No se perdió ninguno. Los encajé todos con absoluta estupefacción y estoicismo a partes iguales, entre humillantes intentos de apaciguar a la fiera. Eso es lo que más puede costar recuperarse, que te están fostiando y tú como si fueras un hippie pacifista amablemente diciendo ¿A qué viene eso? No hay necesidad de ponerse así, etc.
Pero vamos, que me la rezuma, aquí no hay trauma ninguno y aunque sigo con la oreja caliente y algo de dolor en esa parte, poco menos que olvidado el asunto y a otra cosa. Mucho más obesas las ha habido en el pasado.
Pues mira, justo contándole esta batallita a otro amigo que vive por aquí, me dijo que en su antigua casa en los últimos meses antes de irse y especialmente en invierno, se encontraron jeringas, algodones y charquitos de sangre en el portal porque los yonquis tenían a bien a usarlo como refugio para el frío, y que una vez se encontró a uno dándolo todo en el rellano. Desde entonces iba con un botecito de spray de pimienta encima, aunque nunca lo usó. Y parece ser que sí es legal tener eso.
La cosa que en mi particular caso, si voy montado en bici, ¿Cómo demonios podría haber echado mano de algo así? Salvo que lo lleve en una bolsa para el cinturón que me permita desenfundar igual de rápido que un vaquero (no sé si venden bolsas así, a todas estas), en los bolsillos probablemente no quepa que siempre llevo de todo y si fuera en las alforjas de la bicicleta habría que abrirlas.
Pero sí, viendo como la cosa va a peor con los años a nivel global, tal vez no sea mala idea hacerse con uno de esos.