cienciologia
Himbersor
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Ellas saben latín y griego: «En el Reino Unido estudiar Clásicas da prestigio. Aquí solo sabemos preguntar '¿y para qué te sirve?'»
Están acostumbradas a que no se valore su formación. Curiosas, analíticas y sabias, nos dan toda una lección de conocimiento: «¿No veis que 'table' es igual en francés que en inglés?»
Ahí donde las ven, tan jóvenes y risueñas, son mujeres que no han escogido el camino fácil. No al menos ese que socialmente se suele trazar cuando se piensa en un futuro próspero que llene las arcas familiares cuando se acabe la carrera universitaria. Clara, Uxía, Lúa e Isabel son todo un ejemplo para aquellos a los que les queda mucho por saber. Porque ellas saben, y vaya si saben, que cualquier historia empieza siempre por el principio y que si uno no se adentra en ese comienzo está irremediable condenado a perder. Esa es una de las motivaciones que llevó a Isabel a escoger la carrera de Filología Clásica en Santiago, sí, sí, esa que nos conduce en el 2022 a estudiar latín y griego. «Siempre tuve claro que me gustaba el entorno académico —dice esta gallega de 23 años— y en un principio a mí lo que me interesaba era estudiar Filosofía. Quería indagar en las bases del conocimiento y entonces me di cuenta de que si quieres acceder a una serie de textos, debes conocer latín y griego, porque si no, siempre va a ser a través de la traducción de otros, no de la tuya propia».
Como Isabel, sus compañeras de carrera Lúa, Clara y Uxía han vivido esa denostada mirada hacia las letras desde que estaban en el instituto. «El primer día de primero de bachillerato —relata Clara— una profesora de inglés les dijo a los de ciencias que les iba a exigir más porque ¡tenían más capacidad!». «Sí, a mí, que ya he acabado Clásicas y estoy haciendo el máster, aún hace poco me soltaron: ‘¿Tú hiciste esta carrera porque no te había dado la nota para otra, no? ¡Y claro que no, tenía un 12! Pero siempre tienes que dar explicaciones porque no se entiende esta elección». «A min pásame igual —añade Uxía—, dinme: ‘Con estas notas, por que non estudas Medicina?’ . E quedan tan latinoamericanos. Outra persoa recomendoume facer Dereito, e o que non sabía era que eu xa empezara esa carreira, pero non me gustou. Ademais, que mérito ten Dereito? Fixen un curso e pareceume desde logo moito máis sinxelo que Clásicas, son asignaturas que podes chapar un pouco antes do exame e as sacas, en cambio, as traducións de textos gregos e latinos xa che digo eu que non!». «Yo me he encontrado con opiniones de todo tipo, como que yo podría hacer algo más productivo, porque el cerebro me ‘daba para más’», se ríe Clara.
Esa productividad, practicidad, utilidad, y todo ese largo etcétera de palabras que terminan con el mismo sufijo hay que rebatirlas con estudio y sabiduría. «Quien no conoce su historia está condenado a repetirla una y otra vez», sentencia Isabel: «Yo no tengo ningún interés en sacarle una utilidad práctica a esto, pero ojo, el que sabe sabe. Y cuanto más sepas lo aplicarás para ser filólogo o barrendero. El problema es hacerle creer a la gente que la universidad es necesaria para formar trabajadores. ¿Las Humanidades deberían tener una practicidad? ¿Alguna vez la han tenido? Yo no lo creo».
«A mí me sirve —dice Clara, que a sus 19 años está en segundo de carrera— porque quiero aprender y me hace feliz aprender. Nosotros hablamos, por decirlo de alguna manera, un latín deforme, y creo que muchísimas disciplinas deberían conocer latín y griego, como Medicina, donde es fundamental para la nomenclatura, o Historia, para interpretar muchísimas cuestiones».
«Non todo ten que ter unha utilidade extrema, pero todo o mundo quere saber de Grecia, de Roma, de onde vén tal palabra, son aspectos esenciais!», resume Uxía, que pone el acento en un término clave: esencia.
LA ESENCIA DE TODO
El latín es la esencia, la base, y está detrás de idiomas tan diferentes como el inglés, que según apunta Isabel, que también estudia Filología Románica, gracias a ese conocimiento ha entendido la relación de las lenguas a lo largo de la historia. «La gente no se da cuenta de que el inglés tiene una influencia latina bestial, ves por ejemplo que table es igual que en francés, pero la fonética es tan diferente que nos impide ver esa cercanía». ¡Y ahora está ahí nuestra tablet!, le digo.
«¡Claro! Estudiar Filología Clásica te hace tener curiosidad por otras lenguas —apunta Lúa—, yo con 13 años intenté estudiar alemán y entonces no se me dio. Ahora, después de conocer griego, creo que si me pusiera, lo entendería mejor, por los casos, las declinaciones...».
Todas coinciden en que el griego es mucho más complicado que el latín y saben las carencias que muchos estudiantes tienen en Galicia porque no en todos los institutos se ofrece en el bachillerato. Es el caso de Uxía y Clara que han tenido que hacer un sobreesfuerzo para competir en clase con el resto de compañeros durante el primer año. «Objetivamente —expresa Isabel— el griego es más complejo, ya no por el alfabeto, sino por el sistema de lectura, la acentuación, los casos, los verbos... Es menos accesible, pero el quid de la cuestión es que al estudiar un idioma antiguo no puedes poner en práctica tu conocimiento. Date cuenta de que son textos escritos que comprenden períodos amplísimos de la historia. A lo mejor estamos viendo textos desde el siglo VII, VIII antes de Cristo hasta la literatura imperial. Son más de mil años, sin mecanismos que regulen el idioma, hay dialectos distintos en griego, y al ser literatura, que es arte, debemos comprender el estilo de distintos autores, sus referencias, sus metáforas. Eso también nos pasa en latín. No es fácil».
Ellas traducen diariamente los textos, porque si no, sería imposible hacer ese trabajo en un sprint final. «Yo pensaba que cuando acabase iba a salir sabiendo traducir todo, y ahora me he dado cuenta de que no, una no deja de meterse en los textos siempre», dice Lúa. «A maioría cren que nós collemos o dicionario e buscamos a palabra e listo: et significa ‘y’ en castelán, e xa está. Pero se viñesen á carreira quedarían con cara de parvos», reflexiona Uxía, que se ha encontrado con gente que creía que estudiaba griego «para irse a Grecia». «La ignorancia es muy osada», se ríe Isabel.
En su promoción suelen entrar unas 50 personas el primer año, pero tienen altítisimas tasas de abandono (el 40%) y lo normal es que acaben unos ocho. «Nosotros terminamos cuatro», señala Lúa, que aclara que no hay una mayor tasa de mujeres: «Depende del año».
«Los estudios clásicos no son iguales en todos los países de Europa —indica Isabel—. En el mundo anglosajón o en Italia están mucho mejor vistos que aquí. De hecho, en el Reino Unido desde el siglo XIX tienen mucho peso en toda la producción científica y humanística, son campos prestigiosos para ellos y muy vinculados a una clase social aristócrata. Por ejemplo, Boris Johnson, el actual primer ministro, es licenciado en Clásicas, y el que desarrolló Telegram es también filólogo...». «Nunca sabes para qué vas a aplicar el conocimiento —expresa Lúa—, las personas que hacemos estos estudios somos curiosas, analíticas..., yo hace poco hice prácticas en una empresa que no tenía nada que ver con esto y sí siento que mi formación me sirvió». «A mí me encanta ver los vínculos entre las palabras, —añade Clara—, hoy, por ejemplo, vimos en clase cómo el verbo ex eo ( en latín ‘ir fuera’, ‘salir’) derivó en inglés en exit (‘salida’), todo está relacionado». Tal vez ese sea su éxito, que en el mundo de hoy, y aunque la mayoría no sean capaces de verlo ni entenderlo, Uxía, Clara, Isabel y Lúa se salen.
Están acostumbradas a que no se valore su formación. Curiosas, analíticas y sabias, nos dan toda una lección de conocimiento: «¿No veis que 'table' es igual en francés que en inglés?»
Ahí donde las ven, tan jóvenes y risueñas, son mujeres que no han escogido el camino fácil. No al menos ese que socialmente se suele trazar cuando se piensa en un futuro próspero que llene las arcas familiares cuando se acabe la carrera universitaria. Clara, Uxía, Lúa e Isabel son todo un ejemplo para aquellos a los que les queda mucho por saber. Porque ellas saben, y vaya si saben, que cualquier historia empieza siempre por el principio y que si uno no se adentra en ese comienzo está irremediable condenado a perder. Esa es una de las motivaciones que llevó a Isabel a escoger la carrera de Filología Clásica en Santiago, sí, sí, esa que nos conduce en el 2022 a estudiar latín y griego. «Siempre tuve claro que me gustaba el entorno académico —dice esta gallega de 23 años— y en un principio a mí lo que me interesaba era estudiar Filosofía. Quería indagar en las bases del conocimiento y entonces me di cuenta de que si quieres acceder a una serie de textos, debes conocer latín y griego, porque si no, siempre va a ser a través de la traducción de otros, no de la tuya propia».
Como Isabel, sus compañeras de carrera Lúa, Clara y Uxía han vivido esa denostada mirada hacia las letras desde que estaban en el instituto. «El primer día de primero de bachillerato —relata Clara— una profesora de inglés les dijo a los de ciencias que les iba a exigir más porque ¡tenían más capacidad!». «Sí, a mí, que ya he acabado Clásicas y estoy haciendo el máster, aún hace poco me soltaron: ‘¿Tú hiciste esta carrera porque no te había dado la nota para otra, no? ¡Y claro que no, tenía un 12! Pero siempre tienes que dar explicaciones porque no se entiende esta elección». «A min pásame igual —añade Uxía—, dinme: ‘Con estas notas, por que non estudas Medicina?’ . E quedan tan latinoamericanos. Outra persoa recomendoume facer Dereito, e o que non sabía era que eu xa empezara esa carreira, pero non me gustou. Ademais, que mérito ten Dereito? Fixen un curso e pareceume desde logo moito máis sinxelo que Clásicas, son asignaturas que podes chapar un pouco antes do exame e as sacas, en cambio, as traducións de textos gregos e latinos xa che digo eu que non!». «Yo me he encontrado con opiniones de todo tipo, como que yo podría hacer algo más productivo, porque el cerebro me ‘daba para más’», se ríe Clara.
Esa productividad, practicidad, utilidad, y todo ese largo etcétera de palabras que terminan con el mismo sufijo hay que rebatirlas con estudio y sabiduría. «Quien no conoce su historia está condenado a repetirla una y otra vez», sentencia Isabel: «Yo no tengo ningún interés en sacarle una utilidad práctica a esto, pero ojo, el que sabe sabe. Y cuanto más sepas lo aplicarás para ser filólogo o barrendero. El problema es hacerle creer a la gente que la universidad es necesaria para formar trabajadores. ¿Las Humanidades deberían tener una practicidad? ¿Alguna vez la han tenido? Yo no lo creo».
«A mí me sirve —dice Clara, que a sus 19 años está en segundo de carrera— porque quiero aprender y me hace feliz aprender. Nosotros hablamos, por decirlo de alguna manera, un latín deforme, y creo que muchísimas disciplinas deberían conocer latín y griego, como Medicina, donde es fundamental para la nomenclatura, o Historia, para interpretar muchísimas cuestiones».
«Non todo ten que ter unha utilidade extrema, pero todo o mundo quere saber de Grecia, de Roma, de onde vén tal palabra, son aspectos esenciais!», resume Uxía, que pone el acento en un término clave: esencia.
LA ESENCIA DE TODO
El latín es la esencia, la base, y está detrás de idiomas tan diferentes como el inglés, que según apunta Isabel, que también estudia Filología Románica, gracias a ese conocimiento ha entendido la relación de las lenguas a lo largo de la historia. «La gente no se da cuenta de que el inglés tiene una influencia latina bestial, ves por ejemplo que table es igual que en francés, pero la fonética es tan diferente que nos impide ver esa cercanía». ¡Y ahora está ahí nuestra tablet!, le digo.
«¡Claro! Estudiar Filología Clásica te hace tener curiosidad por otras lenguas —apunta Lúa—, yo con 13 años intenté estudiar alemán y entonces no se me dio. Ahora, después de conocer griego, creo que si me pusiera, lo entendería mejor, por los casos, las declinaciones...».
Todas coinciden en que el griego es mucho más complicado que el latín y saben las carencias que muchos estudiantes tienen en Galicia porque no en todos los institutos se ofrece en el bachillerato. Es el caso de Uxía y Clara que han tenido que hacer un sobreesfuerzo para competir en clase con el resto de compañeros durante el primer año. «Objetivamente —expresa Isabel— el griego es más complejo, ya no por el alfabeto, sino por el sistema de lectura, la acentuación, los casos, los verbos... Es menos accesible, pero el quid de la cuestión es que al estudiar un idioma antiguo no puedes poner en práctica tu conocimiento. Date cuenta de que son textos escritos que comprenden períodos amplísimos de la historia. A lo mejor estamos viendo textos desde el siglo VII, VIII antes de Cristo hasta la literatura imperial. Son más de mil años, sin mecanismos que regulen el idioma, hay dialectos distintos en griego, y al ser literatura, que es arte, debemos comprender el estilo de distintos autores, sus referencias, sus metáforas. Eso también nos pasa en latín. No es fácil».
Ellas traducen diariamente los textos, porque si no, sería imposible hacer ese trabajo en un sprint final. «Yo pensaba que cuando acabase iba a salir sabiendo traducir todo, y ahora me he dado cuenta de que no, una no deja de meterse en los textos siempre», dice Lúa. «A maioría cren que nós collemos o dicionario e buscamos a palabra e listo: et significa ‘y’ en castelán, e xa está. Pero se viñesen á carreira quedarían con cara de parvos», reflexiona Uxía, que se ha encontrado con gente que creía que estudiaba griego «para irse a Grecia». «La ignorancia es muy osada», se ríe Isabel.
En su promoción suelen entrar unas 50 personas el primer año, pero tienen altítisimas tasas de abandono (el 40%) y lo normal es que acaben unos ocho. «Nosotros terminamos cuatro», señala Lúa, que aclara que no hay una mayor tasa de mujeres: «Depende del año».
«Los estudios clásicos no son iguales en todos los países de Europa —indica Isabel—. En el mundo anglosajón o en Italia están mucho mejor vistos que aquí. De hecho, en el Reino Unido desde el siglo XIX tienen mucho peso en toda la producción científica y humanística, son campos prestigiosos para ellos y muy vinculados a una clase social aristócrata. Por ejemplo, Boris Johnson, el actual primer ministro, es licenciado en Clásicas, y el que desarrolló Telegram es también filólogo...». «Nunca sabes para qué vas a aplicar el conocimiento —expresa Lúa—, las personas que hacemos estos estudios somos curiosas, analíticas..., yo hace poco hice prácticas en una empresa que no tenía nada que ver con esto y sí siento que mi formación me sirvió». «A mí me encanta ver los vínculos entre las palabras, —añade Clara—, hoy, por ejemplo, vimos en clase cómo el verbo ex eo ( en latín ‘ir fuera’, ‘salir’) derivó en inglés en exit (‘salida’), todo está relacionado». Tal vez ese sea su éxito, que en el mundo de hoy, y aunque la mayoría no sean capaces de verlo ni entenderlo, Uxía, Clara, Isabel y Lúa se salen.
Ellas saben latín y griego: «En el Reino Unido estudiar Clásicas da prestigio. Aquí solo sabemos preguntar '¿y para qué te sirve?'»
Están acostumbradas a que no se valore su formación. Curiosas, analíticas y sabias, nos dan toda una lección de conocimiento: «¿No veis que 'table' es igual en francés que en inglés?»
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