Fernando Diáz Plaja lo explica muy bien en su saga “Los pecados capitales”, en su libro dedicado a Italia. Los italianos arrostran un gran valor individual, pero escaso en lo que refiere al gregarismo nacional. Porque la historia moderna de Italia es un disparate de invasiones, espúrias alianzas y divisiones locales de intrigas y guerras localizadas, impulsadas por los príncipes y señoritos de diferentes castas.
No tuvieron nuestros Reyes Católicos.
El italiano es temible cuando defiende su familia y su honor, porque todo esto es tangible para él. Sin embargo, la idea de “nación” le resulta confusa y etérea, puesto que durante generaciones sólo ha visto cómo gentes poderosas y diversas se repartían el pastel cambiando los reinos y colores de las banderas, mientras la gente humilde se limitaba a sobrevivir. Todo esto ha impregnado en el alma italiana la sensación de que servir, morir por algo como la “comunidad” (un conjunto de seres que desconoce)…es absurdo. Lo comprendo.
Mi abuelo me contaba que los italianos (del Cuerpo -“voluntario”- Expedicionario de Mussolini) huían como liebres arrojando las armas en nuestra batalla de Guadalajara, y los españoles dejaban de disparar las ametralladoras desde las trincheras para no exterminarlos, por humanidad. Resultaba algo así como masacrar a gente indefensa.
Yo –joven e ignorante- no me lo creí, menospreciando el relato como “batallitas del abuelo Cebolleta” (te recuerdo, abuelo). Años después leí a Fernando Díaz Plaja comentando lo mismo en su libro, indicando que gritaban desesperados “¡Mamma, Mamma!” ante los impresionados españoles. Es de considerar que “¡Mamma!” significa “¡progenitora!”, lo que así dicho mueve a la compasión a cualquier bien nacido, comprendiendo la tragedia y desesperación del hombre. Pero para los humildes españoles de la época, la expresión “mamma” sonaba demasiado infantil y poco “varonil”. Les resultaba chocante.
En la II GM se demostró lo aquí explicado. Cuando el italiano tenía que hacer valer –con su nombre y apellido como baluarte- su valor individual como piloto de caza o conduciendo un torpedo tripulado lo hacía con arrojo, temeridad e ingenio. Pero cuando era conducido como un hatajo de borregos, el resultado es el sabido.
De ahí anécdotas como la siguiente: cuando se exhibió en Italia la película “Rommel, el astuta del Desierto”, protagonizada por James Mason, en la versión original en inglés un oficial alemán le responde a Rommel que los italianos “corren como conejos”. El doblaje italiano (o los subtítulos, no recuerdo) recompuso la frase de un modo menos ofensivo: “se baten como leones”.
Abundemos además en que –como buen pueblo latino- la oficialidad disfrutaba de privilegios incomprensibles para la mentalidad alemana, en sangrante diferencia con la tropa llana. Esto no hacía más que afianzar esa certeza para el soldado desconocido de que no era más que carne de cañón desechable, desgraciada plebe, como ha sido a lo largo de su historia.
En la escena final de El Padrino II, James Caan reprende a su hermanito Al Pacino por alistarse en el ejército “para luchar por extraños”. Define perfectamente lo que intento explicar (sólo he encontrado la escena en latino).
El padrino 2 final español latino - YouTube
Por último, ya que por aquí se habla de genes, habrá que recordar que los italianos son hijos de la antigua Roma. Lo que pasa es que los tiempos y las circunstancias cambian. Tampoco los alemanes son ahora la Wehrmacht. Tampoco nosotros somos ahora los Tercios.
Pero todo puede cambiar.