"....hasta atravesar un gran arrabal o ciudad nueva."
Fernán Caballero
"La Estrella de Vandalia" (1855)
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رَبَض • (rabaḍ), en árabe actual, tiene el significado de "suburbio, lugar de aparcamiento, sitio en el que se acuestan los animales".
Es muy parecido a lo que ahora conocemos como "ciudad dormitorio".
"раб" (rab), en ruso, viene a ser "esclavo, siervo".
Relacionado con "рабо́тник [rɐbotnˈьk]" o "trabajador".
Es de suponer que, tras la Gran Catástrofe, numerosos individuos se agolparan en lugares determinados al objeto de sobrevivir a las adversidades. Algo mucho más fácil de conseguir buscando la compañía de otra gente que vagando en solitario por zonas inhóspitas.
Pienso que la asimilación de esta muchedumbre con la idea de "siervo o esclavo" es posterior, ya que su procedencia incluía igualmente a maestros u oficiales de las diferentes profesiones.
No en vano, un "rabí", entre los judíos, es también un "maestro".
Estos "arrabales" eran, pues, como una nueva ciudad, al margen de los centros urbanos anteriores, muchos de ellos destruidos por los desastres.
Tenemos la Cerca del Arrabal, en Madrid, El barrio del Raval, en Barcelona o el también barrio del Arrabal, en Zaragoza, entre numerosos ejemplos.
Pero lo más chocante de este asunto consiste en la semejanza del "rab" o "arrabal" con el vocablo "árabe".
¿Y si el concepto de "árabe", pregunto yo, no tuviera nada que ver con la raza "árabe", sino que derivara de aquellos que "viven en los arrabales"?
Sé que me estoy metiendo en un fregao de proporciones dantescas, pero, en fin, a eso hemos venido precisamente.
Europa o Evropa viene a significar "el camino o senda de los hebreos".
"Evre" es un vocablo turco que se corresponde a "tramo" y que hace mención a "aquellos que vivían en los tramos (navegables) de los ríos".
"тропа", en ruso, equivale a "sendero, senda".
La HO señala, como primeros pobladores de España, a los íberos y celtas.
Pues bien, los íberos (cuya etimología se halla relacionada también con "iber" o "río") son los hebreos y los celtas son los escitas.
Hebreos y escitas o íberos y celtas se tras*formaron en judíos y árabes, sin que mediara ninguna oleada turística romana del territorio peninsular, ni tampoco la ya archimencionada "oleada turística árabe" de la HO.
Esta fue la población que encontraron aquí, tras la Gran Catástrofe, los integrantes de la "gran migración de pueblos" que se vieron obligados a dirigirse hacia occidente como fórmula necesaria para sobrevivir.
Lógicamente, esto trajo como consecuencia que todo el sistema anterior saltara por los aires.
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Es factible que el castellano y todos los demás lenguajes de las diferentes zonas de España (excepto el vasco) fueran hablados por judíos y árabes, en grafía árabe o hebrea.
Es lo que la HO denomina "Aljamía".
De hecho, las primeras composiciones literarias --las jarchas-- fueron escritas, así lo reconoce la HO, en árabe.
Obviamente, la consiguiente lucha por el control del territorio, acrecentada por el hecho de que judíos y árabes eran mercantilistas y los recién llegados, en cambio, se pueden definir como estatistas o estatalistas, terminó como el rosario de la Aurora: Judíos y Árabes, los perdedores de la contienda, hubieron de abandonar el país salvo aquellos que aceptaron las nuevas normas de organización social.
Algo similar ocurrió en Rusia con los supuestos invasores tártaro-mongoles, que igualmente fueron expulsados de allí, mientas que los judíos (quienes, por cierto, hablaban el idioma de la zona solo que en caracteres hebreos, el yiddish) hubieron de mantenerse al margen de la sociedad, dando lugar a lo que todavía en las primeras décadas del siglo XX pasó a denominarse "cuestión judía".
Hubo un reset económico, una redención de tierras y una nueva religión de Estado (el cristianismo), que luego se fraccionó dando nombre a las guerras de religión entre protestantes y católicos.
Volviendo a los arrabales, he de suponer que allí se arremolinaron muchos judíos y árabes que, con posterioridad, engrosaron la categoría de esclavos, siervos o sirvientes, al servicio, valga la redundancia, de las nuevas clases inclusas en los aparatos del Estado o de la nobleza de nuevo cuño.
"Quien tiene un jovenlandés, tiene un tesoro", dice el refranero, señalando la importancia y capacidad de los perdedores de la contienda, ahora convertidos en siervos.
En la Historia no hay buenos ni malos. No es su objeto el juicio jovenlandesal, sino la comprensión de los acontecimientos que tuvieron lugar.
A fin de cuentas, es la diosa Economía quien rige, desde su áureo estrado, las desventuras y avatares de los humanos.