. Bien, entonces queremos saber si ha visto usted por estos lares a alguien que nos pudiera interesar.

Nueva pausa, invitándome a continuar a mí. Esta vez me hago el orate.

- O sea, judíos, latinitos, etnianos, subsaharianos, estadounidenses, por este orden de preferencia. En paralelo, también nos interesa saber si hay por aquí cerca algún grupo o comunidad de ideología capitalista, especialmente los neoliberales. Además de gayses, masones y logias de cualquier tipo. Finalmente, queremos saber cómo anda esto de mujeres y de alimentos. Creo que no podrá quejarse de falta de claridad, señor... -me invita a completar la frase.

- Garmendia. Asier -miento. El canoso no parece darse por contento, y enarca una ceja.

- ¿Y... su segundo apellido? -la progenitora que lo parió. Hay que hilar fino con éstos.

- Gustafsson. Rh negativo -creo conveniente añadir.

El de la cara de serpiente saca un librito y empieza a consultarlo. Al cabo de un momento le dice a su jefe:

- Gustafsson está limpio, señor. Y Garmendia es euskérico.

El poco agraciado no se da por satisfecho.

- ¿Está seguro de que su información es correcta, señor Garmendia? -El cuatroojos se adelanta para examinarme de cerca, y con una especie de compás me toma las medidas del cráneo, cotejándolas con las tablas de un libro de antropología que parece de finales del S.XIX.

- Rasgos caucásicos, señor, no hay duda.

- Bien, gracias, teniente... Una última pregunta, señor Garmendia: ¿Cuál es la capital de Francia?

¿Pero qué tipo de trampa es ésta? Estoy dudando de la respuesta que tengo que dar. Noto que el interés del trío Calavera se acentúa al ver el sudor que corre por mi frente. Al final, opto por dar la respuesta correcta, total, tanto da.

- París.

El grupo se mira brevemente.

- No creo que sea yankee -dice el caraserpiente finalmente. Con esto, el examen parece haber concluido. El canoso me regala su sonrisa profidén:

- Bien, relájese, señor Garmendia, no tiene nada que temer de nosotros. Venga, acérquese. ¿Quiere un café caliente? Lo tenemos recién hecho -me muestra un termo.

- No, gracias, me quita el sueño.

- Como quiera. Bueno, entonces, ¿qué nos puede contar de lo que le preguntado antes?

Más vale dar alguna información a esta panda bestias. Ni demasiado poca, para que no parezca que ocultas algo, ni demasiada, para que no parezca que ocultas algo. ¿Pero dónde está el punto de equilibrio con un elemento como éste?

- No gran cosa, por lo que sé. En realidad, tampoco es mi zona. Yo venía buscando mujeres y acabé en el Búnker de Abraham...

- ¿ABRAHAM? ¡¿HAS DICHO ABRAHAM?! -Los ojos se les salen de las órbitas. La taza del abuelo se cae derramando el café. Los mocosos tras ellos se agitan inquietos, parece que huelen acción inminente. Empiezo a comprender.

- Bueno, pues sí, un tal Abraham, es su líder, están a unos tres días hacia el oeste...

A esto le sigue un interrogatorio exhaustivo sobre el Búnker, estado de las defensas, jovenlandesadores, recursos, etc. Les digo lo que sé, sin más. También lo haría si estuviera en una posición más ventajosa. Añado algo de mi cosecha:

- Por lo que sé, se están granjeando enemigos por la zona por timarles en los negocios...

- Sí, sí, por supuesto, eso lo confirma, no hay duda. ¿Lo veis? Allá donde estén, siempre empiezan igual. jorobar, qué ardor de estomago: los borras del mapa en un sitio y vuelven a salir en otro, son como las cucarachas. En fin, habrá que ir a echar un vistazo.

El caraserpiente me interpela:

- Oye, ¿sabes si acumulan oro?

- Oro no sé, no lo he visto -¿para qué querrá alguien oro en estos tiempos?-. Pero por lo que tengo entendido Abraham es un gran acaparador de Thanks, sea eso lo que sea, no lo sé, porque no le he visto mostrar ninguno.

La respuesta parece satisfacerle.

- Bien, bien- Se lee la determinación en sus caras. Como veo que se preparan para irse, y con todo el recelo del mundo, paso a mis asuntos:

- Bueno, oye, ¿y mis cosas?

- ¿Sus cosas?- el canoso se vuelve a mirarme- No se preocupe por ellas, señor Garmendia. Hemos comprobado que no lleva nada comprometido para usted, puede quedarse su mochila. En cuanto a sus armas, permita que las guardemos por un tiempo. Si la información que nos ha suministrado es correcta, podrá venir a recogerlas al Búnker de Abraham en unos días, junto con una recompensa en muestra de agradecimiento. Pregunte por el doctor Geld, Saquetas o pilinguinReloaded.

¡me gusta la fruta! ¡Me está condenando a fin! Le indico que ellos no necesitan mis armas para nada, con el arsenal automático que llevan encima (tienen hasta lanzagranadas). Pero ellos ya se están poniendo en marcha. El orate me despacha con un lacónico

- ¿Alguna cuestión más, señor Garmendia?

A pesar de la rabia que me congestiona, consigo articular:

- Sí, estoy buscando una mujer por esta zona. Va sola- Arriesgo mucho con esta pregunta, pero shishi, también yendo por ahí sin armas. Geld se muestra genuinamente sorprendido.

- ¿Una mujer sola? Permítame que lo dude. O es la suegra de Rambo, o no duraría ni un día. Mis propios hombres se lanzarían a por ella, y yo no podría hacer nada por retenerlos. No, no hemos visto ninguna mujer. Y si es cierto que viaja sola, creo que busca usted en vano, señor Garmendia. Pero eso un errante ya debería saberlo, ustedes son el principal peligro para las mujeres- Y dicho esto se vuelve. Tras andar unos pasos más, parece pensar algo, y se gira hacia mí de nuevo-. Oh, se me olvidaba, señor Garmendia: llevamos unos días tras la pista de un da repelúsnte latinito new age que se hace llamar Jesús lo Dijo. ¿Ha oido algo de él?

- No- Tengo la mente demasiado ocupada en otras cosas como para encima ponerme a dar más información a los que me acaban de debar en pelotas en medio de la jungla. Parece, sólo parece, que efectivamente no tienen nada que ver con la ausencia de Práxedes.

- Bien. Hasta pronto, espero. Cuídese.

Al cabo de unos minutos el sonido de sus botas sobre la grava ya se ha perdido en la distancia. Me quedo sentado en el arcén, junto a mi mochila. No falta nada, pero lo más parecido a un arma es un cuchillo de mesa y un tenedor. Hay cosas mejores en el restaurante a mis espaldas. Me entra el abatimiento. Si ahora llegase una manada de perros salvajes estoy perdido. Y encima, no sé qué shishi ha pasado con Práxedes. Me hago un facepalm de un minuto o dos. No pueden ir peor las cosas.

- Quieto, Destroyo. Levántate lentamente. Te estoy apuntando.

Hombre, claro que pueden ir peor, infinitamente, además. Reconozco esa voz, es inconfundible. El amaciervos.

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Me levanto con lentitud. Tengo una nube de color delante de los ojos. A una indicación suya me giro despacio hacia él. La misma cara que su antiguo avatar, pero el tonalidad de la piel ni se adivina entre tanta mugre. El amaciervos empuña una escopeta semiautomática. Viene de la parte de atrás del restaurante. Ha debido asistir al espectáculo oculto entre unos contenedores de sarama, su hábitat natural. Sonríe con una mueca demente, y se toma su tiempo antes de hablar.

- Decían por ahí que me buscabas. Bueno, pues ya está, aquí estoy. ¿Y ahora qué? ¿Eh?

- ¿Desde cuándo me sigues?

- ¿Seguirte? Nopes. Ha sido coincidencia. Yo venía aquí de vacaciones, por recomendación- y señala el interior del restaurante con la cabeza, donde le aguardan decenas de promesas de pasión sin límites. No me puedo creer que haya más tipos como éste. ¿Quizá Pioneer, el errante católico?-, y mira por dónde, ahora sí que me voy a divertir. Venga, padentro.

jorobarrrrrrrr. Al pasar a su lado mi nariz parece que se quiera separar del cuerpo y salir corriendo, de la peste. Él viene detrás mío, noto el cañón de su escopeta sobre mis riñones. Llegamos al comedor donde cené anoche en tan grata compañía, y me ordena detenerme junto a la barra.

- Bájate los pantalones y los calzoncillos.

La nube de color ya es un frente de tormenta, y un sudor helado me chorrea por todas partes.

- ¿Qué vas a hacer?

- Normalmente suelo apiolar primero, pero hoy quiero probar algo nuevo. A tí te voy a amar vivo. Aquí, delante de todos.

Así que tiene el día viciosillo, y se dispone a hacer lo que considera el colmo de la perversión. Por de pronto no puedo hacer otra cosa y, temblando de miedo y repruebo, me tengo que bajar los pantalones y los gayumbos. Unas esposas metálicas caen a mi lado.

- Espósate la muñeca derecha a la barra.

Mi mirada vuela enloquecida a todas partes buscando algo que me pueda ayudar. Lo que sea, cualquier cosa. Hay cubiertos en las mesas, un carrito de servicio con cuchillos más que respetables, botellas... pero todo fuera de mi alcance. Finalmente y tras varias amenazas del amaciervos, tengo que esposarme la muñeca derecha a la barandilla de madera.

Y entonces me doy cuenta de que la madera está muy carcomida. Los enganches a la barra no aguantarán mucho.

He oído un sonido de ropas cayendo a mis espaldas. Poco después el otro par de esposas cae a mis pies, al tiempo que un insoportable hedor acre a sudor rancio y algo peor me provoca las primeras náuseas. Algo me dice que no serán las últimas.

- Ahora la izquierda.

Justo cuando me las he apañado para colocarme la esposa izquierda con ayuda de la mano ya esposada, se oyen unos crujidos de cristales más allá de la posición del amaciervos, hacia la entrada.

- Destroyo...

Me vuelvo lo que puedo, el amaciervos se gira. En la entrada está Práxedes, desconcertada, sosteniendo una liebre muerta y con marcas de sangre alrededor de la boca, como si le hubiera dado un ataque de parkinson al pintarse los labios. No entiendo nada. Claro que el espectáculo que tiene que estar viendo ella seguro que gana. El momento surrealista del día, sin duda. El amaciervos parece desorientado:

- ¿Qué es eso?- le pregunta señalándola con el cañón de la escopeta. Práxedes, todavía atónita y empezando a arrugar la nariz, levanta levemente la liebre, como si pensara que el otro no la ha visto bien.

- No, eso no. Eso otro- y le señala directamente al pecho-

- ¿Esto? ¿El niki?

- ¡No, petulante! Debajo del niki. Esos bultos.

- ¿El q...? ¿Las berzas?

- berzas...- Claro, en los cadáveres que se tira lo más parecido a berzas que ha visto son un par de pellejos vacíos. Lo tengo casi de espaldas y no puedo verle la cara, pero su voz suena aprensiva. Seguro que tiene el mismo rictus de ardor de estomago que yo- ¿Duelen?

Ahora o nunca. Tiro con toda mi alma, a ver si hay suerte; si no la hay, estoy listo. Los enganches que sujetan el pasamanos a la barra ceden con más facilidad de la esperada, hay un crujido respetable, y me encuentro con un gran trozo de pasamanos, trastabilleando hacia atrás por los puñeteros pantalones que tengo por los tobillos, hacia el amaciervos. El impacto nos hace caer a los dos sobre una mesa a la que está sentada una versión post mortem de la familia nuclear de tiempos pasados, llevándonos por delante a papá fiambre. La escopeta se dispara, caen cascotes del techo, las patas de la mesa ceden y nos vamos todos al suelo entre una nube de polvo, astillas, fragmentos de vajilla y bichos varios. Todo esto en dos o tres segundos.

- ¡Práxedes, sal de aquí!- rujo, porque el subidón de adrenalina esta vez va teñido de rojo. Estamos espalda con espalda, él boca abajo, yo boca arriba, y un cadáver como colchón. Incorporarte en estas condiciones, con un madero de metro y medio esposado a las muñecas y los pantalones por los tobillos no es fácil, pero notar en el ojo ciego el contacto de la piel de esta abominación ayuda bastante. A medio incorporar, me giro hacia el monstruo, él por su parte se está dando la vuelta. Le gano por velocidad, y me abalanzo con la barra hacia su cuello para estrangularlo. La apoyo contra su garganta y empujo con las manos a ambos extremos, pero si la madera está carcomida, lo está para todos. Se parte sobre su garganta sin hacer demasiado daño, cosa que él aprovecha para lanzarme un cabezazo que me revienta los labios y me llena la cara de salpicaduras de lo que creo que es grasa capilar. Forcejeamos rodando por el suelo tratando de hacer presa en el cuello del otro e intentando lanzarnos rodillazos a los bemoles, pero tenemos las piernas ridículamente trabadas por la ropa. Los fragmentos de la barra se han escurrido de las esposas, y la escopeta está fuera de nuestro alcance. El salvaje consigue hacer presa con los dientes en mi antebrazo, muerde con toda su furia, me entra el pánico, no sólo por el dolor, sino por la tras*ferencia de bacterias que se tiene que estar produciendo, que seguro que se puede medir en gramos. Casi a tientas localizo un tenedor de los del postre junto a los zapatos de una niña y se lo hundo en la base del cuello, pero no parece que he tocado arteria. En cualquier caso, esto hace que suelte la presa, lo que aprovecho para zafarme y nos separamos unos metros rodando por el suelo antes de incorporarnos tambaleantes.

En el segundo de pausa que nos tomamos para ubicarnos le veo los pelendengues. Dios mío, mi platano puede parecer que ha pasado la maratón en calzoncillos de esparto, pero la de esta cosa ha servido de modelo para las fotos de Don Pako, es una masa informe y gelatinosa llena de inmensos bultos púrpuras que segregan fluidos de todos los colores. Eau de Gangrène. Y lo peor, está erecta. Me sube una arcada que me deja doblado, momento que aprovecha el amaciervos para lanzarme los platos de la mesa que tiene al lado. El segundo de ellos me impacta de canto en toda la ceja, y por un instante me hace ver puntos neցros por todas partes. Me tambaleo varios pasos hacia atrás, hasta apoyarme en el cadáver de una antigua vieja emperifollada. A punto de perder el sentido, le veo coger una ensaladera con las dos manos, y en un esfuerzo terminal agarro a la vieja y me la pongo delante, a modo de escudo. La ensaladera da de lleno en el pecho de mi nueva amiga, oigo cosas que crujen, tiro mi parapeto a un lado y me uno a la fiesta de lanzamiento de objetos, en la que ambos damos vueltas por el comedor lanzándonos con escaso éxito cuchillos, vasos, botellas, platos, floreros, miembros arrancados, y volcándolo todo a nuestro paso. Una bandeja lanzada por el amaciervos rebana limpiamente la cabeza de un comensal a mi lado, que cae sombre sus piernas, como si quisiera hacerse una churrupaica. Agarro la cabeza por los pelos y se la lanzo con toda mi alma. Esta vez sí, le da de lleno en toda la cara, y cae hacia atrás.

Es mi oportunidad. Cubro la distancia que me separa de él antes de que pueda incorporarse, en la carrera de sacos más grotesca que se pueda imaginar, pero no hay tiempo para subirse los pantalones ni acabar de quitárselos. En mi camino está el carrito de servicio con varios utensilios, entre ellos un tenedor para trinchar (lo siento, Talibán, éste lo necesito yo) y un cuchillo jamonero. Los agarro sin pensar y me lanzo sobre el amaciervos. Éste está tapándose todavía la cara con la mano derecha, entre cuyos dedos asoman hilos de sangre.

El tenedor le atraviesa el hombro izquierdo y se clava profundamente en la tarima de madera. El amaciervos suelta un aullido bestial, atroz, que ha debido de oirse a cientos de metros. Con la mano libre intenta agarrar el tenedor para sacárselo, pero yo paso a su lado derecho, le agarro el brazo y se lo tiendo sobre el suelo. Así, sujetando su muñeca y cargando el peso de mi cuerpo sobre ella, con mi mano libre le coloco el cuchillo entre el cúbito y el radio, y empujo con toda mi alma, hasta que noto ceder la madera del suelo y la punta de metal rascando el cemento bajo los rastreles. No le intento callar, le dejo que se despache a gusto mientras me fijo en el estado de la tarima. Creo que aguantará: el amaciervos está inmovilizado. Cuando los gritos remiten un poco le agarro de los pelos y le obligo a mirarme. Su cara es una máscara sangrante de dolor y locura homicida. En esto último no creo que se diferencie mucho de la mía.

- Quizá no tendrías que haber gritado tanto. Atraerás a los perros.

En un instante se queda lívido de espanto, los ojos parecen salirse de sus órbitas. Aprovecho el momento para agarrar el silbato de ultrasonidos que lleva colgado al cuello y plantárselo brutalmente en la boca.

- Mira, con esto los mantienes a raya. Pero que no se te caiga, ¿eh?

Me levanto deprisa, el contacto con este engendro me degrada. Por un momento me mareo, pero consigo sobreponerme. Por fin puedo subirme los calzoncillos y pantalones, aunque tengo cristalitos clavados por todo el cuerpo. Mientras, el amaciervos me mira con el rostro desencajado por el terror, pero sin atreverse a soltar el silbato. Increíblemente observo que su picha aún está tiesa.

Este tipo de situaciones suelen durar pocos minutos, pero para el que las vive se hacen eternas, podría estar recordadndo detalles toda la vida. El local está hecho un desastre. Entre el polvo acumulado y el desprendido por las momias apenas se distinguen dos o tres comensales sentados, el resto está desparramado por el suelo, las mesas y sillas volcadas... Rebusco entre los restos la escopeta del amaciervos, que no queda muy lejos de su mochila, y empiezo a revisar ésta última, pero me da ardor de estomago. Hay cosas que se mueven dentro. No he encontrado munición, y en la escopeta sólo queda un cartucho. No lo considero una tragedia, porque no me hacen gracia las armas de fuego, pero tengo que procurarme una ballesta nueva como sea. Agarro un par de cuchillos de respetables dimensiones y la escopeta, y salgo del recinto.

Práxedes está todavía en la entrada, como alucinada. No me hizo caso. Al pasar a su lado le tiendo uno de los cuchillos, acelero el paso, salgo a la luz del día, se me aflojan las piernas y acabo por el suelo vomitando bilis. Cuando me repongo un poco, le digo furibindo:

- Bueno, ¿y tú dónde shishi te habías metido?

- Yo... había ido a buscar algo de comer... ¿Estás herido? Déjame que te mire.

- ¡Ahora no! Esto se va a poner chungo por momentos, hay que salir de aquí cagando leches. Vamos por la carretera, llévame la mochila un rato- Ni he pensado hacia dónde vamos, sólo que de momento es mejor ir en dirección contraria a los katiuskos.

Llevamos ya un rato caminando en silencio, me duele todo el cuerpo, tengo multitud de cortes, la ceja abierta, una mordedura importante en el brazo y los labios hechos papilla. Pero sobre todo me siento sucio, necesito encontrar agua donde lavarme. No tenemos lejos el mar, pero hay que desviarse hacia el norte para evitar a los piratas. A lo lejos, por donde hemos venido, se empiezan a escuchar unos ladridos.

- Hala, tío, cómo te pasas, ¿no?

Noto que la mirada me echa fuego.

- Cada uno se pasa como puede, bonita- ¿No quería vida de errante? Pues ya la tiene.

En ese momento aparece por la carretera, en dirección contraria a la nuestra, un tipo largo y delgado de mediana edad, con un uniforme militar raído. Llorando como una magdalena. En cuanto nos ve, nos toma como su pañuelo de lágrimas.

- ¡No tengo nada! ¡Me han dejado sin nada! ¡macho cabríoes! ¡Mi propia gente, jorobar! ¡Me han baneado! ¿Pero cómo se puede ser ta...?

Le descerrajo el tiro que queda en la escopeta y le doy en todo el pecho. El cuerpo salta hacia atrás, hacia un murete ruinoso de ladrillos. El murete cede y se desploma sobre el tipo, medio sepultándolo. Todo al tiempo que grito:

- Pero bueno, hombre, ya está bien, ¿no? ¡Ya está bien de tanto agonías y tanto lloriqueo y tanto tanto ya, shishi!- Hala, ya me he desahogado. Me acerco al cuerpo a ver si tiene algo, pero efectivamente, va pelado. Lleva una chapita de identificación grabada con las letras R6L, y cosido a la guerrera un emblema del FCGN, el Frente Capitalista. Bien, pues un terrorista menos en el mundo. Éste no estaba en mi lista, pero me da que tampoco lo van a echar de menos por ahí.
 
jorobar, que enganchaera mas jrande con el culebron...Destroyo, ya te iba a pegar la bronca cuando he mirado en la pagina 2 de la guarde...¿Qué huevones hace esto en la pagina 2 y el hilo quejicoso del amaciervos en to lo alto??????cagonto lo que se menea...has hecho bien en convertirlo en dog chow :D
 
jorobar macho,como eres........espero que no me metas en tu fiesta
 
Traducción: "Estoy deseando aparecer en la historia" ;)

Mira bobo,yo no tengo club de amiguitos como tu ,ni palmeros,ni lo quiero
Voy por libre,no como tu ,que pareces EPI llevando al BARRIO SESAMO
entero detras.
Cuando digo una cosa ,es lo que es,y punto.
personajes_barrio_sesamo.jpg
 
Pos yostoy encantada de la vida de que me haya metdo destroyo en la historieta mirusté...lo que no sé es de donde ha sacado la info pa ponerme de borde marimandona, jajajaja, debe ser hamijo del pariente, que tambien pulula por aqui :D
 
¡Uy! un errante... digooo, perdón: un herrado.

Si lo que necesitas es un tio que te de caña,aqui lo vas a encontrar:D
yo de ti iria poniendo el tercer ojo en remojo.....
PD
Puedes llamar al resto de tus palmeros,la fruta chivata esa y cia......tambien
habra para ellos............
:cool:
el_pistolero_arg.jpg
 
Que jrande!!!! merecio la espera. Acuerdese de los exforeros ilustres, si le cuadra en sus relatos. Jra, ladybur, aparejata...
 
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