Capítulo 5
- ¿QUÉ? ¿Pero qué dices? ¿Estás loca? -esta última pregunta es retórica.
- No, Destroyo. Yo ya no aguanto más el barco éste. Me uno a los errantes. Lo he decidido esta noche, mientras te devoraba.
Eso, encima multitarea, para acabar de cagarla. No aguanto que una tía pueda hacer cosas que están fuera de mis posibilidades, salvo las básicamente femeninas.
- Ya, ¿y lo siguiente qué ha de ser? ¿El pisito en jovenlandesatalaz? Y luego la parejita de churumbeles mutantes, ¿a que sí?
- jovenlandesatalaz ya no existe, petulante. Y no pienso tener hijos, descuida.
- Pero vamos a ver, lumbreras -cada vez estoy más salido de progenitora-: uno NO se une a los errantes, porque los errantes no somos un grupo al que unirse, somos indivíduos dispersos y autónomos que encima no nos solemos caer demasiado bien, nuestro sentido gregario está a nivel de los gatos. O se es errante o no, pero no hay ceremonia de ingreso. Y todavía no he conocido a
ninguna errante; tú no creo que aguantarías mucho yendo por ahí por libre.
- Por libre no. Contigo.
- Sí, hombre, como los picoletos, en pareja. Adán y Eva versión 2.0. Hansel y Gretel libres de incesto. Heidi y Pedro cogiditos de la mano brincando por las ruinas de Candanchú. A ver, guapa, no sé qué ideas tendrás tú de esa vida, pero por si acaso te lo aclaro: Aragorn NO era un errante. Era un lgtb.
- Piensa que no tendrías que volver a buscar mujeres en las comunidades, que no parece que eso lo lleves muy b
- Mira, no te lo tomes a mal, pero contigo de pareja creo que tendría que visitar las comunidades más a menudo que ahora -Esta vez la he interrumpido yo: saboreo mi mayor triunfo desde que la conozco, por un segundo me siento Dios-. Además, sería el hazmerreir de los err
- ¿Y qué huevones te importa eso? ¿No eras tan individualista?
Ya había olvidado lo que es discutir con una hembra humana. Es horrendo. Tomo aire varias veces.
- Mira, Práxedes, te voy a decir la verdad...
En ese momento Depredador se me echa encima de nuevo. A punto de desmayarme, se me ocurre algo:
- Oye, a tí hace mucho que no te ha vuelto a dar la cagalera, ¿no?
Por toda respuesta, Práxedes empieza a descojonarse con una risa que hace parecer la de Akashilla como la de una niña de cinco años. Y mientras se ríe con sus piños afilados al descubierto no deja de mirarme sin pestañear.
Ahora sí, pienso, ahora sí que es un buen momento para perder el sentido. Y se hace la oscuridad.
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De vuelta en la cubierta, recogiendo mis cosas para marcharme. Noto las miradas socarronas de muchos piratas. Debe ser porque camino como John Wayne con poliomielitis. A mí no me hace maldita la gracia, me duele horrores la platano, en ocasiones me da la impresión de que ya no está ahí, y que lo que siento es el miembro fantasma. Me cruzo con Akashilla: tiene los ojos gente de izquierdas como tizones, ya me imagino de qué.
- Bonitos ojos, Akashilla, te hacen juego con las encías.
La mirada que me dedica le habría encogido los cataplines a alguien menos duro que yo. Pero los tengo demasiado hinchados después de la sesión de relajación. Práxedes ha insistido en llevarme hasta la orilla con el bote, lo que provoca las risitas y chascarrillos de todos, que ignoran que ése es precisamente su plan, que no piensa volver. Pero antes debemos esperar a que el bote llegue, porque ha ido a recoger a otro que aguarda en la orilla.
Yo estoy ocupado charlando un poco con Talibán, que me ha encargado una prótesis de titanio en lugar de la actual de palo, y un ojo de cristal, que ahora no puede guiñar el agujero a las titis sin que salgan corriendo, y de ahí lo del parche. Lo del ojo se puede solventar con una pelotita de ping pong convenientemente decorada (una canica sería más bonito, pero rodaría por la cavidad, sería un sonajero llevado por un cojo, produciendo ruidos desagradables, y se le caería cada dos por tres). Lo de la pata ya es más difícil, las ferreterías fueron asaltadas los primeros días tras el holocausto. Un tenedor de trinchar el pavo le daría estabilidad, sin duda, pero le restaría movilidad... De todas formas, por lo que a mí respecta es hablar por hablar, porque la próxima vez que me acerque por aquí no espero encontrar a nadie vivo.
El bote ya ha llegado, Práxedes y yo esperamos que suban sus ocupantes. Primero sube el pirata medio alopécico. Tras él emerge poco a poco sobre la barandilla la cara de Luismarple. Me quedo lívido. El gracioso se muestra sorprendido, pero no por lo mismo.
- shishi, si es el forastero del Búnker. ¿Has sobrevivido a la entrevista con Abraham? -ahora ya no es el coronel Kurtz, claro-. jorobar, tío, ¿qué le has prometido para que te deje marchar?
Noto mis mejillas arreboladas, y las miradas intrigadas de media tripulación en el cogote. Hay que darse prisa, es sólo cuestión de tiempo que alguien se chive a Fros, que anda durmiento la siesta, o a Akashilla, ocupada en aplicarse manzanilla en los ojos, y tenga serios problemas. Al pasar a su lado de camino a la escala, le susurro:
- Ya hablaremos tú y yo, amigüito. Yo también conozco unos chistes huevonudos, ya verás cómo me río -y me apresuro. A éste lo he de apiolar yo personalmente.
- ¡Aivadiós! ¿Pero qué le he dicho yo a éste? -oigo a mis espaldas conforme desciendo hasta el bote.
Detrás mío baja Práxedes, deprisa, y se pone a remar. Me pide que no reme yo, porque entonces los del barco se olerían el percal y empezarían a dispararnos. Sentado en la proa mirando hacia el navío, veo que alguien entra en los camarotes del capitán.
- ¡Venga, tía, rema más deprisa, jorobar!
- No puedo, pimpollo, me están saliendo callos en las manos.
- ¡Te jorobas! Yo los tengo en salva sea la parte por tu culpa -unos segundos después observo que sale Fros a cubierta, y empieza a gritarle a Práxedes que dé la vuelta. Varios piratas ya están empezando a apuntar sus rifles y cimitarras de plástico hacia nosotros. Akashilla va de un lado a otro dando órdenes, como posesa.
Es en momentos como estos cuando se revela la grandeza de los héroes, soy consciente de ello, que algún día mis gestas han de ser glosadas por cosas como las que voy a hacer.
Saco la ballesta y apunto con ella a la cabeza de Práxedes, y grito con toda mi alma:
- ¡Fros! Si intentáis cualquier cosa le vuelo la tapa de los sesos.
He visto por un momento el pánico en los ojos de Práxedes, y me sabe a gloria. Aún me debes un desmayo, puñetero bicho. Claro que sólo ha durado hasta que se dio cuenta de que no me ha dado tiempo a buscar un proyectil para la ballesta, y por tanto está descargada. Por suerte los del barco no alcanzan a verlo.
Como esperaba, es Akashilla quien contesta.
- ¡me gusta la fruta! ¡Devuélvenos a Práxedes o te abrimos en canal! -Imagino a Seboso salivando.
- ¡Cuando esté a salvo! ¡Mientras tanto se queda conmigo, voyera! -Lo he dicho por lo de voyeur, pero las tías, como siempre, le ven doble sentido a todo. Parece darle un ataque de histeria, se arranca mechones de cabellos gente de izquierdas:
- ¡¡IIIIIIIIIIIHHHH!! ¡Te vas a acordar de esto, cabrón! ¡Práxedes, tranquila, que vamos a por ti!
Como si fuera una señal, el resto de piratas empiezan a corear consignas de apoyo:
- ¡Ánimo, wapísima!
- ¡Aguanta, que tú lo vales!
- ¡Tranqui, cari!
- ¡Es la vida!
Por su parte, la depredadora se lo está pasando de fin con la situación en la que me han metido ella y el Joker. Sonríe con expresión adolescente.
- ¡Huyyyyyy! ¡Qué emoción, secuestrada por un errante! Esta noche te dejo ponerte encima, mi amol.
Maldigo mentalmente mi falta de sangre fría: tenía que haber buscado un proyectil. Necesito apiolar, pero YA.
El bote encalla en la arena, y yo salto al agua sin dejar de apuntar a Práxedes. Mientras crean que la secuestro, el asunto está bajo control. La loba y yo nos vamos retirando hacia las ruinas de la localidad; cuando por fin quedamos fuera de su línea de visión, comenzamos a correr al interior como almas que lleva el diablo. No costará mucho darles esquinazo, les llevamos cierta ventaja y éstos en tierra son bastante torpones para encontrar nada. Lo peor, el dolor lacerante de mi entrepierna. Además me caigo de sueño. Tras un buen rato corriendo, me rindo.
- Espera un poco, que no puedo más -le digo, y ante su mirada de incredulidad, señalo el arco del triunfo que forma mi rabadilla.
Paramos junto a un restaurante de carretera, o lo que queda de él. Puede ser un buen sitio para pasar la noche, que no tardará mucho en llegar. Más de la mitad de las mesas estaban llenas de comensales cuando llegó el momento fatídico; ahora la clientela está formada por varias decenas de cadáveres momificados a medio devorar por los roedores, bien sentaditos a la mesa. Observo que los contenidos de los platos están mucho más enteros. Evidentemente, las ratas saben lo que comen, por eso nos sobrevivirán a nosotros. Práxedes parece subrayar esta reflexión con un rugido de tripas.
- Tengo hambre.
- Espero que sea de comida.
- Sí, orate. ¿Tienes algo de papeo, o quieres que busque yo de comer?
Tengo un paquete de galletas dietéticas con sabor a naranja, una bolsa de higos secos y pasas, una cajita de peladillas... No hará falta buscar nada. Mientras saco las cosas, ella ha estado husmeando por el local.
- Mira lo que he encontrado, Destroyo -me viene con dos vasos, un candelabro y unas velas rojas-. Tenemos mesa.
Un rato después, mientras fuera termina de anochecer, cenamos sentados en una mesa a la luz danzante de las velas. Le lleno el vaso de Marqués de Riscal. Cantan los grillos. Su mirada titila, me mira embelesada mientras mordisquea lentamente una galleta. Tarda en hablar.
- Qué romántico es esto, Destroyo. Ni me acuerdo desde cuándo no cenaba en un restaurante con velitas-. Mientras lo dice y por detrás suyo, en la penumbra, veo abrirse lentamente la mandíbula de un niño muerto y salir un enorme escarabajo de su boca.
- Ya, bueno... No te creas que la vida de errante es siempre tan dulce, Práxedes. A veces se vuelve desagradable.
- No me importa. Me adaptaré. Tengo más recursos de los que crees.
De querida progenitora, por lo pronto no tiene ni mochila ni armas. Se lleva el vaso de vino a los labios sin dejar de mirarme. De repente se le abren los ojos como platos y escupe todo el líquido, bañándome la cara.
- ¡¿Pero qué shishi te pasa ahora, loca de los huevones?!
- ¡El vino, leche! ¡Está picado!- En efecto, sabe a vinagre.
Don Pako. Otro para la lista de color. Se me están acumulando, jorobar, qué estrés. Hay que empezar a despachar gente lo antes posible.
Acabamos la velada con agua mineral tibia, no hablamos mucho, estamos cansados. Sólo tengo una esterilla y un saco, pero la temperatura es muy agradable, así que la tiendo en el hall y nos sentamos en ella.
- Oye, Práxedes, esta noche nada de fornicio, ¿vale?
- Vale. Ven, recuéstate así. ¿Te gusta la música?
- Sí- le digo, mientras me tiendo en el suelo con la cabeza sobre sus piernas. La verdad es que hace mucho que no oigo cantar a nadie.
Mientras me acaricia el pelo, Práxedes comienza a emitir toda una cacofonía de chirridos, silbidos aspirados, gorgoteos y demás onomatopeyas increíbles. Vaya, pienso mientras diviso por el rabillo del ojo un par de ratas que huyen despavoridas, ya se ha estropeado, y el servicio técnico de vacaciones. Aprovechando lo que interpreto como una pausa, le comento:
- Mmmm... Interesante. ¿Qué es?
- ¿No te acuerdas, orate? Esplendor Geométrico. Es la de "El acero del Partido". Venga, ahora duerme.
Bien, al menos con ella cantando no hacen falta los silbatos de ultrasonidos, pienso, mientras me voy hundiendo en el sueño.