Buenos días. Vestidos todos de domingo estrenando la ropa nueva de invierno para acompañar a los abuelos al cementerio y cumplir con las tradiciones y tal.
Paris ¿y unas estufas de parafina puestas todo el día mientras estáis fuera? Está claro que la calefacción central no es suficiente para secar las paredes, pero eso igual ayuda y controlas perfectamente lo que gastas.
Ay, eso de vestirse de domingo lo hacíamos cuando yo era pequeña. El día de Todos Santos se estrenaba la ropa de vestir de invierno del domingo (cuando yo era pequeña, teníamos ropa exclusiva para salir y para el domingo, no como ahora que igual tienes una cazadora de vestir o unos pantalones, no, la ropa de vestir iba desde el adorno del pelo -conjuntado con lo demás- hasta los zapatos y los calcetines). Venían mis tias (las hermanas de mi progenitora) y su familias, íbamos paseando hasta el cementerio (cerca de mi casa) hablando las hermanas por una parte, los maridos por otra y los crios jugando por el camino (asfaltado, pero que pasaban coches de uvas a peras). En el camino te encontrabas a otras familias que paseaban como tú, los crios nos juntábamos para seguir jugando más, las madres preguntaban a las otras por familiares, los hombres hablaban de fútbol o de trabajo -no de política-. Al llegar al cementerio, las familias se volvian a reunir, cada oveja con la suya, se guardaba más el orden, la impresión de excursión se cambiaba por más respeto. Se iba hasta la tumba de los abuelos (mi abuelo y mi abuela estaban enterrados en sitios distintos, por una cuestión de apertura de nichos), se admiraba el arreglo floral que mi progenitora (que era la que vivía en el pueblo y una de sus hermanas, siempre la misma, cambiaban cada año). Luego había un momento de silencio (de las pocas veces en que veía, por ejemplo, que mis tias y mi progenitora se cogían de las manos, o que mi tio que solía ser un pasota, acariciaba en el cuello a mi tia -esas cosas que te das cuenta mucho después que cuentan historias más alto que las que se cuentan alrededor de una mesa camilla), supongo que rezaban. Después, volvía la actividad, el grupo se hacía social otra vez y era costumbre ir a "visitar" las tumbas de parientes o de amigos, asombrarse por las "nuevas incorporaciones" o buscar a los otros con quienes habías coincidido por el camino para admirar las flores, dar el pesame o contar algún chismorreo.
Y después, todos menos las mujeres al bar de cerca de casa, a "hacer el aperitivo", mirindas y cocacolas y tercios de cerveza, patatas bravas y aceitunas y los hombres con sus chaquetas y sus corbatas nuevas, hablando fuerte entre el ruido, y los niños jugando fuera (sin miedo a los coches, ni a secuestradores, ni a *******astas ni a abrirse la cabeza con una piedra) y volviendo dentro a beber de su botella o a coger unos altramuces. Y mientras las mujeres de la casa (las hermanas de mi progenitora con ella a la cabeza) a casa a preparar mesa y comida, el potaje de las dos de la tarde (en punto) que todos comíamos aunque no nos gustara, y la tarde con panellets y huesos de santo y botellas de anis, contando historias de los abuelos, de la juventud de todas, las risas y las confidencias, que siempre eran practicamente las mismas, pero daban un cierto sentido a la vida.
Esos tiempos que se han ido, como lágrimas en la lluvia.