Cuál sea el ardor de la mente, y de cuántas
maneras la sublimidad de nuestra serenidad se
halle abrasada del amor de la santa religión, ni
puede decirse aun con muchas palabras, ni tam
poco escribirse: porque en el grado en que la fe
cristiana resplandece con inefable comparación
por la luz délas virtudes espirituales, en este
mismo la limitación de nuestros sentidos no pue
de referir sus misterios. Mas aunque sea cierto
que no podamos medir el abismo de su profundidad
; sin embargo, la devoción de nuestra clemen
cia debe conocer los ánimos para exhortar á vues
trá santidad acerca del modo con que debéis ante
todo disputar de su misterio en este santo conci
lio mediante los edictos espirituales, y promulgar
los dogmas de vuestro apostólico orden; para que
lor corazones de los fieles , alumbrados con toda
perfección por la incomparable estrella, penetren
también los pechos de los infieles por los pasos
del entendimiento , convertidos de las tinieblas á
la luz. Finalmente, acerca de los malvados judíos
, que viven en uuestro reino ordenamos lo que ve
reis, aunque con bastante tristeza ; pues que en
ganados desde el principio por el error de sus propios ritos
, negaron con increíble maldad el nom
bre de Cristo, y burlaron hasta aquí con nefarios
la misma secta de la fé vivificante. Y
porque es cierto , confesado y sabido de todos los
presentes y pasados que florecieron siempre por la
plenitud de la fé las provincias españolas, por eso
una irresistible razón obliga á nuestra gloria á
oponernos con entereza á los judíos; pues que se
dice que en algunas partes del mundo se revela
ron contra sus príncipes cristianos, y que muchos
perecieron á manos de estos por justo juicio de
Dios; y en especial porque por clara confesión he
mos sabido sin género algono de duda que de
poco tiempo á esta parte consultaron á los otros
hebreos, que habitan en las regiones ultramari
ñas, para que se pusiesen de acuerdo con estos en
contra de los cristianos, acelerando de este modo
el tiempo de su perdición , á fin de corromperla
regla de la misma fé cristiana; lo que se os pate
ntizará por las mismas confesiones. Pues desde
el principio de nuestro reinado fué tanto el conato
que puso nuestra mansedumbre en su conversión,
que no solo empleó diversas persuasiones para
traerlos á lafé de Cristo , sino que se les conce
dieron por decreto de nuestra serenidad hasta es
clavos cristianos, de que por su perfidia habían
carecido hace tiempo por ordenamiento de la ley,
solo con objeto de que mediante el propósito de
la verdadera conversión , alejada la perfidia de su
pecho, el seno de la iglesia progenitora los recibiera como adoptivos. Mas no obstante que con juramento se obligaron, no llegaron á cumplirle, sino que se les descubrió que se ejercitaban en sus ritos y ceremonias. Y toda vez que por imperio de la divina voluntad están reservados para ser corregidos en nuestro reinado , nuestra tranquilidad juzga necesario, que en la reunión general de vosotros y de los grandes de nuestro palacio se refrene cuanto antes su maldad, para que eslirpada al momento la perversidad de los mismos con ayuda de Cristo brille infinitamente el nombre cristiano y la fé ortodoxa, á fin de que no parezca que se condesciende con perfidia tan grande, cuando se sabe que su contrariedad impugna á la iglesia católica. Y con objeto de que una tan cruel perversidad de incredulidad perezca vencida , ó el error de sus padres sea castigado por la corrección sinodal, ó si place, por uniforme sentencia vuestra sean destruidos con el hacha de la justicia , ordenará vuestra canónica reunión con claridad lo que conviene hacer de ellos y de todas sus cosas; cuyo decreto la censura de nuestra ley mandará que permanezca firme para siempre ; esceptuando de esta determinación por ahora solo á los hebreos que habitan en la provincia de la Gália , ó que pertenecen al ducado de aquella región: pues ya que se encuentra casi despoblada por los crecientes delitos, por la incursión de gente estraña , y por los que mueren de la plaga inguinal, se lea permita vivir con todas sus cosas sujetos al Duque de aquella misma fierra, y aprovechen á las públicas utilidades, con tal que en observancia de la regla de la santa fé corrijan su vida como verdaderos cristianos, y expelan de su corazón todos ♦os errores de su heredada incredulidad. Pero si se les descubriere que en la cosa mas mínima depravan la sania fé, entonces, espelidos de la misma tierra, serán castigados con la misma censura que los referidos sus padres.