Cáceres.
Señoriales palacios perdidos entre callejuelas, rincones donde la luna jugando con las estrellas se refleja en los cristales prisioneros de las rejas; plazoletas escondidas forradas de canto y yedra; viejos escudos de armas sobre el dintel de las puertas, escudos que conquistaron segundones de nobleza o hidalgos de casa pobre del mar en otras riberas. Y el recuerdo de sus glorias, mitad historia o leyenda queda flotando en el aire, igual que flota la niebla.
Por las calles empedradas, cuando la noche se acuesta, ya no retumban los cascos que arrancan fuego a las piedras, y el tropel de caballeros con sus pertrechos de guerra, los caballos enjaezados: espadón, casco y cimera; larga andadura de siglos sobre sus espaldas lleva, y el polvo de mil caminos, y el viento de muchas sierras,en sus rostros campesinos dejó marcadas las huellas, y esperando una llamada de paz, para empresas nuevas buscan refugio en las torres coronadas de cigüeñas.
Pintores que descolgaron colores de sus paletas y plasmaron en los lienzos de conventos o de iglesias, empujados por el genio y entre luz y sombra presas, la nobleza de una estirpe, la raigambre de una raza, la impalpable alma serena de los místicos y ascetas que elevaban a los cielos, con la fe de sus creencias, el silencio recogido en oraciones, las quimeras, de unos hombres que cruzaron océanos y, en la espera, bautizaron con sus santos las ciudades de otras tierras.
Campesinos, labradores, que con manos semiabiertas empuñaron con caricia la garganta de la esteva y marcharon cojitrancos, por surcos y besanas, tras la yunta, en las largas lecheteras, convirtiendo con su esfuerzo los alcores en llanuras, los declives en vaguadas, los collados en praderas, y supieron conformarse, resignados y sin quejas, cuando el tiempo, desabrido en su inclemencia, malograba sus esfuerzos arruinando las cosechas.
Poetas que enarbolando la libertad por bandera proclamaron en sus versos la belleza de su tierra; pastores que trashumantes por cañadas ganaderas empujaron sus rebaños por cordeles y veredas; alfareros que heredaron a sus manos por hacienda y con ellas convirtieron en arte lo que era tierra, menestrales artesanos, que sin descanso ni pereza trabajaron por su patria; están clamando que en prenda en algo devuelva España lo que dieron con largueza.
En las calzadas romanas, en trochas, en carreteras, en el silencio del aire que baja desde la sierra, en remanso de pantanos, en agrestes torrenteras, en las dehesas de encinares, en los ríos, en las vegas, en los pueblos escondidos a trasmano de las sendas, en las villas, en ciudades, en cortijos, en aldeas, la antorcha sigue encendida y entre las ruinas eternas herederas de una historia escrita en letras de piedra, el eco va repitiendo ¡Despierta ya Extremadura!. ¡Despierta!.
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FREE ZOUHAM o abandonad toda esperanza.
Señoriales palacios perdidos entre callejuelas, rincones donde la luna jugando con las estrellas se refleja en los cristales prisioneros de las rejas; plazoletas escondidas forradas de canto y yedra; viejos escudos de armas sobre el dintel de las puertas, escudos que conquistaron segundones de nobleza o hidalgos de casa pobre del mar en otras riberas. Y el recuerdo de sus glorias, mitad historia o leyenda queda flotando en el aire, igual que flota la niebla.
Por las calles empedradas, cuando la noche se acuesta, ya no retumban los cascos que arrancan fuego a las piedras, y el tropel de caballeros con sus pertrechos de guerra, los caballos enjaezados: espadón, casco y cimera; larga andadura de siglos sobre sus espaldas lleva, y el polvo de mil caminos, y el viento de muchas sierras,en sus rostros campesinos dejó marcadas las huellas, y esperando una llamada de paz, para empresas nuevas buscan refugio en las torres coronadas de cigüeñas.
Pintores que descolgaron colores de sus paletas y plasmaron en los lienzos de conventos o de iglesias, empujados por el genio y entre luz y sombra presas, la nobleza de una estirpe, la raigambre de una raza, la impalpable alma serena de los místicos y ascetas que elevaban a los cielos, con la fe de sus creencias, el silencio recogido en oraciones, las quimeras, de unos hombres que cruzaron océanos y, en la espera, bautizaron con sus santos las ciudades de otras tierras.
Campesinos, labradores, que con manos semiabiertas empuñaron con caricia la garganta de la esteva y marcharon cojitrancos, por surcos y besanas, tras la yunta, en las largas lecheteras, convirtiendo con su esfuerzo los alcores en llanuras, los declives en vaguadas, los collados en praderas, y supieron conformarse, resignados y sin quejas, cuando el tiempo, desabrido en su inclemencia, malograba sus esfuerzos arruinando las cosechas.
Poetas que enarbolando la libertad por bandera proclamaron en sus versos la belleza de su tierra; pastores que trashumantes por cañadas ganaderas empujaron sus rebaños por cordeles y veredas; alfareros que heredaron a sus manos por hacienda y con ellas convirtieron en arte lo que era tierra, menestrales artesanos, que sin descanso ni pereza trabajaron por su patria; están clamando que en prenda en algo devuelva España lo que dieron con largueza.
En las calzadas romanas, en trochas, en carreteras, en el silencio del aire que baja desde la sierra, en remanso de pantanos, en agrestes torrenteras, en las dehesas de encinares, en los ríos, en las vegas, en los pueblos escondidos a trasmano de las sendas, en las villas, en ciudades, en cortijos, en aldeas, la antorcha sigue encendida y entre las ruinas eternas herederas de una historia escrita en letras de piedra, el eco va repitiendo ¡Despierta ya Extremadura!. ¡Despierta!.
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FREE ZOUHAM o abandonad toda esperanza.
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