Eso que mencionas tan acertado ocurre porque en Asturias sobran la mitad de los bares, que es lo que había hace veinte años. Tienen que cerrar ya y arruinarse para que los aficionados que se quedan en paro no vuelvan a tener la tentación de abrir un bar que pretenden sacar adelante a base de explotar trabajadores. Tiene que haber menos, con más clientes, más caros y de más calidad. Si cierran los malos y no rentables, que son legión, sus clientes irán a los buenos y todo mejorará.
Eso es evidente. Solo en Gijón hay 1400 bares y restaurantes.
Sí, eso es una parte del problema de la hostelería: los que están, cuando tienen problemas, empiezan a malpagar a los proveedores, los proveedores empiezan a dejar de atenderles y buscan nuevos clientes, ofrecen condiciones muy ventajosas (sobre todo en términos de crédito y de financiación de instalaciones) a los paracaidistas que acaban de llegar al sector y que no tienen muy claro cómo funcionan las cosas, estos paracaidistas aguantan un par de años, si llega, pero revientan la zona, los que estaban no se recuperan, los recién llegados desaparecen, y los proveedores acaban peor que al principio, después de haberse gastado una pasta tratando de impulsar a los paracaidistas.
Obviamente en España va a haber una reconversión brutal en el sector de la hostelería, porque la hostelería no funciona solo con extranjeros; con extranjeros funcionan los parques temáticos, y el atractivo de España era que la hostelería era genuina, no una fórmula que se pudiese franquiciar e implantar en cualquier parte. Pero los españoles ya no pueden permitirse el lujo de gastar en bares lo que gastaban hace quince o veinte años, los bares tienen un control fiscal y de todo tipo que supone unos sobrecostes brutales respecto de los de hace quince o veinte años, lo mismo pasa con los camareros, y para acabar de fastidiar la situación, hacienda ha eliminado el gasto discrecional en atenciones a los clientes, que era lo que pagaba la fiesta de jueves y viernes en todos los locales de moda de España en la década de 1990 y de los 2000.
Había una serie de circunstancias que dieron lugar a un cluster económico que probablemente fue de los mejores del mundo en aquellos años. Pero esas circunstancias han desaparecido, y evidentemente, sin ellas, la hostelería no puede funcionar igual. Acabaremos como en Francia, que tiene un enorme potencial, que nadie se puede permitir habitualmente, y por lo tanto, las experiencias dejan de ser reales y se convierten en actuaciones a demanda. No vas a un restaurante y descubres lo que se hace allí, sino que reservas un banquete en un establecimiento que contrata al personal en función de las plazas que vaya a dar cada día, y que confecciona una experiencia específica para cada día. A algunos eso les gustará, pero los datos indican que no es rentable, y que, por lo general, engancha más la hostelería espontánea.