Entrevista con Miguel Ángel Vadillo: Sesgos cognitivos.

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Miguel Ángel Vadillo | Wawancara

Miguel Ángel Vadillo

3 marzo, 2014

Podemos decir que conoce al ser humano mejor que la media. Sus intereses son múltiples e incluyen historia de la psicología, antropología, aprendizaje, memoria y sesgos cognitivos. Precisamente por esto último me acerqué a él. Ha realizado experimentos sobre el sesgo de causalidad y el origen de las supersticiones. Me atendió desde Londres, donde trabaja actualmente. Mantiene una página personal donde publica de vez en cuando interesantes artículos sobre psicología. Lo que comenzó como una entrevista con formato pregunta-respuesta terminó en una interesante conversación donde incluso llegamos a intercambiar los papeles.

Por Antonio Montesinos

Si la verdad choca con la ideología, tanto peor para la verdad. Lo he sacado de tu blog.

Si la evidencia tropieza con nuestras convicciones lo más cómodo es buscar otra evidencia. Procesamos la información a través del filtro de nuestras creencias. Se da la paradoja que si dos personas presencian la misma evidencia al final sus opiniones seguirán siendo contrarias. Incluso más que al principio. Podríamos llegar a pensar que dos personas con ideas políticas distintas debaten para aprender del otro, pero no es así. Normalmente, tras el debate, se refuerzan las posiciones de cada uno. Se trata de un asunto interesante.

¿Debatimos para afianzar nuestra postura?

Efectivamente. Hablamos siempre con la ilusión de convencer a nuestro contrincante y con una tremenda resistencia a dejarnos convencer. Es lo mismo por ambas partes.

Has dicho: Si ya sabemos que nuestras creencias son correctas, ¿por qué molestarnos en buscar información que las apoye o que las falsee?

Solemos creer que por llevar toda la vida con las mismas ideas estas tienen la solidez suficiente como para ser ciertas. Lo único que nos mueve a buscar información es el impulso de reafirmar esas ideas. Desconfiar de nuestras convicciones es muy poco intuitivo. Uno de los sesgos cognitivos más potentes es el de confirmación: pondero las evidencias que me encuentro según mi patrón de creencias. Nunca vamos a dar peso a evidencias que contradigan nuestras creencias.

¿No hay receta contra esto?

El pensamiento científico intenta paliar esto. Cuando alguien propone una idea nueva esta se las tiene que ver con un montón de propuestas para ponerla a prueba. Ahí radica el éxito del método científico.

Quizás detrás de todo esto lo que subyace es nuestra preferencia por la comodidad antes que el esfuerzo que exige buscar unas ideas libres de sesgos.

Claro. Además, buscar la verdad con estas premisas puede llevarte a concluir que has estado equivocado durante mucho tiempo. No todo el mundo está dispuesto a aceptar algo así. Imagínate lo que esto supone en el mundo de la política. Richard Dawkins hablaba de un antiguo profesor suyo que después de 15 años defendiendo una teoría científica cambió de opinión tras asistir a una conferencia. Al terminar no sólo había cambiado su forma de pensar, sino que agradeció al conferenciante haberle abierto los ojos. Richard Dawkins habla con admiración de aquel hombre. Ten en cuenta que dar ese paso supone un enorme esfuerzo. Si desde el principio renuncias a buscar evidencias que pongan en duda tus creencias nunca llegarás a hacer algo así.

¿No crees que más que un esfuerzo se trata de un hábito de pensamiento, es decir, de tener la mente preparada para que eso pueda llegar a pasar?

Sí, está claro. El pensamiento científico te prepara para eso. Si llevas décadas acostumbrado a poner a prueba tus ideas, a tener que escuchar continuamente críticas a esas ideas y ponderarlas… Eso influye en el carácter. Ten en cuenta que cuando te dedicas a la ciencia caes en la cuenta de que es mucho más frecuente estar equivocado que lo contrario.

A pesar de eso hay científicos que no se libran de los prejuicios. De hecho, está muy estudiado el impacto de esos sesgos en el ámbito de la ciencia…

Tienes razón. Ten en cuenta que somos humanos. El sesgo de confirmación es muy potente en el ámbito científico. Lo que ocurre es que quizás por conocerlo los científicos sean más propensos a identificarlo y aceptarlo. Siempre que tengas delante datos que confirmen tu teoría serás más propenso a usar esos datos que no otros que vayan en sentido contrario. Efectivamente, que seas científico no te libra de caer en los sesgos, aunque puede ser que te prepare para estar más alerta ante ellos.

Vamos a ponernos profundos. En tu blog hablas de Lewandowsky y Farrel que vienen a decir que muchas de las explicaciones que damos a las cosas las elegimos porque son más cómodas para nuestro intelecto, no porque se ajusten más a la verdad: Cuando hay varias explicaciones potencialmente comprensibles, se puede preferir algunas de ellas sobre otras por razones que son exclusivamente psicológicas y que no tienen nada que ver con sus propiedades objetivas.

Esta idea me pareció muy interesante. Aunque no debemos tomar estas palabras como algo absoluto, sí es cierto que aunque hay explicaciones relativamente fáciles de entender y otras algo más oscuras, en igualdad de condiciones tendemos a aceptar con más facilidad las primeras. Esto viene a decir que existe una especie de selección natural de las ideas científicas. Dentro de un abanico de explicaciones para un mismo fenómeno muchas de ellas mueren porque son difícilmente comprensibles, no porque sean más o menos ciertas. No estoy de acuerdo con Lewandowsky y Farrel en todos los casos pero, sin duda, se trata de una observación muy acertada.

Scott Lilienfeld, al que ya entrevistamos aquí, nos decía que la mayor parte de los conflictos que nos han afectado negativamente a lo largo de la historia como pueden ser las guerras, los genocidios o la esclavitud están fuertemente anclados en nuestros prejuicios cognitivos. Decía que un esfuerzo en comprenderlos y evitarlos sentaría las bases de una sociedad más pacífica. ¿Estás de acuerdo?

Habría que hacer el experimento. No lo sé. Conocer los sesgos no nos libra de ellos. Lo verdaderamente importante es conocer sus mecanismos y cómo nos afectan. ¿Qué me costaría aceptar que en una discusión el equivocado soy yo? No basta con saberse de memoria la lista de sesgos cognitivos. De todas formas estoy de acuerdo con Scott en que la mayor parte de nuestros problemas como sociedad derivan de un fuerte influjo de esos sesgos.

¿Crees que poner en práctica dinámicas que nos hagan ser más conscientes de la influencia de los sesgos tendría algún tipo de efecto?

Yo creo que sí. Helena Matute, a la que también has entrevistado, ha conducido un experimento con adolescentes en este sentido con unos resultados muy esperanzadores. Haría falta mucha más investigación. Habría que ver si estas medidas funcionan con otros colectivos, si funcionan durante largos periodos de tiempo, si funcionan con todos los sesgos… Lo poco que se va haciendo sugiere que sí, que es una buena idea.

No vemos nuestros sesgos precisamente por otro sesgo…

Sí. El sesgo del punto ciego. Todos somos los más guapos, los más preparados, los más inteligentes… (risas). Aparte de minimizar nuestros defectos este sesgo se encarga de resaltar los de los demás (risas). Muy relacionado con el sesgo del punto ciego está el error de atribución. Dice que cuando hacemos algo mal solemos culpar al entorno, pero cuando eso mismo lo hacen mal los demás entonces lo atribuimos a la mala fe o la incompentencia. No sólo somos ciegos a nuestros fallos, sino que somos demasiado agudos a la hora de calibrar los errores ajenos. Muy poca gente es consciente de esto.

Los biólogos dieron por sentado durante décadas que las células humanas tenían 24 pares de cromosomas. La afirmación puede leerse incluso junto a ilustraciones donde pueden contarse claramente 23 pares de cromosomas. No hay mayor ciego que el que no quiere ver.

Sí, es curioso. Esto es cierto. Yo quiero pensar que en el ámbito de la ciencia no existan muchos más errores tan evidentes como este (risas). Aquí tienes un ejemplo de cómo nos equivocamos. Por ejemplo, todavía hay quien niega la teoría de la evolución porque sus creencias están por encima de la evidencia. Otro ejemplo de sesgos en el mundo científico lo tienes con las farmacéuticas. Cuando se investiga para un nuevo medicamento no es la primera vez que estas empresas validan su producto sólo con los informes positivos desechando los negativos. Es más, en muchos casos no paran de investigar hasta que aparece una investigación positiva a la que agarrarse. Estoy seguro de que en muchos casos lo que hay detrás de esto es la intención de engañar al público, pero en otras no tengo dudas de que hasta ellos mismos son víctimas de su engaño.

Podemos concluir que de los sesgos no se libra nadie…

En efecto. Uno de los ejemplos más conocidos a nivel popular es el de que los teléfonos móviles producen cáncer. Según los estudios realizados hasta hoy no hay ninguna evidencia de que las ondas electromagnéticas que emiten los aparatos que nos rodean produzcan ningún tipo de enfermedad. La ciencia afirma esto sin reservas. ¿Quiere eso decir que la ciencia va a mantener siempre esa postura y negar de manera rotunda cualquier afirmación contraria? No. Lo único es que la comunidad científica va a exigir todas las pruebas necesarias hasta que se confirme este particular.

Evidentemente no podemos dar validez a una afirmación simplemente porque lo diga la mayoría o porque sea una superstición ampliamente extendida. De todas formas ¿no crees que la posición mayoritaria ante asuntos como el de las antenas y el cáncer no proviene de un desmedido principio de precaución?

Sí, aunque no sabemos hasta qué punto es principio de precaución o paranoia. En muchos casos la gente piensa que los poderes políticos y económicos la están engañando porque conviene a sus intereses. El problema de las ideas paranoides es que cuanto más se combaten más fuertes se hacen. Si tú les dices con informes en la mano que de momento las antenas no producen cáncer lo más normal es que te digan: – ¿Ah, sí? ¿Tú también estás con ellos, verdad? (risas). La gente que piensa así jamás va a confiar en ti ni en ningún informe que contradiga lo que creen.

Einstein tenía una cita muy curiosa. Decía que si los pensamientos se oyeran pocos estarían libres de verse en la guandoca, incluido él. Generamos un montón de ideas absurdas a lo largo del día producto de nuestra fantasía, nuestra imaginación y nuestros deseos. ¿Desechar todo ese material por considerarlo improductivo por defecto no puede ser un error? Muchas ideas útiles aparecen precisamente en esos momentos de divagación mental.

Lo primero que habría que preguntarse es porqué entramos en ese modo automático de pensamiento que tantos sinsentidos produce. De hecho, la mayoría de los sesgos aparece en ese modo de pensamiento. Ten en cuenta que existe porque funciona y nos es útil en muchas situaciones. Esa forma de pensar nos soluciona muchos problemas en un tiempo récord y ha sido un factor determinante para nuestra supervivencia. Al mismo tiempo ese pensamiento rápido y heurístico nos lleva a cometer errores garrafales. Nuestra tarea es descubrir las situaciones en las que ese pensamiento falla y procurar estar alertas para evitar el error. En resumen, lo ideal es dejarse llevar por esas intuiciones en la mayor parte de los casos y estar pendientes de sus posibles fallos. Hay que optar por una solución de compromiso.

Carl Sagan, una de las figuras más valoradas por el entorno escéptico, se destacaba por su pensamiento crítico tanto como por su defensa de mantener una mentalidad abierta a posibles ideas hoy incomprensibles.

Sí, es cierto. Quizás Sagan sea el mejor ejemplo de pensador escéptico sano. A él le habría encantado oir la noticia del descubrimiento de vida extraterrestre. De hecho él pensaba que existía vida en otros planetas. Ahora, eso se aleja mucho de creer cualquier cosa que dijera alguien sobre su experiencia dentro de un platillo volante.

Fantástica su frase But I could be wrong…

Pero podría estar equivocado… De hecho ese es el espíritu. La certidumbre en ciencia es temporal. Un científico lo máximo que te puede decir es que con la evidencia disponible las conclusiones son las que tenemos. Aunque la ciencia hoy puede hacer afirmaciones con la base de una evidencia tremenda nunca debemos rechazar la posibilidad de estar equivocados. Eso es lo que decía Sagan.

Joaquín Sevilla me decía que cuando estudiaba la carrera de física coincidía en el almuerzo con amigos que estudiaban otras carreras de ciencias. En ese momento aprovechaban para compartir sus conocimientos y averiguar qué es lo último que se sabía en cada una de las disciplinas. De esto hace treinta años y me contaba cómo todo lo que en aquellos momentos contaban sus amigos de biología hoy ya no se sostiene. La biología ha avanzado tanto que los libros de texto de aquella época hoy serían casi inservibles.

Es muy interesante esto que cuentas. Generalmente a los escépticos se les echa en cara ser demasiado cerrados en sus planteamientos y mantenerse alejados de posibles explicaciones alternativas a la oficial. Precisamente esos escépticos forman parte del grupo social más receptivo a los cambios. La ciencia no tiene ningún problema en cambiar sus libros de texto y adaptar sus enseñanzas a la evidencia disponible. La medicina científica ha cambiado una barbaridad en los últimos años, igual que la biología. Nada de esto ha pasado con los colectivos alternativos que vienen defendiendo técnicas como la acupuntura o la homeopatía y que son, precisamente, los más combativos con el pensamiento crítico.

Volvamos a los sesgos. Parece que muchos de ellos están fuertemente arraigados en nuestra forma de pensar. Steve Pinker habla de cierto determinismo biológico marcado desde los genes. De hecho hay estudios que relacionan nuestra tendencia al pensamiento progresista o conservador con factores genéticos. Muy poca gente estaría dispuesta a aceptar esto de manera natural.

Sí. Aunque es un asunto complejo, cada vez hay más evidencia de esto que cuentas. Nuestros genes condicionan nuestra personalidad y hay ciertos tipos de personalidad con más tendencia a desarrollar ideas progresistas o conservadoras. Como dices estas afirmaciones tienen pocas posibilidades de ser aceptadas de manera natural por la mayoría de la gente. Solemos creer que nuestras ideas políticas son producto de nuestra parte más racional. ¿Dónde quedaría entonces nuestro concepto de libertad?

Quizás aquí tropezamos con eso tan humano que es el orgullo.

Totalmente. Nos gusta pensar que somos los padres de nuestras propias ideas. Y eso no siempre es así. Otro de los aspectos más estudiados por la psicología actual es que las explicaciones que le damos a las cosas que nos pasan vienen filtradas por nuestras creencias. Es decir, que primero buscamos la explicación que más se ajusta a nuestra forma de pensar y, a posteriori, justificamos esa explicación con todo tipo de excusas.

¿No desmonta todo esto la excesiva importancia que nos damos a nosotros mismos?

Sí (risas). Sin duda. De todas formas si no nos damos importancia nosotros mismos… ¿quién nos la va a dar? (risas).

El sesgo optimista.

Sí, volvemos a los sesgos. Tendemos a vernos a nosotros mismos mejor de lo que realmente somos. Tendemos a pensar que lo que nos pasa es siempre positivo, aunque no sea así. Esto nos lleva a preguntarnos porqué existen los sesgos. El sesgo optimista se ha comprobado muy útil. Tal vez los sesgos son el subproducto de un mecanismo mental y existen porque realmente nos ayudan. Al mismo tiempo que nos preguntamos en qué nos perjudican también habría que preguntarse por sus beneficios.

¿No te parece interesante que la ciencia esté dando explicación poco a poco a aspectos tan determinantes de nuestro comportamiento?

Sí, es fascinante. De hecho estamos avanzando bastante en muchos campos. Por ejemplo, sabemos que el ser humano es muy torpe pensando en términos de probabilidades. Esto está haciendo que nos planteemos de qué modo se presenta la evidencia a los médicos para evitar esos errores. Esto redunda en que tanto médicos como pacientes comprendan de manera mucho más clara ciertos aspectos de las patologías que antes se prestaban a confusión. La psicología está ayudando a salvar vidas gracias a la comprensión de nuestros fallos en el procesamiento de la información.

Dan Ariely cuenta en uno de sus libros que no es lo mismo decir que una enfermedad tiene una tasa de mortalidad de un 2% a decir que mueren 200 personas de cada diez mil.

Efectivamente. Es un ejemplo perfecto. Nos parece mucho más grave la segunda afirmación cuando en realidad la estadística es la misma. Un 2% es algo bastante abstracto y difícil de imaginar y, sin embargo, 200 personas es algo tan concreto que casi lo podemos ver. Podemos ver a esas 200 personas encerradas en un aula y sólo de pensar que van a morir ya nos salta la alarma.

Ando detrás de entrevistar a alguien que estudie el influjo de estos sesgos en el ámbito de la justicia. Me consta que hay gente investigando estos asuntos y, por lo visto, los errores de la justicia en este sentido son tan graves como los que se pueden producir en medicina o en otras disciplinas.

Tienes razón. Además, en este caso no sólo se equivocan los jueces, sino las víctimas y los testigos. Hay estudios que demuestran que la memoria de las víctimas y los testigos es muy falible y puede llevar a graves errores en las sentencias. ¿Qué fiabilidad hay que dar a alguien que dice recordar que vio a otro alguien con una pistola en determinadas circunstancias? La psicología ya ha demostrado que nuestra capacidad para recordar es muy limitada.

¿Qué hay de la política?

El influjo de los sesgos en política es tremendo. Ya lo decíamos al comienzo de la entrevista: si la verdad choca con la ideología, tanto peor para la verdad. Se podrían poner cientos de ejemplos. Mira el caso de la nueva ley del aborto. Nadie habla de la evidencia disponible. Todas las conjeturas se hacen con base en las creencias de cada cual. ¿Has escuchado hablar en algún momento de lo que dice la ciencia sobre el feto y su actividad cerebral? Es que ni siquiera aparece en el debate social. La política está muy alejada de la ciencia y sus métodos que pretenden separar lo evidente de lo puramente ideológico. En este sentido la política está más cerca del pensamiento medieval que de los actuales modelos científicos.

Es paradójico el papel tan importante de las decisiones políticas en la vida de tanta gente y la base tan blanda sobre la que se asientan sus principios de funcionamiento.

Lo triste es que lo mismo que hemos hablado del aborto lo podemos extrapolar al resto de decisiones que se toman en otros ministerios. Las decisiones del ministro de educación están tan sesgadas como las de Gallardón. Todo descansa sobre la ideología de un partido u otro y muy poco sobre la evidencia real de funcionamiento del sistema educativo. Y que no me digan que las leyes educativas no pueden pasar el test del método científico. Igual que un tratamiento es más eficaz que otro para una enfermedad, ciertos médotos educativos son más efectivos que otros.

Te voy a hacer una pregunta personal, Miguel Ángel. ¿Qué estrategia sigues a la hora de enfrentarte a los sesgos en tu vida cotidiana? ¿Es algo en lo que piensas? ¿Los evitas? ¿Te dejas llevar?

En mi faceta profesional sí que saco partido de todo esto. Cuando hago experimentos o analizo datos sí que intento defenderme de los posibles fallos que mis sesgos puedan inducir. Ahí sí que reconozco que dedicarme a esto me ha ayudado. Fuera de mi vida profesional puedo decirte que pocas decisiones las tomo pensando en los sesgos. Es duro de decir, pero tengo que reconocer que estoy constamente bajo la influencia de estos fenómenos. ¿Y tú, que te dedicas a divulgar sobre estos asuntos, le prestas atención a los sesgos en tu vida diaria?

Vaya… Nunca me había visto en el papel de entrevistado (risas). Pues sí, claro que le presto atención. Me parece un asunto de un interés tremendo y que nos afecta mucho más de lo que estamos dispuestos a reconocer. De todas formas le presto atención en la medida en que no me supone una carga mental excesiva que me impida vivir de manera cómoda. Si estuviéramos el día entero cuestionándonos nuestra conducta porque podemos ser víctimas del influjo de los sesgos la vida sería un infierno. Procuro estar alerta siempre que ese esfuerzo sea llevadero y compatible con una vida normal. Por otro lado he llegado a la conclusión que no es sano mezclarse en exceso con las ideas propias. Mejor mirarlas desde cierta distancia. Eso te permite retirarte con cierta facilidad en cuanto descubres que estaban equivocadas o modificar ligeramente tus puntos de vista cuando la evidencia asoma la cabeza.

En este sentido, Antonio, yo cada vez valoro más estar con personas que opinan de manera distinta. Es un buen antídoto contra el sesgo de confirmación. Si estás equivocado en algo es más fácil que te lo diga alguien que no piensa como tú. Creo que es un error rehuir esas compañías. Nos ponen en situación de intentar comprender por qué la gente piensa de determinada manera. Además, cuando te acercas a ellos con la humildad suficiente como para reconocer que puedes estar en un error, de alguna manera estás sembrando esa actitud en los demás. Es decir, si alguien puede reconocer errores en su visión de las cosas es más fácil que lo haga ante alguien que demuestre maneras humildes antes que ante alguien que se presente de forma arrogante.

Pasa lo mismo si aceptas la duda como una opción válida. Hay muy poca gente que responda con un no lo sé. Todo el mundo tiene opiniones sobre todo. Ya se hable de política, deporte, economía, moda o psicología. Aceptar que desconoces ciertas cosas y admitir tu ignorancia quizás también despierte en tu interlocutor una respuesta parecida.

Y te banderilla contra eso que hablábamos antes de quedarte con la primera explicación que te de tu sistema automático de pensamiento. Una vez que aceptes esa respuesta automática el siguiente paso es buscar cualquier excusa que te deje tranquilo. La duda permite evitar el autoengaño, lo que te convierte en alguien más libre.
 
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