Para mi Luddendorf junto con Allenby y Brusilov fueron los generales mas brillantes de esa guerra. El planteamiento de Kaiserschlacht que hizo Luddendorf estratégicamente está a la altura del Caso Amarillo de Manstein buscando la ocupación de los puertos del canal y embolsar y cortar los suministros marítimos a la BEF, y estuvo muy cerca de conseguir sus objetivos.
Brevemente.
Estoy de acuerdo con lo expuesto por Lawrence.
Desgraciadamente Alemania entregó el mando a Hindenburg y Ludendorff demasiado tarde, después de que Moltke fracasara en la ejecución del plan Schlieffen y Falkenhayn desangrara al ejército alemán en Verdún. En 1917-1918 a Alemania siempre le faltó el último batallón para lograr la victoria definitiva. Los alemanes ganaron todas las batallas menos la última.
La ofensiva de 1918 no tenía ningún objetivo estratégico definido porque Ludendorff, al contrario que el resto de los estrategas de la guerra, tenía claro que no se podían hacer planes más allá de la ruptura del frente.
"Primero hacemos un agujero, y luego veremos" es una concepción realista, no se podía hacer mucho más. El problema es que dada la tecnología y las armas de la época, se podía romper el frente continuo, pero no explotar el éxito, citaría a Guderian sobre esta distinción entre las dos clases de ruptura (
durchbruch) pero no tengo
Achtung! Panzer en casa.
El problema es que las tropas del defensor se pueden retirar más deprisa por ferrocarril que la infantería que avanzaba. Los alemanes además no pudieron emplear su caballería en la única fase de la guerra que podría haber sido útil porque la tuvieron que dejar en el frente del Este para que los caballos pudieran alimentarse.
Era inevitable que las ofensivas se agotaran y se detuvieran tras penetrar algunos kilómetros. Ludendorff no tenía los recursos que luego tuvo Foch para repetir la ofensiva en otro sector cuando una penetración fuera detenida.
Ludendorff fracasó porque faltaban tropas en cantidad y calidad, a pesar de la ventaja numérica momentánea que tenía en la primavera de 1918. Fracasó porque aunque las tácticas eran mejores, los asaltos de la infantería eran costosos en bajas que afectaban a las divisiones de ataque (
Angriffdivisionen) y en particular a las tropas de asalto (
Stosstruppen) que encabezaban las rupturas. Las ofensivas resultaron tan caras en bajas porque el resto de las tropas de los siguientes escalones eran de baja calidad y no estaban entrenadas en las nuevas tácticas por lo que sufrían muchas bajas al atacar las posiciones defendidas. Alemania bajo el bloqueo no tenía capacidad industrial para fabricar tanques, que habrían ahorrado vidas, ni podía compensar las deficiencias con artillería y aviación, porque se veía también superada. Alemania tenía perdida la guerra de la producción.
Y en esto la culpa no fue de Ludendorff, si no que era consecuencia de las bajas sufridas en las matanzas de 1914 y en Verdún, más la sangría que supuso la guerra de desgaste, o batallas de material (
Materialschlacht) del Somme y Flandes.
Aún con esas limitaciones, las ofensivas podrían haber logrado un éxito operacional alcanzando un objetivo dentro del alcance de las penetraciones, como el nudo ferroviario de Amiens, que podría haber separado a los ejércitos aliados.
El problema es que los objetivos estaban demasiado lejos de la línea del frente en 1918. Podrían haberse logrado desde las líneas de 1916, pero las matanzas de Verdún y el Somme obligaron a los alemanes a retirarse a la Línea Hindenburg.
No sólo el retroceso de la línea de partida hacía difícil llegar hasta el objetivo, si no que además, la ofensiva de más éxito de todas, la operación
Michael, se lanzó en el terreno menos indicado para la explotación del éxito, porque detrás del frente la tierra estaba devastada por la táctica de la "tierra quemada" llevada a cabo por Ludendorff en la retirada a la Línea Hindenburg y porque también la ofensiva atravesaba el antiguo campo de batalla del Somme.
Las probabilidades estaban en contra, y sin embargo, se llegó a rozar la victoria con la punta de los dedos.
Fracasada la primera ofensiva y más poderosa, el resto de las ofensivas tendrían rendimientos decrecientes, pero si no se podía alcanzar un objetivo estratégico, sí se podía destruir las fuerzas enemigas, o al menos su jovenlandesal de resistencia, y estuvo a punto de conseguirlo.
Se dice que Ludendorff selló la derrota de Alemania al consumir sus fuerzas en estas últimas ofensivas, pero permanecer a la defensiva habría significado la derrota con certeza, por no hablar de que el bloqueo habría causado el colapso de Alemania en el invierno de 1918 de todas formas. Aún con el trigo de Ucrania y el petróleo de Rumanía, no se podía compensar la carencia del resto de materias primas.
Ludendorff hizo lo que pudo con las malas cartas que tenía en una última jugada arriesgada. Quizá habría sido mejor mantenerse a la defensiva y sangrar a los Aliados por cada avance que lograran, pero el estancamiento de la guerra de trincheras había llegado a su fin. El Plan 1919 habría supuesto una derrota catastrófica del ejército alemán bajo una marea de tanques, cañones, aviones y divisiones americanas, y no la retirada combatiendo de los Cien Días.
Ahora bien, si como caudillo militar Ludendorff es digno de respeto e incluso de admiración, como político fue un desastre. Tendría que haber pedido la paz antes, con unas condiciones realistas y aceptables, una paz sin anexiones, pero estaba totalmente fuera de contacto con la realidad al pretender retener las conquistas de Alemania. La derrota era inevitable pero se podía haber logrado una capitulación honrosa o al menos términos más favorables que el armisticio y el
diktat de Versalles.
El error de Ludendorff fue no haber pedido la paz a tiempo, y el segundo error más grave fue el cometido fruto de haber sucumbido a la presión tras la derrota de Amiens y haber visto la situación tan de color que urgió a los políticos a conseguir la paz a cualquier precio para traer el ejército a casa para sofocar la revolución.
Lamentablemente Ludendorff perdió los nervios, le faltaba la fortaleza mental y la sangre fría para ser un gran general, en Tannenberg también se mostró vacilante, aunque justo es decir que si en agosto de 1918 sucumbió a la presión fue porque estaba agotado y sufriendo de fatiga de guerra, y que la mayoría de los hombres también habrían perdido los nervios en esa situación desesperada.
El error de juicio de Ludendorff fue creer que el ejército alemán estaba desmoronándose en agosto de 1918, no fue así, pero cuando cambió de parecer ya se estaba negociando el armisticio, y en sobreestimar el peligro revolucionario. Pero eso fue una decisión política, no militar.
En cuanto a las causas de la derrota de Alemania en 1918, una mezcla un poco de todo, ni fue vencida del todo en el campo de batalla, como pretende la historiografía británica, ni fue víctima de una puñalada por la espalda por parte de revolucionarios y entreguistas, como decían los nazis, si no que la principal razón era el agotamiento del ejército por las bajas, la superioridad numérica y material de los Aliados, y el colapso económico de la retaguardia por la falta de alimentos y materias primas debida al bloqueo.
El hambre provocó la caída de la producción industrial: si los obreros están mal alimentados, no cumplen con su cuota, lo que directamente produce una caída de la producción de armamentos, pero esto empeora aún más debido al efecto en las industrias extractivas. Si los mineros no están bien alimentados, producen menos carbón y mineral de hierro, lo que significa menos cañones, municiones, y sobre todo material ferroviario, locomotoras y vagones. A su vez el tras*porte por ferrocarril, ya al límite de su capacidad, se vio muy afectado por la falta de carbón. El colapso de los Imperios Centrales se debió no tanto a la caída de la producción, como a los trastornos en el sistema de tras*porte y distribución basado en el ferrocarril. A pesar de tener los cereales y los forrajes de Ucrania a su disposición, no podían distribuirlos.
Al final fue el hambre la que venció a Alemania.