En primer lugar estoy de acuerdo en que tanto las guerras carlistas como el propio movimiento carlista lo es a nivel nacional. No era una cuestión de separatismo.
Pero del tema independentista alguna cosilla sí que hubo, incluso en la primera guerra carlista por parte de un miembro del bando liberal:
Sentencia del Consejo de Guerra celebrado en Pamplona en 1837
contra el Coronel León Iriarte, Pablo Barrical y el resto de las tropas sublevadas, para proclamar la independencia de Navarra
««Resultando, que el Coronel Don León Iriarte se presentó poco después de pronunciada
la sedición en Cizur Menor, y que, lejos de tomar medidas para cortarla en su origen, ni
haber dado aviso alguno a las autoridades de la plaza de Pamplona para evitar la entrada
de los sediciosos en ella, y los males que se siguieron, vino a la cabeza de los batallones
espontáneamente y en plena libertad, apareciendo en este hecho contra él, el grave cargo
de haber entrado en la plaza ocupándola con fuerza armada; considerando asimismo por
las declaraciones testificales que se comprometió bajo su firma a seguir y llevar a efecto la
conspiración que tenía por objeto la independencia de Navarra, cuyo documento confesó
el mismo Iriarte haber firmado, aunque alegando ignorar su contenido; y por último,
apareciendo probado igualmente que dicho jefe ejercía libremente su autoridad dentro de
la plaza, siendo obedecido de los cuerpos de brigada, y que sin embargo, no sólo no tomó
providencia alguna para evitar la desastrosa fin del general conde de Sansfield y del
coronel Mendívil, sino que, según la declaración del oficial que tenía en prisión al expresado
general, preguntándole al pasar por allí lo que debería hacer, le contestó hiciese lo que los
sargentos le dijesen; el Consejo, en vista de todo, le condenó y condena a ser pasado por
las armas. Igualmente condenó y condena a la propia pena al comandante del Segundo
Batallón de Tiradores Don Pablo Barrical, por resultar justificado: que se mantuvo al frente
de su batallón cuando se pronunció la insurrección, y que en vez de contenerla, continuó
a su cabeza y vino a Pamplona; segundo, que en el camino de esta plaza dirigió su voz a
los insurreccionados... de lo que resultó que instigados por los sargentos e intimidados por
las amenazas, tuvieron –el jefe y oficiales del primer batallón– que ponerse al frente de sus
compañías; tercero, que fue el primero que firmó la relación de su batallón inserta con el
número seis, de los que se comprometieron a proclamar la independencia de Navarra; cuarto,
que hizo destacar el piquete que arrestó al general Sansfield; quinto y último, que aconsejó
en Lumbier a varios sargentos, que se fugasen...»
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