El profesor y escritor francés Gerard Brey
1 afirmaba que Máinez escribió esa obra en 1902, pero que -según él- nunca se editó, «
no pudiéndose encontrar en ninguna biblioteca». Sobre este mismo asunto, en «La Cuestión agraria en la España contemporánea», de Manuel Tuñón de Lara et al.
2, se afirmaba que esta obra de Máinez era de 1902, y que era un «
libro misteriosamente ausente de las principales bibliotecas de España». Pero, a pesar de estas dos referencias, es indudable que estamos ante una obra que sí se editó y sí se publicó, pues en su época algunos investigadores pudieron consultarla.
En 1910, en vida y aún en época de lucidez de Máinez, el profesor e historiador francés Angel Marvaud publicaba en París un conocidísimo y comentado libro titulado «La question sociale en Espagne»
3. Allí escribía que Ramón León Máinez era «un escritor español que recorrió los campos de Jerez después de las resonantes huelgas de 1902» y que «había aportado sobre esto un libro titulado «La esclavitud en los campos de Jerez», y a continuación copiaba algunos pasajes del mismo:
La alimentación que les dan a los obreros en los cortijos es mala e insuficiente. Con un detestable pan hecho con harinas echadas a perder, aceite de la peor calidad y un poco de ajo y sal, se prepara una mezcla infecta, el ajo caliente, que es todo su desayuno… Llegada la noche, el bracero se retira a la gañanía, horrible y sucia habitación sin luz y sin aire… con paredes ennegrecidas por el humo que sale de la chimenea o fogart, donde se acercan por turnos para calentarse sus helados miembros y para secar el sayal o la manta… alimentan el fuego con excrementos desecados de vacas, con encinas, biznagas y con lentisco verde. El humo y el olor que producen tales combustibles no permiten permanecer en la gañanía sólo cuando quedan cenizas en el fuego… Los desdichados duermen en medio de esta atmósfera fétida, acre y da repelúsnte sobre camas de cementos…
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El Pueblo (Cádiz) pronto le dedicó una Sección a Jerez comenzando a escribir obreros jerezanos, y especialmente tipógrafos y viticultores, pero también albañiles o arrumbadores. Esa relación de años se plasmó en el ejemplar del
27 de mayo de 1897 en la sección «Infamias sociales», donde aparecía su magnífico artículo «
Los campesinos de Jerez. Pintura exacta del natural». Este será su primer artículo consultado sobre estos obreros agrícolas de Jerez de la Frontera, cuya situación debió conocer de primera mano, y que nunca dejó de apoyar en sus reivindicaciones. Sus palabras son tremendas e hijas del profundo conocimiento:
Los que solo por referencia o por las informaciones escritas conocen la situación de los campesinos jerezanos y los de la Sierra de Cádiz, habrían de quedar sobrecogidos de espanto en tocando y viendo la realidad… Parecen condenados por la fatalidad los pobres campesinos a vivir perpetuamente entre la escasez y el desamparo… Desvalidos, andrajosos, dejan en los pueblos a sus esposas e hijos a la clemencia de Dios… mientras ellos, aislados del trato y la comunicación social casi todo el año, se convierten en siervos del terruño, encerrados en los cortijos….
Después de describir la terrible situación de los obreros agrícolas, sus pésimas condiciones de trabajo, su ínfima alimentación y falta de vestimenta adecuada, terminaba su extenso artículo con estas frases:
Si de tal modo vegeta el campesino cuando trabaja todo el año, ¿cuál no ha de ser su situación en llegando los días terrible de parada?… Ni de un mísero pedazo de pan pueden disponer para sí y para sus familias, si la caridad oficial, el préstamo del dueño o la limosna del poderoso no los socorren, humillándolos. Viven entonces pereciendo, deseando la fin como supremo remedio de sus desgracias…
Cuando el 4 de septiembre de 1899
Máinez fue agredido por un alcalde de barrio tras haber criticado en un artículo de
El Pueblo al cacique Rafael de la Viesca, jefe provincial en Cádiz del Partido conservador de Silvela, numerosas personas protestaron en la redacción de
El Pueblo por el «perversos atentado», destacando diversas «agrupaciones obreras de Puerto Real, Conil, Rota, Vejer, Chiclana, y otros muchos pueblos de la provincia», pero, sobre todo, Máinez destacaba «la justa indignación que ha producido la malvada acción
entre los obreros de Jerez». Y en el ejemplar siguiente se publicaba que una muestra patente de la enorme solidaridad obrera jerezana que recibió Máinez tras la agresión fue la carta de protesta por la «inicua agresión recibida» de los
obreros de todos los gremios de Jerez, que suscribían «
más de dos mil firmas». Al final de varios párrafos de protestas y de solidaridad hacia su persona, Máinez afirmaba que «
lo único sano que existe hoy en esta sociedad hipócrita y corrompida es la clase obrera», y concluía su artículo con un «
¡Viva los trabajadores!».
Tres años más tarde, el que será durante la Segunda República varias veces ministro de Agricultura y de Instrucción Pública,
Marcelino Domingo Sanjuán, escribía esto cuando era redactor de
La Publicidad (Barcelona) en un artículo de primera plana titulado «Una huelga agraria. Las tragedias de la tierra» publicado el
23 de noviembre de 1913:
«Un escritor, Ramón León Máinez, que recorrió los campos de Jerez, después de las huelgas de 1902,
nos dice en su libro «La esclavitud en los campos de Jerez», que durante el verano, los jornaleros trabajaban desde las tres y media de la mañana hasta las ocho y media de la noche, y que por este trabajo de 15 o 16 horas ganaban 0,90 céntimos. Todo lo más una peseta. Y que durante los otros meses del año, este jornal disminuía hasta llegar a 0,65 y a 0,40 céntimos…».
Solo había pasado un mes
4 cuando
Baldomero Argente del Castillo, escritor y concejal del Ayuntamiento de Madrid por el Partido Liberal, pronunciaba una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre el problema agrario en España. Allí mencionará que «esa estrechez de vida, originaria de un malestar constante entre unos obreros nómadas que, lejos de los suyos, van implorando trabajo de caserío en caserío, … horroriza y hablan de ello con tintes muy crueles, no solo escritores como Ramón León Máinez, que en «
La esclavitud en los campos de Jerez» describe el vivir horrible de esa legión perversos, sino la propia Junta Consultiva Agronómica». Ese mismo autor, volverá a citar el libro de Máinez en su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias jovenlandesales y Políticas en Madrid en 1924, que publicó luego como libro con el título de «La Reforma agraria». Allí reproducirá pasajes que coinciden con los de Marvaud y con los de Marcelino Domingo: «el bracero, durante el verano -descontando los descansos de cigarro y las comidas- trabaja desde las tres y media de la mañana hasta las ocho y media de la noche, o sea, ¡de quince a dieciséis horas por la cantidad de 0,90 céntimos a una peseta!…».
Muchos años después, ya en décadas más recientes, en la obra francesa «Histoire politique & histoire des idées: XVIIIe-XIXe siècles», de Michel Baridon et al.
5, se cita como referencia esta obra de Máinez, «L’esclavage dans la campagne de Jerez (1903)»; o la tesis doctoral de José Luis Oyón Bañales
6 también ofrece esta referencia: «La esclavitud en los campos de Jerez» (Madrid, 1904).
Parece evidente, por tanto, que sí se publicó la obra e incluso que hubo más de una edición. Pero el misterio de su actual existencia aún sigue sin resolverse…